8
—¿Es necesario que estés aquí? —le reclamó Alicia ante su presencia. Cristóbal sonrió confiado.
—Es la sala de profesores. Tengo el mismo derecho que tú en estar aquí.
El día se había hecho muy largo, sobre todo para él que, lo único que quería era que las clases terminaran para poder estar un rato más con Alicia.
La mujer no había cambiado mucho, seguía igual de pesada, pero por alguna extraña razón, permitía que él estuviera rondando a su alrededor.
—¿Te puedo hacer una pregunta?
—Estoy trabajando.
—Puedes hacer dos cosas a la vez. Solo responde—ella asintió resignada—. ¿Por qué te llevas mejor con tus alumnas que tus alumnos—lo miró con seriedad.
—¿Te acuerdas que te dije que me veía un poco reflejada contigo?
—Sí, y aun no puedo creer eso. Yo soy bueno—sonrió con inocencia ganándose una mala cara de la mujer. Se aclaró la garganta y le hizo un gesto para que siguiera.
—Me pasó algo similar a ti. Un alumno se enamoró de mi—Cristóbal alzó ambas cejas con evidente sorpresa. Eso la hizo enojar—¿Qué? —espetó a la defensiva. El levantó las manos con inocencia.
—Nada, nada. Sigue.
—Recién había salido de la U, y era mi primera experiencia laboral, a parte de la práctica. Tenía esa mentalidad de tratar a los alumnos como a mí me gustaría que me hubieran tratado en el colegio—su mirada se transformó de un segundo a otro, reflejando tristeza—. Tenía problemas en su casa, y siempre se quedaba después de clases. Yo por costumbre me quedaba en el colegio, un día le pedí que me ayudara con algunas guías, y de allí...me iba a ver a mi sala todas las tardes. De a poco me contaba sus cosas y yo...lo aconsejaba. No sé cómo pasó esa barrera—suspiró—. Nunca le di motivos, pero cada día era obsesivo, tanto así que lo regañé y le pedí que mantuviera la línea. No lo hizo.
Cristóbal se tensó.
—¿Pasó algo? —ella esbozó una sonrisa, una que hizo que su corazón latiera y quisiera abrazarla. No lo hizo.
—Sí. Ese día me quedé hasta tarde con un colega. Era un poco mayor que yo, pero no tanto. Me gustaba—bajó la mirada recordando—. Vino el niño y me hizo una escena de celos. Se acercó a mi enrojecido de rabia y comenzó a agredirme. A exigirme cosas...me bloqueé. Lo único que quería era patearlo y correr, pero era su profesora—lo miró—, ¿Cómo hacerlo si era su profesora? Le dije que se calmara, pero obvio, no lo hizo. Me golpeó y me dejó sangrando. Tuve que gritar porque me congelé. Mi colega llegó y lo empujó. Él niño tenía un corta cartón y llorando comenzó a cortarse.
Tomó una pausa y cerró los ojos.
—Si no quieres seguir...
—Estoy bien, pasó hace mucho. Lo detuvimos y se hizo un escándalo. Los papás me acusaron a mí de que su hijo haya hecho eso. Me apuntaron con el dedo diciéndome que me había involucrado con él. Ni siquiera mi colega me creyó, y él vio lo que pasó—Cristóbal tomó una de sus manos—. Me escondí. Pero mi mamá me dijo que si era inocente, tenía que decirlo. Me armé de valor y di la cara. Demostraron que no tenía nada que ver en el asunto, que el niño estaba enfermo y que lamentablemente yo fui la tonta que estuvo allí para ayudarlo. Renuncié y me vine con mi mamá y mi hermana al sur—sonrió—. Apenas llegué a este colegio le conté a Regina lo que me había pasado. A ella no le importó y aquí estoy. Desde ese día me prometí no ser amable, sobre todo con los chicos.
—Al lado tuyo si soy cobarde. ¿Quién iba a pensar que teníamos algo en común? —Alicia frunció el ceño.
—No es algo que se pueda alardear—lo regañó.
—Lo sé. Si no hubiera pasado eso, ¿Cómo serías ahora? —ella hizo una mueca dudosa y se encogió de hombros.
—¿Cómo tú? A veces extraño eso—lo miró—, no pensar mucho, ser un imbécil—Cristóbal frunció el ceño—. Pero no me quejo, me gusta como soy ahora.
—A mí también me gusta cómo eres. Tal vez algún día pueda conocerte completamente—Alicia tragó saliva y esbozó una sonrisa nerviosa.
—Sigues con lo mismo—desvió la mirada hacia otra parte haciendo que Cristóbal se acercara más a ella.
—Eres bastante tímida. ¿Qué te parece salir a comer el fin de semana? —le propuso animado.
—Claro—respondió ella sorprendiéndolo—, pero por separado. No insistas.
—¿Por qué no reconoces que te gusto y punto? —Alicia se sonrojó y se alejó de él negando con la cabeza.
Él se acercó un poco más tomando su muñeca para impedir que se alejara. Alicia se congeló. La miraba tan profundamente que no sabía cómo reaccionar. Él cerró los y se aproximó a su rostro con cuidado. El corazón de ella latía mil por hora. No podía creer lo que estaba por pasar. Cerró de a poco los ojos y antes que pudieran juntar sus labios, escucharon a alguien entrar a la sala.
Cristóbal soltó rápidamente a Alicia y se enderezó. Ella tomó una hoja que tenía encima de la mesa y comenzó a leerla. Sus mejillas estaban rojas y el calor se le había subido a la cabeza. Estaba temblando.
Irma había entrado y al verlos se sorprendió.
—Oh, ¿siguen aquí? —sonrió—. Pensé que no había nadie, me asustaron.
—Usted nos asustó—respondió Cristóbal nervioso—, creo que estaba concentrado en el trabajo.
—Te entiendo, ser profesor es un sacrificio—bromeó y los miró más intensamente—. Bueno, me voy. Sigan con el trabajo—ambos asintieron y vieron como la mujer cerraba la puerta y escucharon sus pasos alejarse de allí. Suspiraron.
Cristóbal sonrió sin poder creer que lo habían interrumpido en algo tan importante. Miró a Alicia.
—¿Seguimos? —ella pegó un bufido.
—¿Qué?—se puso de pie—. No debí darte confianza—lo miró con desprecio y tomó sus cosas.
Cristóbal la miraba mientras se movía con nerviosismo. En serio le gustaba. Se levantó de la silla y se acercó a ella acorralándola entre la mesa y su cuerpo. Posicionó sus brazos a los costados de Alicia obligándola a que lo mirara.
Ella iba a decir algo, pero por alguna extraña razón la mirada marrón del hombre frente a ella la congelaba. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué la provocaba de esa manera? Era humana, él le agradaba, pero se negaba a aceptarlo.
Sin palabras, solo con esos ojos y lo que reflejaban, la estaba derritiendo.
Lo único que quería él era que hiciera o dijera algo. No iba aguantar mucho tiempo así, no cuando estaba a centímetros de poder probar esos labios que lo llamaban con insistencia.
Se acercó un poco más acortando la distancia. Solo un hilo de viento podía pasar entre medio de sus rostros. Alicia cerró los ojos dándole el permiso que él estaba esperando.
No resistió más y posicionó sus labios sobre los de ella tomando su nuca por detrás y profundizando el beso. Ella entrelazó sus brazos sobre la cintura de él y se puso de puntillas para poder quedar más alta.
Era una sensación celestial, algo que hace mucho tiempo ambos no sentían, era tan apasionado y a la vez tierno que pareciera que el tiempo se estaba deteniendo a su alrededor.
Se separaron por un momento y se miraron sin vergüenza. Él acarició su mejilla y le dio un pequeño beso en la frente haciendo que ella lo abrazara.
No sabían si estaba bien, pero no podían negar la atracción por mucho que ellos quisieran.
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