7

Podría haberse convertido en una mañana normal si no fuera por un conocido auto afuera de su casa.

Alicia se quedó pasmada al ver a Cristóbal esperándola. Lo miró de pies a cabeza, con el abrigo que llevaba se veía más corpulento a pesar de que no lo era. Su cabello castaño oscuro tenía una pequeña manta de rocío y al verla una gran sonrisa se le formó marcando sus hoyuelos. ¿Qué así allí? Se puso algo nerviosa, lo que menos quería era enfrentarlo, sobre todo por su raro y poco habitual comportamiento días atrás. Tomó aire y caminó hacia él.

—¿Qué hace aquí? —preguntó con su regular tono frío.

—¿Qué pasó con el tuteo? Pensé que ya habías avanzado un poco—se burló. Ella negó con la cabeza.

—No respondió.

—TE...vine a buscar. Vayamos al colegio, juntos, ¿Te parece?

—Mira...lo que pasó el otro día...—se calló cuando él se acercó a ella invadiendo su espacio personal.

—Eso mismo quiero aclarar—Alicia suspiró rindiéndose y asintió. Cristóbal fue rápidamente al lado del copiloto y le abrió la puerta para que pudiera entrar. Ella lo hizo en silencio y él fue al asiento del conductor para arrancar el auto.

Tenía muchas preguntas para ella.

***

Minutos pasaron de haber partido y, cuando salió a carretera, Cristóbal, decidió ir directo al punto.

—¿Sabes algo? —la miró de reojo. Ella frunció el ceño.

—No sé de qué hablas.

—Me dijiste cobarde, además en el colegio...también dijiste otras cosas—Alicia se tensó con algo de molestia en su mirada—Dímelo, en serio necesito saber que tienes contra mío...

—En un principio—lo calló—, pensé que eras el profesor florero...me recordaste un poco a mi cuando comencé, y me dio rabia. ¿Envidia? Tal vez. O solo fue nostalgia...me dije, es imposible que siendo así esté limpio—lo miró—, me tomé la libertad de investigarte. Aunque no lo creas tengo muchos contactos, y me enteré porque te fuiste de tu antiguo trabajo—Cristóbal asintió y se quedó en silencio—. ¿Sigo?

—¿Por eso me dijiste cobarde? —preguntó algo dolido. Así que sabía desde hace mucho ese conflicto. Si alguien en el colegio se llegara a enterar, de seguro no podría hacer más clases. Al parecer, no hizo las cosas bien.

—Si—respondió fría. Cristóbal hizo una mueca de disgusto.

—¿Lo dirás? Porque, eso quieres, ¿No? —ella suspiró y miró hacia la ventana.

—No, no es lo que quiero. ¿No te defenderás?

—¿Me creerás? —preguntó irónico. Alicia lo observó algo más relajada.

—Si me dices la verdad, ¿Por qué debería dudar? —Cristóbal pegó un quejido. ¿Qué trataba de hacer?

—Todo este tiempo has sido extrema en todo, Alicia. No te simpatizo.

—Cobarde.

—Si quieres decirlo, hazlo—la calló. Ella se cruzó de brazos.

—¿No entiendes lo que trato de decirte? —él frenó de golpe haciendo que ella se asustara un poco. Golpeó el volante con ambas manos sin saber que responder—. Cristóbal, ¿Por qué no lo enfrentaste?

—¿Quién me creería? Por ser como soy me metí en esto. Si lo enfrentaba tendría que cambiar. No quiero cambiar—la miró—. Nunca me involucraría con una estudiante, nunca—se rascó la cabeza—. Creo que tienes razón, soy un cobarde. Debí defenderme como se debía, pero cuando una imagen se mancha es muy difícil volver a confiar. Preferí dejar las cosas así—Alicia asintió.

—Entiendo. No le diré a nadie—Cristóbal frunció el ceño, ¿Hablaba en serio? La contemplaba sorprendido, a pesar de todo, ¿Ella no lo juzgaría? Si había cosas sorprendentes en ella. Sonrió de medio lado.

—Creo que ahora somos amigos.

—¿Amigos? No te pases—dijo haciendo una mueca de asco. Cristóbal se mordió el labio inferior y negó con la cabeza incrédulo.

—¿Por qué eres así? Me vuelves...loco. Haces una cosa, pero luego otras que contradicen a las primeras.

—El complicado aquí eres tú, no yo. Rebuscas demasiado las cosas. Soy así y punto. Me gusta estar sola, además... ¿Ves lo copuchentas que son esas profesoras? Ni decir de los profesores, esos son peores. Están pendientes de lo que haces, y no importa lo mucho que te conozcan, cometes un error y ya eres la peor persona del mundo. No te involucres tanto con ellos.

—Veo resentimiento—se burló.

—No es resentimiento, es la dura verdad. Lo tomas o lo dejas—espetó calmada. El rio.

—Si es así, hablarán mucho si nos ven llegar juntos. Que lastima—salió de su boca haciendo que la mujer se tensara. Levantó una ceja—. Uuuy, parece que alguien tiene miedo.

—Me bajo—contestó sacándose el cinturón de seguridad. El chico puso el seguro y sonrió.

—No, llegaremos juntos. Además, no estamos haciendo nada malo, a menos que tú quieras que pase—dijo de forma pícara. Ella abrió la boca sorprendida.

—¿De-de qué hablas? No te pases.

—¿Pasarme? Tú fuiste la que se durmió en mi hombro—se tocó el hombro—, aun me duele. Tu mamá me salvó, sino, no me soltabas.

—¡Mientes! ¿Quién querría estar así contigo? —las mejillas se le estaban sonrojando haciendo que él la encontrara adorable.

—A mí me gustaría estar así contigo—Alicia abrió los ojos como platos y desvió la mirada rápidamente. Tapó su cara con ambas manos y se inclinó hacia sus piernas. Cristóbal le tocó suavemente la espalda ganándose un manotazo de su parte. Ella suspiró y lo miró de reojo.

—Medita las cosas que dices—lo regañó roja como un tomate. Cristóbal esbozó una sonrisa y encendió el motor.

—Así que así son las cosas—miró a la mujer—. Me gustas.

Alicia lo observó aun sin poder creer lo que él decía. Quería que la tierra la tragara.

Cristóbal hizo andar el auto y por primera vez en mucho tiempo, se sintió seguro.

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