6
"Debí haber insistido" se dijo Cristóbal constantemente toda la semana.
Después del incidente en la lluvia, Alicia no había ido a trabajar, y eso le preocupaba. ¿Le habría pasado algo mientras iba camino a su casa? Estaba bastante preocupado, tanto así que se hubiera atrevido hasta llamarla. Pero como no tenía su número de celular, no tenía más remedio que estar con la mente perdida en la luna.
¿Por qué estaba tan preocupado? No lo sabía, pero algo le decía que debía acercarse. ¿Era masoquista o algo parecido? Tal vez, pero no le importaba.
Se decidió a hacer algo que nunca imaginó. Fue donde la directora y le preguntó por ella.
Según la anciana Alicia había dejado una licencia por una semana, esto le preocupó más. Le pidió la dirección, debía corroborar que ella estaba bien, que no había sufrido nada grave. La mujer sin problemas se la dio y, al final de las clases, tomó su auto y se dirigió a fueras de la comuna a un sector rural de hermosas casas de madera y terrenos grandes.
Dobló hacia un camino de tierra y hermosos árboles. ¿Cómo nunca había salido a explorar un lugar así de maravilloso?
Revisó el GPS y según él estaba en el lugar correcto. Detuvo el auto frente a una casa de madera pintada de rojo. Tenía una cerca de madera y una infinidad de plantas, flores y árboles.
Se podían apreciar las ventanas limpias y que le daban un toque acogedor. Se bajó esperando estar bien y gritó. No tardó en ver como alguien se asomaba.
—¿Qué quiere? —preguntó una muchachita de más de diez años con el cabello castaño claro y ojos color avellana bastante intensos. Él sonrió.
—Busco a Alicia, ¿Esta es su casa? —la muchacha pestañeó algo confundida y asomó su cabeza dentro de la casa, al parecer, llamando a alguien.
Pocos momentos después salió una mujer arrugada y de ojos claros. Le sonrió a Cristóbal con curiosidad.
—Hola, ¿Busca a Alicia? —él asintió—. Ya veo, ¿Usted quién es? —preguntó con duda. Él esbozó una sonrisa cálida.
—Soy un colega. Trabajamos en el mismo colegio. Como faltó la semana completa...me preocupé.
—Oh, entiendo...bueno—hizo una pausa de duda. Miró a Cristóbal y sonrió nuevamente—. ¿Por qué no pasa y la ve? Para que se quede tranquilo.
Eso lo sorprendió. Sonrió con nerviosismo.
—¿Debería? —ella asintió—. Bien, permiso.
Abrió la reja y entró después que la mujer. A pesar lo pequeña que se veía la casa, por dentro doblegaba su tamaño. Era cálida y bien olorosa.
—Alicia está en el cobertizo. Derecho por el pasillo—le indicó al pasillo. Cristóbal asintió y caminó donde se encontraba ella.
Mientras se dirigía allí notó todos los retratos de la familia. Parecía que la mujer había tenido una buena y feliz vida.
Al final del pasillo vio como la luz se colaba hacia una gran sala. Entró en silencio y en uno de los sofás estaba Alicia, mirando el paisaje verdoso de su patio a través de la ventana.
Estaba de perfil hacia él y al verla tan calmada y serena, algo produjo que su corazón palpitara. Llevaba el cabello suelto y no traía sus lentes. Parecía algo melancólica, pero eso le agregó misterio a su imagen. Se veía hermosa. Tragó saliva, no sabía cómo hacer presencia frente a ella y que sonara natural.
Retrocedió haciendo rechina el piso. Alicia cruzó miradas con él haciéndolo sentir tonto. Ella frunció el ceño, traía las mejillas sonrojadas y un pijama que le quedaba algo grande.
—Estoy mal—se dijo a si misma tocando su frente. Negó con la cabeza y suspiró.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó Cristóbal olvidando sus pensamientos. Alicia lo miró incrédula.
—¿Eres tú? —él se encogió de hombros. Alicia abrió los ojos como platos—¡¿Qué haces aquí?! ¿Cómo entraste? —tomó una almohada y se cubrió.
—Tu mamá me dejó entrar...supongo que es tu mamá—Alicia suspiró y aguantó las ganas de gritar. Cristóbal se acercó—. Estaba preocupado, pensé que te había pasado algo.
—Las malas noticias son las primeras en saberse. No debiste haber venido hasta mi casa...—parecía incomoda, y él lo noto. Sin esperar a que lo invitara a sentarse, se acomodó a su lado. Ella se alejó un poco, pero no hizo más que eso. Él le sonrió.
—Es un resfrió, ¿Verdad?
—Algo así. Todavía no se pasa, te puedo contagiar.
—Es una forma cortés de decirme que me vaya.
—No dije que te fueras.
—¿No quieres que me vaya?
—¿Qué? —se quedó pensando—. No responderé porque estoy a medias en todo.
—¿No querrás decir débil?
—Cállate—él comenzó a reír—. ¿De qué te ríes?
—Nada—se acercó a ella para tocar su frente—, al parecer te subió la fiebre. Deberías ir a dormir.
Ella suspiró y lo miró a los ojos poniéndolo nervioso.
—¿Tú crees? —él asintió mirando sus labios. Su respiración se agitó de un segundo a otro. ¿Qué le estaba pasando? Ella en un movimiento rápido apoyó su cabeza sobre su hombro. Él la observó sorprendido. ¿Era la misma mujer loca que conocía? —. Me caes mal—susurró Alicia pegando un bostezo—. Y cobarde, ¿Verdad?
—¿Cómo?
—Te pegaría si tuviera fuerzas...—dijo bajando el volumen de su voz y tomando un gran respiro cayendo en un profundo sueño.
¿De qué estaba hablando? ¿Cobarde? A que se refería con eso. La acomodó más cerca de él y miró su rostro, ¿Cómo podía ser tan difícil entenderla? Aun así le gustaba.
Tocó su mejilla y con delicadeza hizo a un lado un castaño mechón de pelo. Suspiró. Era hora de aclarar muchas cosas.
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