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Después del incidente ella no volvió a mirarlo, bueno, antes tampoco lo hacía. Pero aun así Cristóbal notaba la ley del hielo que la mujer le daba. A pesar de eso, no decayó y se hizo una promesa.

No caer ante nada ni nadie.

Él estaba convencido que sus métodos de enseñanzas eran buenos, con pros y contras, pero ¿Qué no lo tenía?

Se dirigió a clases y cuando entró a la sala se dio cuenta que el chico que Alicia había regañado, estaba allí, al final de la sala un poco cabizbajo. Suspiró y cerró la puerta para que todos le prestaran atención.

Lo consiguió sin mayor problema.

—Buenas tardes clase—los saludó caminando al escritorio. Todos se sentaron y se dispuso a escribir. Antes de poder hacerlo una idea le pasó por la mente. Bajó el marcador y sonrió para sí mismo—. Quiero hacerles una pregunta—dijo sorprendiéndolos—. ¿Qué piensan de los profesores?

Los muchachos se quedaron sin entender a tal repentina pregunta. Se miraron entre ellos. Una chica levantó la mano.

—¿Es una pregunta capciosa?

—No, no lo es. Sean sinceros, ¿Qué piensan de sus profesores? —miró a la chica—, ¿Quieres empezar tú? —ella se encogió de hombros.

—Bueno...los profes de aquí son buenos pero, a veces tienen malos días y es como si se desquitaran con nosotros—respondió la muchacha.

—Tiene razón. Entendemos, son humanos, pero también tienen que ponerse en nuestro lugar. Apenas aguantamos a nuestros papás en la casa, para venir y aguantarlos a ellos también—dijo otro.

—La que da miedo es la profe Alicia. Es como si tuviera ají en el culo todo el santo día—acotó un muchacho que se sentaba en frente. Cristóbal lo miró con algo de incomodidad—. Lo siento profe, pero es verdad.

—La profe Alicia es buena onda—discrepó otra de las chicas del curso.

—¿Qué? —se burló el mismo chico—, siempre trata mal a todo el mundo.

—A ti te tratará mal.

—La cosa profesor es que ella odia a los hombres. No importa la edad, siempre se las agarra con uno—todos los hombres asintieron.

—Eso es, no deberían ser tan discriminadores. Si les cae mal un alumno, que no se note.

Las palabras de sus alumnos lo sorprendieron, sobre todo como las chicas defendían a Alicia y los hombres la enlodaban. Esa mujer algún problema debía tener para que ellos pensaran de esa manera.

La sala se calentó y el bullicio se apoderó de ella.

—Está bien chicos. Piensen en lo que les pregunté y para la próxima clase me responden. Por ahora debo pasar materia.

Todos se quejaron, pero le hicieron caso. Cristóbal empezó a escribir en la pizarra. Algo raro había en esa mujer y algo en él le decía que debía averiguarlo.

***

Antes de que acabara la clase, su celular comenzó a vibrar. Esperó a que todos salieran y con extrañeza abrió un mensaje de un número desconocido.

Se congeló al leer lo que decía:

"Te extraño, mi vida sin ti no es nada. Por favor, vuelve".


"¿Habrá sido ella?" Se preguntó con algo de miedo. Tal vez era así. Borró el mensaje y bloqueó el número. Lo más probable era que debía cambiar su chip. Se maldijo.

Tomó sus cosas y salió de la sala. Caminó unos cuantos pasos cuando se percató de algo.

En la sala del frente se encontraba Alicia con unas alumnas. Parecía explicarles algo. Se quedó de pie observándola.

Estaba tan calmada enseñándoles a las chicas. Ellas prestaban atención a lo que decía y asentían de vez en cuando. Al parecer una de ellas contó un chiste haciendo sonreír a la profesora.

Se sorprendió, jamás pensó que ella pudiera hacerlo. Tenía una sonrisa bastante linda y llamativa.

Decidió esperarla, debía aclarar las cosas. Al fin y al cabo eran colegas e iban a pasar mucho tiempo trabajando juntos.

Ya cuando Alicia acabó, vio la cara de desagrado al percatarse que él estaba allí. Suspiró y caminó hacia las salas de profesores seguida de él.

—¿Podemos hablar? —le preguntó calmado. Ella se detuvo y lo miró.

—¿Me va a decir cómo hacer mi trabajo de nuevo? —espetó con molestia.

—Esa no fue mi intensión, y lo sabe.

—No, no lo sé. En realidad no sé nada de usted. Así que no tengo muchas expectativas—Cristóbal quedó incrédulo.

—Quería disculparme. Debí tratar esto en privado—Alicia se cruzó de brazos.

—Para la próxima que discrepe conmigo, no me lo diga, guárdeselo. No quiero su opinión. ¿Entendido?

Cristóbal ya se estaba enojando, pero no se dejó provocar.

—Claro, me lo guardaré.

—Y otra cosa, no me creo su papel de buen profesor. Si fuera así, no vendría a un colegio al fin del mundo. A los demás los podrá engañar, pero no a mí—Cristóbal frunció el ceño. ¿De qué estaba hablando? ¿Acaso ella sabía algo? Una media sonrisa salió de los labios de ella y sin esperar a que él reaccionara, le dio la espalda.

Cristóbal temió que eso fuera verdad. ¿De qué se preocupaba? Él era inocente. Con eso, bastaba.

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