Cosa de hermanos


Yamato se dejó caer en la cama, dio un suspiro profundo y encogió el cuerpo en forma fetal. Todo estaba mal, mejor dicho, estuvo mal desde el principio, desde que su estúpido y loco cerebro se fijó en Taichi Yagami.

Y la verdad dicha llanamente, sí fue una idiotez la forma en que termino por darse cuenta de que el deportista castaño representaba algo más que solo una amistad importante en su vida. Cuando termino por aceptar que la sonrisa de Taichi era el sol que deseaba ver cada mañana.

Dio un suspiro hondo, giró sobre sí mismo para quedar mirando a techo. Estaba mal, querer de esa manera a Tai estaba mal. Se lo repetía constantemente durante el día. Unas cincuenta veces, las que tuviera a bien sonreírle a cualquiera que no fuera a él.

—Creo que son más —rumió mientras colocaba su brazo derecho sobre sus ojos intentando que la vorágine de sentimientos en su pecho se quedara ahí, escondido del mundo. —No puedo seguir así. —Se dijo, como si no lo hubiera sabido de antemano.

Había probado ser romántico y casi lo mata de un infarto. No estaba lo suficientemente loco para hacer un nuevo intento. Nunca se perdonaría si mataba a su mejor amigo y amor platónico.

Tk entro a la habitación y sin decir una sola palabra se dejó caer junto a él. Matt parecía realmente deprimido por su monumental fracaso y no era para menos. Mentalmente se preguntaba cuanto tiempo llevaba Matt enamorado de Tai, quizás tal vez el mismo que él tenía suspirando por Kari. Eran un desastre, aunque aún podían apelar a la sinceridad.

—Porque simplemente no te plantas delante de él y le dices: Me gustas. ¿Quieres ser mi novio?

Matt retiro su brazo de un tirón y observo a su hermano con el sombro en los ojos, sólo para descubrir que el menor al igual que él, miraba el techo mientras recitaba esas palabras desapasionadamente. Yamato negó con la cabeza, no quería responderle con: Si pudiera ya lo habría hecho ¿no crees? Por eso prefirió ignorarlo un rato más a ver si se iba.

—Sé que no eres el elegido del valor. Pero Matt. No vale la pena que te estés comiendo la cabeza por un asunto que se resolvería en un dos por tres.

Yamato mordió internamente su mejilla, rodo los ojos y cavilo la posibilidad de recordarle a Tk que era el portador de la esperanza y no le estaba dando mucha en ese momento. Además de que era el menos indicado para decirle eso cuando él estaba en la misma situación. ¿Por qué no tomas tu propio consejo hermanito?

—Porque sabes... —Y Tk continuaba con su monologo ignorante de los pensamientos de su hermano. —No podrás evitar por más tiempo que Taichi encuentre pareja. Por si no lo has notado los Yagami tienden a llamar mucho la atención. Si ahora lo siguen después será peor. Pronto tendrán 20 años y comenzarán a pensar en un empleo... su mundo se ampliará y...

—Crees que no lo sé. — Acotó molesto Matt.

Lo sabía. Por supuesto que lo sabía. Había repasado una y otra vez la idea desde que cumplieron dieciséis años. Pues si al principio todos colocaban sus miradas en él, bastaban unos cuantos minutos para que la desviaran por completo al alegre y carismático castaño a su lado. No era tonto. Comprendía a la perfección que si su cabello rubio y ojos azules hipnotizaban a las mujeres, bastaba con escuchar la risa clara y contagiosa de Tai para que su simple truco de mago fuera remplazado por un embrujo igual de poderoso que el de las míticas velas, esos seres que podían seducir hasta al mismo diablo.

Taichi Yagami podía ser un chico bastante normal en cuanto a físico, pero la seguridad que demostraba, ese carácter abierto y alegre, el apoyo incondicional para sus amigos y no tan amigos lo convertían a los ojos de todos en un ser querido, un modelo de perfección que todos deseaban poseer. Porque Tai ciertamente no era perfecto. No. Era un desastre andante. Tenía puntos buenos como... Arregla cada fin de semana mi departamento. (1)

Ishida meneo la cabeza. Tras ese pensamiento le había asaltado la imagen de un Tai usando mandil mientras con las manos y las rodillas en el suelo se inclinaban a mirar bajo la cama para asegurarse de que a Yamato no se le ocurrió, como veces anteriores, esconder restos de comida. ¡Oh, sí! Una visión celestial del trasero del Yagami al aire mientras balbuceaba quien sabe cuántos reproches que Matt ignoraba por estar fantaseando con el día en que lo tendría sobre su cama desnudo en esa misma posición gimiendo su nombre con desesperación.

¿Cuántas veces había tenido ese tipo de pensamientos pecaminosos? Ya había dejado de contar. Le dijo a Tk que no dañaría ni con el pensamiento a Tai y era cierto, porque él no pensaba lastimarlo, tendría sumo cuidado en prepararlo para evitarle cualquier tipo de molestia. Lo llenaría de un placer inconmensurable. No. Nunca lo dañaría.

—¡Matt! —llamó Tk atrayendo su atención. —Sé que pasaste por muchas cosas tu solo. Que Tai fue el primer amigo real que tuviste y sobre todo... —dio un suspiro hondo. —Debió costarte mucho aceptar tus sentimientos por él. —Los ojos azul cobalto de Tk lo miraban con tristeza. —Y... y sufriste solo todo este tiempo, te lo callaste como haces con todo, porque esta vez no podías decírselo a Tai. La verdad ahora me siento algo culpable. Me sentía tan seguro pensando que

tenías el apoyo, la atención y compañía de Tai que deje mis obligaciones de hermano. Por eso... deja que esta vez sea yo quien te dé un empujón.

Tk le sonrió con cariño. Matt estaba por negar mucho de lo dicho por su hermano cuando este se levantó y en dos grandes zancadas llegó hasta la puerta para abrirla.

Matt sintió su alma abandonar su cuerpo cuando vio sin cavidad a duda a Taichi Yagami, quien sujetaba con fuerza por los costados su camiseta azul rey como si temiera que esta fuera a serle arrancada en un descuido.

—Hola Yama —dijo tímidamente al tiempo en que se le encendían las mejillas notablemente. Si no fuera porque se trataba de Taichi Yagami, Ishida aseguraría que temblaba.

Tk golpeo amistosamente el brazo del líder y próximamente, si todo resultaba bien, cuñado, quizá no por la razón que a él le gustaría pero que más daba. Sería su CUÑADO. Luego salió de ahí.

Apenas verse solos Matt hizo espacio para dar una suave palmada a su derecha e invitarlo a tomar asiento. Tai no dudo en hacerlo.

A pesar de estar sentados juntos sus vistas estaban clavadas en lados contrarios de la habitación. Yamato podía percibir el calor emanando de la mano que a escasos centímetros de la suya descansaba sobre el colchón, y se permitió sonreír antes de colocar la suya sobre ella, recibiendo en respuesta un leve respingo por parte del dueño.

Recordaba perfectamente la primera vez que pudo sostener esa mano.

—¿Tienes miedo? —preguntó intentando forzar el dejavu.

Tai pareció pensarlo un segundo antes de responder. —No.

—Yo sí. —Matt amplio su sonrisa al darse cuenta que de verdad estaban repitiendo el mismo

dialogo, como si de una película se tratara.

—Miento. Así que sujétame fuerte para que no salga corriendo.

—Y tú a mí.

Y el silencio volvió a instalarse entre ellos, pero era diferente, la tención había desaparecido. Matt percibía la suave piel; era exquisito tener a Tai de aquella manera o un poco más cerca. Estaría mal tomar el consejo de su hermano menor y simplemente gritarle a Tai lo mucho que le gustaba, enumerar las millones de razones que él tenía para que estuvieran juntos.

¿Quieres ser mi novio? Pregunto dentro de los confines de su cabeza. ¿Te gustaría estar junto a mí el resto de tu vida? Se atrevió a cuestionar sabiendo que jamás tendría el valor para exteriorizarlo. Y entonces si nunca se lo diría también podría llegar a proponerle lo que más anhelaba.

Dentro de su imaginación se formó la imagen. Un restaurante lujoso. Él vestido de etiqueta; con un anillo sencillo, pero de un buen material, quizá oro blanco con una única inscripción: Yamato Ishida. Seguramente invitaría a sus familiares, eso emocionaría a Tai. Entonces cuando el postre esté a punto de servirse, se colocaría primero en pie para un segundo después arrodillarse y soltaría la pregunta más importante de su vida ¿Quieres casarte conmigo? ¿Quieres ser mi

esposo?

—Si quiero.

¡Oh! Eso había sonado tan real que por un momento pensó que... espera...

—Si quiero. —Volvió a repetir Taichi mientras apretaba más la mano que sostenía.

—¿Qué? —dijo en apenas un hilo de voz Matt. ¿Estaría soñando? ¿Estaba cayendo en la locura?

—Es que Iz... dijo que... —el tono rojo en la cara de Tai dejaría en vergüenza a una bengala. Agacho la vista y se mantuvo un instante mirando la pared.

Matt no sabía que decir. No entendía nada.

Tai se levantó raudo como un rayo, aun se negaba a cruzar la mirada con él, luego dio dos tentativos pasos hacia la puerta, estaba huyendo.

Matt alcanzo a tomarle la mano que, de un momento a otro lo había abandonado. No podía negar que ver a Taichi sonrojado y cohibido le parecía la cosa más tierna del mundo. Y entonces sin proponérselo, y más que nada empujado por la urgencia de retenerlo dijo.

—Me gustas.

Tai ahora si lo miró de frente. Como si hubiera estado esperando aquella confesión desde que entro a la habitación.

—Tú también me gustas. Me gustas mucho Yama.

Matt por fin se atrevió a acortar las distancias envolviéndolo entre sus brazos. Mientras dejaba su barbilla descansar sobre el hombro del que a partir de ese momento seria su novio. Por el rabillo del ojo alcanzo a ver a su hermano que lo espiaba desde la puerta.

—Gracias. — murmuró antes de apretar aún más el cuerpo de Tai.

Tk asintió y cerró completamente para dejarles privacidad. La sonrisa que dibujaban sus labios es suave, llena de ternura y anhelo.

—Necesito un epilogo — mencionó Tk apretando las manos en puño. —Porque aún falta mi final feliz.

Con una sonrisa en los labios camino hacia la salida. Matt merecía su pedacito de cielo y eso mismo le daría. Nada de terceros, nada de interrupciones para los tortolitos.

Dio un suspiro cuando al fin dejo atrás el departamento y mientras bajaba las escaleras. Pasearía un para de horas por el parque antes de volver a casa, eso quizás les daría tiempo suficiente para hablar y hacer... hacer cualquier cosa que quisieran hacer.

Y entonces, como bajado del cielo, un hermoso ángel abarco su visión. Parada en la entrada del edificio se encontraba Hikaria Yagami.

—Hola Tk. ¿Tienes un minuto?

Tk asintió mientras su mano era sujetada con valentía la de la chica. Si su hermano había podido hacerlo ¿por qué él no?

—Kari. Yo...


Fin.

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