Parte sin título 2

Para nadie era un secreto que Kaeya tenía sentimientos por Diluc. Y sus compañeros lo apoyaban sin importar qué, pero también les preocupaba, que Diluc no correspondiera a sus sentimientos.

Hacía varios días que Kaeya había terminado por declararle su amor al pelirrojo, pero éste no había dado respuesta aún.

No esperaba que le correspondiera, y ese pensamiento le dolía.

Tartaglia, su mejor amigo, salía con Zhongli, el profesor de arqueología, pero ese era un secreto que solo él conocía.

Las veces que los encontraba juntos, sin que ellos se percataran, se les quedaba mirando y penando si alguna vez pudiese caminar de la mano de Diluc. Pero esos pensamientos se desvanecían al recordar que aún no recibía respuesta. Y el hecho de estar a la espera de una, le daba una falsa esperanza de que tal vez Diluc pudiera corresponder.

Cuando terminó la clase de arqueología, Xiao y Tartaglia esperaron a que sus compañeros se fueran para hablar con Kaeya.

Finalmente quedaron los tres en el aula, y Xiao fue directo al grano.

—¿Ya te dio una respuesta?

Xiao como siempre, era directo, aunque fuese duro.

—No. Aún no tengo una respuesta.

—No deberían apresurar nada. Tampoco es fácil ir y declararte. Dale tiempo, Kaeya.

Tartaglia mejor que nadie, entendía por lo que estaba pasando. Sabía lo difícil que podía llegar a ser amar a alguien y no saber si esa persona correspondería o no a esos sentimientos.

—Jamás creí que esperar fuera tan tortuoso... ¿qué debería hacer ante un posible rechazo? Alguien como él, con la popularidad que lo rodea... ¿qué oportunidad tendría él con alguien como yo?

El teléfono celular de Tartaglia sonó mientras Kaeya hablaba. Kaeya sabía perfectamente quién era y sonrió tristemente.

—Sea cual sea la respuesta, acepte o no tus sentimientos, sé que serás capaz de aceptar su decisión. Eres alguien a quién admiro por tu tenacidad y fuerza ante situaciones como estas, sabes de que hablo, así que espera, aunque te esté costando trabajo hacerlo. Saldrás adelante sin importar qué...

Parecía inquieto por irse, ya luego saldría a beber algo con sus amigos y hablar con más calma sobre el tema.

La puerta corrediza se abrió, haciendo que los tres jóvenes se sobresaltaran.

Ahí en el umbral estaba Diluc, ya no llevaba su cabello en una colecta baja, sino alta detrás de su cabeza, y su mirada estaba fija en Kaeya.

—Tengo que irme— dijo Tartaglia y se llevó de paso, a Xiao con él.

Ambos pasaron junto a Diluc, dirigiéndole una mirada fría y algo molesta.

Kaeya se puso de pie, al verlo ahí.

Apenas Diluc iba a entrar al aula, cuando Rosaria apareció empujando a Diluc y llevándose con ella a Kaeya.

—No te importa ¿verdad? Después de todo, ustedes no tienen nada de qué hablar.

—Pero...

Al pasar por su lado, los ojos azulinos llorosos de Kaeya se fijaron en los carmesí de Diluc.

—Por cierto, te están esperando en el gimnasio, Kaeya. Así que seré breve y luego ve ahí.

Rosaria hablaba en voz alta, asegurándose de que Diluc la oyera.

Cuando ambos estuvieron fuera de las instalaciones para ir al gimnasio y lejos de la vista de Diluc, Kaeya se soltó del agarre de Rosaria.

—Lo siento Rosaria, hoy no estoy para juegos, necesito hablar con...

—Albedo te espera...

Entraron al gimnasio donde quién en el pasado había sido su novio, lo esperaba. No estaba entendiendo nada.

Rosaria tras dejarlo en el gimnasio, se fue. En el camino se encontró con Bárbara, que no tardó en preguntar que estaba haciendo cuando la vio salir del gimnasio.

—Solo apresuramos un poco las cosas...

Albedo estaba cerca de la cesta de pelotas de basket. Kaeya fue con él, y esperaba que no le tomara mucho tiempo estar ahí.

—Le pedí a Rosaria que te trajera aquí porque necesito decirte algo...

Kaeya lo miraba sin una expresión en concreto.

—Porque sigues esperando una respuesta que no llegará? ¿Porque no miras a tu alrededor y te das cuenta de que hay otras personas que estarían felices de estar a tu lado?

Kaeya no parecía entender muy bien de que le estaba hablando Albedo, todo lo que quería era ir con Diluc y oír al fin su respuesta.

—Y si miras más de cerca— continuó Albedo mientras avanzaba hacia el peliazul —tal vez te des cuenta de que hay... alguien que siempre ha estado a tu lado.

Mientras caminaba hacia Kaeya, este retrocedía, hasta que chocó contra la cesta de pelotas, y ambos cayeron al suelo.

Las pelotas rebotaron en todas las direcciones cuando cayeron al suelo.

—¿Podrías darme una oportunidad Kaeya? Después de todo puede que sea lo que necesitas. No me importaría salir contigo, otra vez...

Los ojos de Kaeya se anegaron en lágrimas al oír esas palabras. Prácticamente Albedo estaba sugiriendo que olvidara a Diluc.

—Sal conmigo Kaeya... podemos intentar una vez más

Se acercó a Kaeya claramente, con la intención de besarlo.

Aunque llevaba un parche en su ojo derecho, alzó la mirada al hombre que acababa se detenerse junto a ellos, evitando así que Albedo rozara los labios de Kaeya.

Allí, estaba Diluc, y agarrando del cuello de la playera de Albedo, este lo levantó del suelo para empotrarlo contra el duro concreto de pared detrás de ellos.

—¿Porque lo hiciste llorar? ¿Que le dijiste?

Kaeya, con sus piernas temblorosas se levantó, y dándose cuenta de que Diluc había escuchado la propuesta de Albedo, se echó a correr hasta el aula una vez más.

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—No vuelvas a interferir en sus decisiones, ni a confundirlo. Le pedí tiempo porque no quiero herirlo, pero ya es hora de que tenga mi respuesta.

Dejo allí a Albedo, y salió también corriendo, aunque sin saber a donde podría haber ido Kaeya.

Saliendo de la universidad, iban Tartaglia y Zhongli, aunque él sospechaba que había algo ahí, pensó que tal vez debía seguir el ejemplo de ellos, y dejar de lado el qué dirán y si los demás aceptaban o no su relación. Así que, tras pasar a su lado sin mirarlos esta vez, entró a la universidad.

—¡Aahhh! Olvide el libro que me prestó en el aula profesor, Kaeya está ahí, le enviaré un mensaje pidiéndole que me lo lleve a cada más tarde.

Zhongli, no pareció entender por qué de pronto, Tartaglia decía eso, pero luego al ver aquella sonrisa en su rostro pareció entender al fin, aunque si estaba errado, Tartaglia se lo explicaría.

Tartaglia lo había hecho con la intención de que Diluc lo oyera.

Temblaba de pies a cabeza, estaba nervioso, tenía que aclarar el malentendido con Kaeya, y darle una respuesta al mismo tiempo.

Llegó al aula, y allí encontró a Kaeya que se apoyaba en el alfeizar de la ventana y sus lágrimas no paraban de caer por su rostro.

—Kaeya...

Tartaglia luego de decir esas palabras, se giró para mirar en dirección a su aula, en donde Kaeya estaba sin duda en ese momento.

— ¿De verdad olvidaste el libro?

Zhongli acarició la mejilla del contrario al decir esas palabras, al mismo tiempo que el dirija una dulce sonrisa.

Tartaglia abrió su mochila para enseñarle el libro. Entonces la expresión de Zhongli cambio, a perpleja.

— Solo lo dije para que Diluc supiera donde estaba Kaeya. Te contaré en el camino, todo esto ha sido una locura.

Zhongli, tomó con cariño la mano del menor, y jaló de ella con suavidad para esconderse detrás de un grueso tronco de un árbol que tenía un punto ciego, un espacio donde nadie podía verlos a menos que emitieran algún sonido. Se arrodillaron ahí uno frente al otro.

Detrás de ese árbol, devoró a besos la boca contraria.

— Si dejo esta universidad ¿vendrías conmigo? ¿Te gustaría vivir conmigo?

Ahí arrodillados uno frente al otro, sus miradas no eran más que amor. Tartaglia con sus ojitos

opacos anegados en lágrimas, acarició aquel rostro frente a él.

— Zhongli...

Mientras tanto, en el gimnasio, Albedo se había deslizado por la pared hasta quedar en el piso del lugar. Ya no había vuelta atrás, Kaeya estaba muy enamorado de Diluc como para que se olvidara de esa declaración y volviera con él. Ademas ¿porque lo haría? En el pasado él fue cruel con Kaeya, y muchos fueron testigo de eso, de sus maltratos, y Kaeya no querría volver a lo mismo. Era muy tarde, ya no había ni siquiera la intención de querer volver a tener algún tipo de relación con él.

— Debí valorarlo cuando lo tuve en mis brazos...

Se quedó allí, cubriendo su rostro con una de sus manos.

Rosaria y Bárbara por su parte, estaban en el salón del coro, pues Barbara pertenecía a ese club.

— ¿Y bien? ¿Me dirás ahora en que estas metida? — se paró frente a ella encarándola y poniendo sus brazos en jarra sobre su cintura.

— Albedo me pidió de favor que llevara a Kaeya al gimnasio, quería hablar con él, pero parece que no contaba con que Diluc estaría ahí. Tuve que llevármelo a la fuerza prácticamente, de lo contrario Kaeya no habría ido con Albedo.

— Te he dicho muchas veces que no te metas en esas cosas, lo único que haces es causar problemas.

— Mejor regresa a ensayar, la presentación es en una semana ¿cierto?

Barbara, aun con las manos en su cintura agito su cabeza reprobatoriamente y dejo a Rosaria, para ir con sus compañeras del coro.

En el aula, Kaeya y Diluc, se miraban fijamente, cuando Diluc lo llamó al entrar.

El corazón de Kaeya, parecía que se salía de su pecho, golpeaba tan fuerte que creyó que se desmayaría, pues hasta se sintió mareado, lo que lo obligó a sujetarse del alfeizar de la ventana.

Diluc fue hasta él casi por inercia y lo sostuvo en sus brazos, deslizándose juntos hasta el piso.

Al notarlo, se apartó un poco, pues temía estar invadiendo su espacio personal, e incomodándolo.

— Todo es un mal entendido...

Fueron las primeras palabras que salieron de su boca, y miró suplicante a Diluc.

— Kaeya...

— ¡No hay nada entre Albedo y yo, te quiero a ti... y solo a ti... Albedo es cosa del pasado, un pasado que no me interesa revivir...

— ¿De qué hablas? — Diluc realmente no estaba entendido. Cuando él llego al gimnasio, solo vio a

Albedo encimándose sobre Kaeya pero no había oído nada de lo que habían hablado.

— Yo te quiero a ti Diluc, te quiero solo a ti...— empezó a llorar, mientras rodeaba sus rodillas con sus brazos.

— ¿Quieres explicarme? — su voz sonaba dulce, más parecía una petición que una orden, y se atrevió a sonreírle para tranquilizarlo, hasta, se sintió con el deber de consolarlo, y acarició su mejilla mientras hablaba.

Kaeya, miró a Diluc, que le sonreía con dulzura. Secó sus lágrimas que no paraban de deslizarse por su morena piel.

— Rosaria me llevó al gimnasio prácticamente a la fuerza... cuando te vi en la puerta, no esperaba que Rosaria me arrastrara con ella. La verdad es que no esperaba que llegaras... es cierto que espero tu respuesta, pero no quiero que te sientas presionado, y tal vez por miedo me permití ir hasta el gimnasio, y cuando Albedo propuso lo de volver con él, yo estaba decidido a rechazarlo, no quiero nada con él. Solo quiero estar a tu lado, caminar de tu mano y poder abrazarte y decirte...

Su boca fue silenciada por un beso tierno por parte de Diluc. Este había cerrado sus ojos para disfrutar de ese beso, y Kaeya, mantenía abierto el suyo, por la impresión.

Diluc, atrapo entre sus manos el rostro de Kaeya, y este finalmente terminó cerrando su ojo, disfrutando de ese beso.

La falta de aire los obligó a separarse. Kaeya lo observó y lo vio relamerse los labios.

— Te quiero tanto Diluc...

— Entonces ¿puedo caminar a tu lado tomado de tu mano, Kaeya?

Esos ojos carmesíes, lo miraban decidido, Diluc estaba aceptando sus sentimientos por él, y estaba respondiendo a su declaración.

— Sé mi novio, Kaeya...

— Por supuesto...

Esta vez empezó a llorar ya sin control.

Diluc se asustó, pensó que tal vez, había ido demasiado rápido, pero su respuesta indicaba lo contrario.

— ¿Que tienes? ¿Hice algo que no debía? — preguntó Diluc.

Kaeya negó con la cabeza y miró a Diluc.

— ¡Estaba asustado...! — lloró — creí que me rechazarías... estaba asustado de oír tu respuesta...

— Creo que también estaba asustado, pues tú me has gustado... no, te he amado desde antes que empezaras tu relación con Albedo. Creí que te había perdido cuando empezaste a salir con Albedo. Pero ahora que me dices que me quieres... ¿cómo podría mentirle a mi corazón diciéndole que no te amo?

— Diluc...

Se abrazó al pelirrojo, escondiendo su rostro en el pecho de éste.

En la puerta del gimnasio y asegurándose de que nadie lo veía, estaba Xiao, había visto todo desde su escondite.

— ¿Ya estas tranquilo?

Eater, había aparecido desde atrás de él, y lo miraba sonriendo.

— Eater...

— Será mejor dejarlos solos ¿no crees? Necesitan hablar— Eater extendió su mano, para que Xiao la tomara.

Xiao sonriendo, alcanzó a su amante, y cuando estuvo de pie frente a él, besó esa boquita frente a la suya.

— Tengo hambre ¿qué quieres comer Xiao...?

— No lo sé ¿tú que quieres comer?

Abandonaron la universidad, siendo Diluc y Kaeya los únicos en el edificio, pues, Rosaria, Bárbara y Albedo, habían terminado por abandonar también el lugar.

Abrazados, y sin siquiera prestar atención, a que estaban aun sobre el duro suelo, permanecieron ahí por un largo rato, hasta que ambos ya estuvieron más tranquilos con sus corazones, y con el hombre al que amaban a su lado.

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