Harley y su ángel de la guarda
Harley siempre ha sido reconocido por los demás coordinadores pokémon por su extravagancia y sobretodo su vestido de Cacturne. Muchos se burlaban de él por ello a sus espaldas pero al chico no le importaba. Ahora estaba en su camerino preparándose para luchar contra su siguiente oponente.
Pero ahora mismo estaba recordando su momento más bonito del pasado, siempre lo hacia antes de un combate importante, como si de un ritual se tratase.
En su mente se ve a él mismo con ocho años, en la granja de un familiar. Es de noche y había escuchado unos ruidos desde su habitación. Al asomarse ve que en el campo de maíz se mueve algo, unas sombras.
—¿Qué será eso?—Se preguntaba tratando de verlo aunque la oscuridad le impedía ver.
Armado de valor baja las escaleras y abre la puerta con sumo cuidado. Sin hacer ruido se mete en el campo moviendo con delicadeza las hojas del maizal, cada vez se acerca más y más, siente su respiración acelerada.
—¿Quién anda ahí?—Grita tratando de pillarlo por sorpresa y quitando las hojas del medio.
Entonces ve a un par de Arbok enormes que al ver su presencia se preparan para atacar. Muerto de miedo, trata de retroceder pero con tan mala pata que cae al suelo. Era su fin.
Cuando ambos pokémon se lanzan a por él algo les golpea, como unas púas. Las serpientes miran alrededor y no ven nada. Pero en ese momento aparecen cuatro enormes Cacturne.
Los Arbok al verse en esa situación y viendo que no podían vencer huyen lo más rápido que su cuerpo le permite.
Harley se pone en pie asustado y les da las gracias. No quería que le hicieran daño también.
—Gr-gracias—Se inclina en forma de reverencia.
Es en ese momento cuando un pequeño Cacnea se acerca dando pequeños saltos hasta saltar a sus brazos. El chico se sorprende pero enseguida se encariña con el pequeño.
Los Cacturne se marchan una vez cumplido su cometido. Harley no entiende nada de nada, Cacnea se queda con él en lugar de irse con su grupo.
Como era muy tarde vuelve a casa con el pequeño en brazos y durmió feliz a su lado.
Al día siguiente le contó a su abuelo lo que había ocurrido.
—Los Cacturne son los vigilantes de los campos, alejan todos los males y fantasmas, en este caso a los Arbok. También se dice que en ocasiones entregan a sus crías a personas con un corazón puro e inocente para que este se convierta en su ángel de la guarda—Le explicó el anciano.
A partir de ese momento se convirtieron en inseparables y pronto evolucionó a Cacturne. Y también se hizo su traje con el que participaría más adelante. No importaba la opinión de la gente pues su ángel estaría siempre de su lado.
La voz del altavoz le despierta, era hora de ir a luchar. Lleno de confianza se levanta, se coloca su sombrero y aprieta los puños decidido a salir a ganar.
Fin
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