Capítulo 8

Acercó su mano a la de Chelsea, quien al final no pudo negarse cuando vio a su amiga sonreír y a Francis prestar atención al intercambio entre ellos.

Le cedió su mano y caminó hasta la pista donde algunas personas bailaban ya. Farell le dio un guiño que ella fingió no ver y miró hacía un punto fijo mientras bailaba.

Escuchó la risa de Jack y le miró.

—¿Qué es lo que le resulta tan gracioso? —increpó al mismo tiempo que el juez le miró con una sonrisa de truhan—. Parece que esta noche usted está decidido a molestarme y hacerme sentir incómoda. No entiendo qué es lo que quiere.

—Si lo dices por mi invitación a bailar, no fue planificada, de hecho aborrezco bailar —dijo mirándola a los ojos—. Lo hice porque de lo contrario la dejarían sola, perdóname por ser un caballero.

—No tenía por qué hacerlo —declaró y él asintió pero no dijo nada—. Agradecería que al terminar la primera canción dejemos esto.

—Por supuesto, tampoco es como que me muero por acabar mis zapatos en esta pista. Debo confesar que son mis favoritos y son Tom Ford —declaró sacando por primera vez una sonrisa en el rostro de Chelsea, quien, desde que lo había vuelto a ver, se sintió relajada—. Los hombres también somos vanidoso aunque no lo crea. Deberías ver a mi amigo, el senador, es bastante exigente.

—Supongo que sí, no solo las mujeres disfrutamos de esas cosas, aunque admito que a mí no me entusiasman esos caprichos —dijo Chelsea—. Disfruto de otras cosas.

—¿Cómo cuáles? —inquirió curioso.

—La comida —confesó con una risilla—. Tuve un novio en la preparatoria que no me gustaba físicamente pero solía llevarme un pastelillo a diario hasta que consiguió que yo me fijara en él. Soy las de las personas que puede privarse de las cosas caras y ve innecesario gastar tanto por algo así, pero no escatimo cuando se trata de algo para comer.

—Ya veo —dijo Jack—. Es un gusto peligroso tomando en cuenta que los antojos son más comunes que la moda, pero válido al fin y al cabo. Cada quien hace con su dinero lo que le place.

Ella soltó una risa dulce y asintió repetidas veces.

—Mi madre decía que prefería gastar el dinero en comida y así no sentía que había sido una pésima inversión —declaró Chelsea—. Al menos la había disfrutado.

—¿Y al menos ese novio y tú siguen? —preguntó Jack—. Espero que los detalles que te regalaba no hayan frenado una vez consiguió su objetivo dado que al final lo único que lo mantenía vigente eran los pastelillo.

Ella soltó una risilla de nuevo y negó.

—No, de hecho ahora tiene una esposa y dos hijos —dijo ella—. Creo que es muy feliz siendo el padre de sus hijos y el esposo abnegado que seguramente no sería conmigo.

Jack sonrió y en ese momento se dieron cuenta de que la tercera canción empezaba a sonar, así que pararon de bailar y él señaló el pasillo para ir directamente a la terraza. Chelsea le siguió y pronto estuvieron parados, solos, y bebiendo un par de copas en la parte más alta del salón, ahí donde apenas se escuchaba la música y donde claramente no había nadie.

—No sabía que Farell y Francis fueran tan íntimos —dijo Jack—. Debo admitir que me sorprendió verla esta noche.

—Llevan bastante tiempo juntos, a ella no le agrada tanto este ambiente pero lo quiere mucho, eso es un hecho; de lo contrario, no estaría soportando esto —dijo Chelsea—. Bromea demasiado con que él es su fuente de dinero extra pero en el fondo yo sé que es amor.

—¿Ella sabe que él no la quiere? —preguntó y Chelsea se giró a verlo con el entrecejo fruncido.

—¿A qué se refiere? —inquirió y Jack se dio cuenta de que había dicho algo incorrecto.

—Lo lamento.

—No, dilo —insistió mientras comenzaba a tutearlo.

—Asumí que ella sabía que Francis es casado. —Un jadeo salió de los labios de Chelsea—. La esposa de él vive en Londres pero viene cada tanto o él va.

—No creo que mi amiga lo sepa —dijo Chelsea—. Ella no haría eso, es mil cosas pero no se involucraría con un hombre casado. No sé qué decir.

—Tal vez debas hablar con ella después —dijo el juez—. A veces las cosas no son lo que parecen, de cualquier forma creí que ella lo sabía. No es que me incomode al final cada quien hace de su vida lo que mejor le conviene si es que ambos son adultos, quizás no debí decir nada y me disculpo. Al final solo fue que asumí que lo sabía.

—No te preocupes —dijo ella un tanto consternada pues estaba segura de que Farell desconocía que Francis era casado.

Se dijo que no es que ella tuviera algo en contra de la relación con él o de la clandestina situación, sino que creía que su amiga estaba enamorada y eso complicaría todo. Como fuera, esperaba poder hablar con ella y decirle que el hombre era un mentiroso.

Se giró a ver a Jack cuando sintió la mirada del hombre sobre él y de inmediato volvió a su estado defensivo. Ella tenía la certeza de que Jack la reconocía, de que solo estaba jugando al gato y al ratón y en su confundido cerebro pensaba que él lo sabía todo.

Por su parte, el juez pensó que otra vez estaba la esquiva Chelsea, esa que se cerraba a decirle de dónde lo conocía o por qué razón rehuía tanto. Creyó que había llegado a buen término mientras hablaba con ella en la pista y que finalmente podría conseguir algo pero no fue así, por ello, se dio cuenta de que aún quedaba mucho que trabajar para conseguir que ella se relajara.

—Dime, ¿qué tal te has sentido en tu nueva posición? —inquirió mirándola—. Escuché que te fue muy bien en tus últimos casos y por eso te ascendieron. No cualquiera somete a un multimillonario y logra que vaya a prisión sin derecho a apelación.

—Supongo que eran las ganas de verlo tras las rejas —declaró ella—. Yo no quería los reflectores sobre mí, pero sí que deseaba verlo preso después de todas sus fechorías.

—Al final lo conseguiste —dijo Jack—. Solo debes tener claro que personajes como esos, no son muy buenos perdedores y debes tener ojos en todos lados. Si no odian al juez odian al fiscal, pero nunca a ellos mismos por sus errores.

—Lo tengo muy presente —declaró ella con una sonrisa nerviosa al imaginarse que claramente ese poderoso hombre un día la buscaría, despues de todo, durante su caso recibió constantes amenazas aunque afortunadamente para ella, ninguna se completó.

Recibió una nueva bebida mientras recordaba el caso de Paul PallMall, uno de los dos famosos multimillonarios a los que hizo caer, por los que se vio en todos los medios, pero fue Paul el más agresivo y el que al final, mientras era llevado a su celda hizo una seña que la aterrorizó.

«Paul PallMall fue esposado por el personal mientras sus víctimas a lo largo de una década se abrazaban entre sí mientras lloraban tratando de contener la alegría. Despues de años, habían logrado justicia y no podían estar más complacidas.

Sin embargo, el hombre miró a Chelsea y solo levantó la mirada hacia ella y movió los labios en una clara advertencia que ella pudo leer sin problemas: nos volveremos a ver, zorra.

Chelsea fingió no importarle, pero la mirada del hombre le dejó claro que aquello era una promesa y que él no la olvidaría jamás».

—¿Estás bien? Te has puesto pálida —dijo Jack—. Parece que algo te pasa.

—No, solo recordé la presión del juicio en aquel momento —dijo mientras él asentía—. Por un momento sentí que no lo lograría. Tuve tanto miedo, pero bueno, afortunadamente son cosas que pasan y efectivamente todo salió en orden y con final victorioso para la justicia.

Bebió su copa de golpe e hizo reír a Jack, quien miró a la joven beber sin más el alcohol.

—Tranquila, puede ser contraproducente beberlo así —dijo y ella sonrió antes de asentir y mirar hacia afuera.

Había gente recorriendo el jardín y aun cuando veía a todos ellos y fingía prestar atención, le era imposible no removerse al sentir la mirada del juez sobre su anatomía. Por alguna razón era muy consciente de que él estaba mirándola y es que era cierto, Jack la observaba, primero lo hizo con fines de estudio, quería saber si podría descifrar o recordarla, pero sin darse cuenta empezó a verla de otra forma.

El hombre observó su estética figura, su delgado y largo cuello, su reducida cintura y el valle de sus senos, que desde la posición en la que estaba dejaba a la vista la firmeza de estos. Jack no pudo evitar reaccionar a la belleza de la joven más de una década menor que él.

Miró la forma en que ella se mordía los labios mientras veía a la gente pasar y tuvo que girar el rostro para no distraerse con eso. Detuvo a uno de los meseros y tomó dos copas antes de girarse hacia ella y entregarle una a la mujer que le acompañaba.

Chelsea se giró y la recibió mientras señalaba el pasillo para que él le siguiera mientras caminaban para recorrer el sitio.

—¿Qué se siente ser un hombre tan importante para la impartición de justicia? —inquirió Chelsea—. Cuando era niña, le decía a mi padre que sería una excelente jueza, lo veía llegar agobiado todo el tiempo y confiaba en que yo haría el trabajo de encarcelar a los malos.

—¿A qué se dedica tu padre? —preguntó Jack.

—Era policía, falleció en una redada —declaró y él asintió—. Mi madre no lo superó jamás y esperaba por él cada día, se consumió haciendo eso.

—¿No tienes hermanos? —preguntó Jack y ella negó mientras él apretaba los labios en señal de comprensión.

—¿Tú los tienes? —preguntó ella.

—Tengo dos, una hermana vive fuera del país, es corresponsal de guerra y mi hermano es político —dijo Jack—. No mantengo relación con él, es algo... diferente y tenemos diversos puntos de vista.

Caminaron durante algunos minutos hasta salir al jardín trasero y luego de un largo andar volvieron por el pasillo y se quedaron varados en un silencioso y oculto balcón.

—Yo habría querido hermanos, pero mi madre no pudo embarazarse más —dijo la chica—. No es lindo estar solo, bueno, creo que eso pensamos los que somos unigénitos.

Soltó una risa mientras veía a un mesero pasar y tomaba otra copa bebiéndola de golpe.

Jack se la arrebató y la devolvió al camarero haciendo una seña para decirle con el gesto que no llevar más.

—Creo que estás abusando de la bebida —dijo Jack—. Tal vez debas moderarte un poco.

—Lo siento —dijo la mujer al estar un poco achispada por el alcohol—. Es que a veces suelo hacer cosas estúpidas cuando estoy nerviosa.

—¿Por qué habrías de estar nerviosa? —inquirió Jack con curiosidad.

—Por ti —respondió sin pensar en sus palabras—. Es decir, bueno, no todos los días se habla con un juez de tu talla, es eso en realidad.

Se quedó callada cuando se dio cuenta de que las sensaciones le estaban traicionando, así que solo se giró a ver de frente hacia el majestuoso jardín del hotel.

Jack sonrió de medio lado, no iba a negar que verla un poco inquieta a causa suya engrandecía su ego, sobre todo porque además de muy bella, era mucho más joven y para él era evidente que el cuerpo de la mujer reaccionaba a su cercanía. Verla de esa forma le provocó y sin saber por qué lo hizo, se acercó un poco más a ella, acortando la ya de por sí pequeña distancia entre ellos. La miró para medir su reacción y Chelsea solo devolvió la mirada en medio de los nervios y la inquietud que le provocaba su presencia.

La sintió acercarse un poco más y Jack simplemente no pudo evitar rozar su cintura con las manos, le pareció que con sus ojos brillaban más que otras veces y que incluso esa noche no podría estar más bella. Sin duda, no es que pensara que no lo era, claro que le parecía hermosa, pero su excesivo nerviosismo y su extraño proceder le hacían mantener la distancia. En cambio, esa noche, estaba además de provocativa —quizás por el alcohol— un poco más desinhibida, más risueña y a Jack le pareció que estaba más preciosa que nunca y aunque tenía como regla no inmiscuirse con nadie que fuese parte del medio donde trabajaba, lo cierto era que en ese momento estaba siendo muy difícil mantenerse alejado, sobre todo porque ella parecía dispuesta a seducirlo desde el instante en que se acercaba demasiado y dejaba claro que estaba coqueteando con él.

Se acercó un poco más y con mayor confianza tomó la cintura mientras la observaba para saber su reacción. Para sorpresa suya, Chelsea se acercó un poco más y colocó su mano sobre los pectorales de Jack.

Aquello fue suficiente para que él tomara una decisión.

—¿Nos vamos? —susurró y ella asintió sin siquiera contemplar una negativa.

En ese momento solo pensó en estar a solas con él, en cualquier lugar pero a solas.

Por un instante, nada pasó por su cabeza, nada más que las palabras de Jack, así que solo le observó y pensó cómo saldrían del lugar sin ser vistos y sin que nadie sospechara absolutamente nada.

—Saldré despues de ti —dijo ella—. Iré al tocador.

—Esperaré a dos calles —añadió Jack—. Pediré mi coche mientras tanto.

No esperó una respuesta y emprendió el camino hacia afuera pidiendo su auto mientras Chelsea permanecía parada mirando el lugar por donde el hombre se acababa de ir. Por un momento pensó en sus acciones pero fue solo un momento efímero antes de apretar su bolso y enfilar a la salida antes de arrepentirse.

Se acercó a la salida y quizás haya sido su impresión pero sintió que las miradas estaban sobre ella.

—¿Desea su auto? —preguntó el valet y ella salió de sus pensamientos.

—Gracias, caminaré un poco —dijo y se reprendió mentalmente por su estúpida respuesta.

Recordó entonces que su amiga estaba dentro con su pareja y lo único que hizo fue enviarle un mensaje avisando que se iba. No dijo más y solo guardó su teléfono mientras avanzaba por la acera, despacio, como si temiera ser descubierta; incluso miró varias veces hacia atrás para cerciorarse de que nadie la miraba.

Siguió andando hasta que vio a Jack recargado en su auto, tenía el celular en las manos y se veía tan apuesto que Chelsea se vio preguntando cómo es que un hombre como él le podía causar tanto con solo su presencia a pesar de no ser el hombre que ocupaba su corazón.

Se vio cuestionando cómo es que alguien en la vida podía estar profundamente enamorado de una persona pero en el fondo desear a otra. Le parecía tan absurdo que por un lado gobernara el corazón diciéndole que Curtis era el amor de su vida, pero por otro, su cuerpo reaccionara de esa forma tan descocada frente a otro hombre que parecía un predador con esa mirada gris y ese porte salvaje que incitaba a pecar.

Observó a lo lejos al masculino que le esperaba, parecía entretenido en su celular, fruncía el ceño y sus ojos se mostraban atentos a lo que fuera que estaba sucediendo en la pantalla de su teléfono.

Apretó las manos a los costados y las piernas se sintieron débiles cuando él se giró a mirarla con esa sonrisa endiablada que tanto le encantaba.

Fue él quien le esperó afuera del lujoso auto, a pesar de que un chofer estaba al volante, era como si el hombre quisiera demostrar desde el principio que la noche prometía mucho y le abrió la puerta para que subiera a su auto. Chelsea no lo pensó, de hecho en ese preciso instante era incapaz de conectar su cerebro con su corazón, no podía explicarse a sí misma nada y claramente no podía ver más allá de lo que pasaba pero de algo estaba completamente segura y era de que en ese momento necesitaba exactamente a Jack.

El juez subió después de ella al auto y el chofer solo miró por el retrovisor a su jefe.

—¿A dónde, señor? —inquirió el chofer.

—Al Paradise Hills —dijo Jack sin agregar nada más y después subió el cristal que impediría que el chofer mirara lo que sucedía detrás.

Ella no dijo una palabra, simplemente continuó todo lo tranquila que pudo mientras miraba por la ventanilla hacia afuera. Un pequeño ápice de culpa le recorrió en ese momento, sobre todo porque había peleado durante años por salvar su relación, incluso cuando su amiga le decía que Curtis seguro tenía una amante.

Ella se negaba a creerlo, más porque en el fondo confiaba en que su relación estuviera estable luego de lo que había pasado años atrás. Cumplir una fantasía les resultó demoledor y con el tiempo fracturó su relación de tal manera que cada día luchaban por recuperarla, aunado a que el negocio de Curtis fracasó y con ello llegaron infinidad de problemas como deudas y más deudas.

Chelsea creía que Curtis le era fiel, porque, ¿qué hombre se quedaría a pelear para continuar una relación que parecía estar muerta? Pensó.

—¿Vienes? —Escuchó la voz de Jack y solo entonces salió de sus pensamientos al ver que habían llegado.

Sonrió nerviosa y apretó su bolso antes de bajar del coche en la entrada del lujoso hotel.

El escotado vestido le hizo decirse así misma que no volvería a usar un vestido tan revelador y mucho menos en Nueva York donde la temperatura empezaba a erizar su piel.

Los desnudos hombros fueron golpeados por la brisa nocturna y pronto se vio con la chaqueta de Jack sobre ella. Le agradeció de inmediato que se haya dado cuenta de que estaba padeciendo frío.

Se adentraron al hotel. Jack caminó a su lado, ni cerca ni lejos, discreto. Las manos en los bolsillos dejaban claro que estaba relajado y mientras ella presionaba la seda de su atuendo en señal de nerviosismo, él parecía estar tan fresco como una mañana primaveral.

Una vez dentro, sintió las miradas de todos, quizás, se dijo, fue cosa suya, después de todo nadie sabía nada de su vida, pero Chelsea pensaba que todos la reconocían como la infiel descocada que ella misma se sentía.

—¡FitzGibbons! —dijo una voz que la hizo girarse al ver al juez saludar a un hombre mucho más joven que él.

Este portaba un traje a la medida y a su lado estaba una mujer unos años más joven que su acompañante, tenía unas carpetas en sus brazos y supuso que era la asistente del hombre.

—¡Charles! ¿Qué haces aquí? —dijo Jack.

—No sé si lo recuerdas, pero soy el dueño del hotel —respondió la voz del sujeto mientras fijaba la vista en la mujer que acompañaba al juez—. Bueno, te dejo para que atiendas tus asuntos. —Se acercó a la recepcionista y la miró con una sonrisa—. Dale la llave pero no habrá registros suyo, por favor, si ya lo has hecho, bórralo.

—De inmediato —respondió la joven rubia, quien solo asignó una llave a FitzGibbons y la colocó como habitación en reparación para evitar que el nuevo turno cometiera una indiscreción.

Jack sonrió al ver a uno de sus amigos y agradeció la cortesía de ser discreto con sus asuntos. Se apresuró a caminar hacia el ascensor con Chelsea a su lado hasta que se encontró dentro del elevador con varias personas más.

Ambos fueron en completo silencio y se mantuvieron así hasta que fue tiempo de salir y enfilar a la habitación. De nuevo reinó el silencio, siempre caminando uno al lado del otro, así que cuando llegaron a la suite, Jack solo deslizó la tarjeta en la cerradura y la puerta se abrió de inmediato. Se hizo a un lado para darle paso a Chelsea, quien después de darle una mirada, terminó por ingresar a la habitación. Jack le siguió de inmediato y cerró la puerta con toda la tranquilidad de un hombre seguro de sus pasos.

Se quitó la pajarita y las mancuernillas dejándolas sobre el tocador antes de arremangarse la camisa con toda la parsimonia del mundo.

Fue al minibar y tomó una pequeña botella de bourbon antes de girarse hacia ella.

—¿Quieres beber algo? —preguntó y ella asintió.

—Lo mismo que tú —respondió y Jack solo movió la cabeza como una aceptación y sin más se apresuró a preparar la bebida antes de que se acercara a ella y le diera el vaso a Chelsea, quien solo lo tomó en sus manos y le dio un sorbo.

—¿En que trabajas ahora? —inquirió Chelsea y él sonrió.

—No suelo hablar de mi trabajo jamás —declaró Jack—. Podríamos hablar de otra cosa, como por ejemplo, de tu amiga, es algo curiosa y bastante excéntrica.

—Solo está enamorada —dijo Chelsea dando una sonrisa a Jack y removiéndose un poco al ver que el juez se movía de su sitio y se sentaba a su lado.

La cercanía del hombre la ponía nerviosa pero no estaba dispuesta a dejarlo ver. Se acomodó girándose un poco para quedar de frente a él y sonrió un poco antes de hacer una pregunta.

—¿Cuál es tu edad? —preguntó y sonrió al escuchar a risa de Jack.

—Cuarenta y cinco —respondió divertido—. ¿Algo más que quieras saber?

—A decir verdad, no —dijo ella—. Tal vez ahora quieras preguntar mi edad o cualquier otra cosa sobre mí.

—Prefiero aprovechar mi tiempo en otras cosas en lugar de hablar —dijo mientras se acercaba a ella peligrosamente.

Chelsea le sonrió y le devolvió el gesto con coquetería poniéndose de pie antes de quitarse la chaqueta y lanzarla a una de las tumbonas; comenzó a quitarse las pocas horquillas que sostenían su recogido y con ello dejó que algunos de los rizos de su cabello descendieran por sus hombros.

Jack sonrió de medio lado, caminó a paso lento hasta quedar detrás de ella y con sigilo deslizó sus dedos por los descubiertos hombros de la chica e hizo a un lado su cabello para dejar pequeños besos húmedos por su piel, al mismo tiempo, que deslizaba sus ágiles manos por el discreto cierre de su vestido.

Deslizó la tela de su atuendo lentamente por su piel y observó la nívea espalda de Chelsea, al tiempo que tomaba la recorría con sus manos y miraba sus nalgas desnudas apenas cubierta por una diminuta tanga.

La mujer se giró de frente a Jack, mostrando sus turgentes senos frente a él, quien solo se dedicó a desabrocharse la camisa, quitando botón tras botón, y posteriormente hizo exactamente lo mismo con el cinturón.

Se sentó unos minutos para quitarse los zapatos y los calcetines antes de ponerse de pie de nuevo para desabrocharse el pantalón...

******

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top