Capítulo 43

—Gracias por todo —dijo Chelsea a la mujer frente a él—. Por escucharme, por ayudarme a ver lo bueno y lo malo de todo lo que pasó.

—Yo no hice nada —respondió la otra y le dio una sonrisa amable—. Siempre le digo a mis pacientes que todo lo que pasa aquí es producto del entramado que ustedes hacen y el resultado es siempre esfuerzo suyo, los terapeutas, solo escuchamos y sugerimos desde nuestro punto de vista profesional, pero quien vive el presente del problema, es quien más trabajo hace. Me alegra decirte que estás lista para el mundo de nuevo y que tus heridas son ahora cicatrices apenas visibles.

—Siento que por primera vez tengo mucho por hacer —añadió la fiscal—. Tengo la vida profesional que anhelé siempre, exitosa, reconocida y fiel a mis principios; tengo una familia, quizás no tradicional, pero tengo a mi amiga Pipper, a mi hija y por ahora es suficiente. Me siento bien, me levanto animada y ese dolor de pecho con el que amanecía todos los días ya se me olvidó. Ahora puedo ver las cosas de diferente forma y creo que siempre fui el primer tropiezo para mí misma.

—Como te lo dije una vez, la ausencia de tu padre fue un detonante y la experiencia de tu madre un catalizador —reconoció la terapeuta—. Ver a tu madre esforzarse por darte el padre que no tenías, por ser la mujer soñada, te incitó a ser servil con los hombres. Hasta antes de venir aquí, no te habías dado cuenta de que hacer ese trío estuvo mal y no porque sea malo sexualmente, sino porque lo hiciste para complacer a Curtis, no porque lo desearas. Te acercaste al juez porque querías congraciarte con tu pareja y no fuiste capaz de parar a Curtis cuando ya no lo amabas porque pensabas más en la desilusión que sentiría que en lo que sentirías tú. Me alegra que hoy veas lo mal que estuvo todo desde el principio.

Chelsea le miró y asintió.

—Ahora lo sé —reafirmó y la terapeuta sonrió.

—Un año ha pasado desde la primera terapia —dijo la mujer y sonrió—. Un año difícil, pero productivo. Ve a vivir plena y aquí estaré si alguna vez me necesitas como profesional —ojalá que no— pero no dudes en hacerlo si pasa algo. Allá afuera ya tienes la vida perfecta y tal vez el amor llegue en algún momento de nuevo. Tal vez con ese hombre con el que sales.

La fiscal sonrió divertida y se encogió de hombros antes de pararse. Extendió la mano a quien fue su terapeuta por un poco más de un año y miró alrededor antes de irse.

Salió del consultorio y suspiró.

Hacía mucho que había decidido mejorar y nunca volver a caer en una relación en donde entregara su sumisión, ya no. Se había tardado mucho en entender que hizo mal en intentar congraciarse con Curtis todo el tiempo, luego entendió que no le dijo la verdad a Jack porque no quería decepcionarlo. No era miedo a lo que ella sentía, era miedo a la imagen que él tuviera de ella.

Chelsea ya se había perdonado, también a Jack. No supo que fue más difícil de hacer, si perdonarse, perdonarlo o impedir que ese perdón se volviera debilidad y abriera el círculo vicioso una vez más, pero lo logró y eso era mucho más de lo que siempre esperó.

Hacía mucho que no pensaba en él como hombre, atrás dejó el deseo de correr tras él, la manía de verlo con anhelo, inclusive el imperante dolor de estómago que le provocaba verlo caminar con esa seguridad que emanaba.

En algún punto las cadenas que los unieron se rompieron y el perdón dio paso al olvido.

A lo largo de todo ese año, aprendió mucho, pero sobre todo, se obligó a nadar contracorriente, a suprimir el deseo de correr y decirle que quería estar a su lado a pesar de todo, y, sin darse cuenta, Jack se desdibujó, se volvió mortal a sus ojos y dejó de meterse en sus sueños.

La mezcla de miedo y pasión que provocaba verlo pasó de negro a gris y de gris a transparente, hasta que dejó de estar frente a ella. Ese día le sonrió, por primera vez en mucho tiempo, le sonrió. Él pareció desconcertado por el gesto, pero al final, se dio cuenta de la razón y también le sonrió moviendo la cabeza en un acuerdo tácito que dejaba claro que lo entendía.

Quizás fue la primera vez que ambos entendieron su lugar en la vida de Chloe y marcaron una línea invisible que ninguno pasaría.

Ya todo estaba bien con su vida. Desde que había ganado el caso contra el hijo del general Appleby, su popularidad era tal que estaba llena de los casos más difíciles que alguna vez imaginó.

No era algo que le hiciera sentir orgullosa, al menos no de la forma en que podría pensarse.

Tal vez ningún fiscal quería casos atroces como mujeres violadas y quemadas aun estando vivas, niños asesinados sin piedad, hombres masacrados o ancianos abusados. Nadie deseaba que esos casos llegaran, pero por desgracia eran más comunes de lo que uno quisiera y lo único bueno hasta ese momento, era que llevaba un récord de casos ganados y parecía imbatible. No estaba orgullosa de que esos casos existieran, pero sí de ganarlos y de encerrar a los culpables tras las rejas.

Su vida en un año había cambiado mucho, paso de ser la fiscal invisible a la cara confiable para la ciudadanía y el rostro representativo de la ley desde que se convirtió en la fiscal adjunto más productiva de esa zona.

Su nuevo jefe, tras la muerte de Kempler, era joven y compartía con ella mucha ideología.

Llevaba algunos meses saliendo con él y aunque se llevaban bien, quería ir sin prisas. No estaba particularmente enamorada de él, pero le parecía un hombre bueno y atento, solía ser amable y bastante gracioso, solo que Chelsea creía que no estaba lista para iniciar algo formal.

Sus citas eran tiernas. Él siempre solía llevar vino y flores cuando iba a visitarla a casa y hablaba de cualquier cosa menos trabajo. Era atento con Chloe y disfrutaba del golf en los domingos. Su relación con el fiscal de distrito, Demian Klarr, era buena y ambos estaban claros en que debían ir lento.

Demian tampoco estaba enamorado, ella lo sabía, pero quería ver hasta dónde los llevaba lo que tenían.

En el último tiempo, había crecido mucho. Ese fue su último día de terapia y pensó que tal vez podría llamar a Pipper para verse esa noche, así que lo hizo y quedaron de verse en el nuevo departamento de Chelsea.

Ya no vivía en el apartamento modesto en una zona no tan buena. En ese momento vivía al oeste de Manhattan, en un residencial de lujo que podía permitirse. Tenía vistas al río Hudson y casi todo lo que necesitaba le quedaba cerca, inclusive el jardín a donde Chloe asistía.

El primer día en clases, Chelsea se sintió sola. Una tontería de mamá primeriza supuso, pero le pareció que había crecido tanto que se hizo una película en la cabeza.

La niña era inteligente y Chelsea esperaba que nunca sufriera como lo hizo ella, ni cometiera los mismos errores que su madre. Se prometió criar una niña sana pero fuerte.

Cada día se parecía más a su padre. En sus ojos, sus rasgos y él era un padre presente. Nunca había faltado a una sola visita. Cada viernes estaba presente, aunque tuviera que viajar desde Washington D.C. a Nueva York. Siempre le llevaba algo a su hija y aunque pocas veces se veían, a veces conversaban por teléfono sobre la niña.

Jack le escribía algunas veces para preguntarle sobre la pequeña y solía enviarle un cheque mensual sin que ella se lo hubiese pedido.

Desde luego, Jack daba en un solo cheque mensual dos veces el sueldo de Chelsea y superaba por mucho los gastos de Chloe y aunque ella trató de mediar eso, él siguió enviando el mismo dinero cada mes, así que decidió hacer un fondo de ahorro para la pequeña.

También la visitaba Jamie. Después de la muerte de la primera dama y el presidente, trató de suicidarse un par de veces sin éxito. Se culpaba de todo y aún luchaba con fuertes problemas de depresión.

No estaba en la universidad, estaba recuperándose con la ayuda de sus padres y la última vez que habló con él, le hizo saber que la primera dama terminó con su vida, porque su esposo terminó delatándola en prisión y él mismo entregó los videos y conversaciones de su esposa con jóvenes de la universidad e incluso con chicos menores de edad.

A ella no le dolía la pobreza en la que había quedado con el arresto de su marido, tampoco le dolió perder el poder, le mató saberse expuesta.

Trató de que Jamie entendiera que lo que ella hizo fue precisamente ganar a todos esos chicos, dejarlos con el cargo de conciencia y con los señalamientos. Después de todo, los jóvenes fueron expuestos, señalados, viralizados y exhibidos como precoces follándose a una milf y de ella nadie habló más después de su muerte.

Con su suicidio había logrado su cometido: no pagar sus crímenes y cagarse encima de todas sus víctimas, algo que ocurría constantemente en los crímenes sexuales.

Esperaba que estuviera bien y fuera feliz. También agradeció que su padre moviera todas sus piezas para evitar que el mismo presidente exhibiera a Jamie como una de las víctimas o lo habría destrozado.

Dio un suspiro y subió a su auto para conducir a casa. Por primera vez había dejado que Chloe fuera unos días con su padre, así que no se preocupaba por eso, la regresaría el sábado y aún le quedaban dos días para aprovechar.

Estando en su departamento preparó un poco de pasta, hizo algunos bocadillos, incluso preparó un postre y carne para la cena. Salió un momento y compró cerveza.

Horas más tarde recibió un mensaje de su amiga para decirle que estaba de camino y pronto la tuvo ahí.

Pipper estaba pasando la peor etapa de su vida y ella no iba a dejarla sola. No tenía un trabajo fijo y trabajaba por su cuenta representando a personas bajo pro-bono.

Su familia la odiaba, su madre no quería verla y su hermana era su peor enemiga. Chelsea se prometió no dejarla sola nunca, tal como ella nunca la abandonó.

—Traje un vino —dijo Pipper al llegar. Alzó la botella y la sacudió mientras Chelsea le dio un abrazo de bienvenida—. ¿Qué celebramos? Ya dime.

—¡Terminé la terapia! —gritó Chelsea y la otra lanzó un chillido emocionado antes de abrazarla y darle muchos besos.

—Muchas felicidades, me alegra mucho que lo hayas logrado —dijo su amiga—. Debería hacer eso, pero es caro y no puedo permitírmelo. Ya sabes, o pago el alquiler o voy a terapias.

—Te he dicho que puedes vivir aquí —añadió Chelsea, con un tono de reproche—. Chloe y yo seríamos muy felices.

—No, está bien así —replicó su amiga—. Mi hermana haría pedazos este sitio y no quiero arrastrarte en mis problemas. Además, no soy estúpida, no quiero oír tus gemidos cuando viene tu novio.

Chelsea soltó una risa mientras abría una cerveza y se la daba.

—¿De dónde sacas eso? —cuestionó en medio de la risa—. Demian no se queda aquí.

—Por favor, ¿me dirás que nunca han tenido sexo? —inquirió Pipper.

—Sí, pero no se queda —se defendió la fiscal y la otra soltó una risa—. Lo digo en serio, amiga. Puedes quedarte aquí. No te preocupes por tu hermana, ella no vendrá a joderme a sabiendas de que puedo exhibirla públicamente, no le convienen esos escándalos y dudo que su esposo se lo permita.

—No tengo para cubrir mi alquiler este mes —respondió su amiga—. Ningún despacho me contrata y trabajar pro-bono es lo peor que puede pasar. No puedo seguir así. He pensado en irme a otro estado, tal vez más a la frontera sur, quizás pueda hacer trámites y ejercer allá. No lo sé, estoy desesperada.

—Yo puedo darte el dinero de tu renta —dijo Chelsea y la otra negó.

—Ya te debo mucho —reconoció y limpió sus lágrimas—. Me las arreglaré sola.

—Ven a vivir aquí —suplicó Chelsea y sonrió tomándole las manos—. Puedo pedirle a Jack que consiga algo en otro sitio, seguro que conoce a más gente que yo. No tienes que pasar por esto sola, te equivocaste y ya pagaste por ello, como siempre lo peor siempre es para nosotras, pero no hay nada que dure para siempre, así que ven aquí conmigo y pensemos juntas cómo resolver esto.

Pipper asintió y agradeció, diciendo que debía cubrir el alquiler y listo, así que Chelsea le dijo que se harían cargo al siguiente día.

Bebieron y comieron demasiado, tanto que al final de la noche ambas estuvieron ebrias y terminaron dormidas en el sofá de la sala.

Cuando despertaron, el menor zumbido les causaba dolor de cabeza.

—Carajo —dijo Chelsea y se colocó las manos en la sien—. Dios mío, no vuelvo a beber así.

Pipper solo gimió estando tirada en el piso a donde había caído con el sonido del celular de Chelsea. Se incorporó un poco y vio a su amiga aún adormilada con la espalda sobre el sofá, encorvada.

—¿No vas a trabajar hoy? —inquirió y Chelsea negó.

—No, la audiencia que tenía fue cambiada por el juez, así que se supone que haría trabajo en casa, pero solo quiero dormir —dijo la fiscal y volvió a dejarse caer en el piso—. Siento que mi alarma haya sonado, olvidé desactivarla.

—Maldita psicópata —replicó la otra—. Voy a darme una ducha, prepara el desayuno y cuando salga levantaremos este cochinero.

—Me avergüenza que dos abogadas estén en este estado. —La voz de Demian sonó en la entrada.

—¿Cómo entraste? —preguntó Pipper, buscando enfocarlo bien.

El hombre levantó las llaves y las miró con atención. Se quitó la chaqueta y la dejó sobre el escritorio antes de ayudarlas a ponerse en pie.

Chelsea se golpeó las mejillas para despertar y él sonrió divertido.

—Se suponía que venía a invitarlas a desayunar —dijo el hombre antes de que Chelsea lo rodeara para abrazarlo y remoloneara, escondiendo la nariz en el cuello del sujeto—. Por todos los infiernos, te llevaré a dar una ducha y tú... —señaló a Pipper—. Deberías hacer lo mismo.

Pipper obedeció y enfiló al cuarto de visitas, arrastrando los pies. Entretanto, Demian llevó a Chelsea, la desvistió y la metió a la ducha fría mientras ella se sacudía y terminaba de despertar.

La dejó en el baño y vio su ropa húmeda, así que se la quitó y se puso otra. Después de todo, tenía ropa en casa de Chelsea.

Recogió el desastre que dejaron en la mesa, lavó los platos y preparó café para cuando ambas mujeres salieran del cuarto.

Finalmente, Chelsea salió y rodeó su cuello con los brazos antes de darle un beso en los labios.

—La ducha me revivió —musitó y lo besó.

Escucharon el timbre y Demian se ofreció a abrir.

—Si abres tú, te verán despeinada y posiblemente aún sentirán el olor a licor. — El hombre soltó una risa divertida—. Déjame a mí.

Vio a Chloe en la entrada y luego a Jack, quien le observó y solo desvió la vista cuando escuchó a su hija hablar.

Esta saludó respetuosa a Demian y tiró de la mano de su padre, quien parecía congelado en su sitio.

Jack había pasado horas en coche, conduciendo desde Washington hasta Nueva York por su hija. Chloe estuvo unos días con él luego de que Chelsea accediera a permitirle más tiempo del que marcaba el acuerdo de custodia, pero la niña se estuvo quejando de que extrañaba a su madre, que se sentía mal y se mantuvo desanimada, por lo que él había accedido a devolverla un día antes.

Incluso cuando aparcó frente a la casa, le pareció que todo ese malestar que su hija decía sentir no era más que una treta para volver, dado que en cuanto llegaron, Chloe saltó del coche con una energía renovada, deseando ver a su madre y tirando de él para que se apresurara mientras hacía planes para los tres juntos, como si pudieran convivir como familia.

Se acercaron a la puerta y Jack levantó la mano para tocar el timbre, pero antes de que pudiera hacerlo, escuchó un ruido proveniente del interior. La voz de una mujer y una risa masculina, gruesa y profunda, se filtraron a través de la puerta. Jack frunció el ceño, confundido. No esperaba encontrar a nadie allí. Más bien, no esperaba encontrar a un hombre.

La puerta se abrió y Chelsea apareció en el umbral, detrás del hombre que le acompañaba esa mañana. Lo hizo con una sonrisa en los labios que se desvaneció al ver a Jack. Ella estaba vestida con una bata de baño, nada más, con el cabello húmedo y suelto. Jack notó que sus ojos se desviaban ligeramente, como si hubiera algo que no quería que él viera.

Su hija gritó y corrió a abrazarla.

—Hola, Jack. ¿Pasó algo? Los esperaba hasta mañana —dijo cuando pudo salir de su estupor, pero no le pasó desapercibido que el juez seguía mirando a Demian.

—Hola, Chelsea —respondió Jack, sin poder ocultar su sorpresa y malestar—. Chloe está aquí, te extrañaba y quiso volver a antes.

—Sí, claro. Pasa, por favor —dijo Chelsea, dándole un paso hacia un lado para dejarlo entrar. Su tono era cordial, pero Jack notó una tensión en sus gestos.

—¿Quién es él? —preguntó Jack, su voz cargada de tensión.

Chelsea se sonrojó con ligereza, mirando a Demian antes de volver la vista a Jack.

—Oh, sí, claro. Me disculpo por no presentarlos. Jack, él es Demian. Demian, este es Jack, el padre de Chloe. —Los presentó Chelsea.

El corazón de Jack latió con fuerza. Sintió cómo la sangre le hervía de celos y enojo, una ola de emociones que apenas podía controlar. Su mirada se dirigió a Chelsea, buscando una explicación.

Demian extendió la mano con una sonrisa amistosa.

—Encantado de conocerlo en persona, juez FitzGibbons —se pronunció Demian. El otro enarcó una ceja. Le miró de arriba abajo para inspeccionarlo.

El hombre era alto, con el cabello oscuro y una sonrisa despreocupada que parecía hacer que Chelsea se sintiera a gusto. Quizás tenía apenas un par de años más que Chelsea, pero todo lo que le preocupaba era que ella lo veía con comodidad.

—¿Me conoces? —preguntó Jack.

—¿Quién no lo conoce en este país? —respondió Demian, soltando una risilla que provocó que Jack enarcara una ceja.

Chelsea también sonrió.

Jack se tomó un momento antes de estrechar la mano de Demian, su sonrisa forzada. No podía evitar sentir una oleada de rabia al ver a este hombre tan cómodo, ocupando el lugar que, una vez, él, había compartido con Chelsea.

—Igualmente —respondió Jack, su tono cortante.

La fiscal intervino rápidamente para suavizar la tensión.

—Jack, ¿quieres tomar algo? Demian estaba aquí para ayudarme con algunos asuntos y se quedó para pasar un rato —mencionó Chelsea un poco nerviosa y sin saber por qué.

Jack no respondió de inmediato, seguía mirando a Demian, quien para entonces hablaba con Chloe y esta reía de algo.

Un nudo se formó en su estómago, uno que no podía ignorar. Se preguntó cómo había llegado a este punto, y cuánto tiempo más tendría que lidiar con estos sentimientos intensos.

Por su parte, Demian se removió incómodo ante la mirada del juez.

—Bueno, creo que tienen cosas de que hablar. Yo... estaré en el estudio —anunció dirigiéndose a Chelsea.

Ella asintió, se acercó y levantó el rostro para que le diera un beso; sin embargo, Demian le dio un beso en la mejilla, decepcionándola.

Sonrió con desgana cuando lo vio meterse al despacio a prisa. Esa fue la sutil forma que la vida tenía de decirle que ese hombre tampoco era el indicado. A la primera presencia de Jack, ya había mostrado que se intimidaba con él, tanto que no se atrevió a besarla en la boca en su presencia y ella no necesitaba otro hijo al que cuidar, solo un hombre con el cual estar a partes iguales.

Jack la observó cuando se quedaron a solas en el vestíbulo.

—No me habías dicho que tenías una pareja —dijo el hombre.

—¿Por qué habría de hacerlo? —inquirió la mujer, buscando mantener la tranquilidad—. Chloe, cariño, ve a cambiarte la ropa, lleva tu pequeña bolsa a la habitación. Papá va a decirme la razón por la que han vuelto antes. —La niña corrió a su cuarto luego de invitar a su padre para quedarse. Una vez a solas, la fiscal suspiró al ver que su ex no pensaba dejar el tema—. Es un buen tipo, es trabajador, es fiscal también. Demian es un hombre recto y bueno conmigo, no tengo por qué avisarte, te aseguro que sé elegir bien, ahora lo sé.

—Creo que deberías decirme por Chloe —dijo el juez para enmascarar sus celos—. No dudo que sea bueno, pero de todos modos deberías decirme.

—¿Tú me informas de todas las mujeres que te follas? —le inquirió Chelsea, perdiendo la paciencia.

—No, no lo hago porque, en principio, Chloe no vive conmigo; sin embargo, lo haría si fuera el caso —replicó molesto—, pero no lo es. ¿Cuándo pasamos a hablar de supuestos e hipotéticos?

El tono irónico no le pasó desapercibido a Chelsea.

—Lo dices como si fuera necesario tu permiso —añadió molesta y él sonrió.

El juez trató de mantenerse en calma; sin embargo, la calma era una fachada frágil. La realidad de ver a Chelsea, la mujer con la que había compartido tanto, ahora con otra persona, lo golpeó con una intensidad que no había anticipado.

Se sintió como si todo el suelo bajo sus pies se estuviera desmoronando. Cada risa de Chelsea, cada gesto de complicidad entre ella y Demian, parecía un recordatorio cruel de lo que había perdido. Jack se preguntaba cómo ella había podido seguir adelante mientras él se sentía atrapado en un pasado juntos que no podía soltar.

—¿Ese tipo, Chelsea? ¿En serio? —cuestionó Jack y sonrió—. Ni siquiera sabe combinar una puta camisa con una corbata.

—Eso es asunto mío, no vayas por ahí —advirtió y se alejó rumbo a la cocina—. Se sirvió un café y respiró para calmarse.

—No estoy metiéndome en tu vida. No, sí lo estoy haciendo —confesó y ella enarcó una ceja—. Yo... Chelsea ha pasado un año de toda la mierda que tuvimos y todo lo que ocurrió. En el fondo esperaba que las cosas entre nosotros mejoraran.

—Lo han hecho, Jack —dijo la fiscal.

Él se acercó. No era especialmente bueno con las palabras, no con ella. No deseaba sonar autoritario ni que estaba insultándola de alguna forma, así que hizo una pausa para seleccionar cuidadosamente lo que diría.

—Hablo de que... no sé, tal vez podríamos hablar y retomar algo —dijo, aunque luego se preguntó mentalmente por qué dijo esa estupidez.

Por un momento, Chelsea se quedó callada.

—No te atrevas a sugerir tal cosa y será mejor que te vayas —pidió la fiscal.

—Sí, creo que será lo mejor —reconoció antes de despedirse.

Salió del departamento en una mezcla de rabia y tristeza que se mezclaron en su interior y amenazaban con reventarlo.

Se subió a su coche y apoyó la cabeza en el volante, sintiendo una oleada de desesperación. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Por qué dejaron que todo se fuera a la mierda? ¿Cómo podía ser que Chelsea siguió adelante y él aún estaba estancado? La imagen de ella riendo con Demian, le revolvió el estómago.

Se sintió estúpido por su incapacidad para seguir adelante, a pesar de que cada día se decía a sí mismo que no quedaba nada, que aceptaba las consecuencias de lo que pasó. Había pasado tanto tiempo tratando de superar que todo había acabado, fingiendo que estaba todo bien; todo para que un solo segundo viendo a Chelsea con otra persona lo hiciera sentir como si estuviera perdiéndolo todo en ese preciso minuto.

La idea de no estar con ella de nuevo era una herida abierta que no parecía sanar. Sabía que tenía dos opciones; la primera, aceptar que ella había seguido adelante; la segunda, arriesgarse de nuevo.

Apretó el volante y golpeó su frente un par de veces con él. Se sintió embargado por la frustración, así que pensando nuevamente en las dos posibilidades que tenía, tomó una decisión impulsiva y bajó de su coche una vez más.

Caminó de vuelta al departamento y se sintió mareado por la adrenalina en ese instante.

Tocó la puerta de nuevo y quien abrió esta vez fue Pipper. Se sorprendió de verla ahí, pero no se detuvo ni a saludarla, solo se adentró al piso y caminó hacia Chelsea, quien estaba parada junto a la mesa del comedor a un lado de Demian.

Las cosas se desdibujaron para él, todo alrededor lo hizo mientras caminaba hacia ella.

La fiscal le miró sorprendida, sin entender a qué había vuelto, y Demian parecía incómodo con la presencia del juez, pero no se movió de su lugar y continuó parado a un lado de Chelsea, sosteniendo el pan en sus manos.

Antes de que cualquiera de ellos pudiera reaccionar, Jack se plantó frente a Chelsea con una férrea determinación que hizo que ella frunciera el ceño. No obstante, no pudo ni siquiera decir nada, puesto que el juez, sin decir una palabra, la tomó de la cintura y tiró de ella plantándole un beso salvaje y con una intensidad demandante que hizo que Pipper jadeara sorprendida y se tapara la boca ante la sorpresa; Demian solo observaba y Chloe estaba aplaudiendo sobre la silla.

Fue la abogada, quien se abanicó y tomó a la niña en brazos y tiró de Demian para sacarlos del departamento y dejar que ese par se matara dentro.

Por su parte, Jack presionó sus labios contra ella, con fuerza, dejando claro lo que sentía y remarcando por qué una vez fue suya.

Su lengua se abrió paso entre los labios de la fiscal, quien dejó la sorpresa inicial y sin darse cuenta se vio respondiendo el beso de la misma forma animal y rabiosa que el juez lo estaba haciendo.

La aupó en brazos y la subió sobre la mesa, haciendo a un lado lo que fuera que estaba ahí. Fue entonces cuando ella recobró la cordura.

Lo empujo con todas sus fuerzas y estampó su palma en la mejilla de Jack, aunque también quería estamparla en la suya.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —inquirió furiosa, no supo si con él, con ella o con ambos, pero daba igual.

Jack observó a Chelsea, pudo ver la lucha interna de la mujer y pensó que lejos de ayudar, su acto impulsivo, solo hizo más daño en ambos.

—Lo siento —se disculpó, carraspeó y trató de recuperar la compostura—. No voy a justificarme, en el fondo supongo que ese beso fue porque deseaba, deseo, saber si queda algo de nosotros. Tal vez si es así, por mínimo que sea, podamos.

—No queda nada —interrumpió Chelsea, visiblemente enfadada—. ¿A qué viene eso ahora? ¿¡Tanto te enfada verme intentando ser feliz!? Solo bastaron un par de segundos para que vengas a joderme la vida de nuevo. No voy a permitírtelo, no de nuevo. Estás fuera de mi vida, así que será mejor que no intentes acercarte una vez más porque no respondo. No voy a caer otra vez contigo, no cuando ya sé el precio que debo pagar por las migajas que das. Lárgate de mi casa y no te atrevas a volver a menos que sea para ver a mi hija. ¡Fuera!

****

Hola, chicas. Por la noche subiré el último y dado que solo será uno más, tendrán más o menos un tiempo considerable para leer. No querían los 5 el mismo día que porque no les iba a dar tiempo, luego que siempre sí, después que no. Como sea, solo queda uno y terminamos. Lo subiré hasta la noche porque tengo otras novelas que atender y bueno, diviertanse. Les amito. 

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