Capítulo 4

20 de abril 2020

Jane miró por la ventana y guardó de mala gana sus cosas en la maleta. Maldijo ofuscada consigo misma mientras pensaba en las estupideces que hizo en el tiempo que estuvo con Jack.

En todos esos años tuvo que admitirse a sí misma que las cosas se le habían ido de control, en primera porque ella estimaba a Jack. Era un buen hombre, quizás algo hermético en su opinión pero buen sujeto. No supo por qué terminó cediendo a un hombre que no era bueno para ella y mucho menos igualaba a su amante en nada.

En los últimos meses había fantaseado con que Jack le pediría tener una verdadera relación y meterse por fin al círculo de personas que el juez frecuentaba. Todas sus ambiciones se vieron hechas trizas cuando decidió meterse con otro hombre a sabiendas de que FitzGibbons era demasiado precavido y la espiaba.

—¡Estúpida, mil veces estúpida! —dijo furiosa antes de mirar las cosas que tenía en su cama—. ¡Eso te pasa por idiota! No debiste hacer nada contra Jack ni traicionarlo.

Vio el dinero y aunque ciertamente era muchísimo, le ayudaría a salir del país y vivir cómodamente, eso no era suficiente para ella. Había perdido una oportunidad y quería retomarla. Necesitaba volver a Jack y reconquistarlo a cualquier precio.

Se preguntó cómo lo resolvería, incluso pensó que si le llamaba y hablaba con él hasta suplicarle de rodillas, bien podría perdonarla. Era un hombre justo y Jane creía que podía retomar su vida al lado del hombre que quería y merecía.

Lo único que se ocurrió fue llamar a su amante y extorsionarlo en venganza por haberlo perdido todo en solo unos minutos mientras.

—Necesito dinero —dijo al escuchar su voz al responder—. Perdí a Jack por tu culpa.

—¿Mi culpa? No mi amor —dijo la voz al otro lado—. Tú sola te metiste en esto, no vengas ahora con tonterías.

—Necesito que me des mucho dinero, diez millones de dólares para ser exactos o voy a contarle a todo mundo tus oscuros secretos, les diré de las grandes cantidades de droga que trafican en todos tus asquerosos negocios y todo el dinero que lavan en esos lugares —dijo con determinación—, creo que a la prensa le gustará mucho saber que uno de los hombres más importantes del país no es más que un cerdo traficante.

Se quedó callada cuando el hombre le lanzó una amenaza que la hizo estremecer y pensar que algo no estaba bien, le hizo creer que no era una advertencia al aire.

Colgó después de amenazarlo una vez más y le dejó claro que iría a la prensa para declarar públicamente a menos que le enviara el dinero en la próxima hora.

Terminó de echar las cosas dentro de su maleta durante largo rato antes de mirar el maletín que reposaba en la cama. Pensó en esperar y cuando vio que el plazo de una hora había terminado, decidió que era momento de destapar varias verdades a fin de darle una lección al hombre, después de todo si ella había perdido todo con Jack, ella misma le haría perder también mucho dinero.

Escuchó el sonido de la puerta y por un momento pensó que Jack había vuelto, quizás en el fondo esperaba que lo hiciera y le diera otra oportunidad, por ello fue corriendo a abrir la puerta no sin antes lanzar el maletín debajo de la cama para evitar que estuviera a la vista y se lo pidiera en caso de que decidiera volver con ella. Se acomodó el cabello y abrió con una sonrisa emocionada que se borró al ver a la persona en la entrada.

—¿Quién es usted? —preguntó a ver al hombre frente a ella, quien entró sin esperar nada y la tomó del cuello con rapidez.

La lanzó contra el suelo y la hizo gritar del miedo, mientras retrocedía en el piso sin poderse levantar.

—¿Qué es lo que quieres? ¡No tengo dinero! —dijo retrocediendo hasta chocar con la pared—. No te me acerques. ¡Auxilio!

No pudo gritar más puesto que fue tomada del cabello y arrastrada por el hombre, quien solo la miró con la frialdad de alguien que no siente el menor remordimiento al matar.

—No debiste traicionar —dijo levantándola a tirones y tapando su boca para evitar que gritara—. ¡Cállate, perra! Cállate o haré que te calles por las malas. Siempre son un maldito problema para nosotros. Lo supe en cuanto mi jefe puso los ojos sobre ti. Sabía que eras una oportunista que solo iba a traer problemas, pero ya estoy aquí y bajo sus órdenes para resolver esto.

—Por favor no me hagas daño —dijo tratando de liberarse—. Solo voy a irme de la cuidad como tu jefe quiere, te prometo que no haré nada más. ¡Por favor déjame ir. No diré nada, por favor!

—¡Ya cállate! —gritó el hombre antes de darle un golpe en el rostro, completamente enojado—. Eres tan escandalosa y revoltosa, no soporto a las mujeres como tú.

La mujer revoloteó tratando de liberarse y forcejeó llevando sus manos a la cabeza de su atacante para tirar de su cabello, se liberó y corrió hacia la salida pero no lo logró llegar puesto que sin esperar nada, el hombre, corrió hacia ella, la tomó del cabelló y azotó su rostro contra la pared rompiéndole la nariz de inmediato y poco después sacó un objeto punzocortante que, cuya hoja de acero muy fina y filosa, se deslizó sobre el cuello de la mujer.

Jane llevó sus manos al cuello y cayó al piso tratando de detener la hemorragia pero al atravesar su arteria no hubo mucho que hacer, solo vio al castaño revolver todo el departamento sin saber qué era lo que buscaba en realidad, solo era consciente en que la misma sangre estaba ahogándola.

Ella solo miraba revolotear las maletas, tirar su ropa por todos lados y romper el colchón con la misma arma que la había herido. Rebuscó una y otra cosa en medio del colchón y abrió el armario antes de sacar las prendas sin detenerse en lo más mínimo a pensar en ella, en la agonía.

Jane hizo el intento por levantarse y al verlo acercarse a la cama y revisar debajo, intentó detenerlo colocando su ensangrentada mano sobre el hombre, Sin embargo, solo logró verlo tirar al arma que usó para herirla y sacar el dinero de debajo antes de levantarse, mirarla y sacudírsela para después salir de ahí.

El hombre dio una última mirada a su remera, estaba manchada de sangre y después de verla en los últimos momentos de su vida, salió de ahí sin más dejando que la mujer terminara de desangrarse en el piso mientras él abandonaba el edificio colocándose una capucha, llevándose el maletín con el dinero y tratando de salir desapercibido curbriendo su rostro frente a las cámaras.

Abandonó el complejo sin ser visto y cuidando que las cámaras no grabara su rostro. Ni las cámaras de las calles ni la del propio edificio, de lo contrario sabía que estaría en serios problemas legales.

Jack despertó con la alarma de su celular y se levantó de mala gana antes que todos y solo envió un mensaje a su hijo para decirle que no pudo esperarlo. Tampoco esperó a su exesposa tampoco a sabiendas de que en realidad ella estaría ocupada con su trabajo y probablemente la importunaría o quizás había quedado con su pareja actual. En cualquier caso él no quiso molestarla y prefirió irse sin más.

Solo tomó un jugo y después partió de la casa de su familia para ir a su oficina donde sabía que le esperaba un día largo y pesado.

Subió al auto que le esperaba afuera y miró a su chofer, quien solo le dio un asentimiento de cabeza como saludo. Fijó la vista entonces sobre sus custodios.

—¿Resolvieron lo de Jane? —inquirió mientras prestaba atención a los hombres.

—Sí señor, lo hicimos —dijo uno de ellos—. No tiene nada de qué preocuparse, todo se hizo de acuerdo a lo que debía hacerse y con total discreción. No hay nada que lo involucre o vincule con ella.

—Muy bien, confío en su palabra, como también confío en que este tema muere aquí —dijo mientras los hombres asentían y guardaban silencio durante el resto del camino.

Durante todo el recorrido, Jack se la pasó respondiendo mensajes y pronto estuvo en su oficina.

Apenas cruzar la puerta se vio avasallado por su asistente y recibió una lista interminable de pendientes mientras él escuchaba y asentía a cada una de ellas. Al llegar al pasillo principal se encontró con los dos becarios que acompañaban a uno de los abogados con los que se reuniría. Dio un suspiro, odiaba el exceso de becarios transitando por ahí, muchos de ellos solo buscando la oportunidad de agradar a alguien de poder para afianzar su carrera, eran muy pocos los que verdaderamente querían sobresalir por sus propios méritos. Quizás estaba exagerando pero lo cierto era que tenía un serio prejuicio sobre los pasantes.

Se metió a su oficina y encendió su portátil para ver sus pendientes, tanto que sin darse cuenta se vio ateniendo el sinfín de pendientes que tenía. Aquello parecía un cuento sin final y tenía mucho que revisar aun antes de tomar decisiones; mientras tanto, trabajó con el tiempo encima, mirando su reloj una y otra vez para no llegar tarde a la audiencia que tenía en un par de horas.

—Es hora de ir al tribunal —dijo a la asistente, quien en ese momento estaba frente a él—. Es hora de mi audiencia, es mejor que termines esto y revisaremos a mi regreso. Espero un buen trabajo.

—Por supuesto, señoría —dijo la mujer—. ¿Quiere que le reprograme las citas de la tarde o vendrá para atenderlas?

—Regresaré —dijo y ella sonrió mientras movía la cabeza para mostrar su acuerdo—. Por favor mantente al pendiente de cualquier cosa.

Miró el reloj y suspiró al ver que era hora de ir al tribunal, solo dejó lo que estaba haciendo y tomó su toga ir directamente a la sala de tribunales.

Recorrió los pasillos hasta la sala del tribunal de arraigo, pasando frente a los becarios que le miraron entre el temor y la fascinación de ver al hombre que todos consideraban el epítome de la justicia. Jack se apresuró a ingresar a la sala y de inmediato visualizó a su alrededor a la gente que recién llegaba y los que ya estaban.

—¡Todos de pie! —dijo el oficial—. La corte entra en sesión. El honorable juez FitzGibbons preside esta audiencia.

Jack se sentó en su lugar.

—Caso 789564 el estado contra Roger Morgan, cargos por tentativa de homicidio y violación en primer grado —dijo el escribano mientras los demás escuchaban.

—¿Cómo se declara? —inquirió Jack.

—Yo no hice nada —dijo el hombre con una arrogancia que hizo que Jack le observara con atención.

—Inocente —corrigió la defensa.

—¿La fiscalía exige una fianza? —cuestionó el juez mirando a la mujer que tenía frente a él.

—Prisión preventiva, su señoría —respondió Chelsea desde su sitio—. El señor Morgan es un empresario millonario. Riesgo de fuga.

—Eso es una arbitrariedad —dijo la defensa—. Mi cliente está en la mejor disposición de colaborar, no posee historial criminal alguno, señoría, por lo que exigimos que se fije una fianza.

—Nadie aquí está en disposición de exigir nada —respondió Jack con esa dureza que auguraba que tenía todo resuelto y bajo control—. El acusado será enviado a Rikers.

Golpeó el mallete para acentuar su dictamen y se puso de pie de inmediato para salir de ahí.

Salió de la corte rumbo a su oficina de nuevo pero fue interceptado por uno de sus amigos.

—Jack —dijo el juez Millor—. Qué bueno que te veo, amigo. Tenía ganas de saludarte.

—Ralph —dijo con una media sonrisa—. Me alegro de verte. Justo acabo de salir de la sala del tribunal de arraigo.

—Yo entraré en una sala en solo unos minutos —declaró el hombre—. Estoy esperando a la abogada de la defensa.

—¿Para qué? —dijo Jack.

—No lo sé —dijo Millor.

—¿No crees que eso no es bueno? Se puede mal interpretar —dijo Jack—. Ten cuidado con lo que haces, ya sabes que hay ojos por todos lados. No te metas en problema. Si alguna de las dos partes quiere entregarte algo que sea siguiendo las reglas.

—Tienes razón. No parece mala persona, al menos eso me pareció por teléfono pero... —dijo mientras Jack le entendía—. La gente es así, no es bueno confiarse de nadie. En fin, iré a mi oficina, tal vez podamos tomar un trago esta noche si estás libre.

—Claro —dijo Jack—. Me llamas a eso de las seis y acordamos, ¿te parece?

Millor asintió y se fue dejando a su colega unos segundos parado, antes de que se diera la vuelta para seguir sus pasos hasta su oficina; no obstante, chocó con alguien y la lanzó al piso.

—Lo lamento —dijo ayudando a la mujer y tomando los papeles del piso para devolvérselos.

La joven levantó la vista y miró al hombre con los ojos muy abiertos.

Chelsea miró a Jack y de inmediato se puso nerviosa al pensar que en cualquier momento la reconocería. El corazón le saltó al verlo y más aún cuando la mirada de él se posó sobre ella.

—Señorita Randall —dijo Jack ayudándola a levantarse—. ¿Está bien? Lo lamento, no la vi y me disculpo por ello. Por cierto, muy buen trabajo en la sala de arraigos. Me alegra ver que conoce su trabajo, esperaré lo que tiene para el juicio, mientras tanto, mis felicitaciones.

—Gracias —dijo un tanto nerviosa mientras recogía sus cosas con ayuda de Jack, quien no dejaba de observarla y notar que tiraba las hojas haciendo un desastre en lugar de recogerlo—. Lo siento, estoy un poco nerviosa porque es mi primer caso.

—Entiendo —dijo Jack—. Es natural.

—Bueno, debo irme —añadió Chelsea—. Me dio gusto verlo.

Se dio la vuelta y avanzó unos pasos pero la voz de Jack la detuvo. De nuevo, sintió que el corazón se le desbocó al escuchar su nombre.

Se giró hacia él.

—Estuve pensando en usted y tratando de recordarla —dijo mientras ella abría los ojos y miraba al juez, visiblemente atemorizada—. Por mucho que me esfuerzo, no logro hacerlo.

—No hay mucho que recordar —dijo Chelsea—. Le dije que lo vi en televisión, en realidad no sabía que era usted. Yo seguramente lo vi en algún noticiero, la prensa, no lo sé. Es solo que asumí una imagen de su persona. Es casi una leyenda en los tribunales.

Jack la observó retorcer sus manos un par de veces y sujetar su blusa por lo que prestó toda su atención.

— ¿Está segura? —preguntó él—. ¿Tiene esposo e hijos señorita Randall?

—¿Por qué habría de mentirle? —dijo alzando la voz y sorprendiendo a Jack.

Él la tomó del brazo y la guio a su despacho donde ella se tomó un tiempo para recomponerse. Jack le entregó un vaso con agua para que bebiera. La joven dudó unos segundos pero finalmente lo sujetó antes de levantar la vista hacia el juez, quien frunció el ceño al ver su comportamiento.

—¿Cómo sabe que tengo una hija? —inquirió ella y él sonrió antes de quitarse las gafas y mirarla con atención.

—Yo no sé que tiene una hija, al menos no lo sabía hasta ahora —respondió él—. Solo, hice una pregunta, lamento si causó un tipo de malentendido, es solo que me causa un poco de conflicto que usted suele... temerme y esquivarme la mirada todo el tiempo. Estoy un poco confundido con eso, trato de entender el contexto.

—Cualquiera que le miré le teme —dijo y él soltó una risilla—. No finja que no lo sabe, al menos no insulte mi inteligencia.

—Randall, yo no insulto nada —dijo mirándola—, solo me resulta curioso su comportamiento, pero sabe qué, tiene razón, vamos a dejarlo así, no vamos a seguir con esto, solo siento que haberla asustado mucho.

El sonido de la puerta hizo que ambos se callaran y entonces se abrió de inmediato para dar paso a Millor, quien se sorprendió al ver a su amigo acompañado de la fiscal.

—No esperaba encontrarte ocupado —dijo el juez mirando a Jack—. Venía a decirte que si nos vemos esta noche a las nueve en el Death, por supuesto la invitación se extiende a usted señorita Randall.

—No creo que la señorita Randall pueda asistir —dijo Jack lanzándole una mirada de reproche.

—En realidad no, estaré bastante ocupada —confirmó la mujer con una sonrisa nerviosa—. No podré ir a ningún lado.

—¡Oh, vamos! —dijo Millor, estoy seguro de que los tres podemos sacudir el estrés...

—Me tengo que ir —dijo Chelsea huyendo del lugar y dejando a los hombres solos mientras Jack asentía y dejaba que se fuera.

Apenas se quedaron solos, Millor miró a Jack.

—Creí que me habías recomendado no intimar con los abogados —dijo a Jack mientras la mirada de FitzGibbons se posaba sobre él—. Parece que alguien se contradice.

—Choqué con ella, la envíe al piso y le di un vaso con agua —dijo enojado—. Deja de decir tonterías, pero tengo que admitir que hay algo en esa mujer que me incomoda. —Miró al otro juez—. No es lo que piensas. Ella, debe conocerme pero se niega a decirme de dónde. Soy todo menos estúpido.

El juez frunció el ceño.

—¿Crees que ella es algún tipo de espía? —inquirió Millor—. ¿Alguien que quiera hacerte daño?

—No lo creo, lo que sí pienso es que ella debe saber quién soy, al menos debió conocerme en algún lado y... no debe haber una buena experiencia, solo que no se atreve a decírmelo —añadió Jack—. Debe haber algo, no me creo eso de que me vio por televisión. Se pone nerviosa, tartamudea. No lo sé, es extraño.

—Tal vez debas investigarla —dijo Millor—. Algo debe haber, no puedes confiarte de nadie, nuestra vida es así, la tuya es así. Por Dios, Jack, eres el juez más temido y el más deseado a la vez. No hay un solo empresario que no tema caer en tu sala, ni político que le tema a tu mallete. Busca algo de ella.

—Tienes tazón —dijo Jack—. Debo irme a casa, nos vemos más tarde en el Death. Tengo que irme ahora.

—Muy bien —dijo Millor—. No me vayas a dejar plantado. Buscaré compañía.

—¿Mujeres? —inquirió él.

—No, que cerdo eres, solo quiero una noche tranquila, estoy un poco harto de las mujeres justo ahora —dijo Jack—. Por ahora prefiero otorgar el escaso tiempo que tengo a mi hijo. Va a iniciar una nueva carrera y espero estar ahí para apoyarlo.

—Me parece muy bien, ojala mi hija fuera así de responsable como el tuyo —dijo Millor—. Esa mujercita saca lo peor de mí. Entre ella y su madre me van a matar. Creo que tu chico les agradece mucho que lo hayan adoptado. Es el mejor hijo en el mundo y les agradece con creces todo lo que han hecho por él.

—Es un buen chico —dijo Jack—, su llegada hizo feliz a mi exesposa.

—¿Y a ti? —preguntó el juez a Jack.

—Por supuesto —aseguró con una media sonrisa—. Mi hijo dio mucha alegría a la familia y no pude estar más agradecido, aún lo sigue haciendo y sé que no va a decepcionarnos. No importa que no sea nuestro hijo biológico, es mi hijo y el de mi el de ella sin importar nada. Nos ha dado tantas satisfacciones.

—Nunca entenderé por qué decidieron no tener hijos propios —dijo Millor—. Ustedes sabrán pero creo que ella hubiera sido más feliz si dejara de cuidar su figura tanto.

—No los tuvimos porque simplemente esperamos años y no llegó —dijo Jack—. No había nada que deseáramos más que un hijo pero en más de cinco años no llegó.

—¿Nunca fueron al médico? —inquirió su colega.

—No, ella no quiso. En el fondo tenía miedo de ser ella el problema —dijo Jack—. La habría devastado saber que no podría ser madre. Decidimos dejarlo así y adoptar. A veces vivir en la ignorancia es lo mejor.

—Aun así tu divorcio pasó —dijo el hombre—. Recuerdo la borrachera el día que oficialmente estabas divorciado. Sé que estabas muy mal porque estuve esa noche por casualidad en el mismo bar donde viste a tus amigos.

—Nunca he negado que seguía enamorado de ella —respondió Jack—, aunque no lo creas, soy un ser humano y todo lo que se dice de mí, es en el plano laboral. Mi esposa fue la mujer más importante de mi vida y ahora es una amiga, tal como lo fuimos antes del matrimonio. El divorcio fue el término de una relación sentimental, no de mi amistad.

—Bien, me alegra, igual te veré esta noche —dijo el hombre y se fue del lugar dejándolo en medio de sus propios pensamientos con respecto a su matrimonio.

Diez años habían pasado desde aquello y aunque ya era cosa del pasado, no podía evitar pensar en lo difícil que fue dejar a la mujer con la que había estado desde la universidad. Sonrió y negó para luego apresurarse a terminar su trabajo. Poco después salía a su departamento donde apenas tuvo tiempo de descansar y posteriormente salió del lugar para ir directamente a su reunión.

Se encontró con Millor y con dos de sus mejores amigos, a quienes saludó.

—No sabía que vendrían —dijo FitzGibbons al ver a los dos hombres junto a Millor.

—Nos llamó para pasar el rato —dijo uno de ellos.

Gerald Hughes y Noah Clarke no eran más que dos de los abogados más poderosos del país y de los más solicitados, con un record de casos ganados que los convertían en unos verdaderos lobos en un tribunal. Por ello también eran dos hombres bastante temidos, tanto como el mismo Jack, sobre todo cuando eran calificados de ser implacables e incluso poco éticos para despedazar a quien tuvieran que despedazar en el tribunal.

Su fama como abogados era tal que más de una celebridad peleaba por tenerlos a su lado; sin embargo, solían tener el tiempo reducido. Jack, nunca los había tenido en un tribunal y esperaba no verlos jamás puesto que conocía lo rudos que eran. Pensó en la fiscal de distrito actual, si bien, era bastante buena, también quedaba claro que era un cordero en comparación con los dos hombres que tenía enfrente.

Sonrió al darse cuenta de que estaba pensando tonterías imaginando a la mujer en un tribunal frente a eso dos.

—Me alegra verlos, tanto tiempo sin divertirnos juntos —dijo el juez mientras hacia una seña al mesero para ordenar una bebida.

—Yo de verdad lo merezco —dijo Gerald con una sonrisa de truhan que hizo reír a los otros dos—. No soy religioso pero de verdad que le rogué a Dios todos estos meses lo que no había rogado en toda mi vida.

—¿Y eso? —preguntó Millor.

—Mariska —dijo Noah—. La mujer es asfixiante, yo que no soy el novio siento que me ahogo cuando está cerca. No sé cómo la soporta. Se la vivía en el despacho pero afortunadamente volvió a Florida o en unas semanas estaría frente a Jack recibiendo mi condena.

—Ya deja de perder el tiempo con ella —dijo Jack mirando a Gerald—. Tu novia espera una propuesta que no harás nunca y está dejando pasar sus mejores años por ti. No seas egoísta.

—Vine a distraerme no a que me hablen de ella —respondió Gerald mientras levantaba su copa para mirar al sus amigos—. Si sigues hablando de eso, seré tu peor pesadilla en el juzgado.

Jack sonrió y le dio una palmada a su amigo antes de que Noah hablara.

—Hay mujeres muy bellas esta noche —dijo Noah.

—Vienes con nosotros no con las mujeres —dijo Jack—. Además no te fíes de la gente extraña, ¿cuántas veces te lo debo decir? Recuerda lo que me pasó hace años en una reunión, me dieron droga en una bebida y aún hoy, soy incapaz de recordarlo todo y ni siquiera sé con qué objeto hicieron todo eso.

—No me lo tomes a mal, eres guapo pero no eres mi tipo —respondió Noah—. Me gustan las castañas. Lo siento, así que aunque vengo contigo, miraré mujeres. A mí no va a drogarme nadie.

Sus amigos sonrieron.

—¿No sabes comportarte? —preguntó Jack—. No es que te juzgue, pero tienes muy mal gusto.

—Eres insoportable —dijo Noah—. Ninguna mujer te gusta, empiezo a creer que te gustan los hombres o que sigues enamorado de tu esposa.

El juez soltó una risa sabiendo que su amigo empezaba a perder la paciencia.

—Solo soy selectivo con...

Se quedó callado cuando vio hacia la barra donde dos mujeres bebían un trago. Una de ellas era bien conocida por él.

—¿Pasa algo? —inquirió Gerald al ver a su amigo con la mirada fija sobre ellas.

—¡Oh, la rubia! —dijo Noah—. Es muy guapa, tengo que admitir que tienes muy buen gusto.

—¿Chelsea Randall? —inquirió Millor—. ¿Qué hace aquí? Dijo que no podía venir con nosotros, entonces, por qué venir a sabiendas de que estaríamos aquí y nos daríamos cuenta de su mentira.

—No lo sé pero ahora voy a averiguar. Te dije que había algo rato en esa mujer —dijo Jack antes de ponerse de pie y caminar hacia la barra donde se encontraba la joven bebiendo con su amiga. Apretó los labios un tanto molesto.

—Jack... —dijo Noah pero su amigo se había ido—. Podrías esperar.

Se acercó hasta ella y pensó en sus palabras antes de hablar. La miró sonreír a su amiga y pensó en que en realidad era bastante contradictorio verla ahí después de que horas antes había jurado no poder ir bajo ninguna circunstancia.

Se cuestionó por qué si ella se asustaba al verlo y le rehuía constantemente, estaba en ese momento ahí como si estuviera buscándolo.

»Señorita Randall —dijo Jack atrayendo la mirada de ambas—. Creí que dijo que no vendría esta noche porque tenía muchas cosas que hacer.

—Me cancelaron —dijo un tanto nerviosa mientras la otra mujer se entretenía con un hombre que le hablaba—. Lo lamento, no esperaba venir aquí pero mi amiga lo pidió e insistió tanto que no pude negarme.

De nuevo la vio desviar la vista a todos lados como si pretendiera evadirlo y observó el movimiento de sus dedos.

Chelsea tenía el hábito de llevar sus dedos a las solapas de su ropa para pellizcar la tela cuando estaba nerviosa y Jack era lo suficientemente observador para darse cuenta.

—Ya veo —dijo Jack con una mirada de suspicacia sobre ella—. Le gustaría tomar algo con nosotros, estamos en una de las mesas de allá. —Señaló el lugar—. Estoy con el juez Millor y dos abogados amigos míos, quizás le interese conocerlos.

—Gracias, no me relaciono con desconocidos —dijo la mujer sin pensarlo—. Lo lamento, no quise decir eso, me refiero a que vine acompañada y prefiero quedarme con mi amiga.

—Parece que ya la dejaron —dijo señalando a los lados donde no podía verse a la mujer que le acompañaba.

—No es así —respondió mirando a todos lados—. Si me disculpa, tengo que dejarlo.

—¿Tan pronto? —inquirió con la mirada sobre ella—. Parece bastante alterada, tal vez deba venir conmigo y beber un poco de agua.

—No lo creo —dijo Chelsea alejándose por el pasillo y yendo directamente hasta otro sitio a donde Jack le siguió al verla irse sin más.

Avanzó por el oscuro lugar hasta el sanitario donde se metió de inmediato y re reclinó en la pared con el corazón agitado de imaginar que la descubriera o la recordara. No solo quedaría en vergüenza y exhibida, sino también temía que preguntara cosas que ella no estaba dispuesta a responder.

Escuchó el sonido de la puerta y se giró para ver a Jack con la mirada para ella.

—Se acabaron los juegos y ahora mismo vas a dejar de comportarte como una estúpida y me vas a decir qué diablos pasa y por qué estás aquí si por la mañana dijiste que no podías venir, ¿acaso me estas siguiendo? —dijo ejerciendo presión psicológica sobre ella y amedrentándola con su imponente presencia—. Habla de una vez o voy a averiguarlo por mí cuenta y no te resultara tan grato.

El teléfono de la fiscal comenzó a sonar, sobresaltando a la mujer y ella miró el número. Sin decir nada se apresuró a responder rápidamente al ver que era Curtis.

Apenas colgó miró a Jack.

—Me tengo que ir —dijo antes de empujarlo, un tanto consternada, y salir de ahí apresurada para ir a los separos luego de escuchar la llamada que involucraba a su novio en un delito grave...

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