Capítulo 38

Jack suspiró mientras Pipper esperaba tranquila a que el juez del juzgado familiar terminara de leer el acuerdo de guarda y custodia que Chelsea pidió para él y también para que dictaminara sus derechos paternales y sus obligaciones parentales.

Por fin podía nombrar a su hija bajo su apellido y, aunque Chelsea no parecía tan contenta con el asunto, sí que estaba, al menos, cooperativa.

—Es la primera vez que lo veo tan callado en un acuerdo legal, abogado —dijo Pipper y él dejó la lectura de su propio documento solo para observarla. Sonrió—. Realmente estoy sorprendida, pero me alegro de que haya cedido a nuestras reglas.

—Te recomiendo que aprendas a callar cuando debes hacerlo, no sea que yo encuentre un vacío legal que eche abajo tu... flamante acuerdo. —Volvió a sonreírle con malicia—. Respondiendo a tu malintencionada curiosidad, le dije a Chelsea que acataría sus indicaciones, es justo lo que estoy haciendo, pero olvidé decirte algo importante —esta vez fijó la vista en la fiscal Randall para dirigirse a ella—. Deberías cuidar a tu abogada, Chelsea. Es una lagartija intentando comerse a un tiranosaurio, puede ser peligroso.

—Firme ya, tengo que irme —recriminó Pipper con un deje de superioridad que le causó risa y el juez a cargo la observó con atención mientras Jack solo esperaba como buen zorro viejo, inclusive cuando Chelsea tuvo que abandonar la sala luego de que su teléfono sonara por una llamada de trabajo—. Aquí, justo aquí —señaló la línea, moviendo las hojas hasta el final. Firma ya, FitzGibbons o vamos a tener problemas. Si no ratificas, no verás a tu hija.

Le colocó la costosa pluma en las manos y Jack estampó su rúbrica, saltándose las últimas hojas antes de entregárselo.

De inmediato, dieron por concluida la reunión luego de que Chelsea volviera y firmara sin problemas.

Los tres abandonaron la sala de juntas del juzgado. Fue entonces cuando la fiscal notó el semblante victorioso que tenía Jack y no le gustó, así que tomó el acuerdo para darle una última revisión.

—Está todo bien —dijo Pipper, intentando calmarla y frunció el ceño antes de mirar a Jack, quien se acercó, extendiendo la mano hacia Chelsea como señal de despedida. Luego miró a la abogada y se despidió también, acercándose a ella para susurrar algo:

—Acabas de cometer el peor error de un abogado —dijo con una sonrisa victoriosa mientras Pipper fruncía el ceño sin entender.

—¿De qué habla? —inquirió la contrariada mujer.

—De que yo jamás pierdo un acuerdo —contestó el juez y se dio la vuelta para irse por el pasillo; sin embargo, se detuvo tratando de darle un poco de tranquilidad—. No importa, no te preocupes, no usaré tu error a mi favor, a menos claro que esto coja otro rumbo. Si eso ocurriera, no te lo tomes personal, solo... míralo como una enseñanza para no volver a ser estúpida con otro abogado.

—Jack —habló Chelsea y se giró a verle mientras él hacía lo mismo—. Prometiste que no habría trampas. Dijiste que era por Chloe. ¿De qué se trata todo este juego que tienes justo ahora?

—Y lo voy a cumplir —replicó FitzGibbons con seguridad, aunque su sonrisa parecía estar divirtiéndose a costa de ambas—. Mientras cumplas tu parte, yo haré la mía, pero dile a tu abogada que no me agrada la gente que me mira como si pudiera ganarme. Soy narcisista, también me gusta la atención y no sea que su sonrisa estúpida, se vea borrada de tajo. Quiero llevar esto en paz, Chelsea, pero tu abogada ha pasado las últimas semanas tocándome los cojones y empiezo a perder la paciencia. Justo ahora cometió un error que podría costarte la custodia, aunque si no puede ver qué fue lo que hizo mal, si tú no puedes verlo, entonces ambas vuelvan a la facultad y repasen sus apuntes.

Siguió su camino mientras esbozaba una sonrisa de suficiencia.

Chelsea volvió a la sala y se sentó para recordar cada cosa que hicieron dentro. Miró a su amiga y esta se encogió de hombros.

—No te hagas la graciosa con él, odia eso y lo último que quiero y necesito es que se piense el ofendido y desconozca el acuerdo que firmamos, empezando una nueva pelea —pidió Chelsea y su amiga entornó los ojos, pero terminó por asentir.

—Siento que algo trama, es solo eso —replicó la abogada—. Como sea, me voy a casa, hoy... ya sabes, tengo que hacer eso.

—Te iré a ver más tarde, no deberías estar sola, algo puede pasarte y es mejor que estés acompañada. Nada más recogeré a Chloe en la guardería y luego iremos a tu departamento —añadió la joven fiscal y su amiga asintió—. ¿El doctor llegará a tu casa? —Pipper afirmó—. ¿Y él?

Negó y la abogada no tuvo más opción que suspirar resignada.

—No le dije, en realidad —aclaró y sonrió encogiéndose de hombros—. No creo que le importe si su amante decide abortar o no. Además, no quiero lidiar con él y tú tienes un caso que atender, a juzgar por tu cara. Como sea, tengo que irme —remarcó antes de darse la vuelta para ir a su hogar.

Entretanto, Jack se acercó al juez que llevaba su caso. Este le observó y le entregó una memoria con la grabación de la firma del acuerdo.

—No debería hacer esto y lo sabes, me juego mi licencia y tampoco estaba al tanto de que fueras tan corrupto. En fin, te debo favores y soy un hombre de palabra. En el video logra verse el momento exacto y con claridad cuando la abogada te pide que firmes y ella misma recorre las hojas para indicarte dónde. Hay al menos una violación al código, sin contar que podrían acusarla de coaccionar la firma —añadió el hombre y le entregó también otro documento—. Sin embargo, que un juez te crea que no la detuviste porque no estabas tratando de sacar ventaja, va a estar en arameo.

—Es por eso que soy el mejor abogado —replicó Jack.

—Entonces, toma esto —dijo el otro, negando con la cabeza.

—Bien hecho. —Jack se despidió del hombre y fue a su oficina. El acuerdo no solo dejaba claro que visitaría a su hija, sino que también en ese documento, la niña figuraba como Chloe FitzGibbons, convirtiéndola en su hija legal.

Subió a su auto y fue hacia la corte, a donde fue delegado unos días antes, para atender un caso especial y debía empezar a prepararse.

En cuanto llegó, fue a su oficina y se sentó para comenzar a trabajar y darle una revisión al caso. Repasó y se dio cuenta de que la defensa estaba a cargo de una de las más feroces litigantes que conocía, Carolyn Hidden.

—Nos veremos de nuevo en la corte —musitó y sonrió, recordando la manera en que se daban encontronazos en el pasado; no obstante, pronto él escaló y la mujer tomó un camino distinto.

Luego leyó el nombre de la fiscal a cargo y se dio cuenta de que Chelsea Randall sería la quien se encargaría.

—Empezarás con un rival muy fuerte —declaró antes de tomar su celular y llamar al fiscal de distrito.

—Magistrado. —Saludó el otro desde su lugar—. ¿En qué puedo ayudarlo?

—Estaba revisando el caso que el sistema judicial debatió y me asignaron para... calmar a la ciudadanía, pero tengo una duda, ¿por qué colocaste a Randall? Es un caso no solo polémico, sino también controversial y muy duro para alguien que está iniciando su carrera como fiscal adjunto —declaró de corrido, esperando por la respuesta—. Writing sería lo ideal, tiene ardua experiencia en este tipo de casos y dada la naturaleza de la situación, preferiría que no arriesguemos el trabajo de la fiscalía.

—El presidente hizo llamadas y pidió a Randall —anunció el hombre mientras Jack guardaba silencio.

—¿Por qué el presidente tiene los colmillos metidos en donde no debe? —inquirió curioso.

—No lo sé, pero dijo que hablaría contigo, no estás ahí por azar, estás por algo —respondió el fiscal de distrito—. Tenemos las manos, los pies y el hocico amarrados como fiscalía, ¿ya viste a la defensa? Van a despedazar a la fiscal, ya conoces a Hidden.

—Te llamo después —dijo Jack cuando la puerta se abrió para dar paso al mandatario, quien entró a su oficina como si fuera suya—. Señor presidente. ¿Qué hace en Nueva York, específicamente aquí en esta corte?

—He oído que fuiste enviado para tomar este caso en específico —dijo el presidente y le dio una sonrisa amable—. ¿Sabes que entre los acusados está el hijo del general Appleby? Albert Appleby, un respetable miembro de nuestra honorable guardia costera.

—Sí, leí el informe y bueno, aquí es un acusado y mi trabajo es emitir una sentencia. Si es culpable y, si la fiscal puede demostrarlo, así como el jurado decide que lo es, yo no tengo nada que hacer más que castigarlo como se merece, debo decir que es un delito federal, por tanto, incluye la posibilidad de la pena de muerte —aclaró Jack, dejando claro que no habría ayuda de ningún tipo.

—No me has entendido, preferiría que esto se atendiera en una corte marcial y estoy muy seguro de que puedes anular el caso para que sea remitido —añadió el presidente, dejando claras sus intenciones—. Es una indicación.

—Con todo respeto, señor presidente, no acato indicaciones en mi corte, ni de fiscales, ni abogados, ni de militares, y por ende, ni siquiera las suyas —sentenció Jack y le observó con una sonrisa, a sabiendas de que lo estaba retando—. Este es mi reino y no permito que nadie, absolutamente nadie, meta sus narices. Desde luego, eso lo incluye, como ya dije antes. Estoy seguro de que una corte marcial, sería lo justo para los acusados, pero no lo será para una víctima que espera justicia que no obtendrá cuando el acusado forma parte de la élite militar y cuando en esa élite se busca proteger a los suyos, eso sin contar que el delito se cometió en mi jurisdicción.

—No hagamos esto más grande —pidió el presidente con un tono que no le gustó a Jack.

—No lo estoy haciendo, mi trabajo es mantener delincuentes fuera de las calles, le recuerdo que el suyo también, eso incluye a los hijos de los hijos de los hijos de sus amigos —añadió con un deje rebelde—. Le recuerdo que usted es un servidor público y el país entero le paga y le paga mucho por cuidar de esta nación, hágalo bien.

—Desde luego, señor juez —dijo el presidente y le dio una sonrisa divertida—. Espero que tomes el caso con la destreza que te caracteriza.

—Así será —dijo el juez y tomó un tiempo para mirarle con atención mientras el otro le devolvía el gesto con hipocresía.

—Confiaré en tu juicio entonces y en el trabajo de la fiscalía —añadió el presidente—. En fin, me retiro, espero buenos resultados.

Se fue de ahí, dejando a Jack pensativo luego de que se supiera que Chelsea estaba en el juicio solo porque el presidente lo había ordenado así.

El sonido de la puerta hizo que él mirara a la entrada donde su asistente le dijo que la abogada del caso estaba ahí. Jack le pidió que la dejara pasar.

Se puso de pie y miró a la entrada. Se encontró a Carolyn Hidden, quien le sonrió con suficiencia.

—El gran Jack FitzGibbons, nos volvemos a ver, querido —dijo la mujer antes de sonreírle—. Ha pasado tiempo. Mucho al parecer, ahora eres el juez con más poder en este país y no solo eso, también eres el hombre que dejará libre a mi cliente.

Jack sonrió.

—Ha pasado una década —añadió el juez, cruzando los brazos sobre el pecho—. En cuanto a lo otro, no lo sabes, veremos lo que tiene la fiscalía.

—No tienen nada, ningún fiscal con dos dedos de frente querría enfrentarse a mí —dijo la mujer con una sonrisa divertida—. Tengo entendido que la fiscal es una novata, recién mandada al rastro. Apenas ha llevado un caso fuerte y antes de eso nadie sabía que existía. ¿De verdad crees que va a poder conmigo?

—No me corresponde a mí emitir juicios sobre el desempeño de los fiscales, pero si ella está en el caso, es porque puede contigo —mencionó el hombre con seguridad—. Una de las reglas de la abogacía, es que nunca debes confiarte de los novatos. Solo mírame, era un simple abogado y un día pasé por encima de todos, inclusive de mis mentores.

La mujer se acercó y pasó su mano por la barbilla de Jack.

—Sigues tan guapo como hace años —replicó y él sonrió—. Y tan soltero como antes, parece que no hay mujer suficiente.

FitzGibbons sonrió y dejó que ella se acercara y le rodeara el cuello con ambas manos.

—Ten cuidado —advirtió.

—Tal vez cuando todo esto termine, podamos recordar viejos tiempos —añadió Carolyn al mismo tiempo que se acercaba para besarlo.

Sus labios rozaron los de Jack y las manos del juez apretaron su cintura de inmediato mientras sus ojos se clavaron sobre los labios de la mujer, dejando que Carolyn rebasara los límites. Lo besó para dejar claro que estaba interesada en retomar la relación que tuvieron años atrás, cuando él acababa de divorciarse.

Era unos años más joven que él, también estaba divorciada y siempre había tenido una fuerte atracción por el juez, pero la personalidad dominante de ambos hacía la convivencia bastante tensa. A ella le gustaba el control y a él el dominio, así que su breve amorío, no llegó a nada.

»Ambos estamos solteros y tal vez podemos retomar lo que dejamos pausado hace un tiempo —insistió la abogada y esta vez fue él, quien rompió la distancia y la besó.

La apretó en sus brazos y de inmediato sus manos fueron al trasero de Carolyn, quien se dejó hacer y respondió al beso del juez, deslizando sus manos por todo su pecho.

Jack se apartó por unos segundos y por un breve instante vio a Chelsea en ella, incluso cuando no tenían nada que ver una con la otra, cuando ni siquiera debería estar pensando en la fiscal. Retomó el beso y la apretó en sus brazos para besarla de nuevo, tan fuerte que terminó por auparla y subirla sobre el escritorio, musitando sin querer el nombre de Chelsea.

Entretanto, Chelsea salió del ascensor y vio que la asistente de Jack no estaba en su lugar, así que se apresuró a tocar la puerta del juez, pero no hubo respuesta. Tocó de nuevo y, al no oír nada, abrió.

La imagen que vio, le golpeó de frente, la dejó sin habla.

Jack besaba a una mujer y por alguna razón ella se sintió traicionada, aunque sabía que no debería.

Al verla, el juez se apartó de Carolyn con rapidez, manteniendo una distancia entre ambos. Chelsea se quedó callada un segundo, uno que le pareció eterno, puesto que, en principio, no esperó encontrarse con esa escena y porque en realidad se vio invadida por algo que no pudo nombrar en ese instante.

La rubia se bajó del escritorio y, luego de darle una mirada a Jack, abandonó el lugar diciendo que le llamaría luego.

La sonrisa coqueta que ella le dio al final, hizo hervir la sangre de Chelsea, quien se dio cuenta de que estaba siendo irracional y estúpida.

Por su parte, el juez solo volvió a su lugar y después de carraspear, solo preguntó qué necesitaba.

Chelsea tardó un poco en responder, pero finalmente lo hizo.

—Soy la fiscal a cargo del caso de Albert Appleby —dijo saliendo de sus pensamientos y él asintió, como dando a entender que ya lo sabía—. Su abogada interpuso una moción de traslado para que el caso sea llevado a la corte marcial, a pesar de que el delito fue cometido en esta jurisdicción.

—¿Cuál es la razón? —inquirió Jack.

—Creí que lo había discutido con ella hace un momento —ironizó Chelsea sin poder contenerse y el hombre levantó la vista hacia ella, retándola a decir algo más.

—¿Por qué discutiría un tema de trabajo con una vieja amiga? —inquirió el juez y se mostró frío con el asunto—. Te lo pregunto a ti porque se supone que eres la fiscalía.

—Tal vez debería sugerir un cambio de juez para mi caso —refutó mientras él cambiaba a un semblante ofendido—. Para ser un juez con su reputación, se pasa las leyes y lo que se debe por donde no debería. Sus relaciones... amistosas, muy cercanas con la defensa, podrían afectar su juicio, pero desde luego parece que no es la primera vez que se brinca las normas. El incorruptible juez FitzGibbons no lo es tanto.

Jack se puso de pie, golpeando el escritorio con fuerza, y ella se vio retrocediendo por reflejo.

Lo vio acercarse hasta plantarse a solo un palmo y verla con sus atronadores ojos grises.

—Cuida tus palabras —sugirió con tono déspota.

—¿Debería? —inquirió Chelsea—. Estaba besándose con la abogada de la defensa y, ¿pretende que crea que no habrá una inclinación a favor de ella en un juicio por homicidio? —Sonrió con ironía—. Debe ser que no estamos hablando en el mismo idioma.

Jack la observó con atención, estudiando su semblante. Estaba tratando de descifrar qué era lo que le molestaba, pero concluyó que le preocupaba el trabajo y nada más.

—Primero voy a dejar muy claro algo, que tenga una reputación incorruptible, no quiere decir que no lo sea, más bien, quiere decir que soy muy bueno como para que nadie lo note. Segundo, puedo mantener mis relaciones personales lejos de mi trabajo —añadió con enfado y con una mirada atronadora que dejó claro que no le permitiría insolencias—. Ninguna relación mía va a impedir que ejerza las leyes como debo hacerlo. Ahórrate los discursos de moral, porque si de usar la posición en este lugar para sacar ventaja, vamos, yo tengo mucho que decir con respecto a Curtis y lo que hiciste para intentar liberarlo.

Chelsea se quedó callada a sabiendas de que siempre usaría eso para menospreciar un argumento y desde luego tenía razón, tanto como ella en ese momento.

—Bien, entonces le pido que firme la negación a la mudanza del juicio —solicitó dispuesta a dar toda clase de argumentos válidos—. Usted es un magistrado y tiene poder para hacerlo. Además, estoy segura de que la abogada hará que arresten a la víctima y la lleven a juicio en su propio campo para hacerle trastabillar previo al caso en esta corte.

Jack agachó la vista y esbozó una sonrisa antes de mirarla.

—¿Te estás anticipando? —dijo con un deje de diversión.

—La abogada Hidden tiene un amplio historial haciendo pedazos a las víctimas para ganar un caso —declaró Chelsea mostrándose furiosa—. No voy a permitírselo esta vez. Este es mi caso y va a llevarse como yo lo digo, donde lo digo y de ninguna manera, permitiré que juzguen a ese hombre, en donde solo recibirá como castigo público una nalgada y detrás del telón una medalla por violar a su compañera, mientras ella va a ser expuesta como la puta de la brigada. Usted y yo sabemos que eso es lo que Hidden hará.

Jack se recargó en el ejecutivo sillón.

—Yo no sé lo que Hidden hará, pero tengo curiosidad por lo que harás tú —dijo haciendo una seña con las manos para que le diera la carpeta.

Chelsea sonrió complacida y la extendió mientras que él miró por encima el documento, leyó la solicitud y firmó el impedimento al cambio de jurisdicción.

Jack cerró el folder y se lo dio antes de hablar.

»Chelsea, Carolyn es muy buena en su trabajo —dijo y sin darse cuenta, ofendió a la fiscal—. Va a atacar con todo lo que tenga y te aseguro que va a ser agresiva. Se ha granjeado enemigos por esa misma razón.

—¿Cree que no puedo, señoría? Me asignaron por algo, ¿no fue así? —Jack quiso decirle que la asignaron porque el presidente lo pidió y precisamente para que pierda el caso, pero no lo dijo.

—Solo ve con cuidado, Carolyn es bastante ruda y no en vano le dicen topo. —Sonrió, pero ella no devolvió el gesto—. Es muy buena, Chelsea, una de las mejores abogadas, mejor que muchos que gozan de prestigio, y no dejes que tu ambición por ganar el caso te haga cometer errores. Si ella pierde con una fiscal novata, tú te irás a la cima y ella al hoyo, algo que no piensa permitir. No es mi trabajo determinar cuál de las dos es mejor. Estoy seguro de que ambas tienen virtudes, pero también sé que la experiencia siempre es clave en casos como estos.

Chelsea sonrió y asintió antes de darse la vuelta.

Aunque al salir lanzó una maldición. Se sintió menospreciada, como si no confiara en que estaba a la altura de esa mujer.

—También soy una buena abogada —dijo mientras iba dentro del ascensor—. Mejor que muchos que gozan de prestigio.

Apretó los dientes de nuevo y, por alguna razón, se sintió triste. No pudo definir exactamente si era tristeza por verlo con otra o solo el duelo propio a la finalización de un amor. Ese vacío que se sentía cuando se terminaba una relación tras un camino lleno de tribulaciones. Se dijo que con todo lo que había pasado entre ellos, no pudo sentir el dolor de la pérdida o no como debió tal vez, pero de alguna manera en ese momento se sintió abatida. No lo admitiría, pero le dolió que Jack ni siquiera hubiese hecho un intento burdo para justificar la situación en la que lo encontró.

Bajó a la primera planta para ir a su terapia. Había empezado a ir sin decirle a nadie, no quería que pensaran que no estaba en condiciones de trabajar o de ser objetiva, así que solo asistía a su terapeuta con el conocimiento de su amiga Pipper.

Reconoció que nunca debió alejarse de ella y que esa mujer era por mucho su mejor aliada, sobre todo cuando notó que el mundo donde trabajaba no tenía amigos y no los tenía porque casi todos eran hombres y a Curtis siempre le molestó, así que ella los esquivó para darle gusto, se alejó y sin darse cuenta, le dio su vida a un hombre que nunca mereció el amor que le tuvo.

Con Jack no sintió prohibiciones de ese tipo, quizás por eso se enamoró, pero el control siempre estuvo implícito. De nuevo, le dio su vida a un hombre que vivía para hacer su voluntad. Al menos ahora, podía verlo claro.

En la salida se encontró con la abogada, quien le sonrió y se acercó a ella.

—Chelsea Randall, ¿no es así? —preguntó Carolyn y la fiscal asintió—. Eres nueva en esto, siempre es un placer para nosotros, los veteranos, encontrarnos con gente como tú, ambiciosos y deseosos de comerse un tiburón. No pasa a menudo porque siempre les damos cátedras de cómo hacerlo, pero... me gustará verte.

—Me gradué con honores, abogada. Soy inexperta tal vez, pero le aseguro que conocimiento no me falta —dijo Chelsea y después de hacer un movimiento con la cabeza, como despedida, pasó a su lado.

—Me he preguntado, ¿tu irritación por mí tiene algo que ver con Jack? —dijo Carolyn y Chelsea se detuvo antes de girarse a verla—. Oh, sí. Me gusta jugar rudo y ya deberías saberlo. Incordiarte será mi favorita.

Chelsea sonrió.

—Creo que si tiene que ocupar mi vida personal, en su caso, es porque no tiene uno —respondió la fiscal—. Enfóquese en lo importante, su cliente, pero para que duerma tranquila, pregúntele a Jack, ¿quién dejó a quién la última vez? Tal vez así sepa que no va a poder contra mis inseguridades. El juez no es una de ellas, ni siquiera sé por qué estamos discutiendo este asunto cuando no tiene nada que ver con el caso.

Se fue furiosa, aunque lo disimuló bien y luego de ir a su respectiva terapia, terminó yendo a la guardería por su hija. Fue a su casa en donde permaneció por horas, leyendo el caso y estudiándolo mientras veía a Chloe jugar con la niñera, y por alguna razón la escena de Jack besando a la abogada llegaba a su mente una y otra y otra vez.

Escuchó el sonido de su celular y vio el nombre de Jack en la pantalla.

Suspiró porque no quería hablar con él. Estaba enfadada con el juez y ni siquiera debería.

Entretanto, este le escribió para decirle que empezaría sus visitas a Chloe con efecto inmediato y también para recordarle que no toleraba tardanzas en su corte.

Chelsea vio el mensaje, pero no respondió, así que él tuvo que llamarle.

—Hola —dijo y ella respondió con tono seco.

—Leí tu mensaje, pero estaba en una llamada, me aseguraré de tenerla lista para tu visita y la niñera estará con ella todo el tiempo —mintió la fiscal mientras el hombre la escuchaba al otro lado de la línea—. ¿Algo más? Tengo mucho trabajo, Jack. No quiero llegar tarde a tu corte en la audiencia en una semana.

—Deja la ironía, Chelsea. Más tarde estará llegando personal de seguridad a tu casa, no está a discusión. Mi hija necesita que alguien vea por ella y no puedo estar ahí todo el tiempo y tampoco tú, así que tendrán protección las veinticuatro horas del día —aseguró mientras ella solo se mantenía callada—. Llegarán a eso de las cinco o seis de la tarde. En una hora, más o menos, te haré llegar por correo la contraseña que deben darte los agentes al presentarse y el tipo de identificación, por favor, mantenme informado.

—Bien, lo veré después, juez —replicó Chelsea y al ver que ya no decía nada, le colgó sin más.

Jack sonrió a sabiendas de que ella evitaba todo tipo de contacto; sin embargo, él siempre tuvo claro que las cosas entre ellos no tenían arreglo, así que no se preocupaba tanto por eso o eso se hacía creer.

Su teléfono sonó y vio el nombre de su exesposa, quien le hizo saber a través de un mensaje que la seguridad había llegado ya, por lo que se sintió más tranquilo.

Al mismo tiempo, el contratista le hizo llegar la contraseña de Chelsea, las identificaciones y las fotos de cada elemento. De inmediato, Jack le envió a la fiscal la información por correo y le confirmó con un mensaje.

Respiró un poco más tranquilo al saber que ya estarían protegidas también. Hizo un par de llamadas a sabiendas de que en el país no había un hombre con mayor poder que el presidente, pero si quería pelear contra él, tendría que gastar todo eso que cultivó por años para usarlos en una situación como la que tenía enfrente.

Se levantó de su silla y salió de la oficina para ir a casa de su exmujer. La situación entre ellos era tensa, pero hacían lo posible por su hijo.

Afuera le esperaban sus nuevos custodios y fueron con él hasta la casa, en donde apenas llegó, vio a los otros agentes, quienes lo saludaron y dejaron pasar.

Entró a la casa y se encontró con su hijo, quien se acercó a saludarlo. Sin duda, algo se había roto también entre ellos y quizás era lo que más le dolía.

Por años pensó que nunca tendría un hijo y volcó todo su amor en el joven, quizás lo quería más que a nada en la vida y luego llegó su hija, una niña que lo veía como un extraño y con la que intentaba construir un vínculo.

—¿Y tu madre? —preguntó y el joven señaló el pasillo.

—Con las narices en su vivero —replicó el joven mientras Jack sonreía—. Puedo preguntar, ¿cómo está, Chloe? ¿Crees que Chelsea me deje visitarla?

—Chloe está bien y seguro que ella te permite ver a tu hermana —respondió mientras el joven asentía y él sonreía antes de ir en busca de Alice.

—Papá —dijo el joven mientras lo veía ir por el pasillo. Jack se detuvo y se giró de nuevo—. Fuiste, eres un buen padre, pero no quiero que hagas cosas que no debes solo para protegerme. Piensa en Chloe antes que en mí, ella es tu hija biológica.

—¿De qué hablas? —inquirió regresando sus pasos.

—Enviaste protección porque harás algo para acabar con lo que pasó con la decana —respondió su hijo y sonrió—. No me lo niegues porque sé que algo tramas y me siento muy avergonzado de ser quien provocó esto, pero no deseo que arriesgues tu carrera, tu reputación o tu patrimonio solo por mí. Chloe no merece pagar las consecuencias de algo que hice.

—A ver, tú también eres mi hijo y no pienso hacer diferencias entre uno y otro solo porque no llevas mi sangre —replicó Jack—. Te aseguro que nadie va a tocar a mi hija y si alguna vez se atreven, haría lo mismo que haría por ti. Deja de preocuparte, yo me encargaré de todo y como siempre, voy a lograrlo bien.

Alice los observó y miró a su hijo, luego lo envió a su habitación para hablar con Jack, quien le observó y le sonrió.

—Está preocupado —dijo la mujer y él comprendió—. Cree que usurpa un lugar en tu corazón que solo le corresponde a Chloe. Le he dicho que no es así, pero... ahh... hombres. Creo que le vendría bien enviarlo una temporada fuera del país, que haga nuevas amistades, que sienta que nadie lo señala, lejos incluso de nosotros.

—Sí, está bien por mí —respondió Jack—. No lo estoy juzgando, era menor y la adulta era esa perra. Es él quien se autoflagela y castiga por lo que hizo. Necesita un tiempo para sí mismo, como dices, lejos de nosotros, donde sienta que no lo ven como un problema o que lo están juzgando.

—Me alegra que lo veas así —añadió Alice y se mostró más tranquila—. ¿Cómo vas con lo de Chloe?

—Ya es mi hija legalmente —aclaró y la mujer sonrió al verlo mejorar su semblante parco—. Voy a verla una vez a la semana por ahora, llegamos a un acuerdo con Chelsea, así que la veré poco, pero espero que todo vaya bien.

—¿Y con ella? —preguntó la mujer—. ¿Cómo vas con Chelsea?

—No entiendo —replicó.

—No te hagas el imbécil, antes de todo esto, realmente pensabas tener una relación formal con ella, vivir juntos, formar una familia —continuó diciendo Alice mientras observaba a su exmarido—. Después se fue todo a la mierda y... ahora, ¿dónde estás, con todo lo que ha pasado? ¿A dónde, en qué punto está tu relación con ella? ¿Cómo van a sortear esto como pareja y qué esperas de todo esto, Jack?

—No hay nada entre nosotros —respondió con seguridad—. ¿No crees que después de todo lo que pasó, hablar de una relación sentimental entre ella y yo, es una burla?

—¿Qué hay del amor? —inquirió Alice.

—No tiene cabida cuando hay resentimiento —replicó con seguridad.

—¿Aún la amas? —preguntó su exmujer.

—No es algo que deba responder —añadió el juez.

—Es un sí —dijo Alice y sintió pena—. Cuando no se ama a alguien, no hay razón para negarlo, se dice no sin dudarlo. Evadir la respuesta deja claro que aún queda amor, solo que no te atreves a decirlo. ¿Por qué entonces no puedes iniciar de nuevo?

—Porque no se trata de lo que quiero, sino de lo que ambos deseemos, y estoy seguro de que ella lo último que desea es mirarme —contestó alzando la voz—. No sé a qué viene todo esto, pero te aseguro que no quiero hablar del asunto. Tengo claro que lo mío con Chelsea, se sepultó hace mucho y que no habrá exhumación, así que deja el tema. Vine aquí para ver a mi hijo, ya lo vi, ya estoy al tanto de lo que siente y ya decidimos lo que haremos para que mejore su ánimo. No vine buscando terapia y menos de la mujer que me mintió por años, perdiste ese derecho hace mucho.

Salió enfadado de la casa y fue a su departamento, no sin antes llamar a su amigo August para tener a alguien con quien despotricar contra el asunto.


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