Capítulo 35
Chelsea observó a su amiga dentro del consultorio con uno de los médicos, pero aunque todos querían saber qué pasaba, lo cierto es que no dejaron pasar a nadie y luego de un largo rato, salió del consultorio y le sonrió.
—¿Qué ha pasado? —inquirió Chelsea.
—No he comido nada y solo fue eso, creo que iré por algo a la cafetería, ¿necesitas un café? —preguntó y la fiscal negó, aunque la veía débil y cansada.
—Yo iré por algo para que comas —dijo August, pero no fue necesario puesto que una amable enfermera llegó por ella y se la llevó.
—Parece que a las mujeres ya no las hacen como antes —bromeó Chase y miró a su hermano—. En mis tiempos, uno se iba a la universidad sin desayunar ni comer y volvíamos como un roble.
—Quiero decir algo, pero me temo que voy a herir susceptibilidades —replicó su hermano.
—¿Quién carajos dices que eres? —inquirió, esta vez fue August quien habló.
—Bastian Westwood —repitió el biólogo.
—Bueno, yo soy August Levenseller —declaró el todavía congresista del país.
—Ah —dijo Bastian de forma indiferente y volvió a mirar a Chelsea como si no le importara.
—Ella es Chelsea Randall, la mujer de la que te hablé, la que te contaba del asunto de custodia —intervino Chase y se giró hacia Jack—. Ese hombre es el padre. —Miró al juez con arrogancia y entrecerró los ojos—. Podría decirle a mi hermano que me señalaste con el dedo y me amenazaste, pero no lo haré, por tu bien.
Bastian miró a Jack con atención y este le devolvió la mirada con la misma intensidad.
—Soy biólogo y me especializo en genética —agregó Bastian, extendiendo su tarjeta a Chelsea, pero sin dejar de mirar al juez—. Puedes llamarme y puedo ayudarte con tu hija.
Jack tomó la tarjeta y se la devolvió.
—Mi hija irá con un oncólogo especialista no con alguien que no sabe de medicina —declaró el juez.
—Para ser un juez creo que es bastante ignorante. Dije que soy un biólogo genético, eso en el campo de la ciencia es algo así como un dios —declaró arrogante y suspiró—. No quiero ser presuntuoso, pero soy el mejor que existe. Si dije que puedo ayudar a la niña, es porque puedo hacerlo, de hecho no hay nada que no pueda hacer en este mundo.
—Mi hija visitará un especialista —indicó Jack con un tono autoritario que enervó a Chelsea.
—¡Ya cállate! —pidió la mujer y le arrebató la tarjeta que Bastian aun no recibía de manos del juez. La miró y luego vio a los hermanos, por alguna razón, confiaba en Chase y ella parecía tener fe absoluta en su hermano—. ¿Puedo llamarte apenas me den un diagnóstico?
Bastian asintió.
—Estaré en este país algunas semanas por trabajo y por mi hermana, por supuesto. Puedo ayudarte a resolverlo, pero me temo que tendrás que viajar conmigo y tu hija —replicó mientras ella parecía consternada ante eso—. Si no tienes problemas para sacarla del país, avísame, si los tienes, igual llámame y lo resolveré.
Jack soltó una risa ante el descaro del hombre y este le dio una mirada como si fuera un bicho cualquiera.
Chelsea agradeció a ambos y el juez, sin poder soportarlo, salió de ahí completamente incrédulo y lanzando una maldición al verse ignorado por los tres.
Entretanto, Chase, miró a la joven y le sonrió para animarla.
—Te prometo que de verdad la ayudará —dijo Chase y señaló su parche—. Me ha mantenido viva desde los diecisiete. Nadie más lo podría hacer. Si te sientes mejor, confirma el diagnóstico y después llámale. Mi hermano es algo así como el mesías, solo que le gusta ganar dinero con su trabajo y es egoísta con su conocimiento, pero como dije, odia ver sufrir a los niños y va a resolver lo que sea que esté mal en tu retoño.
Muchas gracias.
—Para eso existen los especialistas —interrumpió Jack—. Mi hija visitará al mejor que haya, en caso de que lo necesite, no va a visitar a un charlatán con aires de dios solo para engrandecer el ego.
—Escuché un zumbido —mencionó Chase y sonrió antes de mirar a la fiscal—. Hay cucarachas —enfatizó la última palabra— por aquí al parecer.
—Jack si no vas a ayudar, mejor cállate o vete —pidió Chelsea y este se fue de ahí rabiando.
—¿Qué le pasa a Jack? —inquirió Piper al llegar con un vaso en la mano—. En fin, creo que iré a casa por un café.
—Deberías ir a la farmacia por tus vitaminas —respondió Bastian—. Te harán falta.
Piper le miró y sonrió nerviosa antes de despedirse y salir de ahí a toda prisa.
Entretanto, los dos se despidieron de Chelsea y solo hicieron un asentimiento de cabeza a August, quien seguía observándolos con cuidado.
Chelsea se quedó observando a los hermanos irse, pero viró su atención a August cuando notó que Jack la observaba desde su lugar. Pensó que no tendría ni siquiera qué estar ahí. Se mantuvo seria, sin hablar con nadie.
—Chelsea —dijo August y se sentó a su lado—. Sé que estás muy molesta, eso es evidente, pero ¿por qué no haces el esfuerzo de hablar con él como las dos personas preparadas y civilizadas que son? ¿No crees que esto sería bueno para Chloe?
—¿Qué te hace pensar que tú sabes lo que es mejor para mi hija? —cuestionó girándose a verle con actitud altanera—. ¿Sabes qué? Estoy muy cansada, harta, de que todo mundo me diga qué debo hacer. Estoy fastidiada de que se me pida que ceda, que hable con él, que lo entienda, que lo haga por mi hija. ¿Acaso hubo alguien que le exigió a él que dejara de lado sus diferencias conmigo para enfocarse en lo que importaba? No, nadie lo hizo, todos sintieron que yo merecía un castigo y qué mejor que usar a mi hija.
—Yo no pensé que merecieras un castigo —confesó August—. Si me lo preguntas, yo sí creo que estás enamorada de él.
Chelsea sonrió con amargura.
—¿Cómo se puede amar a un hombre que te quitó a tu hija? —preguntó y se limpió con discreción las lágrimas que comenzaban a caer por sus mejillas—. Curtis me hizo daño, pero Jack me ha partido en mil pedazos y todo lo que puedo sentir por él, es dolor. Ni siquiera me quedan fuerzas para odiarlo. En este momento de mi vida, lo único que necesito es a Chloe.
—¿Sabes algo? Los hombres solemos ser muy tontos. —Sonrió nervioso—. Hace tiempo que le dije a Jack que hablara contigo, pero no lo hizo y creí que él estaba siendo muy irracional, pero he comprobado que soy igual de imbécil, supongo que todos la liamos una y otra vez y no nos damos cuenta hasta que todo está mal. Jack no es distinto, estoy muy seguro de que justo ahora se siente miserable y que...
—No me interesa. Como dije, a estas alturas de todo, creo que cualquier cosa que tenga que ver con Jack ha perdido relevancia para mí —declaró y se puso de pie para alejarse de la visión de Jack.
August fue tras ella y la vio colocarse frente a uno de los ventanales, mirando hacia el jardín de la clínica, ahí donde más de un enfermo paseaba en su silla de ruedas con la compañía de un familiar o alguna enfermera.
—Sé que no quieres saber de él, pero es el padre de Chloe y te diré lo mismo que le dije a él antes —añadió el congresista—. Merece ser escuchado tanto como tú.
—Sí, la presunción de inocencia, me sé eso —replicó Chelsea—. El problema es que no me interesa escucharlo, así como a él no le interesó en absoluto escucharme a mí. Por desgracia es el padre de mi hija, pero sé que no le importa y que la única razón por la que estaba con ella era para fastidiarme. Yo tengo a Chloe y ya no me importa lo que pase con él.
—Chloe no es un botin —insistió.
—¡Eso debiste decírselo a él! —gritó y bajó la voz al ver a algunas personas verlos al escucharla—. Mi hija jamás le importó, la usó para hacerme daño con su pretexto estúpido de que yo necesito hacer terapia cuando y donde él diga; mantuvo a mi hija, quitándomela ilegalmente solo porque quería castigarme y mostrarme que es poderoso, que cometí el peor error al preferir a Curtis. Nunca pensó en ella y me la devolvió para proteger al que sí considera su hijo.
Volvió a llorar y August entendió lo que ella estaba sintiendo. Le dolía saber que Jack no amaba a sus hijos de la misma forma.
»No lo culpo, sabes —continuó diciendo y soltó una risa llorosa—. Vio crecer a su hijo, se enamoró de él y es normal, pero no tenía que tomar a mi hija como moneda de cambio. Como sea, no tiene caso discutir esto, Chloe está conmigo y todo será como antes. Ella no necesita un padre porque tiene una madre que la ama por todo el universo. No lo necesita, tampoco yo.
Jack apareció en ese momento y ambos se quedaron callados.
—Creo que iré a fumar —dijo August y se alejó.
Chelsea no habló con Jack, ni ese día ni ninguno de los siguientes. Ella ni siquiera se iba a casa, pasaba todo el día en el hospital y era su amiga quien le llevaba ropa para que se cambiara.
A su hija la veía todo el tiempo, dormía mucho por los medicamentos y algunas veces la llevaban a hacerse estudios y aunque en muchos de ellos podía acompañarlos, en otros no.
Pasaron varios días así y esa mañana no era diferente. Mientras Chloe estaba en sus pruebas, Chelsea estaba paseándose de un lugar a otro en el cuarto, en espera de que llegara.
Luego de un largo, rato, escuchó el sonido de la puerta y se detuvo, esperando que fueran ellos; no obstante, fue Jamie y su madre Alice, quienes aparecieron.
El joven traía una pequeña caja en las manos y miró la cama como si no entendiera.
—¿Y mi hermana? —inquirió.
—Está en unas pruebas —declaró Chelsea y el otro asintió antes de mirar a su madre.
—Mamá...
—Sí —dijo Alice y salió de la habitación.
Chelsea se quedó a solas con el joven, quien carraspeó sin saber cómo empezar.
—Anoche hable con mi padre, está frustrado de no saber qué pasa con ella y ahora lo hemos enviado a comer algo. —Comenzó diciendo—. ¿Chloe estará bien, no?
—Sí, tiene que estarlo —respondió la fiscal—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a verla, ella y yo hemos sido el blanco de ataque entre ustedes. —Chelsea se removió incómoda ante el reclamo—. No estoy recriminándote, estoy yendo a las terapias que me indicó mi mamá para sentirme mejor conmigo mismo, también me he disculpado con ella, incluso con mi padre, pero eso no cambia que fuimos los misiles que se lanzaron, Chloe es incluso más inocente porque es una niña que no puede ni tiene autonomía para decidir qué hacer con su vida y no te culpo por lo que hiciste, a ojos de todos está mal, pero en teoría le regresaste a mi padre el mismo golpe. De mi parte no hay ningún rencor, solo la recomendación de que nos mantengan al margen de sus peleas.
—Yo no tengo intenciones de tratar más con tu padre —declaró la joven—. En cuanto todo esto acabe tal vez me mude con mi hija, creo que es lo mejor para nosotras.
—Sé que no merece que dejes que esté cerca de ella, ¿pero podrías considerarlo? —inquirió el joven en un tono suplicante—. Es su única hija biológica.
—No —remarcó Chelsea con tono tajante—. No permitiré tal cosa. Jack no ama a mi hija y en las leyes se puede obligar a la manutención, a los deberes, a la convivencia, pero es innegable que las leyes, por mucho que lo quisieran, no pueden obligar al amor. Él te defendió y cedió a mi hija porque quería protegerte, pero a ella no le protegió, solo la usó para hacerme daño. No voy a dejar que mi hija crezca al lado de un hombre que no la ama. Ya no lo haré más.
Se quedó callada y el joven también lo hizo, pero no pudieron seguir hablando porque vieron a Jack aparecer con Alice detrás.
El ambiente tenso entre los cuatro era evidente. Alice no estaba tan segura de que Jack se acercara de nuevo a su hijo, pero era este quien insistió en verlo y Jack no estaba contento con ver a Chelsea cerca de Jamie.
—No hables con mi hijo —dijo a Chelsea y mientras ella sonreía con amargura, Jamie cerraba los ojos porque su declaración solo le confirmaba a la fiscal lo que ya pensaba.
—Papá yo vine a hablar con ella, por una vez puedes simplemente dejar de ser tan combativo —suplicó enojado—. Ya soy un adulto.
—¡Entonces compórtate como uno, eres un adulto que hace estupideces! —declaró Jack alzando la voz y recriminándole sus acciones pasadas.
Se quedó callado cuando se dio cuenta de lo que dijo.
—Dale esto a Chloe de mi parte —dijo Jamie entregando la caja a Chelsea y le sonrió como muestra de que no le guardaba rencor—. Dile que la veré pronto.
Chelsea asintió apenas perceptible y dejó que se fuera junto a Alice.
Entretanto, Chelsea y Jack permanecieron parados cada uno lejos del otro. Ella solo se movió para dejar el regalo en la mesa y luego se sentó en silencio en un rincón mientras sacaba la tarjeta que Bastian Westwood le había dado.
—¿No pensarás llevar a Chloe con ese hombre, verdad? Ni siquiera lo conoces —reclamó Jack al verla dar vueltas a la tarjeta—. Apenas puedo creer que seas tan inconsciente. No deberías tener a la niña contigo porque eres el ser más...
—Solo quiero que recuerdes que ella no es tu hija legal, no decides absolutamente nada sobre mi hija aunque quisieras y, tampoco tengo intenciones de que eso suceda. Ahora, ¿puedes largarte? —exigió Chelsea con los ojos llorosos—. No soporto tu presencia, no me hace bien verte porque me lleno de rabia y justo ahora necesito concentrarme en mi hija, así que tienes dos opciones, largarte para siempre o quedarte lejos de mí. No me hables, no me mires, no quiero nada de ti, ni siquiera tu presencia cerca.
Jack le observó.
—Odio que hagas esto —puntualizó el juez—. Eres tan falsa y tan...
—Señora Randall —interrumpió una enfermera y ella se levantó pasando a un lado de Jack, prácticamente dándole un empujón. El doctor quiere hablar con ustedes.
—Yo soy su madre, iré con él —dijo antes de alejarse junto a ella, pero poco le duró el gusto, puesto que Jack salió tras ella y caminó a su lado.
Se adentraron en el consultorio y la enfermera salió. Esperaron apenas un par de minutos antes de que el doctor llegara.
—Señores, tomen asiento —pidió el doctor y ambos lo hicieron—. Ya tengo los estudios de su hija.
—Por favor hable claro y al grano —exigió Chelsea.
El hombre asintió.
—Hemos hecho todos los estudios y esperábamos el resultado del patólogo ante la biopsia que solicité. —Comenzó diciendo—. Pidieron las cosas de forma directa. Encontramos una masa en esta parte. —Les mostró una imagen en su iPad—. Está justo en la columna vertebral a la altura de la zona lumbar.
Chelsea se quedó callada durante un largo rato.
—¿Eso qué significa? —inquirió con la mirada asustada—. ¿Cuál sería el tratamiento?
—Me temo que es cáncer —declaró el médico. Chelsea sintió que se desmayaría, sus ojos se llenaron de lágrimas—. Lo lamento.
—¿Está seguro? —preguntó Chelsea de forma estúpida.
—Por desgracia sí —confirmó el doctor—. Vean, ese punto blanco indica que hay una masa en la zona, el problema es que sus resultados muestran masas por varias partes del organismo, pulmones, huesos, cerebro. Su hija tiene un osteosarcoma que ha ido progresando de manera rápida.
—¿Pero hay algún tratamiento? ¿Ella estará bien, no es así? —inquirió Jack.
El doctor guardó silencio durante unos segundos antes de mirarlos a los ojos.
—Me temo que no, el cáncer hizo metástasis en otras partes de su cuerpo —añadió el doctor mientras Jack se quedaba mudo y Chelsea comenzaba a llorar—. Una operación, tomando en cuenta la zona, su edad, solo traería más contras que pro. Por desgracia, no es operable a estas alturas y está en una etapa crítica, el único tratamiento viable son paliativos.
Chelsea se quedó en silencio durante largo rato, hasta que sus lágrimas comenzaron a fluir.
—Es mi culpa —dijo luego de un prolongado silencio y el doctor negó.
—No, desafortunadamente este tipo de cáncer puede confundir síntomas a menudo, los pediatras no envían a hacer exámenes a menos que noten algo muy extraño, este no fue el caso, aunque sus caídas constantes y fracturas debieron ser un detonante —dijo el doctor—. Los padres no saben medicina, somos los médicos quienes debemos ver las alertas. Como sea, solo espero su autorización para comenzar. Los dejaré un momento a solas.
En cuanto salió los dos se quedaron callados. Ninguno sabía qué decir. Ella solo veía un punto fijo en la pared y él mantenía la cabeza baja.
Se sobresaltó cuando vio a Chelsea levantarse de golpe.
—Chelsea. ¡Chelsea! —gritó pero ella había salido.
Sin embargo, se detuvo al ver a su hija volver con las enfermeras.
Chloe le mostró sus pequeños dientes cuando le sonrió desganada y la fiscal le sonrió como si no pasara nada, se acercó a ella y le dijo a la enfermera que ella la llevaría a la habitación.
Jack vio a Chelsea comenzar a parlotear sobre cualquier cosa mientras la niña reía. Por primera vez notó que la fiscal dejaba sus problemas caer y se centraba en la niña para darle una infancia perfecta.
Entendió que Chloe no fue infeliz con Curtis porque Chelsea no lo permitió, se encargó de hacerle un mundo a su hija y en ese momento a pesar de que la había visto llorar dentro del despacho y de que la vio quedarse en shock, ahí estaba sonriendo como si no pasara nada.
—Ese es el don de las madres —dijo el doctor, parándose a su lado—. He visto a muchas hacer exactamente eso. No sé cómo lo hacen, pero hasta el último segundo se mantienen enteras y solo se rompen cuando ellos se van o cuando no las ven. Ese lazo invisible entre madres e hijos es algo que no vamos a entender nunca.
—¿Cuánto tiempo? —preguntó Jack.
—Meses —respondió el doctor—. Es terminal.
Jack se quedó callado por unos segundos y luego caminó hacia la habitación, abrió la puerta para ver a su hija.
—Te lo trajo Jamie —dijo Chelsea entregando el paquete a la niña—. Es el otro hijo de tu papá.
—¿Ya podremos ir a casa los tres? —preguntó la niña—. Los perritos deben estar tristes y yo te extrañé mucho, pero también extraño a papá.
—Mira tu regalo —dijo la joven—. Seguro que es algo muy bonito.
Chloe sonrió y abrió la caja antes de sacar una enorme muñeca de pelo castaño muy claro, con el mismo color de ojos que ella y miró a su madre.
—Soy yo —dijo mostrando sus pequeños dientes.
Chelsea miró la muñeca y sonrió. Jamie la compró personalizada y agradeció el gesto. Vio a su hija mostrársela a su papá y este le dijo que no era tan bonita como ella.
Los dos sonrieron al verla hacer un gesto coqueto.
—Mira que más trae tu caja —pidió su padre y ella miró dentro.
Había un cuento para que le leyeran, unos dulces y un peluche de perrito.
Chloe estaba feliz y mostraba sus regalos antes de mirar a su madre y preguntarle si podía comer golosinas.
—Las que quieras, mi amor —respondió su madre.
Las destapó apresurada y comenzó a comerlas mientras bailaba en la cama. Preguntó a su madre cuándo irían a casa y ella le respondió que muy pronto.
—Podrías quedarte con papá un momento, voy a decirle al médico que ya te sientes bien —dijo Chelsea y salió de ahí a toda prisa.
Buscó al doctor y se acercó a él.
—Señora Randall, dígame —pidió el hombre.
—¿Cuál sería el tratamiento de mi hija? —inquirió.
—Me gustaría platicarlo a fondo, pero si quiere lo hablamos en mi despacho —añadió y ella negó.
—Solo dígame si hay alguna esperanza —cuestionó—. Dígame si siguiendo su tratamiento mi hija tiene posibilidades de vivir.
El doctor guardó silencio.
—Ninguna —replicó el doctor y suspiró—. El cáncer está en etapa final y su cuerpo no soportará un tratamiento agresivo, lo que ofrecemos es comodidad para ella, evitarle dolores innecesarios, paliativos.
—Gracias, era todo lo que quería saber —declaró y se alejó, dejando al doctor parado y sin comprender.
Ella fue a la salida y tomó su teléfono. Sacó la tarjeta de Bastian y pensó si era correcto confiar en él, no tenía idea, pero pensó que ya no tenía que perder nada, de cualquier forma el doctor le acababa de decir que no haría nada más que darle medicamentos para el dolor.
Sin dudarlo un segundo más, llamó.
—Habla Westwood —dijo la voz al otro lado.
—Hola, soy Chelsea Randall, la madre de Chloe, ¿crees que pueda verte y hablar contigo? —preguntó y él guardó silencio.
—¿Tienes el diagnóstico? —inquirió el hombre.
—Sí, osteosarcoma fase terminal. —Guardó silencio unos segundos—. Hizo metástasis y el doctor dice que mi hija se va a morir. Dijiste que podías ayudarla, solo quiero saber si realmente puedes hacerlo. No quiero que Chloe se muera.
Comenzó a llorar sin control mientras al otro lado de la línea solo había silencio.
—Puedo resolverlo —contestó Bastian cuando la escuchó calmarse—. Sin embargo, debes viajar a Laboratorios Westwood en Rumanía, conmigo y Chloe.
—Puedo viajar hoy mismo si es necesario —declaró decidida.
—Espérame en el hospital, llegaré en unos minutos, solo pide su alta y necesito su expediente médico —dijo y sin más colgó.
Ella se quedó parada en el pasillo durante un largo rato.
Cuando volvió a la habitación. La niña se había dormido y Jack le limpiaba las manos con unas toallas luego de que se manchara al comer las golosinas.
—El doctor dijo...
—Se lo que dijo —mencionó Chelsea—. Me lo hizo saber también.
—Podemos buscar un especialista, una segunda opinión médica, estoy seguro de que se podrá hacer algo —declaró Jack un poco desesperado.
—Hablé con Bastian. —El rostro del juez mostró su evidente molestia—. Dice que puede resolverlo.
—No es un oncólogo —mencionó Jack—. ¿Qué puede hacer por ella?
—No lo sé, pero aquí dicen que no pueden salvarla, ¿qué puedo perder llevándola con él? —inquirió encarándolo—. ¿No crees que si Dios no te escucha, entonces debes ver qué ofrece el diablo? Las cosas son siempre así, hay que ir a donde se tenga que ir para resolver las cosas.
—Chelsea...
—Ya lo decidí —interrumpió molesta—. Y te recuerdo que no tienes ninguna potestad para con ella. No quiero que seas un estorbo en este momento de mi vida, así que no hables si solo piensas reclamar. Voy a hacer cualquier cosa, incluso si tengo que visitar el infierno para mantener a mi hija con vida, tú, ve a hacer lo que mejor sabes hacer, codearte con los poderosos, yo tengo mucho qué resolver.
Salió de la habitación de nuevo y fue a hablar con el médico para decirle que se llevaría a su hija a casa. Aunque el doctor se sorprendió y trato de convencerla de dejarla ahí para que recibiera sus cuidados, ella fue tajante en decir que se la llevaría.
Discutieron durante largo rato, hasta que ella estalló diciendo que se la llevaría. Gritó al doctor, quien al ver su frustración, terminó cediendo y le dijo que tendría el alta a la brevedad.
Poco después ella estaba lista para partir una vez que el doctor le extendió el alta por petición y bajo riesgo de ella.
Su hija se veía bien, un poco cansada, pero no sentía dolor. Así que a pesar de las quejas del juez sonrió al ver a su amiga llegar con un poco de ropa.
—¿Qué hacen aquí? ¿Ya dieron de alta a esta jovencita? —inquirió pero al ver la cara de su amiga, supo que todo estaba mal.
—Sí, aunque debe cumplir un tratamiento —mintió Chelsea y sonrió a su hija—. Te prometo que será rápido y pronto estarás como nueva.
—La vio negar diciendo que no quería más medicinas, pero Chelsea le dijo que solo faltaban pocas y que le daría un regalo después.
—Chelsea esto es una locura —agregó Jack, tirando de ella a un lado para hablar—. No quiero llevármela de nuevo, pero...
—Atrévete a hacerlo y te prometo que verás a tu hijo hundido —amenazó la mujer y en ese momento un auto enorme se plantó frente a ellos.
Bastian Westwood y su hermana descendieron y ambos sonrieron al verlas.
El biólogo sonrió a la niña y ella miró a su madre.
—Vamos —dijo el hombre y ambas mujeres terminaron subiendo al carro junto con la niña.
—¿A dónde las llevas? —cuestionó el juez.
—Tengo un laboratorio donde elaboro disfraces con piel humana —bromeó el biólogo.
Sonrió y se dio la vuelta para irse, pero se detuvo unos segundos antes de girarse de nuevo y observarlo con atención.
—Si realmente te importan, ambas, estaremos en laboratorios Westwood, Rumanía. —Apretó los labios—. No voy a deshacerte en ácido, no te preocupes, solo no me estorbes.
Subió al auto y partió dejando a Jack furioso, incapaz de creer que Chelsea confiara en un desconocido.
Por su parte, la joven arribó a la casa de Chase, quien le sonrió y la invitó a pasar.
—Me llevaré a Chloe a la cocina, seguro que tengo helado o gomitas, ¿me acompañas? —pidió a Piper, quien asintió a sabiendas de que Chelsea debía hablar con el biólogo.
—Este es su expediente —dijo Chelsea de inmediato y le entregó todo lo que tenía sobre ella—. El doctor dijo que es terminal y que no puede hacer nada por ella más que someterla a paliativos.
Bastian comenzó a leer, puso toda su atención en eso, leyó punto por punto cada anotación y con cada segundo de silencio del hombre, su ansiedad crecía. Pasó sus manos por el pantalón y retorció sus dedos un par de veces antes de escuchar al hombre decir algo:
—Efectivamente su cáncer es terminal —dijo mientras levantaba la vista hacia ella—. En términos clínicos no hay nada que hacer. El problema de esta enfermedad es que suele ser silenciosa en la mayoría de las ocasiones y cuando se diagnostica pasa esto, no hay nada que hacer al respecto. Lo que te dijo el doctor sobre los paliativos es lo que se suele hacer para darle calidad de vida.
—¿Tampoco puedes hacer nada? —inquirió la mujer con la voz quebrada.
—No he dicho tal cosa, lo que dije es lo que ya sabías, estoy confirmando el diagnóstico —respondió Bastian y le sonrió—. Escucha, tengo un laboratorio en el que estoy probando un fármaco que a diferencia de los normales cuya intención en general es detener la división celular para la formación de nuevas células, lo que yo hago es restaurar esas células.
—¿Cómo haces eso? —cuestionó la joven—. ¿Eso es posible?
—Tratándolo como lo que es, un invasor —declaró con seguridad—. El trabajo de mi tratamiento es entrar en su sistema y hacerlo trabajar como un destructor, como un sistema inmunológico alterno, se hará cargo de aquello que el organismo por si solo no puede combatir. Desde luego, es un ensayo, tengo sujetos de prueba y nunca lo he hecho con un niño, como en todo, hay riesgos, siempre habrá; no obstante, en adultos, hemos tenido buenos resultados hasta ahora.
—¿Se han curado? —preguntó Chelsea—. ¿Cuántas personas?
—Solo hay diez sujetos de prueba? No tomaremos a tu hija por la métrica —declaró con determinación—, pero lo cierto es que se seguirán los protocolos de salud necesarios. En los adultos hemos tenido tres recuperaciones al cien por ciento y una al setenta, estamos muy cerca de llegar a la media, todos en etapa terminal y con el mismo tipo de cáncer, desde luego cada individuo es diferente y no hemos hecho pruebas con diferentes tipos de cáncer; sin embargo, creo que si resulta en uno tan agresivo como el de páncreas, puede funcionar en otros.
—¿Habrá efectos secundarios? —inquirió dudosa.
—Muchos —remarcó y ella sintió que un hueco se formaba en su pecho—. Son semanas difíciles. Escucha, debido a la etapa de la enfermedad, la función de mi medicamento es trabajar contrarreloj, funciona como un asesino, es agresivo y al formar una barrera que ataca como si fuese un sistema inmune nuevo, pueden presentarse muchos efectos, diarreas, vómitos, fiebres, espasmos, dolencias.
—¿Se hará algo para tratarlos? —preguntó de nuevo y él asintió—. ¿Cuánto tiempo dura?
—Dos o tres semanas —mencionó y ella se lo pensó—. Después de eso, ella estará sana.
—¿Tendrá que ir a cirugía? —le preguntó y él negó.
—No, reducirá el tumor hasta aniquilarlo, pero como dije, es muy agresivo —enfatizó—. Quiero ser honesto, es la primera niña que llevaría este tratamiento, desde luego ajustaré dosis y pueden pasar dos cosas, la primera que lo logremos y la segunda. —Hizo un silencio—. Que muera. Es tu decisión Chelsea, me voy mañana y si decides venir, quiero que lo hagas con toda la frialdad y la fuerza que puedas reunir. Piénsalo.
La fiscal observó al biólogo y no pudo decir nada puesto que su hija apareció en el lugar y traía consigo una pequeña bolsa de gomitas. Miró a su madre y empezó a parlotear sobre lo que había comido.
Chelsea agradeció a todos y se despidió junto a su amiga y la niña.
—Me voy al mediodía, saldré de aquí —dijo Bastian—. Piénsalo.
—¿Qué esperanza puedes darme? Quiero un porcentaje —solicitó la fiscal.
—Ella se la primera, no puede haber estadísticas —añadió con la mirada sobre ella—. Puedo prometerte que agotaré hasta la última posibilidad y crearé nuevas si es necesario.
Chelsea asintió y salió de ahí.
Fue a casa y se quedó con su hija toda la tarde, la noche, hasta que la vio dormirse. Solo entonces se detuvo a pensar en la propuesta.
Habló con Piper, quien al final le dijo que si fuera ella haría cualquier cosa por su hija.
****
Les dejo el primer capítulo, hermanas, Ya sé que les dije que ayer pero las compensaré con otro, más tarde (por la mañana) subiré uno más porque esto se va a poner feo. Tambien os aviso que a partir de ahora quedan pocos capítulos y se actualizará más seguido hasta terminar el 10 de mayo. Una vez subido el final el día 11 de mayo será retirado, sin prorroga alguna, así que avisadas están.
VOTEN, COMENTEN, SÍGANME. NO LES CUESTA NADA, ES GRATIS.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top