Capítulo 34
Chelsea bajó del auto cuando fue capaz de reaccionar y corrió abriéndose paso entre el caos para ir al auto. Encontró al abogado de Jack en el piso, sangrante y herido cuando fue alcanzado por la explosión.
El auto estaba en llamas y no dejaban que se acercara nadie. Así que se vio gritando entre el caos cuando vio a Gerald Hughes levantarse aturdido y tocarse la cabeza ante el golpe, a su vez tocó su pecho.
Tenía una enorme esquirla enterrada y ella luchó por pasar la valla de seguridad que los oficiales del tribunal improvisaron para acercarse a él. Gerald parecía que se desmayaría en cualquier momento y solo tocaba el pedazo de metal en su pecho.
Finalmente llegó hasta él y lo ayudó a sentarse en el piso.
—Gerald —dijo pero este parecía que entraría en shock en cualquier momento—. Por favor no te muevas.
Chelsea colocó una mano sobre el pecho del abogado y trató de acomodarlo para que no se moviera en absoluto. Con la otra, temblorosa sacó su celular y llamó a los servicios de emergencia. No sabía cuán grave era su herida, pero se veía muy mal y evitó que el abogado se sacara el metal del pecho o podría morir desangrado. No tenía idea de qué tan grave era ni cómo ayudarlo.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y le impidieron ver, tampoco sabía nada. Todo mundo gritaba, los policías impedían que alguien se acercara y ella no podía ver nada dentro del auto todavía en llamas.
Una segunda explosión se escuchó y los agentes agrandaron el radio de protección mientras ella veía a todos lados, esperando los servicios de emergencia.
Comenzaron a usar los extintores para intentar aplacar las llamas y pudo ver el cuerpo dentro del auto. Su barbilla tembló al saber que ese podría ser Jack.
El abogado intentaba decir algo, pero no podía hablar y en su lugar solo salió una bocanada de sangre que golpeó el pecho de Chelsea, quien intentó calmarlo.
—¡Gerald! —Escuchó que alguien dijo y ella levantó la vista para ver a un herido Jack aparecer frente a ella.
Se dejó caer en el piso, temblorosa y comenzó a llorar tan fuerte que él solo la vio unos segundos y colocó su mano sobre la de ella, pero de inmediato volvió a su abogado.
Este intentaba desesperadamente decir algo, pero solo brotaba sangre de su boca.
»Tranquilo, ya viene la ambulancia —dijo Jack para calmarlo, pero parecía que en cualquier momento se desmayaría también.
Lucía somnoliento y en ese momento, la ambulancia se escuchó y ella suspiró aliviada. Se paró para gritar y hacerles una seña. Por fortuna, la vieron y se detuvieron; al mismo tiempo, otra camioneta oscura y cerrada se detuvo detrás.
De ella bajaron media docena de hombres que se acercaron a Jack para protegerlo y sacarlo de ahí.
—Necesita un médico —dijo Chelsea yendo detrás de ellos y mientras veía a Gerald ser estabilizado para subirlo a la ambulancia.
Las piernas de Jack se doblaron y ella corrió para ayudarlo, pero vio dentro de la camioneta que había una camilla y un doctor.
Lo colocaron en ella y miró a uno de los hombres.
»¿A dónde lo llevan? —preguntó, pero no obtuvo respuesta—. ¡Por favor!
El hombre cerró la puerta trasera del carro y fue al copiloto. Segundos después no había nada.
Se sintió perdida.
—Señorita. ¡Señorita! —gritó un oficial y la sacó de sus pensamientos—. ¿Ese es su auto? —señaló hacia el carro que estampó luego de la explosión y ella asintió—. Debe moverlo, necesito que rinda su declaración, los peritos están llegando.
—Sí —musitó sin entender realmente lo que pasó.
Caminó a su lado y miró el carro de Jack a su paso, observó el cuerpo dentro y se giró al oficial.
—De este lado —dijo el policía.
—¿Sabe quién estaba dentro del coche? —inquirió al hombre, quien viró la cabeza a la escena y asintió.
—Era el chofer del juez FitzGibbons —respondió a sabiendas de que ella lo conocía, de que todos los oficiales del tribunal sabían de quien hablaba—. Al parecer, el juez olvidó que llegó en coche solo y su chofer vino por él luego de que le llamara. Al salir, FItzGibbons se percató de que ahora tendría dos carros en la acera y cogió el auto blindado dejando que su chofer se llevara el otro y bueno, ya sabe. Pobre hombre, dicen que era casado y tenía hijos.
Chelsea volvió a mirar hacia el carro y apretó los labios antes de asentir. Ella había visto la mano tirando de la puerta para cerrarla. Se dijo que tal vez si hubiese llegado antes... Ya no importaba, después de todo, una persona había muerto y seguramente pronto intentarían asesinar a Jack de nuevo.
Recibió una llamada de su abogada. Poppy estaba buscándola entre la gente, a sabiendas de que estaba ahí. Le hizo una seña y colgó cuando su amiga la vio.
—Está en todos los noticieros —dijo Piper en cuanto llegó hasta ella—. Amiga, estás bien, ¿qué ha pasado? —Tiró de ella a donde no las escucharan—. Dicen que el juez no iba en ese coche.
—No, Jack está herido, parece que la explosión golpeó su carro también —contestó Chelsea—. Se lo llevaron hace unos minutos.
—Que lástima que todavía respire —dijo Poppy con fastidio.
—¡Pyper! —le recriminó—. ¿Cómo puedes desear la muerte de alguien?
—Amiga, a estas alturas ya eso me parece la mejor salida —declaró la otra dando un suspiro resignado—. No niegues que si muriera todos tus problemas se acabarían. En fin, lo lamento, pero yo no guardo ningún cariño por él, así que me da igual si respira o no, preferiría que no a decir verdad. Las dos sabemos que van a intentarlo de nuevo y también sabemos que ese tipo acaba de volverse inalcanzable, no van a permitir que hables de ninguna manera con él o que nos acerquemos, ¿pensaste en eso? No verdad, ahora estás con tu dolor de pecho de pobrecito Jack, pero no te das cuenta de que el problema se acaba de hacer más grande. La mitad de la comunidad política debe quererlo muerto, así que cualquiera puede ser su enemigo, no finjamos que es un ángel de Dios.
—Pero no por eso lo deseo muerto —dijo su amiga.
—Deberías —añadió la abogada mientras Chelsea le miró horrorizada y ella rodó los ojos—. Chelsea, somos abogadas, no almas caritativas, las dos sabemos que a Jack FitzGibbons no le temen por su sonrisa cínica y su porte de dios griego. Le temen porque sabe cosas, muchas, y porque no duda en enterrar a nadie para salvar su propio pellejo. Sacrificó a todos los que le ayudaron a quitarte a tu hija para quedar como el pobre juez al que le tienen mala voluntad, ¿crees que todos aquellos que están en sus manos no se sienten amenazados ahora?
—¡Por supuesto que lo sé! —añadió Chelsea.
—Entonces, estamos de acuerdo en que se volvió el familiar incómodo para ellos y desde luego van a intentar eliminarlo a toda costa —anunció su amiga mientras la fiscal le observaba—. Más vale estar lejos de él cuando le corten la cabeza. Entiéndelo de una puta vez, es tu pellejo o el suyo. ¿No te has preguntado si él salvaría su carrera entregándote a los lobos?
Chelsea le miró un poco incómoda con el cuestionamiento, pero su amiga parecía dispuesta a hacerla reaccionar de una vez por todas.
»Chel, todas nos volvemos estúpidas alguna vez por amor a alguien, pero justo ahora debes decidir. Estás con él o contra él, si es lo primero entonces prepárate para recibir la avalancha y si estás contra él, toma a tu hija y lárgate de su vida para siempre —continuó diciendo la abogada—. Este fue el primer intento y te aseguro que si tuviera que salvar su vida entregándote, él no dudaría en hacerlo. Jack no ha usado una carta, la que hundiría no solo tu carrera, sino también te llevaría a prisión y las dos sabemos que no a cualquier prisión, sino a una prisión federal. Hasta Rikers sería una mejor opción que caer en manos de los federales. ¿De verdad crees que FitzGibbons dejó libre a Curtis? —Chelsea le observó y negó—. Las dos sabemos que sus restos jamás aparecerán y que el honorable juez lo entregó al FBI, quienes, desde luego, lo silenciaron para cubrir el asunto de Judith Presley. Ahora pregúntate qué pasaría si él declarara a los medios que una fiscal adjunto era la mujer del asesino de un agente federal encubierto y lo estaba representando al inicio del caso. Amiga, si eso pasa, el FBI vendrá por ti y todo esto habrá sido en vano. Deja de llorarle y compadecerte de una perra vez y pregúntate por qué no ha hablado de eso.
—Sé lo que puede pasar, pero...
—Señorita —interrumpió un oficial—. Por favor necesito su declaración.
Chelsea tuvo que alejarse y dar un relato de lo que había pasado. Contó su versión de cómo es que estampó su carro y respondió todas las preguntas del oficial sin omitir ningún detalle. Al terminar miró a su amiga y después de recibir un documento para que pudiera recuperar el coche puesto que se lo llevaría una grúa, decidió acercarse de nuevo a Poppy.
—Jack estará en el hospital —dijo Piper y ella asintió—. Es momento de aprovechar para tener a Chloe.
—De acuerdo —respondió Chelsea, a sabiendas de lo que su amiga haría.
—Ve a casa, Chelsea. Descansa y deja que me encargue —añadió la litigante—. No te sientas mal de hacer leña del árbol caído, recuerda que es su pellejo o el tuyo.
Chelsea se dijo que tenía razón y, pronto, fue a su casa en espera de noticias. Sabía que Piper solicitaría la tenencia de Chloe, aprovechando que Jack estaba en el hospital y su abogado principal también. Las posibilidades de que se la dieran al ser la única pariente sanguínea, eran altas y su abogada no iba a desaprovechar la oportunidad.
Una vez que Chloe estuviera con ella, podría pedir la custodia compartida o en su defecto, la custodia absoluta; siempre que servicios sociales, ahora a cargo de alguien más, viera a su hija en un ambiente amoroso y sano.
Permaneció en el departamento por horas, preguntándose cómo estaría Jack, pero había perdido su oportunidad de preguntarle a Alice o a su hijo. Ahora la veían como enemiga.
Quiso pensar que estaba bien, aunque de igual forma, encendió la televisión para saber algo, cualquier cosa.
Pasaron horas antes de que tuvieran una actualización de la situación y por fortuna, dijeron que el juez estaba fuera de peligro. En los medios dijeron que la explosión de su coche alcanzó el auto blindado en el que iba Jack y por eso chocó con otro carro, resultando herido.
Anunciaron a su vez el nombre del chofer muerto en el atentado, pusieron su fotografía en pantalla y unos minutos después hicieron una cápsula de último momento para confirmar, también, la muerte de Gerald Hughes en el Hospital Presbiteriano.
Chelsea se llevó la mano a la boca en consternación, sus ojos se aguaron y se sintió tan mal por lo que había sucedido. Sin embargo, quería escuchar si había algo nuevo y continuó viendo las noticias para saber sobre Jack, aunque no se revelaba su ubicación, ni se daba ninguna señal de su estado de salud en ese momento.
Se hablaba de que estaba bajo el cuidado de la Casa Blanca y que se salvaguardaba su seguridad por el mismo presidente, pero este no había salido a dar ninguna conferencia al respecto.
Finalmente y al caer la noche, anunciaron que Jack estaba fuera de peligro y que solo había tenido heridas menores. Respiró tranquila al escuchar eso, pero no pudo seguir la noticia puesto que la llegada de Poppy junto a Chloe, hizo que se pusiera de pie.
Un exultante «¡Mamá!» salió de los labios de la pequeña, quien corrió a abrazarla y le dio muchos besos, feliz de reencontrarse con ella.
Chelsea la sujetó con fuerza cuando la niña hizo un descanso de su entusiasmo y la levantó en brazos, llenando de besos a su hija.
—Me alegra tanto verte aquí. ¿Has cenado ya? —dijo la fiscal a la pequeña y esta negó argumentando que estuvo con su nana y apenas iba a cenar—. Debes estar hambrienta, deja que te prepare algo de lo que te gusta.
Se detuvo cuando escuchó a su hija preguntar por su padre y se giró a verla de inmediato, no sin antes mirar a su amiga, quien se alejó para darle espacio y para que pudiera explicarle de la mejor manera lo que pasaba. No obstante, la fiscal eligió no hablar de eso con su hija y decirle una mentira. Era demasiado pequeña para comprender lo que estaba sucediendo
—Papá tuvo que trabajar —mintió y la niña asintió—. Me pidió que fuera por ti porque no quería dejarte sola, te quiere mucho y odia tener que dejarte, pero el trabajo llama. Estarás conmigo por ahora y yo voy a cuidarte muy bien.
«¿Pero vamos a estar los tres en la casa con Rufus, verdad?». Chelsea escuchó que dijo y sonrió antes de darle un beso.
—¿Te gustaría cenar algo ligero o prefieres algo fuerte? —preguntó para cambiar el tema a sabiendas de que ella empezaba a darse cuenta de que sus padres no estaban juntos.
«Solo quiero ir casa contigo y papá». La escuchó musitar y Chelsea entendió que era imposible ocultar lo que pasaba. Se apresuró a prepararle solo un sándwich y le dio leche. Esperó a que ella comiera casi todo y cuando vio que dejó el último pedazo, le sonrió y la llevó a su cuarto.
Le cepilló los dientes, la acostó en la cama y de nuevo la pequeña se vio preguntando cuándo estarían todos juntos y Chelsea no supo qué responder, más bien, no supo cómo decirle que eso no pasaría, así que evadió la pregunta y la distrajo diciéndole que ya era tarde; sin embargo, al ver su rostro confundido, terminó por dar un suspiro.
—Mi amor —dijo luego de un silencio prolongado—. Hay cosas de adultos que todavía no comprendes, pero voy a tratar de hacerlo muy simple. Papá te ama, yo te amo, pero no podemos estar juntos los tres, a veces podrás verlo y pasar tiempo con él y luego volverás conmigo, pero viviremos solo nosotras dos, aunque tu padre siempre será bienvenido en tu vida —mintió a sabiendas de que pretendía llevársela lejos de Jack.
La escuchó preguntar por qué y Chelsea se vio eligiendo sus palabras. Confesó que al principio Jack le daba miedo, pero después entendió que era su padre y solo era serio aunque no malo.
»Bueno, a veces los adultos no funcionan estando juntos y por el bien de los hijos deciden funcionar cada quien por su lado, pero siempre van a hacer equipo cuando se trate de los niños y eso es lo que Jack y yo haremos. —Volvió a mentir—. Papá y yo funcionamos mejor solos, pero te amamos por igual y cuidaremos de ti.
«¿No lo quieres?». Escuchó que dijo y la observó mientras sentía la mirada de Chloe sobre ella, esperando que le diera una explicación.
Pensó en esa pregunta más que en ninguna otra, así que le sonrió.
—Por supuesto que sí —dijo e hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para no llorar—, pero como dije, somos personas que estamos mejor en soledad. Es solo que somos complicados.
«¿Papá no te quiere?». Insistió y Chelsea miró a otro lado para no ponerse a llorar.
—No lo sé, mi amor —confesó y la niña le observó con el entrecejo fruncido—. Ahora es mejor que duermas porque es tarde y seguro que mañana no querrás levantarte para el colegio y van a reprenderte por faltar.
Arrugó la cara, no supo si porque no quería ir al colegio o por lo que le había dicho, pero cual fuera la razón, al menos logró que se quedara dormida y dejara de insistir con lo de Jack.
Se quedó a su lado hasta que la vio dormir y solo entonces se levantó de la cama para volver a la sala y recoger.
Sin embargo, el sonido de la puerta hizo que se girara hacia el lugar, tocaron tan fuerte que su amiga se asomó de inmediato y la observó con una mirada sorprendida.
—Es él —dijo Piper y Chelsea asintió.
—¿Es que no puede guardar reposo un maldito día? —inquirió furiosa—. No puedo creerlo.
—Será mejor que no le abras —dijo la abogada—. No sabemos cuáles son sus intenciones y lo mejor es que...
—No va a dejar de gritar, va a despertar a la niña y esto se pondrá muy feo —anunció la fiscal—. Será mejor que te lleves a Chloe hasta el cuarto de servicio. ¿Por favor podrías quedarte con ella hasta que yo vaya con ustedes? En ese cuarto no se escucha nada, es mejor que esté contigo.
—No sé si sea buena idea que te quedes a solas con Jack. Chelsea, va a derribar la puerta, ¿te parece que viene en plan amistoso? —inquirió molesta.
—¡Lo sé, Piper, lo sé! —declaró Chelsea en un tono elevado—, pero es todo lo que puedo hacer por ahora, si permito que siga gritando va a terminar por despertar a mi hija.
—Si necesitas algo, por favor grita —pidió su amiga antes de ir al cuarto para tomar a la niña, envolverla en una manta y alejarse al cuarto de servicio. Este estaba en la planta alta, sobre la azotea del departamento, lo que impediría que escuchara cualquier cosa.
En cuanto escuchó que la puerta se cerró, ella se apresuró a ir a la entrada en donde se encontró con la mirada colérica de Jack. Decir que no sintió miedo sería un eufemismo, pero lo cierto era que estaba al borde del desmayo, aunque intentaba disimularlo.
Lo primero que sintió fue la mano de Jack apretando su cuello y adentrándose en la casa hasta arrinconarla contra la mesa. Presionó fuerte y luego la liberó, provocando que ella tosiera desesperada y cogiera un jarrón para defenderse.
—Aprovechaste mi estancia en el hospital y la incertidumbre para interponer una guarda provisional —dijo y ella pensó unos segundos antes de asentir con todo el descaro que fue capaz de reunir—. No solo eso, te atreviste a intimidar y chantajear a mi hijo para que te devuelva a Chloe. ¡Estás usando a mi hijo!
—¿¡Cuál es la diferencia entre lo que has hecho tú!? —inquirió Chelsea también a gritos—. ¿No usaste a mi hija para hacerme daño? No vengas ahora a hacerte el imbécil y el ofendido. Los dos sabemos la clase de basura que somos y si tú has usado a mi hija en toda está pelea inútil, ¿por qué yo no puedo hacer lo mismo con tu hijo?
—Mi hijo está inconsolable —dijo el juez apretando los dientes y a ojos de Chelsea, estaba realmente dolido—. Sabías lo que ibas a provocar cuando fuiste a verlo. Estabas segura de que tendría una crisis, que le invadiría el miedo y que iba a buscarme para pedir mi ayuda.
Jack se quedó callado unos segundos antes de recordar cuando Alice fue al hospital luego de que le llamaran. Se mostró esquiva y luego de eso lo llevó a su casa tras ser dado de alta y rindiera su declaración. Su exesposa le dijo que Jamie no sabía nada de lo que había pasado y que tratara de no decirle, así que dado que estaba bajo la influencia de medicamentos para el dolor, no tuvo que fingir que estaba bien, realmente no sentía nada y su herida no necesitó puntos, aunque se notaba un poco el golpe.
Al llegar a su casa, se encontró con su hijo y apenas lo vio, este se lanzó sobre él pidiendo perdón.
Jack no entendía lo que estaba pasando, al principio asumió que estaba conmocionado con los eventos, pero cuando comenzó a pedir perdón, no supo de qué se trataba. Miró a su exesposa y ella solo se limpió las lágrimas, luego apareció el nuevo marido de Alice, quien le dio una palmada y se alejó para darles espacio.
«—Papá —dijo Jamie con los ojos acuosos—. Yo lo siento mucho, estoy muy arrepentido y siento tanto decepcionarlos.
—Jamie, ¿qué es lo que está mal? —inquirió sin entender—. ¿Por qué no te calmas y me dices qué es lo que te pasa? Lo que sea que haya sucedido, lo voy a resolver, pero necesito que te tranquilices y me cuentes a detalle.
—Dale a su hija —suplicó y él miró a Alice, quien se sentó a un lado de su hijo y trató de calmarlo—. Devuélvele a su hija o ella va a destruirme, por favor. Te prometo que me iré al extranjero, no volveré a cometer una estupidez, pero devuelve a su hija. ¡Esto es mi culpa!
—¿Qué demonios ocurre? —inquirió demandante y Alice llamó a su esposo, quien se encargó de llevar al chico, pero este estaba lleno de miedo, tanto que tuvieron que llamar a un doctor cuando comenzó a ahogarse y a decir que le faltaba el aire. El galeno dictaminó que necesitaba un relajante y vigilancia, puesto que tenía una crisis de pánico y finalmente con el medicamento, se calmó.
Una vez a solas, Alice se enfrentó a Jack.
—Dale a su maldita hija —dijo la mujer con un tono nada amigable—. Eso es todo lo que ella quiere para dejar a mi hijo en paz.
—¿Qué te dijo Chelsea? —cuestionó y la mujer se apresuró a ponerle la computadora con el video de su hijo y la decana de la universidad, también primera dama—. ¡Qué diablos! Jamie se involucró con... ¿¡la primera maldita dama!? ¿Qué demonios pasaba por su cabeza?
—¡Ya no hay nada qué hacer al respecto! —declaró Alice en medio de gritos—. Justo ahora no me importa lo que haya hecho, sino callar a esa perra—. A mí no me importan tus líos de faldas, pero Jamie es mi hijo y no voy a dejar que lo arrastres a tu mierda. Devuélvele a su hija, mátense entre ustedes, pero a Jamie no lo vas a tocar y te lo digo de una vez. ¡No quiero verte cerca de mi hijo de nuevo!
—¿Me estás prohibiendo ver a mi hijo? —se burló—. Se te olvida que es mayor de edad y que puedo estar cerca como me plazca. Me culpas...
—¡Es tu culpa! —gritó una furiosa Alice—. La odias, odias a Chelsea por lo que te hizo, yo puedo entender eso, pero mi hijo es inocente, tu hija también lo es y no soy ninguna estúpida, la has perseguido porque te ha dolido la traición más que nada en el mundo y porque te ha golpeado el ego al usarte para rescatar a su novio. Sé que la odias, pero mi hijo no es una moneda de cambio.
—De cualquier forma...
—Déjame hablar —interrumpió su exesposa—. Jack, siempre te respeté como el hombre que eras, te amé por tu bondad, te dejé de amar porque eras demasiado para una mentirosa como yo, porque no me perdoné lo que te hice. —Se limpió las lágrimas—, pero tengo que ser justa con lo que está pasando. Lo que yo te hice fue igual de malo que lo que ella te hizo, te traicioné, te mentí, te engañé y fingí que todo estaba bien, te besé y me acosté contigo cuando sabía todo lo malo que estaba haciendo, pero no hiciste nada más que enojarte conmigo. Has sacado toda tu ira con esa mujer, no es que quiera que me hagas daño, pero tampoco quiero que se lo hagas a tu hija. Ella no tiene la culpa de nada y a los únicos que destruyes, es a ellos.
Jack la observó con atención.
—Voy a resolver lo de Jamie —declaró enfadado.
—Lo justo es que nos odies a las dos, nos destruyas o que nos dejes en paz a las dos, odiándonos pero en paz contigo —prosiguió diciendo Alice—. Quiero que acabes esto de una vez por todas, haz que pierda mi empresa, arruíname, destruye mi matrimonio, hazme lo mismo que a ella para que yo sienta que tengo un castigo, pero no metas a mi hijo en tu mierda. Ya no sé quién eres ni quiero saberlo y todo lo que deseo es que estés muy lejos de mi hijo.
—No puedes prohibirme eso —dijo Jack.
—Pero yo no quiero verte —habló una masculina voz que hizo que él se girara.
Jamie se acercó a paso lento, más tranquilo y con ayuda de su padrastro. Se sentó a un lado de su madre y le miró.
—Siempre voy a agradecerte que me hayas adoptado y me hayas dado cariño, pero no puedo respetarte ahora —dijo mientras Jack le observaba lloroso—. Esa mujer está desesperada y no me habría metido en todo esto si no fuera por ti, por la forma en que la acorralaste. Sé que lo que hice estuvo mal y traté de resolverlo a mi manera, estuvo bien y funcionó mientras no desataras la ira de ella. Por favor, yo te pido perdón por lo que hice, pero si realmente te importo, dale a su hija y no vuelvas aquí, necesito un tiempo, quiero perdonarme por causar problemas, decepciones, pero también quiero recuperar el respeto que sentía por ti. Lo lamento mucho, papá. No quiero que pelees con ella más, mi hermana no merece esto y si aún hay algo de amor para Chloe, ¿es así como se llama, no? —Jack asintió apenas—. Si aún queda algo de amor para esa pobre niña de tu parte y algo de amor para mí, no enfrentes a Chelsea una vez más, solo dale a su hija. Sé justo con ella, como creí que siempre lo habías sido. Como dijo mamá, castíganos a todos por mentirte, engañarte y usarte, no solo a una.
—Por favor, vete Jack —pidió su exesposa y su hijo secundó».
Jack rememoró los eventos que recién había vivido en casa de Alice y en lo devastado que se sintió con la forma en que Jamie se sintió.
—¿Crees que a mí me importa cómo está tu hijo? —preguntó Chelsea, sacándolo de sus pensamientos—. Lo siento tanto por hacerle daño, pero me dije a mí misma que era eso o perder a Chloe. Los dos sabemos que no vas a poder detener al presidente si se entera de esto y con todo el dolor que pueda sentir, lo voy a hacer. Sé el destino que puede tener Jamie si esto sale a la luz, pero me prometí aprender a vivir con el cargo de conciencia de cuales fueran las consecuencias. Por fin encontré a alguien con más poder que tú: el presidente.
Jack sonrió.
—Tú ganas —replicó por primera vez, luego de un prolongado silencio y ella sintió un tremendo alivio de saber que no tendría que exponer al jovencito—. Puedes quedarte con Chloe, te enviaré los términos de custodia y el acuerdo en el transcurso de los días.
—Bien —dijo ella con un tono más mesurado—. Siento lo de tu abogado.
Jack sonrió de nuevo, con ironía.
—Aún queda mucho que tienes que probar —continuó diciendo el juez en una clara amenaza—. Hago esto porque Jamie me lo pidió, así que si te atreves a hacer algo contra mi hijo, una sola cosa, te prometo que voy a matarte.
Chelsea respiró tranquila, pero también, dándose cuenta de que para Jack, Jamie era importante, pero Chloe solo fue utilizada, aún así, ya no pudo decepcionarse más, solo lo dejó pasar.
—Voy a darte el archivo original y el informe cuando tu abogado me entregue el documento emitido por un juez en el que renuncias a la custodia de Chloe —declaró la fiscal sin dar marcha atrás—. Ahora si no tienes nada más que decir, será mejor que te vayas.
Jack la observó, furioso, pero no pudo decir nada puesto que la llegada de Piper hizo que ambos se giraran.
—Algo le pasa a Chloe —dijo asustada y Chelsea corrió hacia el cuarto en donde vio a la pequeña gritando de dolor.
Se acercó y trató de tranquilizarla, pero era demasiado pequeña para contenerse y solo lloraba y gritaba. La tomó en brazos y corrió abajo para llevarla al doctor. Jack fue tras ella y antes de que pudieran darse cuenta, los tres adultos iban junto a la niña en el auto que el juez llevó.
Tras ellos fue un sequito de seguridad que no los dejó hasta que llegaron al hospital. Se adentraron corriendo y fueron recibidos de inmediato.
Ella corrió junto al doctor con Jack detrás de ella, pero les impidieron pasar y solo una enfermera se quedó con ellos para llenar el ingreso.
Finalmente lograron calmar el dolor y que la niña se durmiera, solo entonces, el doctor fue con ellos para explicarles lo que pasaba.
El dolor de Chloe fue tan fuerte que le provocó una convulsión y aunque todo había pasado y ella estaba estable, no se la podrían llevar dado que deseaba hacerle algunas pruebas.
Preguntó por su archivo clínico y Chelsea solicitó al correo los expedientes a sus respectivos pediatras. Había visitado tres a lo largo de la vida de su hija y les gritó por teléfono hasta que consiguió que le mandaran los expedientes en ese momento. Por su parte, Jack pidió el chequeo médico que hizo el doctor de la corte a la niña.
Le enviaron en ese momento todo al doctor, quien revisó y no encontró ninguna anotación anormal. Sin embargo, sí que hizo preguntas.
—La niña tiene varias fracturas —declaró mirando de un expediente a otro—. ¿Cuál fue la razón?
Chelsea se removió incómoda cuando Jack hizo un gesto que dejaba claro que él asumía era por maltrato.
—Ella se caía mucho, al principio creí que era porque bueno, estaba empezando a caminar, pero ocurría con frecuencia, algunas veces fuera de mi vista. —Jack sonrió irónico y el doctor le miró con curiosidad—. Se cayó en el parque con la niñera, otra vez en la guardería, algunas veces en casa.
—¿Todas terminaron en fractura? —preguntó el galeno.
—Sí, la mayoría de las veces —añadió en respuesta.
—¿Alguna otra cosa? ¿El problema de las fiebres y diarreas constantes? —cuestionó de nuevo.
—Siempre fueron tratadas como gastroenteritis —reconoció la mujer—. De hecho la llevé con tres pediatras, puede ver en su expediente que todos certifican que fue una gastroenteritis sin mayor problema.
—Sí, es solo que me preocupa un poco la cantidad de veces que pasó —declaró el doctor—. Desde luego no estoy culpando a ninguno de los dos, solo hago hincapié en que ningún colega lo vio raro. Cuatro pediatras, incluyendo el que asigno la corte y aunque imagino las razones, eso no me incumbe. Lo importante es que fueron cuatro especialistas en niños y nadie notó que ella se fracturaba demasiado o tenía gastroenteritis constantes acompañadas de fiebre. Me parece surreal.
—¿Qué es lo que está tratando de decir? —inquirió Jack.
—¿Hay algo malo en Chloe? —cuestionó Chelsea.
—La niña vino quejándose de dolor en la pantorrilla —aseguró el doctor—. Un dolor muy fuerte y me temo que no es nada normal.
—¿A qué se refiere con que no es normal? —preguntó Chelsea.
—No quiero adelantarme a ningún diagnóstico, es solo que... esto no me gusta nada —declaró el doctor.
—Hable de una puta vez —exigió Jack mientras el doctor suspiraba y observaba a ambos antes de hablar.
—Sus síntomas, todo lo que ella dijo mientras se le atendía, más sus reportes médicos me hacen saltar las alarmas por un diagnóstico de un tipo de osteosarcoma, un tipo de cáncer en los huesos —declaró y Chelsea se puso de pie de un salto—. Por favor, calmense. Señora no es un diagnóstico, pero me gustaría mucho hacerle las pruebas a su hija para descartar. Posiblemente me equivoque y solo sean dolores que provienen de otra índole, pero necesito...
—Hágalas —autorizó Chelsea.
Se llevó las manos al rostro y escuchó atenta.
Cuando salió abrazó a su amiga, quien no sabía qué pasaba pero imaginó que algo nada bueno. No obstante, la vio muy tensa y solo entonces notó que August Levenseller estaba ahí, no menos tenso que su amiga, incluso parecía que en cualquier instante explotaría. Piper, tenía los ojos llorosos y Chelsea fingió no ver nada.
Pasaron horas en las que su hija fue sometida a radiografías, tomografías, resonancia y mil cosas más hasta que finalmente el doctor, al amanecer, confirmó que había una masa en su pierna, justo en la pierna que nunca había dolido y por tanto jamás fue detectado por las anteriores radiografías ni estudios.
Chloe tenía un tumor y harían una biopsia para determinar su tipo.
Piper abrazó a su amiga y Jack solo miraba un punto fijo sin saber qué decir.
Finalmente pudo hablar.
—Chelsea... buscaré un hospital para Chloe, el mejor que haya —dijo y ella solo siguió callada hasta que se giró.
—No hagas nada —respondió mientras él le observaba sin entender—. Lo agradezco, pero prefiero hacerlo sola, no confío en ti y si antes me la quitaste argumentando que la golpeaban, siento que vas a usar esto de nuevo y prefiero que estés al margen.
Su amiga Piper parecía estar muy mal y la vio sentarse.
Iba a decir algo, pero una conocida voz hizo que se girara.
—Chelsea, ¿qué haces aquí? —preguntó Chase y luego miró a Jack con desprecio—. Este es un hospital, es un lugar limpio, no hay que traer bichos, amiga.
A nadie le pasó desapercibido que llevaba un parche en el cuello.
—Chloe está mal —dijo una llorosa Chelsea—. La trajimos de emergencia por un dolor muy fuerte, convulsionó y... parece que tiene un tumor en la pierna y van a determinar si es maligno. ¿Tú estás bien?
—Sí, fue solo un piquete —dijo Chase—. Siento lo de Chloe, seguro que no es nada.
—Seguro sí lo será —interrumpió otra voz, esta vez masculina—. Es muy probable que sea un tumor muy agresivo.
Chase se giró y observó a su acompañante con reproche.
—No hagas caso, Chelsea —pidió con una sonrisa amable—. Mi hermano cree que todos son igual de descorazonados que él, pero te aseguro que es buena persona. Bastian, ¿por qué no vas a preparar el coche?
—Es muy probable que sea maligno y si ha presentado dolores extremos seguramente en una etapa avanzada —prosiguió diciendo Bastian sin el menor tacto—. Puedo ayudarte con eso, no me gustan los niños, pero tampoco disfruto verlos sufrir, puedo arreglarlo.
Jack soltó una risa incrédula.
—¿Quién demonios eres tú? —inquirió el juez.
—Bastian Westwood —declaró y sonrió amenazante.
Ninguno agregó nada puesto que Piper se desmayó e hizo a todos prestarle atención.
Fue August, quien de inmediato se acercó y la levantó en brazos gritando por un doctor...
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Gracias por leer. Voten, comenten, síganme. Les amo.
Pd. para que no digan que soy cruel, les dejé un capítulo suavecito y tranquilito porque en el siguiente van a volar hasta las pestañas postizas, hermanas.
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