Capítulo 31
Chelsea miró con nerviosismo a su amiga mientras esperaban la llegada del abogado de Jack, quien apenas una semana atrás había agendado una reunión con ella. Estaban en el despacho del hombre y en la hora en que fueron citadas.
Casi un mes había pasado sin poder vivir con su hija, desde luego, la dejaban entrar a la casa de Jack para verla, pero siempre a la vista del personal y con el tiempo controlado, tan incómodo para Chelsea.
Cada semana se le partía el corazón al tener que abandonar la casa del juez y cada que su hija le cuestionaba cuándo iba a volver a la casa. Siempre tenía que inventarse algo y evitaba a toda costa mostrarse débil o llorosa para la niña.
En sus reuniones con ella, solo se mostraba feliz, atenta. Le platicaba mentiras sobre su supuesto trabajo y escuchaba con interés todas las aventuras de la pequeña.
Chloe hablaba de manera constante sobre perros que había en casa, también de que su padre la había llevado a montar e incluso le había regalado una yegua. Se emocionaba cada vez que hablaba del equino y Chelsea le seguía la corriente para evitar que la niña viera su tristeza.
Cuando partía de la casa, permanecía en la entrada durante un largo rato, esperando que su hija apareciera por ahí; sin embargo, eso no ocurría nunca, como si la apartaran para evitar que la viera más tiempo del debido.
Ese día, esperaban la llegada del litigante de Jack. No lo había visto desde que la echó de su casa ni hablado con él, tampoco quería hacerlo y aunque todavía no había encontrado nada que lo comprometiera, sí que pensó que algo podía hallar para forzarlo a devolverle a su hija.
A ella no le importaba nada más que eso, incluso le daba igual si le devolvían su licencia para ejercer, solo quería a la niña.
—Me duele el estómago —dijo llevando sus manos al abdomen—. Creo que tengo acidez.
—Deberías visitar a un médico —sugirió su amiga y abogada—. Llevas semanas así, estás pálida y casi no comes, debes tener una úlcera con tanta ansiedad y estrés. Para poder recuperar a tu hija debes cuidarte. —Hubo una pausa—. Perdona que te lo pregunte, pero ¿es posible que estés embarazada?
Chelsea se giró a verle y por un momento se quedó mirándola sin entender del todo la fuerza de la pregunta.
—No —respondió luego de unos segundos—. Menstrué hace dos semanas. Solo es todo este estrés. Justo ahora la espera me está matando.
—El hombre que lo representa es un maldito —dijo Piper y Chelsea se giró a mirarla con nerviosismo—. Era de esperarse que eligiera a un asqueroso tiburón.
—Por un momento pensé que elegiría a Nichols, parece que después de todo son muy amigos —añadió Chelsea y la otra sonrió.
—Nichols es muy bueno, pero no se humillaría trabajando para FitzGibbons —mencionó la mujer y soltó una risilla.
—Bueno, le sirvió como si Jack fuera su amo en el juicio de Curtis —contradijo Chelsea y su abogada suspiró—. Supongo que todos tienen un precio.
—Creo que le dio la oportunidad de ganar en su corte —replicó la abogada, restándole importancia—. Desde luego, el juez le dio lo que necesitaba. Es algo complicado, yo creo que todo lo que Nichols quería era levantar su ego y desde luego valorarse en el mercado de abogados. Muchos de los litigantes no toman casos cuando ya han designado un juez, todo depende de quién sea, sobre todo cuando es un juez tan severo con las condenas y que acostumbra a dar el máximo de las penas, no es bueno para su historial. Sabemos que a Jack le envían puros delincuentes de grueso calibre, así que ningún abogado quiere desprestigio ni las represalias de poderosos al perder juicios. Es más que sabido que no lograron nunca sobornar a Jack. Nichols se acaba de alzar ahora con una victoria en una corte de FitzGibbons, ¿sabes lo que eso traerá a su firma? Prestigio.
Chelsea pensaba responder algo, pero el sonido de la puerta hizo que ambas se incorporaran. Esta se abrió y de inmediato se adentró Gerald Hughes, el abogado socio de Hughes & Clarke. Era uno de los principales litigantes, junto a Noah Clarke, pero en ese momento, ese último no apareció.
Detrás de él y, para sorpresa de ambas mujeres, Jack apareció con un semblante parco.
Vestía un abrigo oscuro y una bufanda gris un poco más clara que su abrigo. Sus grises ojos resaltaban con los tonos de su ropa y le dio una mirada a Chelsea, quien le observó con ganas de tirarse encima y asesinarlo.
—Señor Hughes —dijo Piper y extendió la mano para saludarlo, interrumpiendo las intenciones de Chelsea—. Señor FitzGibbons.
El juez solo hizo un asentimiento de cabeza como saludo y tomó asiento después de indicarle a las dos mujeres que se sentaran para comenzar.
El abogado, por su parte, extendió la mano hacia ambas mujeres y luego de sentarse miró a Chelsea.
—Señora Randall —dijo el abogado de forma amable—. Sé que conoce los términos legales, pero por cuestiones profesionales debo decírselas. Me temo que la intención de mi cliente es...
—La intención de su cliente es joderme porque desea venganza —interrumpió Chelsea y Piper puso su mano sobre la de ella para calmarla—. Ahorrémonos las terminologías y también los discursos, vaya al grano.
—Mi cliente quiere que todo sea lo más rápido posible, comprenderá que desea tener a su hija tan pronto como lo permita la ley, así que dejemos los juegos, Hughes —pidió Piper mientras el hombre esbozaba una sonrisa—. Conocemos la situación entre tu representado y la mía, acortemos esto.
El abogado miró a su amigo y este asintió.
—Como sabrán, esto no se trata de mi o su representado —aclaró Hughes—. Se trata de una menor que ni siquiera debería estar pasando por esto. El señor FitzGibbons quiere lo mejor para Chloe. Ahora ella está bajo el cuidado de su padre, pero él está en la mejor disposición de llegar a un acuerdo para entregar la custodia a su madre, con algunas condiciones, desde luego.
—En ese caso, necesitamos un acuerdo por escrito —aclaró Piper con tono exigente—. Dado los antecedentes de su cliente, dando su palabra a la señora Randall e incumpliéndola, solo tomaremos aquello que esté por escrito y notariado.
—Pensé en eso —declaró el abogado y sacó un acuerdo que extendió a Chelsea.
Ella lo abrió y leyó el acuerdo en sus primeras páginas. Al mismo tiempo su abogada leyó por encima.
—Nos lo llevaremos para analizarlo y le haremos llegar la respuesta —agregó la abogada.
—Por favor, intentemos que sea pronto para comenzar con el proceso cuanto antes y...
—¿Asistir a terapia? —aseguró Chelsea al ver lo que pedía—. ¿En sus condiciones está que yo sea una persona sana emocionalmente? ¿Qué hay de lo miserable y desequilibrado que es él para infligir tanto daño? —Miró a Jack y se puso de pie para acercarse a él, quien permaneció sentado e impasible—. ¿Quién te crees para decirme cómo debo conducir mi vida y mi estabilidad como mujer? ¿Cómo te atreves a juzgar si soy o no una buena madre? ¿Con que autoridad me cuestionas como madre? ¡Ella ni siquiera es tu hija legal! ¡Chloe se apellida McFly! —gritó puesto que la niña poseía el apellido de Curtis y como respuesta Jack golpeó el escritorio en un puñetazo, perdiendo los estribos y poniéndose de pie para enfrentarla.
—¡Ya cállate! ¡No me enfades más mencionando a ese infeliz! —gritó con la mandíbula temblando de rabia.
Chelsea se quedó callada, pero sonrió al obtener lo que quería de él, quien se vio sujeto por su abogado. Este le pidió mesura y lo instó a sentarse de nuevo, pero era tarde, Jack tenía la mirada colérica puesta sobre la mujer que estaba frente a él y la cual lo retaba a decir algo que empeorara las cosas entre ellos.
»No te atrevas a decir de nuevo que ese miserable es su padre —continuó diciendo Jack.
Chelsea comenzó a reír. Sus ojos se llenaron de lágrimas y a la vez soltó una carcajada desquiciada.
—¿Sabes que esto es el trabajo de un fiscal, verdad? —declaró Chelsea mientras se plantaba frente a él, levantando la cara para retarlo. Le sonrió burlándose de él—. Siempre y sin importar qué, vamos a identificar dónde golpear para sacar el verdadero yo de las personas. Tú acabas de demostrarnos aquí que no eres más que un viejo rencoroso que lo único que quiere es castigarme por haberme enamorado de un miserable. Todo lo que quieres es destruirme porque crees que no te amé a pesar de que te consideras superior a todo mundo. Te arde saber que te aborrezco y me lastimas con lo único que puedes hacerlo. Al menos ten las pelotas de reconocerlo. Admíteme de frente que esto es porque deseas castigarme. ¡Dilo! ¡Di que esto es por venganza! Admítelo porque yo no me voy a detener hasta hacer que tropieces con tus propios pies. Ya deberías saber que no hay nada peor que una mujer herida y tú a mí ya no me puedes lastimar más. Voy a obligarte a devolverme a mí hija y a hundir tu maldita honorabilidad, haré que tu nombre cause risa y acabaré contigo así sea lo último que haga en la vida.
Se acercó para tomar el acuerdo que le dio el abogado mientras Piper y Hughes intentaban controlar la situación entre ambos.
Lo levantó hasta ponerlo frente a los ojos de Jack y sonrió antes de romperlo en su cara y lanzárselo a los pies.
»Se acabaron las negociaciones —continuó diciendo mientras hacía el papel añicos—. Mete tu acuerdo por el culo. A mí no vas a decirme cómo conducir mi vida ni vas a vanagloriarte después de que lograste volverme tu mascota. Si voy a terapia, lo haré cuando quiera, como quiera y no porque tú lo has decidido. No salí del control de alguien para cambiar de captor. No vas a gobernar mi vida, perro malnacido. —Miró a su abogada—. Vámonos, no hay acuerdo entre él y yo.
Piper miró a Hughes, quien parecía igual de contrariado que ella. Siguió a Chelsea y entretanto, Hughes miró a su amigo.
—¿Qué acabas de hacer? —inquirió Gerald a Jack—. Lo hiciste bajo la mirada de su abogada, ella usará esto para argumentar violencia y mal manejo de emociones. ¡Jack, eres un juez! ¿¡Cómo pierdes los estribos así!? ¡Caíste justo en lo que la fiscal quería de ti! Perdimos la oportunidad de negociar y ella va a llevarte a juicio.
—No importa —aclaró Jack.
—¿No importa? —inquirió el abogado—. Dijiste que no era una mujer difícil y resulta que en la primera reunión sacó lo peor de ti y no solo eso, logró poner un antecedente en el archivo, uno que desafortunadamente tendré que declarar o cometeré perjurio. Si fue capaz de hacerte esto aquí, frente a su abogada y frente a mí, es obvio que va a llevar esto más allá de cualquier cosa que imaginemos. Va a acorralarte.
—Inicia los trámites para que pueda ser legalmente el padre y único tutor de Chloe —aclaró el hombre con la mirada sobre su abogado—. Necesito eso mismo para mañana. Sé lo que ella hará, pedirá que me retiren la custodia por no paternidad.
—Eso solo hará que la retiren de tu custodia por un tiempo, pero en cuanto se compruebe por lazo sanguíneo, no podrá mantenerla —aseguró el abogado.
—Le dará suficiente tiempo para huir con mi hija —añadió Jack entendiendo el plan de Chelsea—. Esos son sus planes, piensa ir ante un juez y decir que no soy el padre legal de Chloe, por lo tanto, no habrá manera de que puedan dejarla a mi cargo. No le interesa lo que venga después de eso, mucho menos si exijo la paternidad. Estoy seguro de que ya tiene un lugar a dónde huir, uno en donde pueda protegerse de las leyes de Estados Unidos de América.
—Me apresuraré a tener esto, pero es muy difícil que puedan otorgarlo de un día para otro y lo mejor que puedes hacer es esperar —dijo el abogado mientras observaba a su amigo—. Deja que las cosas sigan su curso y ya no intervengas en nada que pueda provocar algo peor o cualquier cosa que una mujer acorralada sea capaz de hacer.
Jack suspiró y asintió.
Se dio la vuelta para salir de la oficina e ir a su trabajo. Entretanto, siguiendo las recomendaciones de su abogado, trató de mantener la calma.
Por su parte, Chelsea caminó hasta el estacionamiento. Iba a toda prisa y su abogada tuvo que correr para alcanzarla.
—¡Chelsea! —gritó la mujer mientras ella iba detrás de ella—. ¿Qué demonios te ha pasado? ¿Por qué has gritado así ahí dentro?
—Porque sé lo que hará de aquí en adelante —mencionó la fiscal—. Tratará de conseguir una orden para la prueba de paternidad. Espera que interponga un recurso para evitarlo, conoce cada paso que daré, pero no pienso darle el gusto de nada en absoluto. Solo pienso distraerlo en lo que consigo información.
—¿Qué pasa si no lo logras? —inquirió Piper—. Dudo que un hombre como Jack vaya por la vida contando sus secretos a alguien más y si alguna persona está al tanto, seguro que no va a traicionarlo.
—No hay un crimen perfecto ni persona que no cometa errores, así tenga que entrar a su casa o su oficina, voy a conseguir algo —declaró mientras la otra soltaba un suspiro—. Te prometo que voy a obligarlo a entregarme a mi hija y que por una vez se vea en un aprieto. La mujer que él cree una loca, va a ser la que lo haga morder el polvo.
—Tomar terapia tampoco estaría mal —anunció su amiga—. Está pensando como juez y cree que puede obligarte a hacerlo, desde luego que no tiene derecho a disponer de lo que debes o no hacer, pero... si lo piensas no es mala idea.
—¿Y crees que no lo sé? —confesó Chelsea y sonrió—. Desde luego que sé que lo necesito, pensé en hacerlo, pero ahora tengo muchos problemas, solo quiero a mi hija de vuelta, no puedo pensar en mí si tengo que pensar en ella. Quiero sentirme tranquila para poder enfocarme en eso.
—¿Qué pasará si los rumores son ciertos y el presidente juramenta a Jack como presidente de la Corte Suprema? —cuestionó su amiga—. Chelsea, si eso pasa, nadie, absolutamente nadie, va a detenerlo. ¿Crees que habrá alguien que quiera enfrentar a alguien que gozará del favor del presidente? Todo apunta a que es su favorito y a que nadie se opondrá.
—No te preocupes por eso, tengo pensado todo —confesó Chelsea y subió al auto de su amiga, quien dio un suspiro antes de abordar también el coche y conducir a prisa—. Llévame al centro, necesito hacer unas cosas antes de volver a casa.
—¿No quieres que te lleve a tu departamento? —cuestionó su amiga.
—No, iré a corroborar algo y luego iré a casa —declaró mirándola a los ojos—. Te veré en la noche para cenar, tal como habíamos quedado. No te preocupes por mí, estaré bien, es solo que tengo que buscar algo y además debo encontrar un trabajo. Ningún juez dará su favor a una mujer sin empleo que quiere recuperar a su hija.
Su amiga obedeció y la dejó justo en la avenida principal. Entretanto, Chelsea fue a la oficina en donde antes trabajó. Caminó varias calles antes de arribar al tribunal.
Se adentró en la fiscalía y fue directamente a la oficina de su antiguo jefe. No se detuvo a anunciarse, solo se adentró y provocó que Kempler se pusiera de pie al verle.
—Chelsea —dijo, sorprendido de verla ahí—. Tanto tiempo sin vernos, no había podido llamarte.
—Porque no tienes cara para hacerlo —dijo la mujer con una mirada altiva—. Serviste a Jack. ¿Lo hiciste, no es así?
—Mi familia se estaba desmoronando por las presiones de dinero, tengo hijos en la universidad, se me suspendió la licencia, ¿qué más podría hacer? Todo lo que quería era que le dijera quién era el fiscal más novato de todos para que atacara a Curtis —aclaró un tanto avergonzado—. Yo te estimo, Chelsea, pero de verdad me resulta tan difícil poder protegerte desde una posición de sumisión. Jack no iba a detenerse con Curtis, sin importar cuánto lo amenazara tu ex, no lo he visto ceder a un chantaje jamás. Solo... solo quería recuperar un poco de mi estabilidad. Jack es como un perro de caza, cuando elige una presa, no para hasta despedazarla. No es nada contra ti, seguramente hará que te devuelvan tu cédula de ejercicio.
—Me quitó a mi hija de forma ilegal —mencionó Chelsea—. No es su hija ante la ley, pero de alguna manera un juez firmó la tenencia a su favor.
—¿Quién? —inquirió Kempler.
—Francis —replicó Chelsea y su amigo asintió—. Ese maldito. Dime lo que sabes de él.
—No mucho —declaró el hombre con una media sonrisa—. Francis no es cercano a mí, tal vez la fiscal con la que hablabas mucho, la que fue transferida, Farell, ¿la recuerdas?
—Sí, pero supe que se mudó de país, no tengo contacto con ella y tampoco mucho tiempo —aclaró Chelsea—. Sé que era amante de Francis, pero no puedo usar eso, no me atrevería a usarla como carne de cañón.
—No conozco mucho a ese hombre —declaró Kempler—. Creo que esa es la razón por la que Jack lo eligió, desde luego no está dispuesto a dejar que alguien cercano a los involucrados tome el caso. Tampoco eran tan amigos, pero supongo que le debe favores a FitzGibbons.
Chelsea suspiró. Habría imaginado que el caso lo llevaría Mirror, pero no fue así. Contrario a lo que pensó, el caso era de Francis y ella no se atrevería a usar a su antigua amiga para obtener algo, tampoco tenía pruebas físicas.
—Una última pregunta, ¿sabes en dónde puede guardar sus secretos el juez FitzGibbons? Estoy segura de que no se lo contaría a nadie, pero que hay si los guarda en algún sitio —acotó la fiscal mientras su exjefe le observaba tratando de entender qué era lo que estaba buscando—. Debe haber algo.
—No lo sé, pero Chelsea, será mejor que no te metas en problemas —sentenció el hombre—. Va a devolverte tu licencia, no arruines tu carrera.
—Pero no piensa devolverme a mi hija, la carrera no me interesa —añadió la mujer—. Ya me quitó a Chloe, qué más da lo que pueda arrebatarme. Ya no tengo nada que perder más que la vida y si también tengo que perderla para alejar a mi hija de un sujeto que solo quiere usarla como venganza, entonces lo haré.
Kempler apretó los labios y suspiró. Sabía que su antigua pupila no se dejaría ganar ante Jack sin darle pelea, pero no estaba seguro de lo que significaría para ella arriesgarlo todo en pro de recuperar a su hija y mucho menos las consecuencias que eso tendría.
Trató de hacerla entrar en razón pero no lo logró, así que tuvo que dejarla ir, quizás tan sola como llegó. Él sabía muchas cosas de Jack, pero ya no quería que siguieran haciéndose daño, desde luego estaba seguro de que los documentos que podrían comprometerlo estaban en algún sitio de la casa fuera de la ciudad, ahí donde vivió con ella. El refugio de Jack.
Chelsea no se iba a detener así que fue por la ciudad, caminando, pensando; intentando encontrar razones de peso para hacerlo flaquear, pero luego de casi un mes, no encontró nada.
No tenía fotos de él con Jane, de pronto no podía encontrar nada, tampoco tenía las fotos que le habían enviado. Nada que probara que estuvieron juntos. Sin embargo, encontraría la manera de lograrlo.
Fue a su departamento y llamó a algunos contactos que conocía, entre ellos, aquellos que eran informantes de la Policía, los más corruptos y a los que no les importaba en absoluto a quien jodían, esos que harían cualquier cosa por dinero. Pasó la noche entera buscando a todos y cada uno de ellos, ofreciéndoles dinero, aunque muchos no querían dinero, querían tratos por si eran arrestados.
Finalmente se reunió con uno de ellos esa misma noche, casi en la madrugada, L. S., así le llamaban, era un expolicía de baja deshonrosa que vivía como informante. Le dijo lo que necesitaba y luego de eso, recibió un contacto al que visitaría la mañana siguiente, con la seguridad de que L. S. ya le había conseguido al menos una reunión con el contacto.
No durmió de la anticipación y apenas amaneció salió de su departamento para ir directamente a la guarida de la persona con la que trabajaría.
Se apresuró a llegar y tocó la puerta con decisión.
Le recibió una mujer, una muy bonita. Estaba acompañada de dos hombres, los cuales la miraron de arriba abajo mientras estaba en la puerta.
—Vengo de parte de L. S. —dijo mencionando a su informante—. Dijo que podías ayudarme.
Le entregó la tarjeta del hombre que muchas veces hizo investigaciones para la fiscalía.
—Pasa, ese imbécil llamó y explicó a medias —declaró la mujer—. Recuérdame matarlo cuando lo vea por estar dando mi contacto a diestra y siniestra.
—Busco a Chase —mencionó Chelsea y la mujer de ojos azules aspiró.
—Habla —pidió la otra.
—¿Tú eres Chase? —inquirió confusa y mirando a los otros hombres.
—Sí, así me llaman —aclaró la mujer con fastidio—. Escucha, mi tiempo vale diamantes, cago oro y vomito flores exóticas de vez en cuando, así que escupe lo que sea que tengas que decir, después nos enamoras.
—Quiero que busques información comprometedora, lo que sea sobre alguien —añadió mientras la mujer enarcaba una ceja.
—Eso es muy caro y varía según a quién haya que sacrificar —aclaró la mujer.
—Jack FitzGibbons —mencionó Chelsea y la otra se giró a ver a los dos hombres, quienes silbaron al escuchar el nombre del sujeto. Lo que le hizo saber a Chelsea que sabían de quién hablaba.
—¿Qué hizo el buen de Jack? —inquirió uno de los hombres—. Comúnmente no pedimos razones, pero conocemos al juez y además nos gusta el chisme.
—Quiero que me devuelva a mi hija —sentenció Chelsea—. No me importa a dónde tenga que llegar, pero no voy a permitir que se quede con la custodia de mi bebé.
La mujer miró a sus amigos y estos levantaron ambas cejas, puesto que alguna vez también trabajaron para él buscándole información que necesitaba; no obstante, nunca pensaron que alguien les pediría sacar sus trapos sucios y menos por razones de una hija y asuntos domésticos.
—¿Eso no debe determinarlo un juez? —se burló la mujer—. Aquí no nos gustan los rollos sentimentales.
—Te pagaré lo que pidas —aclaró dispuesta a quedarse sin un centavo para conseguir su objetivo y luego de que su informante le dijera que no había imposibles para Chase—. No voy a ganarle en una corte. Ha usado todo su poder para quitarme a mi hija de manera ilegal por venganza. Es cierto que lo engañé, pero mi Chloe es asunto aparte y no tendría que usarla para lastimarme. No me importa si este problema se hace más grande entre él y yo. Me da igual que ambos terminemos destrozándonos, solo quiero a mi hija de vuelta conmigo.
La mujer guardó silencio durante un par de minutos. Como fuera, Chelsea creyó que estaba perdiendo su tiempo, así que se puso de pie para irse, pero la voz de la fémina la detuvo.
—El juez me cae bien, lo conozco poco, pero me agrada, además es guapo —recitó la mujer de ojos azules y Chelsea apretó los labios, pensando que no la ayudaría—. Sin embargo, no hay nada que odie más en la vida que un hijo de puta usando su poder sobre las mujeres solo porque tiene la verga herida y solo por eso, voy a encontrar su mierda y hasta lo haré gratis.
Chelsea le observó por unos segundos y finalmente asintió agradecida de que le ayudara. Le pidió su contacto y le aseguró que le enviaría la información apenas la encontrara.
Por su parte, la fiscal salió de ahí y fue un poco más tranquila a su casa, esperando que si iba a dejar caer la mierda sobre Jack, lo haría bien. Ya no le importaba exponerse, perder su licencia, ni crecer profesionalmente, todo lo que iba a pedir a cambio, sería a Chloe.
⚖️⚖️⚖️⚖️
La fiscal miró a su amiga remolonear sobre el sofá. Había tenido un día difícil, pero se negaba a hablar de ello, Piper solo decía que no quería agobiarla con más problemas de los que ya tenía, aunque Chelsea pensaba que era una cosa relacionada con un hombre, solo que no se atrevía a contarlo.
No sabía si la estaba pasando mal con su novio, pero pensaba que sí, después de todo, en las últimas semanas, no lo había visto por el departamento.
Esa noche como todos los días, quedaron de cenar juntas en el departamento de la fiscal, así que ahí estaban a punto de cenar y luego de haber presentado el recurso de apelación para un juicio de custodia.
Ella no estaba dispuesta a negociar con Jack y había ignorado al abogado del juez solo para luchar, para obtener algo en la corte. Después de mucho, lo había logrado.
Otro mes había pasado y ella estaba lista para enfrentarlo.
—¿Ya tienes todo listo para acorralar al juez? —inquirió Piper—. No quiero ser pesimista, pero dudo que ceda a la presión, como sea, no pierdes nada con intentarlo.
—No pierdo nada —recalcó la fiscal—. Voy a usar hasta el último recurso. Cada vez que voy a ver a mi hija, siento más y más gente vigilándome. Es imposible sacarla de su casa.
La mujer asintió en comprensión y Chelsea fue a la cocina para verificar la cena. La olió y al ver que estaba lista, la tomó para llevarla a la mesa.
Soltó la sartén de golpe cuando escuchó el televisor y aunque Poppy quiso cambiarle de canal para evitar que lo viera, ella se negó.
—Déjalo —pidió mientras su amiga asentía y volvía al canal que había cambiado. Miró a Chelsea y pudo notar cómo su respiración se aceleró ante el terror de lo que estaba escuchando.
—...Independiente de los Estados Unidos de América contra todos los enemigos internos y externos y que cumpliré bien y fielmente con los deberes del cargo que estoy a punto de asumir. Que Dios me ayude —juramentaba Jack frente al presidente, toda la cámara y mucha gente importante, con una mano alzada y otra sobre la biblia.
—No puede ser, ¿por qué tan pronto? —inquirió Piper y se llevó la mano a la boca—. Además ni siquiera transmitieron la votación luego de que el presidente lo nominara.
Chelsea sonrió y negó.
—Parece que Jack, finalmente, llegó al último escalafón. Ya es el presidente del Tribunal Supremo de los Estados Unidos —agregó Chelsea y suspiró—. No hay un juez más poderoso en este momento, que él.
—Ya es un magistrado y sus decisiones no pueden ser apeladas —sentenció Piper con cansancio y resignación—. ¡Agh! Derribarlo ya era difícil, ahora prácticamente es imposible.
—Tengo que ir a verlo —dijo Chelsea—. Esta es mi oportunidad de obtener algo de él.
—Es un completo acontecimiento dar cabida a los magistrados de la Suprema Corte de Justicia. —Comenzó diciendo el presidente de la nación—, pero quiero agradecer a todos por presentarse aquí para mostrar su deseo de colaboración, su respeto y su apoyo a Jack FitzGibbons mientras se prepara para dirigir la rama judicial de nuestro gobierno. Todos los ciudadanos de este grandioso país pueden estar seguros de que el décimo sexto presidente del Tribunal Supremo de los Estados Unidos de América será prudente en el ejercicio del poder judicial, firme en la defensa de los derechos de cada uno, pero sobre todo, fiel y leal guardián de nuestra Constitución.
Una ola de aplausos se escuchó mientras un sinfín de personas eran partícipes de congraciarse con el nuevo magistrado.
Finalmente, Jack tomó la palabra.
—Gracias a todos, es un honor verlos aquí después de la votación de esta mañana, con casi todos los votos a favor —dijo mientras veía al senado y congreso completo con orgullo—. Gracias por considerarme con las cualidades que los estadounidenses esperan del presidente del Tribunal de Justicia más alto de esta nación y con el currículo y las calificaciones que Estados Unidos merece...
Siguió hablando, pero Chelsea se dirigió a apagar la televisión.
—Te veré más tarde —dijo Chelsea, dejando a su amiga y tomando su bolso, el que ya tenía preparado para ir a verlo.
Abordó un taxi rumbo a la casa de Jack. Primero fue a su departamento, pero no estaba y, asumiendo que juramentó en horas de la tarde, pero apenas lo estaban transmitiendo, debería estar en casa para esa hora.
Se dirigió entonces hasta la casa en donde había vivido con ella.
Tocó la puerta y le dijeron que Jack no estaba ahí.
—No está en su departamento, tiene que estar aquí —dijo con seguridad al ama de llaves, quien negó de nuevo—. Dígale que salga ahora mismo.
Un relámpago resonó tan fuerte que pareció que la tierra se sacudió y con ello llegó la espesa lluvia. Sin embargo, y para pesar de todo, no la dejaron pasar. Tuvo que quedarse afuera y juró que no se movería hasta que Jack saliera.
Se sentó en los escalones, sin importarle que se estuviera empapando y no fue hasta la medianoche cuando él llegó.
Bajó de su auto de inmediato y se acercó a ella.
—¿¡Te has vuelto loca!? ¡Vas a enfermar, maldita sea! —gritó furioso.
No pensaba llegar a casa sino hasta la mañana siguiente, en principio porque su hijo quiso celebrar con él y tuvo que ir a verlo a Massachusetts luego de haber juramentado, pero su ama de llaves le avisó sobre la llegada de Chelsea y al enterarse de que no se iría, abordó una avioneta aún con el tiempo como estaba.
»¿Qué demonios haces aquí a esta hora? —cuestionó demandante y preocupado al verla completamente mojada y tiritando.
—Necesito hablar contigo —dijo la fiscal mientras él ya la llevaba de camino dentro de la casa.
Tiró de su brazo y la llevó hasta el despacho mientras miraba a su ama de llaves, furioso.
—¿¡Por qué demonios si viste que estaba lloviendo tan fuerte la dejaste afuera como perro!? —gritó mientras la mujer le miraba sin saber qué responder.
—Dijo que no la dejáramos pasar —añadió en su defensa—. Sus órdenes fueron que solo podía entrar en su día de visita.
—¡Pero está cayéndose el maldito cielo! —declaró como si fuera obvio—. ¿¡Por qué la dejaría afuera!? ¡Es la madre de Chloe, carajo! ¡Es una cuestión de sentido común! —Respiró profundo—. Lárgate de mi vista.
—¿Dejaste a Chloe sola? —preguntó Chelsea, olvidando lo que iba a decir.
—La niñera está aquí, fui a visitar a mi hijo —aclaró mientras ella sonreía sin poder creerlo.
—El papá modelo deja a su hija con extraños —declaró burlándose—. Bueno, parece que no eres tan perfecto como dices.
Se vieron interrumpidos por la mujer del servicio, quien llevó toallas para ayudarla a secarse.
Chelsea las lanzó lejos de ella.
—¿A qué viniste? —inquirió el hombre.
—A que me la devuelvas —insistió la mujer con determinación—. Finalicemos esto de manera adulta. Deja que me lleve a mi hija y a cambio dejaré que la veas las veces que quieras; también me organizaré para ir a terapia cuando esté lista. Deja que me la lleve y acabemos de una vez por todas con todo esto. No tenemos que hablarnos nunca más, no me interesa que me devuelvas mi licencia, tampoco que me des dinero para la pensión alimenticia, mucho menos que le des el apellido a Chloe. Solo quiero que me la des, que la veas cuando te dé la gana y que nunca volvamos a ponernos en el camino del otro.
—Te di las condiciones, Chelsea —declaró el juez—. Podrás llevarte a la niña cuando un juez dictamine que eres emocionalmente estable para cuidar de ella.
Chelsea le observó.
—Quieres gobernar mi vida, ¿no es así? —inquirió molesta—. ¿Cuándo vas a terminar de vengarte? Al menos ya no finjas que te preocupas por mí y mi estabilidad. No te preocupes porque no la tengo gracias a ti. Quítate la máscara y admite para ti mismo que haces esto por rencor. No me importa que me odies, no me importa que no me hayas amado nunca, solo dame a mi hija o...
—¿O qué? —demandó Jack.
Chelsea le miró una vez más y comprendió que la única manera de acabar todo entre ellos, era destruyéndose. Solo uno podía quedar en pie.
Metió su mano en el bolso y dudó por unos segundos antes de sacar una carpeta y extenderla hacia él.
»¿Qué es eso? —cuestionó el juez.
—He subido eso a una nube compartida. —Comenzó diciendo Chelsea—. O me devuelves a mi hija o mañana a primera hora todos los noticieros tendrán ese acuerdo confidencial que prueba que Jane Presley era tu amante y que le hiciste firmar un documento para callar la relación. Este papel reabrirá el caso de Jane y el de la agente. No creo que al presidente del país y a la nación entera le agrade saber que el presidente de la Suprema Corte podría ser un asesino.
—Sabes que yo no la maté —refutó Jack.
—No me importa. Te dije que haría lo que fuera para que me devolvieras a mi hija —aclaró Chelsea con malicia—. No me interesa lo que suceda contigo, sé que no la mataste, pero solo basta con que yo siembre la duda y estarás hecho mierda. Nadie querrá protegerte y si lo hacen, de todos modos, ya no quedará nada del honorable juez FitzGibbons.
—¿De dónde sacaste ese acuerdo? —inquirió Jack.
—También tengo mis contactos, unos muy buenos que pueden revisar toda tu computadora, tu correspondencia, tus cuentas, absolutamente todo. Encuentran la mierda donde sea —declaró, dejándole claro que había jaqueado sus dispositivos sin que se diera cuenta en absoluto.
—Hazlo —dijo el juez—. Ve a decirle a todos que yo tenía una amante.
—También saldré en el noticiero y diré que estuve en una orgía en donde el juez FitzGibbons participó y de ahí nació mi hija —añadió mientras él la observaba—. Si piensas que me importa que me señalen de puta, estás muy equivocado. Además, voy a subir la investigación que me diste sobre Curtis y diré que lo dejaste libre porque temías que delatara tu amorío con Jane y echara a perder tu perfecta vida. —Le sonrió—. Ves como sí soy muy lista y sí puedo con los criminales. Antes solo estaba enamorada de ti y por eso lloraba a mares, por estúpida, pero ahora... justo en este momento, estoy como una fiscal y no sabes que lo que más aborrezco, es dejar a los malos sin castigo. Decide ahora mismo lo que harás o a primera hora estarás en todos los malditos noticieros del país...
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Holis, les dejo nuevo capítulo. Nos leemos y bueno, ya es muy tarde y no le di una tercera revisada. Si ven algún dedazo, pues avísenme, igual lo revisaré mañana.
Dejen su voto, su comentario y síganme. También se pueden pasar por CONTRATO CON LA BESTIA, os prometo que no se arrepentiran, ha dado comienzo y bueno, es una novela bien puerca, os aviso para que no se sorprendan luego.
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