Capítulo 30

—Me diste tu palabra, ¿es que eso no vale nada? —cuestionó Chelsea y se acercó a él—. No voy a dejar que te quedes con Chloe. Yo soy su madre, soy buena con ella y la amo por encima de todo, no puedes simplemente despojarme de la custodia por rencor.

—Sí puedo, ya lo hice —replicó el juez con un tono que dejaba claro que no daría marcha atrás—. Creo que a estas alturas ya sabes que para mí lo mejor es que mi hija permanezca a mi lado por ahora.

—¿¡Basado en qué!? —cuestionó alzando la voz—. ¿Te parece que soy una mala madre? No puedes decir tal cosa, yo amo a Chloe. Al menos ten las bolas de decir que esto lo haces por venganza. Debe ser horrible ser un juez todopoderoso, pero sentirse tan inferior como hombre, tanto que recurres a esto para demostrar que eres más que yo.

A gritos, el juez llamó a su personal. Tanto el jardinero como el ama de llaves se acercaron a la entrada, esta última llevaba la maleta de Chelsea y ella sonrió al ver que todo estuvo planeado.

—Acompañen a la señora a la salida —ordenó sin más.

—No iré a ningún lado sin mi hija —rectificó mientras él se ponía de pie y se acercaba a solo un palmo de su rostro.

—Es mejor que hagas esto por las buenas, Chelsea —indicó Jack y dio un suspiro cansado antes de tomar el mentón de la mujer y obligarla a bajar la cabeza—. No es bueno que me provoques, no cuando soy como una bomba de tiempo. Vete ahora que te estoy dando la oportunidad de hacerlo bien y a cambio te dejaré ver a Chloe una vez a la semana bajo supervisión, pero si llevamos esto a donde yo no quiero, me aseguraré de que no quede ni siquiera un recuerdo tuyo en la mente de mi hija.

El chofer se acercó a ella y la tomó del brazo, tirando de Chelsea para sacarla. Justo en ese momento, August se plantaba en la entrada y escuchaba los gritos y la resistencia de la mujer para no irse sin su hija.

Se acercó a ella y detuvo al chofer.

—Yo la llevaré —dijo al hombre y este miró a su jefe, quien con un pestañeó lento le indicó que estaba bien.

August llevó a Chelsea fuera de la casa, rumbo a la entrada de la propiedad.

—¡Suéltame! ¡No voy a irme sin mi hija! —gritó al verse sujeta por August—. ¡Que me dejes! ¡Te voy a matar! ¡Te juro que te mataré, Jack! ¡Déjame!

Se liberó y corrió de vuelta a la entrada, pero Levenseller la detuvo una vez más y esta vez la levantó en brazos, echándola a su hombro y caminó a la salida con ella pataleando y gritando toda clase de improperios.

Tuvo que bajarla de nuevo cuando un puntapié suyo le dolió.

La mujer corrió de vuelta a la entrada de la casa y golpeó la puerta con todas sus fuerzas.

—¡Abre la puerta! ¡Abre la puta puerta! —gritó Chelsea, golpeando con sus puños lo que en ese momento le pareció una fortaleza que estaba dispuesta a derribar—. ¡Ábrela, maldito!

Golpeó cada vez más fuerte y al no obtener resultados, bajó los escalones y con todo el acopio que pudo reunir, tomó algunos maceteros y los lanzó contra la puerta, estrellándolos y creando un desastre con toda la tierra que se esparció.

Recogió los pedazos de barro y lo lanzó contra los cristales; cogió ladrillos, piedras, cualquier cosa que encontró a su paso y lo lanzó contra las ventanas y la puerta intentando abrir para entrar por algún lugar.

Cuando no obtuvo resultado, corrió de nuevo y se azotó a sí misma contra la entrada, esperando romper la imponente estructura de madera y abrir.

August pensó que en cualquier momento se dislocaría un hombro. Le dio pena ver sus nudillos, más bien, sus manos completas sangraban luego de golpear sin descanso la estructura.

Jack finalmente abrió y por un momento, August pudo ver el arrepentimiento en su mirada, sobre todo cuando vio las manos de Chelsea llenas de sangre. A ella no le importó y se detuvo, llevando esas mismas manos ensangrentadas a su rostro para limpiarse las lágrimas.

—No me quites a mi hija —musitó en una súplica—. Haz lo que quieras conmigo, pero no te desquites quitándome lo único valioso que tengo.

—Volverás a verla, Chelsea, solo es una medida cautelar —argumentó el juez—. No sigas empeorando esto, lo mejor que puedes hacer ahora es irte. Te prometo que un abogado se pondrá en contacto contigo y que encontraremos una medida beneficiosa para ambos.

—¿¡Te parece que la custodia de mi hija es algo que deba negociarse!? —gritó apenas conteniéndose—. Chloe ha estado conmigo siempre, no te privé de tu derecho voluntariamente, ni siquiera sabía quién eras y cuando lo supe, ¿qué esperabas que hiciera? ¿Me hubieras creído?

—Chelsea, por favor no compliques las cosas, como dije, podrás verla una vez a la semana por lo pronto —repitió el juez—. Podemos alargar esto cuanto quieras pero las cosas son así, no van a cambiar solo porque armes desfiguros. Chloe está bajo mi cuidado y pronto, vamos a reunirnos para encontrar un punto medio. Lo mejor que puedes hacer por ella en este momento es dejarla conmigo.

—¿¡De qué hablas!? Eres un miserable —declaró Chelsea mientras August se acercaba—. Eres un malnacido que abusa de su poder, igual a todos tus homólogos. No sé de lo que te jactas.

Le escupió en señal de odio y Jack terminó por sacar un pañuelo para limpiarse antes de darse la vuelta y meterse a su casa de nuevo.

Cerró la puerta y escuchó el nuevo estallido, pero solo ordenó a su ama de llaves que sacara la maleta de la casa.

August la tomó de la cintura y tiró de ella para llevarla a la salida pero Chelsea se resistió y pataleó con todas sus fuerzas. No obstante, logró llevarla fuera de la verja y solo entonces la liberó de su agarre.

—¡Ya basta, Chelsea! —exclamó mientras ella le miraba con los ojos llorosos—. Poniéndote a gritar no vas a ganar nada. Mira cómo te has dejado las manos, necesitas un doctor. Será mejor que yo te lleve.

—No iré a ningún lado, Chloe es mi hija y su lugar es conmigo —sentenció llorosa—. No importa si tengo que quedarme aquí día y noche, voy a llevarme a mi hija en cualquier momento.

—Chelsea, él no lo permitirá y entre más lo provoques, peor será —añadió August mientras ella solo le observaba con los ojos enrojecidos por tanto llanto—. Escucha, vamos al doctor, debes curarte esas heridas y te prometo que hablaré con él, intentaré que te devuelva a tu hija, pero no puedes quedarte aquí, no lo hará.

—No iré a ningún lado —repitió con seguridad—. Es mi hija y Jack no tiene derecho a hacerme esto. No me importa lo que pase entre nosotros, pero así tenga que matarlo, me llevaré a Chloe. Si no vas a sacarla de ahí para dármela, entonces no te pongas en mi camino.

August se llevó las manos a la sien; se frotó el rostro y miró a la mujer, antes de suspirar.

—Estoy cansado de ustedes dos —dijo antes de darse la vuelta y dejarla afuera de la verja.

Se golpeó el pie con la maleta y al levantar la vista se encontró con la mirada del ama de llaves.

La mujer parecía igual de conmocionada que la misma Chelsea. Tenía los ojos llorosos y miraba a la joven como si la comprendiera.

—Tu jefe es un desgraciado —musitó al pasar a su lado. La mujer le siguió mientras él iba dentro de la casa para ver a Jack.

—Siempre he pensado que Jack es bueno —aclaró el ama de llaves—, y en el fondo de mi corazón, quiero pensar que está haciendo esto por una buena razón, una que valdrá la pena. Me niego a creer que el jovencito al que conocí desde joven sea un desalmado que solo busca venganza. Él no es esa clase de hombre.

Levenseller no dijo nada, en el fondo también quería pensar eso de su amigo, así que se adentró a la casa y vio a todo el personal haciendo la limpieza del desfiguro que armó Chelsea en la entrada.

Se giró hacia la verja y la vio sentada en la acera, sujeta a los barrotes de la reja. Le dio pena verla ahí, esperando una oportunidad para llevarse a su hija.

Caminó hacia el despacho de Jack y se adentró sin esperar nada. Dio un portazo y lo encontró mirando por la ventana, se acercó para ver lo que observaba y se encontró con que la veía a ella.

Suspiró.

—¿No te das un poco de pena verla así? —preguntó August, sacando a su amigo de sus pensamientos—. ¿Estás feliz de destrozarla? Le has quitado a su hija. Para empezar, le mentiste diciéndole que no lo harías y al final le has dado una patada en el culo y te has quedado con todo lo que tiene. ¿Qué es lo que pasa contigo? ¿Ya estás feliz?

—¿Por qué habría de estar feliz por esto? —cuestionó el juez antes de sentarse y señalar la silla al otro lado del escritorio para que él hiciera lo mismo—. Quizás yo deba preguntar a qué atañe toda esa preocupación. No sabía que eras tan empático con las mujeres. De cualquier forma, trata de mantener el menor contacto con ella.

—¿Qué estás insinuando? —cuestionó Levenseller e hizo una mueca incrédula—. ¿Tratas de decir que mis intereses para con Chelsea tienen tintes sexuales o románticos? ¡Hazte revisar la puta cabeza! ¡Se te olvida que Robert Levenseller, mi padre, me quitó de la custodia de mi madre solo porque ella pidió el divorcio cuando se cansó de sus malos tratos y sus infidelidades! Yo estoy pensando en Chloe, en cómo va a sentirse cuando no vea a su madre. ¿Pensaste en ella o solo quieres satisfacer tu venganza?

Jack guardó silencio durante lo que pareció una eternidad.

—Lo lamento, solo estoy tenso —se disculpó al olvidar el asunto del padre de su amigo—. Escucha, no me hace feliz verla así, solo un imbécil demente se sentiría feliz de ver a alguien como se ve Chelsea ahora y aunque no lo creas, en lo primero que pensé cuando tomé esta decisión, fue en mi hija. Chloe es importante para mí y no puedo permitir que nada malo le suceda.

—Ella es su madre —aclaró August—. ¿Por qué habría de lastimarla?

—Una madre que apenas puede cuidarse —aclaró el juez—. Chelsea fue dependiente de Curtis durante muchos años, no es una mala madre, pero no es capaz de cuidarse a sí misma en este momento y yo no se la estoy quitando por capricho. Desde luego podrá verla bajo vigilancia, pero deberá probar que ha recibido la terapia necesaria y fue dada de alta por un psicólogo del tribunal con éxito para que Chloe vuelva a estar con ella. No se la entregaré así nada más porque ella quiere, primero debe ser capaz de protegerse y proteger a mi hija.

August entendió lo que pretendía, pero no sabía si el método era correcto. Dio un suspiro cansado ante lo que suponía era el paso más duro que estaba dando el juez.

—¿Por qué no se lo dijiste? —inquirió August luego de un prolongado silencio—. Estoy seguro de que ella habría aceptado sin ningún problema.

—¿De verdad crees que ella lo iba a tomar bien? —cuestionó Jack mientras su amigo le observaba—. No conozco una víctima que no haya tocado fondo para darse cuenta de lo que necesita. Antes se niegan, se ofenden, te atacan y es hasta que se ven en el pantano, que terminan por darse cuenta de que en verdad están sobre la mierda y deben salir de ahí a cualquier costo.

—Y tú eres el pantano —finalizó August por él, entendiendo por fin lo que estaba intentando decirle.

—Lo primero que Chelsea hizo tras la liberación de Curtis, fue ir a buscarlo, aun cuando le dije que si tenía contacto con él de nuevo, me quedaría con Chloe —añadió Jack y sonrió con amargura—. Los motivos por los que haya ido terminan sobrando. Sin embargo, esa fue la prueba que necesité para darme cuenta de que sigue atada a él de una forma u otra, para bien o para mal, tanto que no pensó en su hija, solo fue directo a él, de forma arrebatada e impulsiva. Ella reacciona mal cuando se hablar de Curtis.

—¿Y cuál es el problema? —inquirió su amigo—. No hay nada malo en que reaccione con violencia ante ese miserable.

—El problema es que ni siquiera debería reaccionar a él, ni bien ni mal —dijo Jack en respuesta—. A ella no debería importarle en absoluto. Yo quería que estuviera en su juicio para que viera que es culpable, para que notara el cinismo en sus gestos; ¡por Dios, es una fiscal! En el momento en que la vi en la corte, entendí por qué muchos decían que le dieron el puesto de fiscal adjunto por Kepler. Chelsea parecía alguien que no conocía nada en el campo, tal vez se cuestionaba una u otra cosa, me di cuenta cuando vio al fiscal saltarse muchas cosas, desde luego es un novato, pudo notarlo, pero jamás tuvo la cólera que siente un fiscal en su afán de hacer justicia. Me di cuenta de que Curtis también le quitó eso, la seguridad en su propio desempeño. Dime cuántos casos fuertes tuvo después del exitoso caso que le valió el ascenso y, que debo decir quedó en el olvido en un abrir y cerrar de ojos. No tuvo ningún caso.

—¿Estás seguro? —cuestionó August.

—Revisé los últimos meses, casi todos los casos fuertes fueron remitidos a otros fiscales —replicó Jack—. Sus propios superiores no confían en ella y ven su último trabajo grande como un golpe de suerte. No crees que ella ni siquiera se ha dado cuenta de eso, de lo débil y poco productiva que es. Sin darse cuenta dejó de lado todo por él, arriesgó todo por él y... ¡sigue sin verlo, carajo! Pedí que le suspendieran la licencia y ella simplemente se sentó a esperar la resolución del colegio de abogados. Me molesta su pasividad y mi hija no necesita una madre así.

Guardó silencio y finalmente sonrió con amargura.

August se dio cuenta de que su amigo tenía el corazón roto aunque no lo diría.

»Chelsea necesita ser ella misma, encontrarse con su versión auténtica —continuó diciendo Jack—. Cuando lo haga, las puertas estarán abiertas para que se lleve a Chloe, pero de ninguna manera permitiré que mi hija crezca en un ambiente en donde su madre no es capaz de cuidarse a sí misma.

—¿Te das cuenta de que acabas de sentenciar tu futuro con ella? —preguntó su amigo y el Juez alzó ambas cejas—. Como dijiste, te volviste la cloaca que la jala hacia el fondo y aunque ella logre salir, de aquí en más, siempre vas a ser la cloaca para Chelsea. La estás hundiendo y no creo que esa sea la manera.

—Cuestiona lo que quieras mis métodos poco limpios y bastante controversiales. Sí, soy la persona que la está obligando a conocer el infierno y soy consciente de las consecuencias, pero te aseguro que no tengo intención alguna de reanudar nada con ella —aclaró bastante tajante al decir su declaración—. No estoy haciendo esto por ella, más bien es algo que le debo a mi hija. Yo... siempre voy a estar para Chloe, pero jamás podré igualar lo que ella siente por su madre, todo lo que puedo hacer es que tenga una persona sana a su lado, incluso si ambas me ven como el villano.

—No era la forma —aclaró su amigo.

—No y tampoco soy la víctima, la única víctima en toda esta mierda es mi hija —sentenció el juez—. Mucho menos seré un héroe. Aquí solo hay personas tomando decisiones que van a marcar su futuro. Yo, como siempre, ya pensé en el mío.

—¿Y no crees que hay algo de venganza en tus... métodos? —indagó el otro con el afán de hacerlo perder esa calma que parecía gobernar a Jack.

—No voy a negar que me dolió y me enfadó a partes iguales saber que fue a buscarlo después del juicio —confesó Jack y exhaló—, pero hace mucho que dejé el tema de mi relación con Chelsea en pausa y hasta hace poco, la sepulté por completo.

—Es más que seguro que ella ya te odia —confesó el hombre—, pero supongo que en todo tiene que haber un cordero de sacrificio.

—Yo no me veo como el cordero que se sacrificó —mencionó Jack y sonrió a desgana—. Más bien, quiero pensar que soy el camino a algo mejor para mi hija.

Tomó unas hojas en su escritorio y se hizo el imbécil fingiendo que las guardaba. August sintió pena, sabía que Chelsea le odiaría, también Jack lo sabía, pero aun así, eligió hacerlo.

Desde ese momento, Jack tenía claro que nunca volvería con esa mujer y le pesaba, August podía verlo en sus ojos en la mirada de su amigo, pero se conformaba diciendo que Chloe estaría bien en algún punto.

Sus acerados ojos lucían enrojecidos, quizás porque en el fondo estaba conteniendo las ganas de explotar o llorar por ella, no estaba seguro de las razones.

—No va a volver a tu lado jamás —dijo August un poco más calmado—. No sé si este era el mejor camino, pero ya has hecho tu elección y aunque no me gusta, no puedo hacer nada más que darte confort.

—Estaré bien —dijo Jack y fingió una sonrisa—. Quiero pensar que valió la pena y Chelsea también lo estará. Por ahora, esto es lo que me parece mejor y te aseguro que lo hablé con una trabajadora social, personal especializado. Todos coincidieron en lo mismo, Chelsea, necesita enamorarse de sí misma, entender que un hombre le arrebató hasta la voluntad y solo entonces podrá, cuando un doctor lo determine, podrá llevarse a Chloe con ella. No ha sido la forma más limpia de hacerlo, pero creo que valdrá la pena y en este momento, yo no puedo permitirme ni flaquear ni mostrarme condescendiente, a riesgo de que ella me odie, me da lo mismo.

Se asomó por la ventana para ver que ella seguía gritando y jalando los barrotes de la reja, suplicando que abrieran la puerta y le dieran a su hija.

Unos minutos más tarde, escuchó el sonido de sirenas cada vez más cerca. Pronto, los policías estuvieron deteniéndose en la entrada.

Dos agentes bajaron del auto y se acercaron a Chelsea para decirle algo. Ella negó y se sujetó de los barrotes. Entretanto, los hombres buscaban hacerla entrar en razón.

Se giró a ver a su amigo, quien fingía no estar prestando atención a la forma en que los oficiales obligaban a Chelsea a irse; no obstante, ante la resistencia de esta, la terminaron por arrestar.

August vio con desagrado que la esposaron y subieron a la patrulla, por lo que al verlos irse, se giró a ver a su amigo.

—¿Llamaste a la policía? —inquirió.

—Le dije a mi ama de llaves que lo hiciera si ella seguía haciendo escándalo —mencionó el hombre—. August, en verdad entiendo tu preocupación, pero ella no es tu madre y te aseguro que aunque no lo parezca, mis intenciones no son lastimar a Chelsea. Tal vez un día lo comprenda y al menos pueda darme un saludo cordial; entretanto, dejaré que las cosas lleguen a donde tengan que llegar.

Su amigo suspiró y levantó las manos en señal de rendición. No quería terminar peleando con él.

—Ya no hablemos de esto —dijo cambiando el tema y Jack sonrió asintiendo en acuerdo—. Vine a verte porque quería desahogarme.

—¿Quieres un trago? —cuestionó y su amigo asintió.

El juez se apresuró a servirle un trago y no dudó un segundo en suponer de lo que se trataba.

—Eres el precandidato, ¿no es así? —cuestionó su amigo y Levenseller bufó rendido—. ¿No quieres serlo?

—¡Claro que sí! —inquirió August—. Quiero ser el siguiente presidente, pero tengo que sacrificar mi soltería y por lo que veo ya han elegido a una candidata a primera dama.

—¿La conoces? —cuestionó.

—No, pero tú debes conocerla —aclaró y el juez enarcó una ceja con curiosidad—. Meredith Green, es una fiscal.

—Sí, sé quién es —aclaró el juez y sonrió—. Es guapa.

—Por favor dime que no te la follaste —suplicó August y Jack cerró los ojos negando mientras el otro respiraba agitado.

—No es mi tipo y contrario a lo que crees, no le conozco las nalgas a medio sistema judicial, no me involucro con gente de mi trabajo, por seguridad —aclaró el juez, haciendo especial énfasis en eso y a sabiendas de que solo había estado con Chelsea—. Sin embargo, debo decir que es muy buena en su trabajo, es prometedora y ha sabido abrirse paso en su campo.

—La conoceré esté fin de semana —mencionó y el juez sonrió—. Nadie en este país quiere un presidente soltero, lo quieren casado o viudo —se burló de sí mismo—. Es irónico cómo a pesar de que ser casado no es un requisito escrito, casi es obligatorio. Según la gente de mi partido, los ciudadanos confían más en los hombres casados que en los solteros, amén de que no tengo sobrinas que puedan desempeñar a una primera dama. Es una función meramente protocolar, pero de todos modos debo casarme, es más debo anunciar mi noviazgo con esa mujer mucho antes de realizar un caucus abierto. Ellos creen que en una elección primaria abierta, el público no me apoyara por ser soltero, así que esperan que llegue comprometido al caucus.

—Los políticos son tan graciosos —dijo Jack y su amigo suspiró—. Como sea, no puedo prometerte mucho, más que investigar algo sobre la futura primera dama.

—De acuerdo —dijo August y sonrió antes de beber de golpe su trago.

Jack soltó una risa a sabiendas de que August no era partidario del matrimonio, tampoco solía mantener relaciones a largo plazo, pero si quería ser presidente, debería tener una larga relación de al menos seis años o más.

Por su parte, Chelsea arribó a la estación de Policías y fue puesta en una de las celdas de separos.

Se sentó ahí en lo que un oficial hizo algunas preguntas y un poco más tarde se puso de pie cuando un oficial le habló:

—Venga, han pagado su fianza —dijo el oficial y ella salió de ahí.

—¿Quién lo ha hecho? —preguntó Chelsea.

—Piper Green, dice que es su abogada —contestó el policía y ella giró hacia donde su amiga Poppy apareció.

—Hola —dijo la mujer en cuanto se adentró a la estación—. Vine a hacerme cargo, solo debo arreglar detalles y nos vamos.

—¿Cómo supiste en dónde estaba? —inquirió Chelsea mientras caminaba a su lado.

—FitzGibbons me llamó —respondió Piper y le dio una sonrisa triste—. Me dijo que estabas aquí y que necesitarías un abogado, también dijo que yo te representara cuando enviara al suyo por lo de la custodia de Chloe.

—Me la ha quitado, finalmente lo hizo. —Chelsea soltó a llorar y su amiga firmó algunos documentos antes de sacarla de la estación luego de concluir el proceso.

Una vez afuera miró a su amiga, la llevó a una cafetería, le compró un té y comenzaron a hablar.

—Mientras venía de camino pedí que investigaran el proceso de la tenencia de Chloe. —Comenzó diciendo Poppy—. La custodia está temporalmente del lado de FitzGibbons, fue emitida por un juez familiar bajo la seguridad de que no eres emocional ni psicológicamente capaz de cuidar de la niña. La jueza Margaret Willow, falló a favor de Jack y fijó la primera audiencia en dos semanas.

—¿¡Cuándo hizo todo eso!? —exclamó Chelsea—. Me prometió que no lo haría. Mi hija no le importa, todo lo que quiere es venganza. ¿Qué se supone que debo hacer? Ni siquiera recibí una demanda de custodia. Todo esto fue hecho a escondidas y pretende que yo pelee contra él cuando es claro que solo debe levantar el teléfono para pedir algo y se lo cumplirán.

—Lo sé, pero creo que por ahora no tienes más opciones que reunirte con su abogado previo a la audiencia —declaró la abogada—. Chelsea, no creo que puedas hacer mucho. Por desagradable e injusto que parezca, ningún juez irá contra uno de los suyos.

—¿Entonces qué hago? ¿Me siento a mirar cómo se queda con ella solo porque me odia? —inquirió Chelsea—. No sé cómo alguna vez me pude enamorar de alguien como Jack. Es tan rencoroso y la peor persona que he conocido.

—No sé qué decirte, amiga —confesó la mujer y suspiró—, pero aunque me moleste, creo que no puedes hacer nada. Es más que seguro que su abogado esté buscando un acuerdo previo a la audiencia. Lamento esto, pero creo que por ahora será lo mejor.

—¿Qué más podría querer de mí? —inquirió Chelsea.

—No lo sé —replicó la abogada—, pero no creo que sea una cosa buena, como sea, hay que prepararse para todo. Ahora, creo que lo mejor es que busques un acuerdo y evites a toda costa llegar a un tribunal. Jack te va a despedazar, es muy seguro que si llegan a una corte, va a representarse a sí mismo. Nadie en un tribunal querrá como a adversario a FitzGibbons, ninguna firma querrá representarte y te prometo que ningún juez va a fallar a tu favor.

Chelsea asintió, a sabiendas de que tenía mucha razón. Jack no se permitiría perder en una corte y era más que claro que nadie le negaba favores.

—De acuerdo —dijo mientras su amiga sonreía más tranquila.

—Chelsea, de verdad, llega a un acuerdo con él —dijo su amiga—. Escuché por mi jefe que pronto cambiaré el estatus de FitzGibbons, sus puñetas y su escudo.

—¿De qué hablas? —inquirió la fiscal con el corazón a punto de estallarle.

—Parece que Jack llegó al último escalafón y es un fuerte candidato para convertirse en el presidente del Tribunal Supremo de los Estados Unidos —mencionó mientras Chelsea le observaba con los ojos muy abiertos—. Escuché que el presidente de la Suprema Corte ha renunciado por cuestiones de salud y el presidente del país ha decidido reemplazarlo, pero en lugar de elegir a los jueces asociados va a nombrar a otro y entre esos nombres, suena el de Jack FitzGibbons como un contendiente. Si eso pasa, no habrá nadie que pueda detenerlo.

—Dios mío —musitó Chelsea—. Creo que en otra situación estaría feliz por él, pero justo ahora me parece una maldición cuando me toca estar del lado contrario a Jack y tenerlo como adversario.

—Te entiendo —dijo su amiga y le dio un abrazo—. Por ahora puedes quedarte conmigo, mi hermana Meredith se acaba de mudar a otro departamento más amplio y bueno, estoy sola. Sirve que te distraes un poco estando en mi casa. Afortunadamente estaremos solas de aquí en adelante, el fin de semana iba a comer con mi hermana, pero me canceló porque va a conocer a un congresista con aspiraciones a ser el próximo presidente.

—¿En serio? —cuestionó Chelsea.

—Sí, parece que mi hermana ha sido la elegida para convertirse en la primera dama si él gana —mencionó y sonrió.

—Pero ¿es que ya nadie se casa por amor? —cuestionó la fiscal con falso ánimo.

—No lo sé, pero mi hermana lo ve como una oportunidad de escalar. Al igual que Hilary, supongo que tiene pretensiones políticas; de lo contrario, no estaría aceptando un matrimonio arreglado con el futuro presidente —aclaró la joven—. Dice que no sabe si aceptará, pero es obvio que sí, la conozco. Ya se mudó a algo más lujoso, también accedió a la presentación con ese hombre, es evidente que conocerse es solo es una formalidad.

—¿Conoces al candidato?

—No lo sé, tal vez lo he visto o no sé, no presto atención a políticos, pero es bastante conocido por lo que sé. —Se encogió de hombros—. Me da igual, no es que tenga interés en conocerlo.

—¿Pronto vas a casarte, no? —cuestionó Chelsea—. Leí por ahí que estás comprometida con un fuerte empresario.

Su amiga sonrió emocionada y Chelsea se sintió feliz por ella, así que tratando de mantener la calma ante su propia situación, decidió enfocarse en escucharla a ella sobre cualquier cosa.

Luego de un rato juntas, Poppy tuvo que volver al despacho y Chelsea se quedó en casa de su amiga. Encontró su maleta ahí. Supuso que Jack la había mandado luego de llamar a Piper y pedirle que la sacara de los separos, asumió entonces que también se encargó de enterarse a dónde iría.

Buscó su celular en el bolso y cuando lo sacó, también tomó su agenda.

—Nadie en esta vida es un santo y si voy a hundirme para tener a mi hija, haré que nunca puedas liberarte de la mierda que voy a dejarte —declaró antes de sacar su portátil y comenzar una búsqueda que pusiera a Jack en una posición indefensa...

****

¡Feliz año, mis amores! Espero que hayan pasado un excelente fin de año y les deseo un 2024 lleno de todo lo bueno que se merecen. Les envío un abrazo enorme.

Iba a subirles el capítulo ayer, pero con tanta gente en casa, me resultaba difícil desocuparme. Más tarde tendremos actualizacion de Cazar a un hombre, Esposa por Engaño y para quienes también leen Contrato con la Bestia y Perverso (la historia de August y Poppy), pronto estarán por aquí también. Ya sé que están llorando por esos dos también, pero les prometo que las hará fuertes, jajajaja. Nos leemos. Besitos. 

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