Capítulo 28
—No te preocupes, todo se resolverá —dijo Nichols y suspiró—. Te veré frente al gran jurado, tenemos que resolver esto en tres días. Espero que todo salga como queremos ambos o vamos a estar en problemas.
—Saldrá todo como debe ser —respondió el juez y Nichols sonrió ante su seguridad, aun así no quiso decir nada al respecto, a sabiendas de que ese juicio era un caso personal y que para bien o para mal, ya tenían un acuerdo.
—Toma —dijo el abogado antes de darle una carpeta a Jack, quien frunció el ceño al recibirlo.
—¿Qué es eso? —cuestionó mientras el otro sonreía de medio lado.
—Sabes lo que es, encárgate de eso —aclaró y sin más abandonó el auto para dejar a Jack un poco confuso.
Abrió la carpeta y revisó de lo que se trataba, sonrió al darse cuenta de lo que contenía el folder. Lo lanzó al asiento trasero y condujo hasta el bar en donde se vería con su amigo.
En cuanto llegó, se detuvo para guardar los documentos de la investigación que Nichols hizo sobre Jane en su portafolios. Supuso que el abogado no se andaría por las ramas y encontraría su conexión con la mujer, pero no le importaba en absoluto. Desde luego, era claro que sabía que fueron amantes; no obstante, entregarle la investigación era el claro ejemplo de rendición y sumisión.
Entró al bar y vio a su amigo, quien le sonrió y esperó su llegada. Le saludó y se sentó en espera de que él también lo hiciera.
—Ahora el que tiene mala cara eres tú —dijo Jack al verle molesto.
—Creó que seré el siguiente presidente —declaró con desánimo—. Ya sabes, cada partido tiene su favorito y entre ellos... En fin, ya sabes cómo funciona la política.
—Creí que esas eran tus aspiraciones desde el comienzo —manifestó el juez—. Siempre he pensado que realmente deseabas convertirte en presidente de esta nación. Como sea, desde ya te digo que no eres mi favorito.
August sonrió ante la broma y bebió su copa.
—Sí, siempre he querido ser presidente —respondió mientras el otro esperaba los peros—. Es solo que cuando se es presidente se sacrifican muchas cosas.
—¿Por ejemplo? —cuestionó Jack.
—La soltería es una de ellas, a ojos de todos, un hombre casado, con familia y responsable es mucho mejor que cualquier soltero elegible —replicó mientras Jack asentía entendiendo a lo que se refería—. Siento que en cualquier momento me pedirán que me case, peor aún, me pedirán que me case con alguien que me convenga y la elegirán ellos mismos, mi bancada.
—Supongo que tienes opciones —respondió su amigo y bebió su trago con una sonrisa de vencedor—. Puedes negarte y no ser presidente, puedes casarte con quien te digan o... puedes hacer lo que te dé la gana y casarte con quien elijas, desde luego dales la sorpresa.
—¿Estás sugiriendo que siga el juego, me haga favorito del electorado, del colegio y encima los desafíe cuando ya no puedan cambiar al candidato o perderán las elecciones? —cuestionó August y sonrió.
—No sugiero nada —añadió Jack con una sonrisa de presumido—. Estoy diciendo que lo hagas. Los presidentes son la máxima autoridad de un lugar, enséñales por qué vas a convertirte en presidente. Ninguno de tus futuros sucesores ha llegado a esa silla por buena gente, para estar ahí han destrozado gargantas, inclusive las de sus aliados. Empieza a mostrarte servil ahora, pero sin comprometerte, solo diles que sí, pero no digas cuándo. Una vez que el poder esté de tu lado y el favoritismo en tus manos, no habrá poder humano que pueda sacarte. La multitud es la que te ayudará, ponle a esa multitud en contra y verás como todos se arrodillan.
—Parece que serías mejor presidente que yo —mencionó burlándose y Jack solo negó—. Supongo que fue así como te convertiste en el juez al que todos quieren de su lado.
—Supones bien, no me volví un juez de corte federal vendiendo caramelos —musitó divertido y suspiró sirviéndose otro trago de la botella que su amigo pidió, luego llamó al camarero para que le llevara otra—. El juicio es en dos semanas y por fortuna, terminando no tengo otro juicio inmediato; de lo contrario, siento que estaría reventando. No puedo más, necesito pensar.
—¿Está todo bien? —preguntó su amigo—. No me refiero al juicio, me refiero a ti, ¿estás controlado? ¿Te sientes bien con lo que harás? Jack, sé lo que piensas hacer, creo que es la primera vez que vas a meter mano en un juicio, ¿estarás bien con eso?
—Sí, estaré bien —respondió con una sonrisa tenue—. Lo pensé mucho tiempo, el suficiente para entender que a veces, la corrupción es buena.
—Quiero estar en ese juicio, me alegro de que sea público —respondió el político—. No espero nada más que un gran espectáculo. ¿Crees que Chelsea se presente en la corte?
—Sí, lo hará —respondió Jack con total seguridad—. Sé que lo hará, pero es lo que quiero que haga, quiero que esté ahí cuando diga el veredicto.
—¿Qué hay del fiscal a cargo? —cuestionó su amigo—. Entre más gente involucras, más daño a largo plazo.
—No —contestó y sonrió—. Eso también está resuelto sin que mi nombre figure en su desempeño. Lo planeé todo desde el primer momento y me encargué inclusive de aislar a Chelsea de ese hombre. Las únicas personas involucradas son aquellas que tienen que estar y que desde luego no van a quedar sin una tajada de algo.
—Bien, solo espero que todo salga como esperas —dijo su amigo y Jack asintió.
Pasaron horas bebiendo y conversando. Fue hasta altas horas de la madrugada cuando se despidieron y una vez que Jack subió a su auto, le pidió a su chofer que lo llevara a su departamento en la ciudad, ahí permaneció hasta el amanecer, sentado y mirando el techo, reflexionando.
Por la mañana, muy temprano escuchó el sonido de la puerta y se apresuró a abrir.
—Llegas temprano —dijo a Kempler, quien se adentró en el departamento sin mediar palabra—. ¿Ella irá al juicio no es así?
—Sí, lo hará, o eso supongo —declaró el exfiscal y jefe de Chelsea—. Le dije que estaba bien, casi casi que estaba feliz con el desempleo, puse a cargo del juicio al fiscal más novato que conozco frente a un tiburón como Nichols, hice lo que me pediste. ¿Ahora qué esperas que haga?
—Nada —respondió Jack y soltó una risa amarga—. Hablé con un amigo y el colegio ha decidido regresarte tu licencia. Agradece que tu proceso nunca llegó a concluirse, jamás se dio de baja tu cédula, ni se hizo público y mucho menos te llevé a juicio. Tu estupidez pudo llevarte a prisión por un delito federal y de paso pudo liberar a incontables reos. Después de esto tomarás tu cargo como fiscal y mantendremos la relación laboral como antes. No vuelvas a cometer una estupidez.
—Pero no seremos amigos —finalizó Kempler un poco desanimado.
—Nunca más —replicó Jack con absoluta seguridad—. Luego de esto, no quiero encontrarme en mi día a día con alguien como tú.
—Jack, yo...
—Tú sabías que Chelsea era la mujer de ese hombre y la protegiste aún después de que supiste que yo estaba con ella —declaró enfadado—. Callaste eso, te hiciste el imbécil. No me vengas con que resientes perder mi amistad. Ahora solo debes cuidar de tu pupila, es todo y el resto de las cosas no tienen por qué afectarte ni afectarme. El trabajo siempre será una relación que tendremos que mantener y es todo.
—De acuerdo, pero si me lo permites, también debo decir que te protegiste a ti mismo —aclaró el hombre—. Chelsea siempre sospechó que tenías algo que ver con Jane y creo que tiene razón, al menos creo que la conocías muy bien.
—Sí, fuimos amantes —respondió Jack con cinismo—. Estuvimos juntos mucho tiempo, pero no había razón para mencionarme puesto que no soy el asesino.
—¿Y se supone que debería creer en tu palabra como si fueras Jesucristo? —cuestionó el fiscal—. Es trabajo de la fiscalía determinar quién es sospechoso y quién no. Sin embargo, lo has ocultado y tal vez Chelsea tenga razón, es por algo.
—Piensa lo que quieras. Dejé que ella pensara lo que quisiera, por qué habría de importarme lo que hagas tú. Es claro que a ojos de ustedes el santo es Curtis. Como sea, ya te dije que tienes tu trabajo de nuevo y no vuelvas a meterte en mi camino —aclaró molesto antes de ponerse de pie e ir hacia la puerta para abrirle.
Kempler no tuvo de otra, lo cierto era que tampoco quería provocarlo más. Llevaba meses sin trabajo, su esposa le recriminaba sus errores, sus hijos sufrían por la austeridad a la que los sometió y su matrimonio estaba flaqueando como nunca. No obstante, a Chelsea se obligó a mentirle diciéndole que estaba todo bien. No quiso hacerla sentir peor y eligió decirle lo que le daría un poco de paz.
Al menos, se alegraba de que Jack hubiese hablado con su contacto en el colegio de abogados, de tal manera que jamás reportaron su falta o por encubrir y proteger, cual fuera el caso, le ayudó o habría terminado en prisión y con la carrera sepultada.
Por su parte, Jack permaneció sentado en su sillón durante un largo rato. Pensó que se venía un tiempo difícil para él y se obligó a mantener la cabeza fría.
—Falta poco, Jack —musitó para sí mismo—. Solo unas semanas.
Entretanto, Chelsea despertó y se dio cuenta de que Jack no había llegado a dormir. Negar que aún le dolía su olvido, sería estúpido, pero se obligó a no pensar en eso o terminaría llorando por él.
Recordó las palabras del juez la última vez, esas mismas que le decían que no estaba seguro de quererla aún.
Se planteó la posibilidad de intentar hacer lo mismo y olvidarlo, pero le estaba resultando muy difícil a pesar de todo.
Se miró al espejo y sonrió.
—Eres tan patética —declaró para sí misma—. ¿Qué fue lo que te faltó para que termines siempre enamorada del villano? ¿Umm? ¿Por qué Chelsea? ¿Qué te motiva a querer a los malos?
Sonrió con amargura y salió de la habitación para encontrarse con su hija, quien estaba lista para ir al maternal bajo el cuidado de la nana.
Le sonrió y le dio un beso, revisó su cabello y sonrió al ver que ya estaba lo suficientemente largo para que ella ondeara sus coletas de un lado a otro.
»Hoy la llevaré yo al colegio —aclaró a la nana, quien asintió y se retiró luego de dejar a Chloe en el comedor junto a su madre.
Chelsea pidió el desayuno y sugirió que tuvieran el auto listo para llevarlas. Les sirvieron el desayuno y se esforzó por atender a su hija, sonreírle y fingir que estaba feliz. La escuchó parlotear sobre cualquier cosa, hablar hasta el cansancio de su entusiasmo para ir a montar con su padre, incluso mostró todos los dibujos de caballos que había hecho para llevar y regalar, solo ella sabía a quién.
Chloe estaba feliz de conocer caballos y quería tener muchos perritos, aunque su madre le dijo que debía esperar a ser más grande para tener perros, puesto que estos requerían muchos cuidados.
Continuaron hablando y cuando terminaron, la envió a lavarse los dientes. Posteriormente, salieron de la casa y subió al auto que les esperaba.
—Señora, la tutora puede llevarla, no es necesario que se moleste —declaró el chofer—. Estoy seguro de que ella...
Chelsea se giró a mirarle de tal manera que el sujeto no pudo más que callar y subirse al coche para llevarla a su destino mientras su hija continuaba hablando como si nada.
La dejó en el colegio y cuando se disponía a volver a casa, recibió un mensaje de Poppy, su amiga. Agradeció que le escribiera, así que quedó de verse con ella y pidió al chofer que la llevara a la cafetería para reunirse con su amiga.
Le dio la dirección y se apresuró a ir con ella. Vio al chofer tomar su teléfono y llamar. Supo de inmediato que le avisó al juez, pero no le importó.
Se apresuró a llegar al lugar y en cuanto arribó, le sonrió amigable. La mujer le devolvió el gesto y se puso de pie para saludarla.
—Me alegra que hayas venido —dijo Poppy con una media sonrisa—. Quise escribirte antes, pero he tenido muchos contratiempos.
—¿El trabajo? —preguntó Chelsea.
—Algo así —replicó la joven—. FitzGibbons fue a verme.
La sonrisa de Chelsea se borró y miró a su amiga. De alguna forma esperó lo peor, aun así solo le sonrió y arrugó la nariz.
—¿Te amenazó si seguías ayudándome? —cuestionó y la mujer asintió con rapidez—. No puedo creerlo, ese hombre está decidido a arruinarme la vida y de paso hacerme saber que puede más que yo en todo.
—Habló con el dueño de la firma donde trabajo, le amenazó con desprestigiarlo si no me ponía un freno —añadió y sonrió—. Desde luego, mi jefe de ninguna manera piensa quedar mal con él, así que para congraciarse, me amenazó a mí con despedirme y evitar que otra firma me contrate si seguía incordiando al juez.
Chelsea se llevó las manos al rostro en verdadera frustración.
—De verdad lo lamento —aseguró con honestidad—. Creo que lo mejor es que no hablemos más, no debí buscarte y pedir ayuda a sabiendas de que él iba a estar tras de ti.
—Está bien, Chelsea. —Pepper se apresuró a tranquilizarla—. No seguí buscando, tampoco me puedo quedar sin trabajo ni arriesgar mi licencia. Lo que sea que esté pasando por su cabeza, de verdad lo tiene colérico. Es mejor que no me interponga.
—Sí, es lo mejor —dijo Chelsea.
—¿Por qué no te vas de su lado? —inquirió Pepper—. Puedes ir a otro lugar, California, por ejemplo. Las leyes ahí...
—¿De verdad crees que él no conoce jueces en otros condados o estados? —inquirió Chelsea y su amiga tuvo que darle la razón—. Si me voy, me buscaría y me llevaría a la corte por Chloe. En condiciones normales no tendría miedo a un juicio, pero ya conocí una parte de Jack que no quería ver y sé que nunca voy a ganar en su tribunal, peor aún, jamás voy a ganarle una batalla a él, no hablemos de una guerra. No me atrevo ni a desafiarlo legalmente.
—Estoy de acuerdo, ¿pero tu hija tiene su registro legal con el apellido de FitzGibbons? —cuestionó su amiga—. Podría probar que es suya, pero le llevaría tiempo y...
—Una asistente social me la quitó en cuestionó de horas, me la devolvieron cuando él lo pidió con solo una llamada y ni siquiera hay un expediente de eso, ¿crees que una prueba de paternidad lo va a detener? —agregó Chelsea y Poppy sintió pena por ella—. Creo que las mujeres jamás deberíamos fijarnos ni en policías, políticos ni magistrados o algo derivado. Nunca vamos a ganar, no si ellos son los absolutos depredadores.
—¿Piensas quedarte a su lado todo el tiempo hasta que se canse de ti? —inquirió su amiga—. Chelsea, vas a morir asfixiada. Tu vida no puede ni debe ser eternamente así.
—Algo se me ocurrirá, pero por ahora no puedo hacer más que seguir aquí —replicó y la otra suspiró—. He pensado en irme a otro país, mientras Chloe no necesite un permiso de Jack, podría hacerlo.
—Pero...
—Debo encontrar el momento exacto, ya sabes —sentenció mientras veía afuera, ahí donde el chofer miraba desde afuera y Pepper entendió a lo que se refería.
—Debes portarte bien para que suelten un poco la cadena —respondió su amiga y Chelsea le sonrió confirmando que así era—. Entiendo.
—Empecé hoy, llevé a mi hija al colegio —añadió la fiscal—. Haré eso cada día hasta que parezca normal y desde luego, me descuiden. Los sirvientes le informan cada paso que doy, necesito ganarme su confianza para que dejen de verme como un animal al que cazar.
—Lo que necesites, solo dime —aclaró Pepper—. Puedes llamarme a este número —sacó su celular y fingió que le mostraba una foto, pero en realidad le mostró su contacto secreto—. Finge que ves una foto y memoriza el número, es mío, pero la línea es desechable, lo usaba para investigaciones. No dudes en hacerlo.
Chelsea sonrió y miró el numero durante varios minutos hasta que aseguró tenerlo. Fingió que veía una foto y luego siguió conversando mientras era consciente de que el chofer miraba atento para hacer su reporte.
Se mantuvo con ella largo rato y finalmente se despidió para volver a casa. Mientras iba de camino, sacó de su bolso, un delineador y fingió retocarse el maquillaje, pero en realidad y de forma discreta, escribió el número en su palma para evitar que se le olvidara.
Volvió a casa y más tarde fue por la niña al maternal. Al volver, hizo lo mismo de siempre, jugó con Chloe, le ayudó con las tareas y se encerró en su habitación.
Por la noche, cenó en silenció en su cuarto. No bajó a cenar con Jack ni le habló en absoluto.
Fue hasta la mañana siguiente, que tuvieron que interactuar porque él le dijo que cambiarían la fecha para llevar a montar a la niña dado que debía preparar algunas cosas.
Chloe, era demasiado pequeña para entender cuándo era la fecha. Estaba ansiosa, pero desconocía lo que significaba «el fin de semana».
⚖️⚖️⚖️⚖️
Dos semanas pasaron más rápido de lo que a Jack le hubiera gustado. Ese día se levantó más temprano que de costumbre, aunque a decir verdad, no había dormido en absoluto. El juicio había comenzado dos días atrás y al ser la última sesión, debían tener un veredicto y él una condena o una absolución. Los alegatos de ambas partes debían estar listos.
La defensa lanzaría su golpe final y la fiscalía tendría que contraatacar con lo mejor que tuviera. Aquello debería parecer un verdadero juicio, aunque Jack ya sabía cómo culminaría.
Miró su toga y por primera vez en toda su carrera sintió ese trago amargo de ir a un estrado. La prenda le pesó como nunca. Era la primera vez que daría un veredicto distinto al que originalmente habría dado.
Nunca tuvo la necesidad de mover cada una de sus piezas, de cobrar favores y/o fabricar todo un juicio solo para acomodar todo a su conveniencia. Jack estaba consciente de que ahora su carrera impoluta tendría una mancha imborrable, una que nadie conocería, pero que estaría ahí para recordarle que no era distinto a sus homólogos.
Si alguien le hubiese preguntado alguna vez si haría aquello que siempre había criticado, se habría reído y sin embargo, ahí estaba, dispuesto a convertirse en el juez corrupto que nunca quiso ser.
Suspiró y se acomodó la toga, abrochando con pesadumbre cada uno de los broches y tomando sus cosas, salió de la oficina con rumbo a la corte.
Avanzó rápidamente y se encontró con la sonrisa y el asentimiento del oficial a cargo de la puerta por donde entraría.
Fue anunciado de la misma forma de siempre, pero por alguna razón la palabra honorable le hizo sentir mal.
—La sección treinta y ocho del tribunal de distrito judicial del estado de Nueva York entra en sesión. El honorable juez Jack FitzGibbons preside. Es imperativo guardar silencio y mantener el orden en esta sala —dijo la portavoz y él suspiró—. Que Dios ampare al estado de Nueva York y a este tribunal.
—¡Todos de pie! El honorable Jack FitzGibbons. —Esta vez fue un oficial el que habló y el juez se adentró en la sala.
Jack se sentó y miró a todos los presentes.
—Buenos días jurado; abogado Nichols, fiscal Renver; señor McFly. —Saludó a Curtis dándole una mirada de desprecio—. Comencemos por favor. Tomen asiento.
Un saludo colectivo se escuchó antes de que la portavoz hablara de nuevo.
—El tribunal pondrá orden en el caso del estado de Nueva York contra Curtis McFly en la causa de asesinato en primer grado contra Jane Presley y homicidio en segundo grado contra Judith Presley.
—Abogados. —Jack hizo una pausa para que fiscal y juez se acercaran—. Ya saben que quiero un desenlace rápido.
Los dos hombres asintieron y se alejaron rumbo a sus lugares.
Fue Nichols quien comenzó con un discurso defendiendo a su cliente frente al jurado mientras arremetía tratando de desestimar las pruebas presentadas en la sesión anterior. Habló de los trabajos e incluso la difícil infancia de su cliente para suavizar al jurado.
Chelsea miró desde su lugar, esperando el inicio del fiscal; sin embargo, se sorprendió al escucharlo.
—Señoría, el estado se reserva el derecho a hacer un alegato inicial hasta después de que la defensa presente su caso —añadió mientras Chelsea abría los ojos sin comprender por qué el fiscal renunciaba a su alegato de apertura.
Miró al otro lado donde Nichols decía algo a Curtis, pero le pareció todo tan extraño.
Ella mejor que nadie sabía que el fiscal no debía ser condescendiente con el acusado y que debía atacarlo sin piedad si quería salir victorioso.
El primer testigo de la defensa fue llamado.
Una mujer que vivía en el edificio frente a la casa de Jane se presentó y habló de que cada noche sacaba a pasear a su perro y aseguró que mientras entraba al edificio donde residía vio a Curtis irse y a Jane cerrando la puerta de la suya.
Desde luego, eso dejaba claro que no era el asesino. Luego de aquello, la defensa hizo una nueva pregunta que la mujer respondió amablemente. Además de todo, se tomó el tiempo de hacer una pequeña suposición, misma que el fiscal objetó al argumentar que estaba dirigiendo a la testigo.
La mujer declaró que Curtis iba directo a la parada de autobuses mientras contaba dinero que, según la mujer, era la propina que recibió de la víctima. Luego de eso, dijo haber visto, desde la ventada de su departamento, a Jane cerrando las cortinas de su ventanal principal.
El abogado continuó sus preguntas y cuando terminó dio paso a su homólogo para que continuara el interrogatorio.
Desde su lugar, el fiscal entregó al juez una carpeta.
—Señora Danver —dijo el fiscal y la mujer le sonrió—. ¿Cuál es su edad?
—Ochenta y cuatro años —respondió la mujer.
—¿Cómo está su salud? —cuestionó el fiscal.
—Señoría —interrumpió Nichols—. El fiscal trata de intimidar a la testigo.
—Le juro que es relevante —aseguró el otro.
—Lo permitiré —añadió Jack—. Responda señora Danver.
—Tengo diabetes y como habrá notado, mi vista no es la mejor —declaró sacándose los lentes.
—Entonces... ¿usted dijo que desde la entrada del edificio donde vive vio al acusado irse, también vio a la víctima cerrar la puerta y además observó al señor McFly guardar dinero en su billetera, todo esto con la vista de una mujer de ochenta y cuatro años, con lentes y diabética? Es bien sabido que la diabetes afecta la vista —arremetió el fiscal—. Luego declara que desde la ventana de su departamento vio a la víctima cerrar las cortinas de su apartamento. Usted vive en un sexto piso, ¿cómo es eso posible con su condición?
Nichols objetó, pero el juez lo retiró.
—Responda —pidió Jack a la mujer.
—Estoy casi segura de que era él —añadió la mujer y el fiscal sonrió al ver que ahora no lo aseguraba, sino casi lo aseguraba.
—Señora Danver, podría leer lo que dice arriba de la puerta de esta sala por favor —solicitó el fiscal.
—¡Objeción! —gritó Nichols.
—Conteste señora Danver —ordenó el juez.
La mujer no fue capaz de leer la frase al no distinguirla por completo.
—No tengo más preguntas —dijo el fiscal, echando abajo a la testigo de Nichols.
El juicio continuó y con ello llamaron al forense, quien se presentó y de nuevo hizo el juramento para dar su testimonio.
—Repasemos el curso de los hechos —continuó diciendo el fiscal y por eso pedimos la presencia del doctor Farrell—. Dígame la causa de muerte de ambas mujeres.
—En la primera víctima fue un corte justo arriba del esternón. El corte de la aorta resulto en una perdida repentina y masiva de sangre —añadió el forense—. A primera vista era evidente y, dado la cantidad de sangre, que ella murió por desangramiento. Sin embargo, durante la autopsia se vio un corte significativo en la escápula. Fue una entrada transversal y tan profunda que perforó su pulmón.
—Y en el caso de la segunda víctima —aclaró el fiscal.
—El cuchillo entró en la caja, en la zona central del pecho —continuó el forense—. Una sola puñalada que provocó también un desangramiento y por ende la muerte. No obstante, la causa de muerte fue por impacto de arma de fuego.
—¿Usted dice que la apuñalaron y luego mataron a tiros? —cuestionó mientras el hombre asentía.
—Efectivamente —replicó el forense.
—¿Había signos de lucha? —cuestionó el fiscal.
—En ambos casos, pero en el caso de la segunda víctima, no fue concluyente —aclaró el hombre y en el caso de Jane Presley, esta mantenía ADN del señor McFly.
El fiscal sonrió, orgulloso de la respuesta que obtuvo del profesional.
Chelsea escuchó a cada uno de los testigos y quiso pararse varias veces para darle bofetadas al fiscal por retroceder a cada paso que daba la defensa. Sin embargo, el final estaba cerca y Curtis subió al estrado.
—¿Señor McFly? —dijo el fiscal—. Según su declaración usted dejó un paquete en casa de Jane, ¿qué contenía ese paquete?
—No lo sé, solo era el repartidor —respondió el hombre con cinismo.
—No trabajaba para ninguna mensajería, hacía repartos por mi cuenta —mencionó el hombre y el fiscal solo le observó—. Esa noche fui y lo dejé, la mujer me ofreció una bebida, la acepté, me dio dinero como agradecimiento y me fui a la parada de autobuses.
—¿Por qué un repartidor no iría en su propio transporte? —cuestionó el hombre.
Chelsea creyó que el fiscal estaba dejando demasiados huecos en su investigación y que Nichols no estaba siendo el coyote que le dijeron que era, así que pensó que había algo en el desempeño de ambos que no estaba encajando en el contexto. Sin embargo y a pesar de todo, pudo ver un amplio desahogo de pruebas.
Usaron al forense, las pruebas sobre Jane, el arma homicida. Era claro que el asesino de una fue el asesino de la otra, dado que se usó el mismo cuchillo y todo apuntaba a que tuvo tintes pasionales, aunque se decía que Jane murió de forma indirecta, puesto que según el juicio querían matar a Judith, pero la confundieron con su gemela y desde luego, Jane murió de forma más violenta, aunque según esto, el arma fue limpiada y dejada sobre la escena de Judith, pero también se encontró un arma en casa de Jane que coincidía con los cortes. Lo que dificultaba el trabajo de la fiscalía. No obstante, el juicio se centró en solo tres aspectos: Judith siendo amante de Curtis, pero al ver a Jane con alguien más, las confundió y terminó por matarla, luego mató a Judith y trató de cubrir sus huellas y su participación dejando un arma homicida en cada departamento; no obstante, solo uno de los cuchillos tenía huellas.
Se explicó que la bufanda, a pesar de que no había pruebas que comprobaran que efectivamente ella se la regaló tal y como decía Curtis, estaba limpia y tuvieron que descartarlo como parte de las pruebas presentadas por la fiscalía.
Todo parecía ir bien para el acusado, así que Chelsea esperaba que Nichols diera el golpe final antes de su alegato de cierre.
Lo que iba a ser un juicio corto, se extendió hasta pasadas las tres de la tarde. Mismas horas en la que el juez escuchó a ambos abogados y los dejó explayarse hasta el final cuando cada uno de ellos, presentó su argumento de clausura.
El primero en hablar fue el fiscal y después Nichols, quien habló al final de la forma en que la fiscalía intentó incriminar a un mensajero que en ningún momento se resistió a cooperar con las autoridades. Se tomó un tiempo para dejar claro que su cliente no tenía antecedentes penales, mucho menos había tenido escándalos de ningún tipo.
Chelsea frunció el ceño cuando se dio cuenta de que Nichols no mencionó que Jane fue amante de Jack, tampoco estuvo relacionado el chofer de Jack, mucho menos se habló de la carrera de Judith.
Para ella, muchas cosas no se incluyeron y otras tantas no eran como las recordaba cuando estuvo al frente del caso, como el asunto de los cuchillos. Chelsea no recordaba dos armas, tampoco recordaba que la bufanda hubiese sido sacada de las pruebas, mucho menos la vecina que dijo verlo. Además, nunca, Nichols la mencionó. Omitió la investigación que seguro hizo sobre ella, puesto que jamás salió a relucir su nombre en ninguna parte del juicio. Como fuera, algo no estaba bien y ella lo sabía completamente
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Gracias por votar, comentar y seguirme. No se olviden de picar la estrella en ambos capítulos o no vuelvo a darles doble actualización.
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