Capítulo 20
—Acércate para abrazarla —pidió Chelsea y se quitó de ahí para que Jack pudiera acostarse de frente a su hija y verla perfectamente.
Entretanto, ella se acostó al otro lado, dejando a Chloe en medio de ellos.
Jack la observó y sonrió antes de llevar su mano a los rizos cortos de la pequeña. Le acomodó el cabello y se dejó enamorar por la belleza y la inocencia de una pequeña que no solo era su vivo retrato sino también era algo que compartía con la mujer que ahora era la única que le importaba.
—Es tan perfecta —musitó y Chelsea asintió desde su lugar—. No sé cómo vamos a manejar esto, pero supongo que podemos hacerlo, ella pronto sabrá que soy su padre y espero que al ser tan pequeña no tengamos problemas en manejarlo.
—Estoy segura de que no —respondió Chelsea y le tocó la mano mientras él solo entrelazó su dedos con los de ella.
Se quedaron en silencio durante largo rato, antes de que cayeran dormidos en una esquina de la pequeña cama, cada uno muy incómodo con la postura donde apenas podían moverse, pero lo cierto es que al final ninguno pudo dormir cómodo y el dolor en los músculos, tanto que cuando amaneció Jack se quejó de dolor.
Se levantó y salió de la habitación, se encontró a Chelsea corriendo de un lado a otro mientras bebía a prisa un jugo y dejaba lista pequeños refrigerios para su hija.
—¿Va a una estancia? —preguntó Jack y ella asintió antes de dejar listo todo—. Es solo que hoy no irá, está un poco resfriada desde hace días y debe quedarse en casa, así que su niñera vendrá. —Jack sonrió—. ¿Te quedarás a desayunar?
—No, tengo que ir a cambiarme, tengo una reunión con el abogado de la defensa y la fiscalía de uno de mis casos, voy tarde —dijo el juez y Chelsea asintió con una media sonrisa—. Te llamaré más tarde, ¿de acuerdo?
—Sí —respondió la fiscal antes de que él se acercara para darle un beso de despedida.
Salió de la casa y salió del departamento antes de subir a su auto y comenzar a conducir hasta su departamento.
Se apresuró a llegar, entretanto llamó a su asistente para decirle que estaría ahí en apenas una hora, con el tiempo justo y que se encargara de los abogados en cuanto llegaran.
Fue directamente a la entrada del edificio y en cuanto llegó se apresuró a darse una ducha.
Se disponía a vestirse, pero el sonido del timbre lo hizo dirigirse a la entrada para abrir.
Su amigo lo encontró en bata de baño.
—¿Qué haces aquí? —preguntó a Levenseller cuando lo vio parado cómodamente en su sitio.
—Llevo rato esperándote —dijo el otro con una sonrisa—. Vi tu auto en el estacionamiento y quise saber cómo estabas, ayer fue un mal día para ti. ¿Viste a ex y también a Chelsea?
—Sí —dijo antes de ir hacia su recámara en donde comenzó a cambiarse frente a su amigo—. Hablé con ambas, Alice efectivamente me mintió y admitió que ella no puede tener hijos pero eligió mentirme para sentirse mejor.
—Lo lamento —mencionó su amigo—. No sé qué otra cosa decirte. ¿Entonces, tienes una hija legítima con Chelsea?
—Sí —declaró Jack con total seguridad—. Pronto, Chloe dejará de ser ilegitima. Pienso reclamar mis derechos paternales.
—¿Y lo harás por las buenas? —inquirió su amigo mientras lo veía colocarse la corbata—. ¿Llegaste a un acuerdo con ella?
—Sí, estamos juntos —respondió y levantó la vista a través del espejo mientras observaba la expresión de su amigo—. No es como que vamos a hacerlo público, pero espero tampoco pretendemos escondernos.
—Al fin, alguien pescó al gran Jack FitzGibbons —se burló August—. Creí que jamás otra mujer después de Alice, tendría tu atención, mucho menos alguien que quizás ni siquiera se lo propuso.
—¿Podemos ir a comer esta tarde? —inquirió Jack a su amigo—. Justo ahora tengo que irme por un asunto de trabajo, pero estaré libre para el almuerzo.
—Bien —dijo su amigo y sonrió—. ¿Sabes? La razón por la que no me involucro seriamente con mujeres es porque no quiero verme en una situación así, sería tan lastimero que a mis cuarenta años saliera con la tontería de que estoy enamorado.
—Alguna vez lo estuviste —declaró el juez con la mirada sobre su amigo—. Las cosas no terminaron bien, pero lo cierto es que ya estuviste enamorado y posiblemente en algún momento lo estarás de nuevo.
—Claro, quizás cuando tenga sesenta —agregó burlándose—. Te veré en el Palace en el almuerzo. No lleves flores porque me vas a empalagar, con que pagues la comida, bastará, aunque igual podemos tomarnos unos tragos cualquier noche. Me hace falta una borrachera o me dirás que ya tienes que llegar a las ocho a casa.
—Lárgate ya —dijo Jack y soltó una risa.
Una vez a solas, tomó su maletín y salió de su departamento para ir a su reunión con el caso relacionado con el asesinato de Jane y su hermana.
Se apresuró a llegar a la oficina y llegó con el tiempo justo. Al entrar vio a Chelsea hablando con otro abogado y solo saludó de manera impersonal antes de seguir su camino hasta su despacho.
—Señores —dijo en cuanto entró después de ver a los dos hombres seguirle y adentrarse junto a él—. Nichols.
Saludó a su excompañero de carrera y este le observó con atención.
—FitzGibbons, nos volveremos a ver en la corte —añadió la defensa de Curtis.
—Nos veremos en mi corte —corrigió el juez haciendo hincapié en la palabra mi—. De cualquier forma siempre es un placer verte en batalla.
—Siempre será un placer pisar tu corte —aclaró el otro, con visible desprecio—. También es risible saber que lanzaron la caballería pesada para inculpar a mi cliente. Kemper, creí que estabas retirado.
—Bueno, somos de la misma edad —dijo el fiscal de distrito—. ¿Viniste aquí solo para sacar frustraciones o para discutir lo que nos atiene?
—Señores por favor —pidió Jack y los dos hombres tuvieron que dejar sus rencillas para poder hablar.
Jack los escuchó hablar, por un lado, Kempler quería que se usara como prueba una huella que figuraba dentro del departamento. Sin embargo, la defensa aseguraba que aquello era circunstancial y no había manera de que pudiera asegurarse de que él estuvo dentro por alguna razón que no haya sido entregar su paquete.
Los dos hombres se enzarzaron en una batalla que Jack tuvo que escuchar, reconoció sus argumentos y luego de una profunda deliberación tomó una decisión.
Poco después de aquello, los despidió y su asistente le aseguró que tenía la visita de uno de sus más fieles colaboradores.
Le dijo que lo hiciera pasar y pronto se vio frente a un hombre con el que muchas veces había trabajado.
—Jack. —Saludó el moreno a su llegada—. Pocas veces me llamas, cuando lo haces es porque deseas información que nadie más puede proporcionarte. ¿Estoy equivocado? Como sea, esta vez no vengo porque me hayas llamado, sino porque me pediste algo y como siempre, ya lo tengo.
—Me alegra oír eso, he estado esperando por ti y tu información hace mucho —añadió el juez—. Fuiste mi mejor investigador cuando fui fiscal de distrito. Jamás dejaste escapar nada, no dudé un segundo en que lograrías lo que te pedí; sin embargo, que bueno que has venido, necesito que hagas algo más.
El hombre entregó un pequeño sobre con una memoria que contenía toda la información que le había solicitado.
—Tú dirás —señaló el hombre—. Tienes toda mi atención.
Sus ambarinos ojos se posaron sobre el juez, quien más de una vez había usado sus servicios muy bien pagados.
—Sé que eres mejor que cualquier hombre que haya en el campo buscando información —respondió y el moreno entrecerró los ojos—, pero no estoy aquí para halagarte, en realidad supongo que ya que resolviste algo, puedes con algo más. —Hizo una pausa—. Quiero que me investigues cualquier cosa, lo que sea que me lleve a hacer pedazos a Matthew Jones. Quiero que escarbes en toda la mierda y saques el culo que lo escupe, todo de Jones y su relación conmigo. No tengo una fecha exacta, pero quiero que lo encuentres todo.
—Costará mucho dinero, no es fácil obtener información, menos cuando parece que ese es un pez gordo —aclaró su investigador.
—El dinero jamás será un problema —declaró el juez—. Haz lo tuyo, necesito cualquier cosa que Jones pretenda usar contra mí, más adelante. Quiero demostrarle que al juez FitzGibbons no lo coge nadie de las pelotas, le voy a enseñar que conmigo nadie puede jugar, ni siquiera el mismísimo presidente.
—Tendré algo pronto —respondió su amigo—. O lo tendré todo. No me subestimes.
Jack le dio una sonrisa que dejaba claro que confiaba plenamente en él.
Por su parte, Chelsea se despidió de su compañero y siguió su camino puesto que al ver a su jefe y al abogado defensor de Curtis, James Nichols, quien la vio y le dio apenas una sonrisa perceptible, como si esperara que dijera algo más.
Ella no respondió el saludo escondido y siguió su camino antes de ir hasta el penal para visitar a Curtis.
Abordó su auto y condujo hasta el centro penitenciario donde se encontró con sus amigos, quienes como siempre, la dejaron pasar para que pudiera hablar sin siquiera tener un permiso como abogado.
Se adentró hasta la sala de reuniones abogado, cliente y de pronto apareció Curtis.
—Chelsea —dijo el mortificado hombre—. ¿Por qué no habías venido?
—No puedo aparecer aquí como si fuera mi casa —respondió mientras Curtis hizo un gesto de desagrado—. Vine para hablar contigo un asunto importante.
—¿Vas a sacarme de aquí? El inútil abogado dice que iremos a juicio porque la fiscalía tiene suficiente material para llevarme a la corte, ¿cómo es eso posible? —inquirió demandante—. Me dijiste que todo estaría bien, ¿qué has hecho todo este tiempo?
—Tienes que ir a juicio —respondió Chelsea—.Confía en tu defensa y te prometo que es el mejor, pero tienes que colaborar con él y confiar en que hará su mejor trabajo, no caigas en las provocaciones de la fiscalía. Kemper no tendrá piedad y te pondrá en el estrado, te agobiará a preguntas hasta que termines contradiciéndote. Sigue al pie de la letra las indicaciones de tu abogado y no improvises.
—¿Qué has averiguado con respecto al juez? —preguntó mirándola directamente a los ojos—. Ya te ha dicho algo, piensa ayudarme. Le dijiste que soy tu hermano.
—No le he dicho nada —declaró Chelsea—. Necesito decirte algo. No voy a seguir con esto, Jack no va a comprometer su reputación, su trabajo y su carrera por nada, él... él es una persona que realmente ama la justicia y te aseguro que nada en la vida va a lograr que él cambie de opinión o traicione sus propios principios. Como sea, yo no quiero ponerlo en esa posición, no quiero mentirle más.
Curtis la observó detenidamente, entrecerró los ojos, la estudió y finalmente soltó una risa amarga, que rayaba el cinismo.
—Así que te enamoraste del viejo —acertó a decir con una sonrisa divertida—. Debí imaginar que serías una estúpida y terminarías empeorando todo, siempre has sido una completa estúpida. Todo lo que tenías que hacer era seducir al viejo y pedirle que me sacara de aquí, pero le diste el culo gratis. Esto tenía un precio.
—He comprendido que un hombre que te ama jamás va a pedirte nada tan denigrante como lo que me pediste tú —declaró Chelsea desde su sitio—. Estuve muy ciega al confundir tu manipulación con amor, creyendo que expiaba una culpa que no era mía, que te lo debía porque aceptaste a Chloe, pero jamás le has dado nada, no la has amado. Todo lo que mi hija tiene, es a mí. No me amas ni me amaste, me hiciste sentir culpable por algo que tú querías y que cuando te viste superado por otro hombre en una cosa tan básica e instintiva como el sexo, me culpaste. No voy a seguir con esto; voy a decirle a Jack lo que pasó, todo.
—¿Crees que va a perdonarte? —cuestionó divertido—. ¿Crees que le importas? Eres para el juez lo mismo que cualquier puta de la calle.
—No lo sé, pero no voy a seguir mintiendo —añadió con seguridad—. Deseo que todo se resuelva como esperas, pero no voy a continuar mintiendo, engañando y pensando que te debo algo, porque no es así. Espero que salgas pronto de este sitio, sigo confiando en ti y en que eres inocente.
—¡Zorra malagradecida! —declaró Curtis y al mismo tiempo se acercó amenazante—. Ni siquiera deberías respirar.
Chelsea abrió y cerró la boca al escucharlo, lo dijo con tanto desprecio que le pareció que le asustó.
Salió de ahí rápidamente para irse a la oficina; sin embargo, no se dio cuenta de que uno hombre la veía desde su lugar y fruncía el ceño.
Fairfax, el director del penal, amigo de Jack y cuñado de Levenseller observó con atención a la joven y se dirigió a la bitácora de visitas, revisó pero no encontró el nombre de ninguna mujer, así que se alejó con el libro de visitas hasta su oficina y llamó a Jack.
—Por fin te acuerdas de mí —dijo el juez al responder.
—Oye, ¿cómo se llama la mujer que encontramos la otra vez aquí? ¿La recuerdas? ¿La fiscal? Cuando estuvimos juntos, con mi cuñado —cuestionó mientras veía las bitácoras.
—Chelsea Randall —declaró el juez desde su lugar—. ¿Por qué preguntas por ella?
—Por nada, solo me sorprendió ver a una fiscal pidiendo una reunión con un reo como si fuera parte de su defensa —manifestó y Jack frunció el ceño desde su lugar—. Lo curioso es que no está en los registros de visita, pero ya mismo me encargo de averiguar.
—¿A quién visitó? —cuestionó el juez.
—Curtis McFly —contestó y hubo un silencio en la línea—. Me pareció curioso porque creí que su defensa estaba a cargo de Nichols y bueno a él lo conozco por lo de Jane, como sea, me comunicaré con Kemper, no debería una fiscal hacer esto...
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