Capítulo 17
Las dos mujeres se observaron durante algunos segundos. Ninguna dijo absolutamente nada. Alice porque todavía estaba consternada de lo que acababa de ver y Chelsea porque no tenía idea de qué decir, vaya que ni siquiera sabía cómo empezar a explicar todo y sobre todo, cómo evitar que la mujer abriera la boca con Jack.
—¿Cómo es que Jack mantiene una relación contigo y no sabe esto? —preguntó la exesposa cuando fue capaz de recomponerse. Lo hizo con una exigencia que hizo que el estómago de Chelsea se apretara de coraje, pero sabía que no podía decirle nada o correría a hablar con el juez—. Exijo una explicación. Es mi exesposo y todo lo que afecte a Jack, afecta a mi hijo. Tengo derecho a saberlo. ¡Habla!
Chelsea tuvo que dar un suspiro y señalar su casa de regreso para que la mujer fuera tras ella y pudieran hablar. No le quedó más que llamar a su niñera para pedirle que se hiciera cargo de la niña, puesto que, no quería que escuchara su conversación.
Le pidió a Alice que esperara para hablar y la mujer aceptó de mala gana; tampoco creía que fuese necesario hablar frente a la pequeña, quien seguramente no sabía que Jack era su padre.
Chelsea le sirvió un café y esperó sentada frente a ella, soportando las miradas inquisitivas y de cuando en cuando, viéndola con incomodidad hasta que finalmente la niñera llegó y preguntó la razón por la que no había ido a la guardería.
—Tengo un asunto que atender y preferiría que se quedara aquí —confesó la fiscal con una sonrisa fingida—. ¿Podrías llevarla a pasear al parque un ratito? Tengo que hablar y estaría bien que Chloe no escuchara.
—Por supuesto —dijo la joven y tomó a la niña en brazos además de algunos juguetes antes de salir de casa.
Mientras tanto, Chelsea miró a Alice sin saber cómo empezar su relato para no terminar de complicarlo todo, más bien, pensaba en cómo haría para callarla.
—Soy Alice Barrymore. —Comenzó diciendo la mujer para cerrar la brecha de inconformidad—. Siento no haberme presentado, aunque asumo que Jack ya te dijo que soy su exesposa.
—No, Jack no habla conmigo de sus asuntos personales —dijo para consternación de Alice, quien frunció el ceño ante lo que escuchaba—. No sabía que usted era su exmujer hasta que nos vimos anoche y después él mismo me escribió para decírmelo, pero no dijo más nada al respecto. Como dije, ese tipo de asuntos no los hablamos.
—¿Cómo es que tienes una hija y dices que él no lo sabe? —cuestionó la mujer—. ¿Qué clase de relación es esta?
—Jack y yo recién comenzamos algo y no es una relación romántica como tal, no pretendo hacerme la puritana ni dar detalles de nada y mucho menos explicaciones que no vienen al caso —manifestó Chelsea y la mujer enarcó una ceja ante la altanería de la fiscal—. Le explicaré lo de mi hija porque creo que es necesario, pero voy a pedirle que lo mantenga en secreto.
—Qué estupidez —refutó la otra y su semblante se endureció—. ¿Estás pidiéndome que traicione al hombre con el que tengo un hijo y compartí una vida durante años? ¿No te parece que estás sobrepasando los límites? Dime ahora mismo qué es todo este circo o en este momento llamaré a Jack y le diré la clase de mentirosa que eres.
—¿Cómo voy a decírselo? —inquirió Chelsea y la mujer le miró con consternación—. Lo conocí en una fiesta privada hace años y conocer es solo una expresión tonta ante lo que de verdad significa todo esto, no supe más que su nombre aquella noche y todo esto ocurrió en menos de cinco minutos, en los cuales claramente no pude conocer nada de él ni Jack de mí. Tampoco es como que tuviéramos interés en hacerlo, yo... tenía un novio en ese momento.
—¿Te acostaste con él y ni siquiera le pediste su número o algo? ¿Qué clase de mujer hace eso? —le cuestionó demandante—. No puedo creer que me digas que ni siquiera te preocupaste por protegerte con un extraño, sobre todo cuando tenías una pareja. Dios mío esto es demasiado. Me sorprende tu actitud y también la de Jack, no reconozco ese comportamiento.
El sonido de su celular hizo que Chelsea sacara su teléfono del bolso. El nombre de Jack se dejó a la vista y su semblante fue delator frente a la Alice, quien le pidió que le respondiera sin problema, pero ella negó y apagó el celular.
—No espero ni tu consideración y mucho menos tu comprensión, pero tampoco permitiré que me juzgues —continuó diciendo una molesta Chelsea luego del pequeño contratiempo—. Lo que pasó esa noche pasó y punto. Desconozco la razón por la cuál él no recuerda lo que sucedió, ni siquiera me recuerda a mí en absoluto, pero tampoco quiero averiguarlo, lo que sí pienso dejar claro es que no le dije que tenía una hija porque no sabía quién era y cuando lo volví a ver, me di cuenta de que era un juez, de que estaba en el mismo trabajo que yo, asumí que estaba casado y encima de todo, muy por encima de mi posición en la escala de jerarquías en la justicia. No quise que creyera que yo buscaba aprovecharme de la situación y ganármelo como enemigo en mi trabajo y por ende, decidí callar. Me ha costado muchísimo ganarme un lugar en la abogacía. —Hizo una pausa—. Poco después comenzamos a salir y no hemos mezclado nuestra vida privada en absoluto desde entonces.
—Por Dios, la mezclaron hace años y de ahí salió una criatura que es la menos culpable de todo este embrollo —aseguró Alice y Chelsea suspiró—. No me vengas con que no esperabas que esto pasara. ¿Cuándo piensas decírselo?
—No lo sé —replicó con sinceridad—. No sé si realmente quiero decirlo, tal vez callar sea lo mejor para ambos.
Alice le miró como si estuviera loca, pensando que tal vez debería ella misma decirle a Jack lo que sucedía.
»Jack y yo no tenemos una relación romántica —añadió la fiscal tratando de sonar tranquila y de que ella entendiera—. No intentaré describir el tipo de relación que tenemos ni la forma en que decidimos llevarla, lo cierto es que no tengo por qué, pero quiero que entienda que no puedo simplemente decirle a Jack que tengo una hija de él que es producto de una noche que por alguna razón extraña no recuerda. ¿Sabe lo que pensará de mí? Posiblemente crea que lo hice para acercarme y ganar favores personales o alguna cosa que no debería pensar. Prefiero pensar bien en lo que haré y creo que a la única que le concierne esto es a mí, no puede haber otra persona entrometida.
—Me acabas de decir que no se lo dirás y yo no pienso quedarme callada ante una confesión estúpida y falta de lógica —agregó Alice y se levantó completamente molesta—. De ninguna manera puedo creerte que Jack no recuerde una noche con alguien, lo conozco perfectamente y no es la clase de hombre que finge no conocer a una de sus conquistas, pero tengo claro que tipo de mujer eres tú y estoy segura de que intentas sacar provecho de todo esto. En el momento en que Jack vea a la niña sabrá que es suya, solo hay que verla para darse cuenta, es idéntica a Jack.
—Yo encontraré la manera de decírselo —aclaró Chelsea para tranquilizarla—. Espero que puedas entender eso.
Alice la observó durante algunos segundos, finalmente dio un suspiro cuando supo que las cosas estaban saliéndose de control y que acababa de ponerse en una situación complicada. Por un lado, trataba de entender a la mujer frente a ella, si todo lo que decía era cierto, entendía su miedo. Jack era un hombre radical y odiaba dejar cabos sueltos, lo cierto era que ella creía que había pasado algo más; de lo contrario, no podía entender cómo es que alguien como su exesposo había embarazado a una mujer. Era tan cuidadoso con su vida privada y sexual que no entendía cómo pasó.
Por otro lado, estaba su lealtad. Ella adoraba a su exesposo, eran amigos y se prometieron trabajar juntos en nombre del hijo al que habían adoptado, sin importar qué. Si él se enteraba de que le escondió la verdad, no solo perdería su confianza, sino la lealtad que se tenían, él ya no le debería nada.
Aunado a eso, también estaba el cargo de conciencia. Jack y ella jamás pudieron procrear y en muchos años, fue la causa de la mayor frustración de Alice, incluso podría decir que contribuyó al desgaste de su matrimonio, pero no era eso lo que le preocupaba, sino el hecho de que se prometieron nunca saber quién de los dos era infértil para evitar buscar culpables.
Alice no pudo mantener la promesa y terminó por hacerse las pruebas donde comprobó que efectivamente ella no podía tener hijos. Después lo confesó a su esposo, dijo que se había hecho los análisis pero mintió en el resultado.
Le dijo a Jack que todo había salido bien y estaba segura de que el juez se sintió culpable, así que decidieron adoptar; sin embargo, no pudo negar que siempre se sintió mal por mentirle y que aquello ayudó a que terminaran la relación que mantuvieron.
Saber que había procreado con alguien más era algo que no esperó nunca, sobre todo porque el juez era un hombre meticuloso, pero sin duda, se dijo, algo debió pasar para que cometiera ese error.
—No le diré —dijo después de un largo rato en silencio, cuando sus pensamientos fueron capaces de aplacarse—, pero quiero creer que encontrarás la manera de decírselo cuanto antes, no quiero mentirle por mucho tiempo.
—Lo prometo —respondió Chelsea y se relajó un poco antes de ver a la mujer ponerse de pie, y luego de darle una mirada indiferente.
Se despidió con poca cortesía y salió del departamento de Chelsea.
La fiscal se dejó caer en la silla y respiró aliviada. Soltó el aire que estaba reteniendo y pensó que al menos de momento, había ganado un poco de tiempo.
Tomó su bolso y justo en ese momento la niñera volvió con Chloe. Le dio una mirada comprensiva y le dijo que volvería a su horario acostumbrado y le pagaría las horas de más que estaba ocupando.
La niñera agradeció y ella se apresuró a irse. Aprovechando su tiempo, decidió seguir alguna de las pistas que conocía sobre Jane.
Encendió su teléfono y miró el mensaje de Jack.
«¿Por qué apagaste el teléfono? Te he estado llamando, quiero verte ahora». Rezaba el texto.
Presionó el momento de llamada y esperó a que contestara.
—Hola —dijo Jack al otro lado.
—Estaba en una reunión por videollamada en la computadora —mintió Chelsea—. Justo ahora estoy ocupada en casa, puedo verte después.
—Perfecto —respondió a secas y casi al mismo tiempo escuchó a alguien decir algo—. Te marcaré en una hora para que acordemos. Adiós.
La frialdad con la que respondió le hizo preguntarse cuán mentiroso era Jack. Tenía cada paso pensado, no hablaba de más, también era un excelente manipulador y mentía en la cara de los demás.
Pensó en el caso de Jane, ella en realidad tuvo que conocer a Jack; sin embargo, él fingía no saber nada y sobre todo se mostraba imparcial a ojos de todos, pero se dijo que no podía engañarla a ella, Chelsea pensaba que Jack escondía algo.
Rápidamente fue hasta la guarida de uno de los hombres que sería capaz de sacrificar a su madre por dinero. Muchos fiscales lo conocían porque vendía información que servía a los casos, pero también ayudaba a muchos abogados defensores. Era como un doble agente, se vendía al mejor postor.
En cuanto estuvo frente a la puerta del sujeto, respiró y esperó a que abriera.
—Chelsea Randall —dijo el hombre de la cicatriz en el rostro—. No puedo creer que vengas directamente hasta casa cuando pudiste llamarme, qué honor para mí, pero pasa, preciosa.
—Glif —habló la fiscal—. Necesito que me ayudes con información valiosa.
—Tú dirás para qué soy bueno y cuánto ganaré con estos favores. Si me conviene pues... —La sonrisa del hombre, entusiasmado por el dinero, le provocó asco—. Sabes que puedes confiar en mí si el pago es justo.
—Necesito que me consigas toda la información de Jane y Judith Presley —pidió mientras el sujeto le miraba con los ojos muy abiertos—. Una de ellas, Judith, era agente del FBI y fue asesinada recientemente, a Jane la mataron también pero pienso que no lo hizo la misma persona.
—No sé si pueda hacer algo con respecto a Judith, me estás pidiendo que meta la narices en asuntos del FBI, dudo que salga bien librado —aclaró el hombre y se miró las uñas—. Sin embargo, ¿qué voy a ganar?
—No ir a prisión —respondió Chelsea—. Por ejemplo, qué te parecería ir de vacaciones a una prisión federal por exponer secretos del gobierno, tal vez ni siquiera llegues a la cárcel si por torpeza de un fiscal nuevo, se filtra lo que has hecho.
El hombre se puso serio y le observó con detenimiento. Era la primera vez que ella se negaba a pagar, lo que significaba que no quería que la fiscalía supiera que estaba husmeando en asuntos que no debería.
Sonrió.
—Entonces es un favor personal y no como las otras veces, en donde los fiscales han necesitado de mí y se han hecho de la vista gorda con mis propios tropiezos —dijo con seguridad—. Igual si hablan se embarrarían de mierda. ¿Qué diría el pueblo, el gobierno, si supieran que la autoridad se ha hecho de información proporcionada por un delincuente? No creo que le vaya muy bien a ninguno. Escúchame bien, niña estúpida, he estado en esto muchos años y sé perfectamente cómo juegan ustedes. Si crees que no tengo pruebas de lo que han hecho, eres más tonta de lo que pareces.
—Por supuesto que lo sé, pero... la fiscalía siempre encuentra una solución, para bien o para mal —respondió y el hombre le observó con detenimiento—. Si abres la boca, no seremos nosotros los que te silenciemos, sino el FBI, la CIA, entre otras agencias. Todos querrán tu cabeza y te aseguro que el menor de tus males seremos nosotros.
El sujeto la observó detenidamente y al final asintió. No tuvo opción. Sabía que, si alguno de ellos lo exponía con las agencias federales, estaría muerto antes de pestañear.
—Te llamaré si encuentro algo —dijo de mala gana—. Ahora lárgate.
—Gracias, me interesa más Jane, pero también necesito saber de la otra —añadió mientras el hombre le miraba con desprecio—. Quiero saber con quiénes se relacionaba, a dónde iba, todo, absolutamente todo lo que encuentres sobre ella.
Se despidió del hombre y casi de inmediato, salió de ahí, avanzó unos pasos para irse pero se detuvo al ver el auto lujoso que estaba estacionado cerca.
El chofer se detuvo y de él bajó el senador Levenseller.
—Señorita Randall —dijo el amigo de Jack y ella maldijo—. Puedo preguntar, ¿qué hace por estos lados?
Ella se quedó callada unos segundos y miró a todos lados.
—Eso mismo le preguntaría a usted, senador —rebatió y el hombre soltó una risa.
—Soy un senador, se supone que legislo y para eso tengo la mala costumbre de ver por doquier para entender las necesidades en las que debo centrar mi atención —replicó y ella sonrió al sentirse estúpida—. No sé si un fiscal vacaciona por este tipo de lugares, solo, sin protección y con una pinta de oficinista.
—Estoy siguiendo pistas de un caso y vine a hacer mis pesquisas con algunas personas. —Su declaración intentó ser divertida—. También los fiscales debemos ver el bienestar y toca caminar por todos los terrenos mal habidos.
—¿Quiere que la lleve? —cuestionó el senador con curiosidad y más, luego de verla salir de la casa de un hombre de dudosa calidad humana.
Supo que mentía puesto que los fiscales no hacían ese trabajo y también porque no entraban a casas de desconocidos y tardaban una eternidad. Él la había visto entrar y decidió decirle a su chofer que esperara hasta que saliera, casi una hora después.
No solo eso, parecía muy familiarizada con la zona, lo que le hacía pensar que no era la primera vez y para más inri, algo en Chelsea le causaba inquietud y como buen político, confiaba en su instinto.
—No es necesario, le agradezco —replicó con una tranquilidad que no sentía y luego de un prolongado silencio en que la mirada del senador estuvo sobre ella, inquisitiva—. Todavía me falta revisar otras cosas, pero gracias.
—Entonces podría... darme su número —respondió con una sonrisa seductora—. Me gustaría invitarla a cenar cualquier día.
—Por supuesto —dijo con nerviosismo y para quitárselo de encima.
Recibió el teléfono del hombre y ella le anotó su número.
—¿Qué tal hoy? —insistió con los ojos entrecerrados—. Conozco un buen lugar y muy discreto.
—Claro —añadió la fiscal aunque no pensaba salir con él—. Espero su llamada.
Se despidió de August y decidió fingir que estaría por ahí, permaneció caminando en sentido contrario al coche hasta que calculó que estaba lo suficientemente lejos como para verla.
Se dijo que posiblemente no la llamaría y si lo hacía, ya encontraría la manera de negarse, pero por el momento, necesitaba quitárselo de encima, así que le dijo lo que quería oír y en cuanto pudo se alejó lo suficiente para después girarse al calcular que ya estaría lejos.
Cuando pudo, se giró y volvió sus pasos yendo directamente a la salida del lugar. Sin darse cuenta de nada más; no obstante, Levenseller, seguía escondido, mirando sus pasos y corroborando que ella le mintió.
⚖️⚖️⚖️⚖️⚖️
Jack cerró la carpeta que tenía frente a sí y miró su teléfono cuando este empezó a sonar. Vio el nombre de su amigo y atendió de inmediato.
—No voy a ir a beber contigo, tengo planes —dijo apenas respondiendo.
—También tengo planes para hoy —agregó divertido—. Voy a salir con una fiscal.
De inmediato Jack le colgó la llamada y unos segundos después le volvía a llamar, esta vez por videollamada.
—¿De qué hablas? —inquirió el juez—. Deja las bromitas estúpidas.
—Ninguna bromita —replicó su amigo—. Hace un rato me encontré con la fiscal Randall en una zona bastante preocupante, me dijo que estaba buscando no sé qué, pero la vi entrar a la casa de un hombre de dudosa calaña por casi una hora, luego le pedí su número y la invité a salir y dijo que sí, por lo que tengo planes para esta noche.
Jack se quedó mirándolo unos segundos en los que pensó qué tan cierto era lo que su amigo le decía.
—¿Dónde van a verse? —cuestionó con malicia.
—En mi departamento —mencionó su amigo y quiso reír cuando Jack apretó la mandíbula—. Claro, solo si a ti no te molesta o te dan celos.
—Me molesta pero no por las razones que puedas creer, tengo un acuerdo con ella que no está cumpliendo —dijo Jack y su amigo fingió creerle cuando claramente transpiraba los celos—. Como sea, ¿para qué me lo dices?
—Para que tengas cuidado —replicó el senador—. Nos conocemos hace años, respetamos nuestras conquistas, pero ella no pestañeó cuando le pedí que saliéramos. Randall no es estúpida, aunque lo finja, sabe que intuyo que están juntos, aun así, me dijo que sí. Además, mintió cuando me dijo que seguiría haciendo pesquisas. Le pedí a mi chofer que nos escondiéramos. Ella caminó en sentido contrario a nosotros, calculó un tiempo y volvió sus pasos.
Jack se quedó pensando en lo que su amigo le había dicho.
—¿Me dices que pretendes acostarte con ella porque eres un buen amigo? —inquirió con ironía.
—Para eso estamos —replicó Levenseller, pero al ver que Jack no se reía decidió dejar las bromas—. No voy a llamarla para confirmar la cena, pero quiero que vayas con cuidado, hay algo en esa mujer que no termina de agradarme.
—Ve a cenar con ella. —Jack dijo la frase mientras leía algo en uno de sus informes.
—No, ya estás con el corazón roto, imagínate si voy con ella, te suicidas —replicó su amigo en tono de burla—. Solo ve con cuidado y no te fíes de esa mujer.
—Lo dije en serio, ve con ella —añadió Jack—. Llámala y llévala a cenar. Dices que hay algo raro, encuéntralo. Cuando me lo digas, entonces...
—Me creerás —interrumpió el senador—. Donde quiera consigo un buen culo, Jack, pero no en todos lados encuentro amigos y a esos los valoro mucho. Yo he cumplido con decirte, es tu decisión hacer caso o no.
—No pretendía ofenderte —dijo el juez suavizando el tono—. Agradezco tus buenas intenciones, me incomoda que la invites a salir, no voy a negarlo, pero en algo tienes razón, fui muy claro con ella y... debió aceptar por algo. Quiero que le llames, para encontrar ese algo. No me gustaría involucrarme más si es que realmente pasa algo raro con ella. Llámala y cítala.
—Bien, te avisaré cualquier cosa —replicó.
Poco después se despidió de su amigo y más tarde le llamó para decirle que había hablado con Chelsea, quien aunque al principio se negó, había accedido a salir con él esa noche.
Jack respiró y se reclinó en su asiento antes de levantarse y llamar a Chelsea.
Le dijo que estaba en su departamento trabajando puesto que la niñera se había llevado a su hija a casa de la madre de su amiga, quien la quería como una nieta y deseaba pasar tiempo con la pequeña.
Le dijo que iría a verla y ella aceptó.
Poco después se presentó en su casa, al entrar se encontró con un sinfín de documentos en la mesa.
—Has tenido mucho trabajo por lo que veo —dijo el juez y ella asintió.
Se acercó hasta él y le ayudó a quitar la chaqueta. Él se dejó hacer y se aflojó la corbata mientras con su otro brazo le rodeaba la cintura.
—Hoy hay sido un día ocupado —aseguró la fiscal—. ¿Qué tal te fue a ti?
—Lo de siempre —respondió sin ahondar—. Quise verte un momento nada más, tengo una comida con mi hijo, pero quería verte antes.
Chelsea le sonrió y lo abrazó antes de darle un beso en los labios.
—Mi hija no fue a la guardería hoy y la niñera tuvo que venir, decidí no ir a la oficina —añadió Chelsea—. Afortunadamente la madre de mi amiga, me pidió que se la llevara un rato para que no esté sola, la niñera fue y bueno, he podido trabajar más.
—¿Has estado aquí todo el día? —indagó Jack.
—Sí, no me he movido para nada —mintió.
Jack le dio una sonrisa extraña y luego miró su reloj.
—Tengo que irme, solo quería verte un momento —agregó el juez—. ¿Cenamos esta noche?
Chelsea le observó unos segundos y luego sonrió nerviosa. Por un momento, se dijo que bien podía negarse al senador, pero por otro lado, también pensó en Curtis y en lo conveniente que podía ser para ella si lograba que el senador estuviera a su lado.
Su mente traidora le decía que Jack era un pez gordo, pero el senador era una ballena y tal vez, si August Levenseller mostraba interés en ella, acercarse a él, sería más conveniente. Quizás lograra sacarlo más pronto y tal vez por eso aceptó salir con él.
Miró al juez, quien le observaba detenidamente, con curiosidad, y sonrió una vez más.
—No encontré niñera para mi hija, la chica de siempre tiene un compromiso y no podrá quedarse el horario de siempre, ¿podemos dejarlo para mañana? —cuestionó la mujer.
—Por supuesto —replicó Jack y después de darle un beso, se retiró.
Fue a su departamento y se quedó ahí durante horas bebiéndose unos tragos, pensando en lo que su amigo le dijo sobre Chelsea.
Esperó paciente durante un rato hasta que Levenseller le dijo que iría por ella.
Se preguntó si Chelsea accedería a entrar a su departamento con August y a solas.
Por su parte, Chelsea supo las intenciones del senador cuando lo vio llegar galante y con aire seductor; sin embargo, el miedo la invadió cuando vio que estaban frente al edificio donde Jack vivía.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó mirando discretamente hacia el edificio del juez.
—Creo que podemos cenar aquí. Pediré algo rico y tengo buen vino —replicó y ella sonrió tensa—. ¿Hay algún problema? Debe ser por mi amigo, vive enfrente pero no te preocupes, seguro no está en casa y además es muy discreto.
—Podemos entrar ya —mencionó la fiscal y se apresuró a ir dentro con él.
Jack los vio llegar desde su ventana, pero ella no lo vio. En cambio, solo se sintió tranquila hasta que estuvieron dentro del piso del senador.
Recibió la copa de vino que le dio Levenseller y se la bebió de golpe.
—Tranquila, te puedes emborrachar —dijo el hombre.
—Lo siento —añadió ella y se alejó para ver discretamente por la ventana.
Levenseller fingió estar entretenido pidiendo la comida, pero tampoco se perdía de vista sus movimientos.
Ella siguió mirando y no se dio cuenta de nada hasta que tuvo al senador detrás de sí. Sintió las manos del hombre en su cintura y un frío le recorrió la espalda cuando le susurró:
—Hueles delicioso, Chelsea.
—Senador...
—Puedes llamarme August —susurró el hombre y dejó un beso en su hombro, luego aspiró su cuello y ella se paralizó.
Si bien, quería liberar a Curtis de la cárcel, lo cierto era que, en ese momento, se vio pensando en Jack y en que no quería que la tocara nadie más. El solo pensamiento de imaginar a otro hombre tocándola como lo hacía él, le dio asco.
Imaginarse con alguien más no fue una opción ni en ese instante, y en su mente, nunca más. El corazón se le aceleró cuando comprendió que no podía ni debía sentirse así, como si engañara a Jack. No podía permitirse sentir algo por él.
Se apartó de golpe y negó.
—Creo que será mejor que me vaya —declaró cuando se arrepintió—. Me parece que ha confundido mis intenciones y me disculpo si yo he dado a entender algo más. No... no ha sido intencional. Mi cortesía no ha sido para dar a entender que quiero algún tipo de acercamiento íntimo. Le ruego me disculpe, pero debo volver a casa.
El sonido del timbre hizo que él no dijera nada, aunque su intención era disculparse y por primera vez pensó que tal vez, Chelsea, en realidad estaba genuinamente interesada en Jack y solo era rara, puesto que, si conexiones y dinero quería, él estaba por encima del juez, pero aun así, lo estaba rechazando.
La vio tomar su celular y escribir algo.
Él abrió la puerta y se encontró con Jack.
Tenía el celular en la mano y en ese momento, su celular sonó. Jack lo levantó, miró y sonrió como si se burlara. Entendió entonces que el mensaje era de Chelsea.
—Veo que estás ocupado —dijo Jack y su amigo entrecerró los ojos para después entornarlos—. Entonces te llamaré luego. Buenas noches, señorita Randall, que disfruten su velada.
Jack sabía que estaría ahí con ella y evidentemente estaba celoso, pensó August. No esperó respuesta y se fue.
Levenseller se giró a ver a Chelsea. Estaba pálida y temblorosa.
—Creo que debo irme —dijo y sin esperar nada, salió disparada mientras el senador se asomaba discretamente cuando vio que ella solo cruzaba para ir al otro edificio.
—Lo que hay que ver —musitó y le escribió un mensaje a su amigo pidiéndole que no fuera tan duro y que hablarían mañana.
Por supuesto, no obtuvo respuesta.
Jack vio el mensaje y no respondió en absoluto, pero sí que abrió la puerta cuando el timbre sonó a sabiendas de que era ella.
Chelsea estaba frente a él.
—Puedo explicarlo —aseguró la fiscal y él entrecerró los ojos.
—No me gustan las explicaciones y creo que fui muy claro desde el principio —mencionó el juez—. No estoy molesto, bueno, sí lo estoy pero no diré nada, solo vete y finjamos que no pasó anda entre nosotros.
—Jack, en realidad...
—Que tenga buenas noches, fiscal Randall —interrumpió, pero ella no permitió que cerrara.
Se adentró y él iba a sacarla, pero su teléfono sonó. Lo vio fruncir el ceño y posteriormente atender la llamada.
—¿Qué sucede? —dijo al responder y ella permaneció callada mientras terminaba su llamada.
De pronto lo vio alejar su teléfono de la oreja y observar con atención algo en la pantalla, se quedó observándole detenidamente y unos segundos después levantó la mirada hacia ella y la observó horrorizado.
Dijo algo a quien le llamaba y luego colgó girándose hacia ella.
—¿Jack? —le increpó cuando lo vio caminar hasta plantarse enfrente.
—Chloe —mencionó el juez y enseñó su celular—. ¿Es mi hija?
Chelsea miró la pantalla del celular de Jack y boqueó sin entender cómo es que tenía una foto de la pequeña.
—¿De dónde sacaste esa foto? —cuestionó asustada.
—Te investigue, ahora responde la pregunta —dijo de forma amenazante—. ¿Por qué esa niña se parece tanto a mí?
Lo dijo en un tono tranquilo pero acerado, suficiente para hacerla retroceder. Ella se quedó callada, sin saber qué responder.
»No voy a preguntarlo de nuevo —amenazó el juez de nuevo—. ¿Habla de una maldita vez? ¿Quién eres y qué quieres de mí? Se acabaron los juegos Chelsea, quiero saberlo todo. ¡Habla maldita sea!
Ella se sobresaltó y terminó explotando.
—¡Es tu hija! —respondió temblorosa y a gritos—. Nos conocimos hace tres años y tuvimos sexo, de ahí nació Chloe.
—¿De qué hablas? —inquirió el juez—. No te había visto hasta hace unos meses. ¡No mientas!
—¡No! Tuvimos sexo hace años, en una reunión del señor Jones —declaró llorosa y él frunció el ceño—. De ahí nació Chloe.
Jack negó sin comprender, colérico y a punto de sacar toda su ira contra esa mujer...
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