Capítulo 14

—No vi nada, en realidad no presté atención —declaró Curtis y ella asintió pesarosa ante lo que escuchaba y aunque estaba desesperada, lo cierto era que no tenía idea de cuál iba a ser la estrategia de su defensa, pero confiando en lo que su jefe le dijo, esperaba que realmente no se amilanara ante el juez FitzGibbons—. Repito lo que ya había dicho antes, solo fui a entregar el paquete, la mujer me dijo que pasara para darme una propina, yo lo hice, me ofreció una bebida y la acepté, luego me dio un vaso con jugo, lo bebí, recibí el dinero y fue todo.

—Espera, qué —interrumpió Chelsea con los ojos muy abiertos—. Dijiste que solo entregaste el paquete no que te había dado un vaso con jugo y habías durado más tiempo del necesario. ¡Curtis! No puedes ni debes omitir nada de eso y mucho menos a tu abogado. ¿Por qué cambias la versión ahora? Dios mío, no mencionaste ese vaso antes y la fiscalía lo usará en tu contra.

—No lo recordé en ese momento —replicó el hombre en su defensa y asustando ante el tono de la abogada—. Chelsea, no lo hice, yo no maté a esa mujer, me tienes que creer, pero cada que trato de recordar el día, algo nuevo aparece, qué esperas que haga. No puedo evitarlo, me pongo nervioso.

—Voy a llamar a tu abogado y te aconsejará lo mejor posible. Haz exactamente lo que te diga, cuando te lo diga —sentenció Chelsea y su novio asintió—. Tengo que irme, no puedo quedarme mucho tiempo. También hacer algunos cambios, pero estaré al tanto de ti y hablaré todo el tiempo con tu abogado.

—Se suponía que vendría el día de hoy —respondió el hombre y se puso de pie cuando ella hizo exactamente lo mismo—. ¿No puedes quedarte más tiempo? Apenas llegaste y ya te vas.

—No puedo quedarme, no soy tu abogada y tampoco debería estar diciéndote nada —aclaró ella a sabiendas de que debía mantener distancia por su bien y el de su carrera—. Hablaré con tu abogado y si viene cuéntale lo del vaso, te dirá lo que es mejor para ti pero no debes omitir nada, absolutamente nada, Curtis.

—De acuerdo —dijo un tanto incómodo de la siguiente pregunta que haría—. ¿Has logrado obtener algo del juez? ¿Has hablado con él? Yo sé que te pido mucho, pero me imagino que es un anciano, a esos tipos les gusta que los adulen y más si es una mujer hermosa e inteligente, seguro que te toma de pupila o algo y puedes investigar.

Chelsea se paralizó y pensó en su respuesta. Si bien, Curtis le había pedido que lo sedujera o que se acercara a él, era claro que no se refería más que a un coqueteo inocente, lo conocía, él jamás habría querido que se acostara con Jack; no obstante, ella en una sola noche había terminado no solo acostándose con el juez, sino también, convirtiéndose en su amante de turno.

—Sí, he hablado con él, pero no me dirá nada sin confianza, debo trabajar más en eso —aclaró y él asintió—. Las cosas no funcionan como tú crees, para empezar el juez no es un anciano, es relativamente bastante joven para el cargo que ostenta, tampoco es tonto, aborrece la adulación y aunque le gustara no podría tomarme de pupila, hay un largo camino para llegar hasta un juez federal y poder hurgar en sus archivos, pero estoy tratando de ser su amiga para saber cómo va todo.

—Gracias por lo que haces por mí, te prometo que cuando esto pase, voy a recompensarte —prometió mientras ella sonreía nerviosa. Después de eso, dejó que ella se despidiera y saliera de la sala de visitas.

Chelsea avanzó por la salida y caminó por el pasillo para llegar al puesto de revisión y llenado de registro.

Mientras lo hacía, se detuvo de golpe al ver a su jefe entrar con FitzGibbons a un lado y con el senador Levenseller, este último frunció el ceño al verla y esbozó una sonrisa extraña; al mismo tiempo, su jefe la miró apretando los labios a sabiendas de que le había desobedecido y Jack, él solo la miraba, ella no sabía si estaba sorprendido o no le importaba verla ahí.

—Señorita Randall —dijo August Levenseller—. Qué placer verla por aquí.

—¿Se conocen? —preguntó el jefe de Chelsea y Jack se giró a ver a su amigo, esperando que no dijera que él los había presentado—. No lo sabía.

—Kemper, en realidad la señorita es una fiel seguidora de mi proyecto de ley —mintió el senador mientras Jack bajaba el rostro y escondía la sonrisa que pugnaba con salir ante la estúpida declaración de su amigo; el líder de los fiscales abría los ojos sobremanera y miraba a Chelsea; entretanto, esta última fingía que era cierto—. La señorita Randall y yo nos conocimos en una corte, ella trabajaba a puerta cerrada, pero al salir me dieron muy buenas referencias suyas.

Jack se giró a verle para hacer que se callara.

—Que bien, no sabía que te gustaba la política —dijo Kemper a su joven pupila.

—¿Qué hace aquí, fiscal Randall? —inquirió Jack y ella salió de sus pensamientos antes de mirar a su jefe, quien desde luego sabía lo que hacía la mujer ahí, pero esperó que respondiera al juez—. No esperábamos encontrarla aquí, de saberlo habría venido con nosotros.

—Muchas gracias, es solo que estoy revisando unos casos y vine a pedir unos archivos, pero olvidé la solicitud en mi oficina y tendré que volver mañana —mintió mientras el juez asentía comprensivo—. Volveré después con lo necesario, no sé cómo pude olvidarlo. No es tan urgente, puede esperar hasta que pueda regresar. Como sea, me despido y los dejo para que hagan su trabajo, señores. Fue un placer verlos.

—En realidad estamos aquí por una visita social —corrigió el senador.

—¿Vienen a conversar con los reos? —inquirió Chelsea y soltó una risilla ante lo estúpido que se escuchaba eso.

—No, en realidad el esposo de mi hermana es director del penal —añadió el senador provocando que el corazón de Chelsea se disparara ante la noticia y sobre todo al darse cuenta de que eso le perjudicaba—. Creí que lo sabía, todo mundo lo sabe.

Chelsea sintió los latidos acelerarse y hasta creyó que los demás lo podían escuchar. Pensó que si Jack la descubría bien podría usar sus conexiones y hacer de la vida de Curtis un suplicio. Sonrió nerviosa y se despidió con un movimiento de cabeza. Mientras avanzaba a la salida y se detenía en la entrada para su revisión, escuchó el sonido de su celular.

Revisó su celular y vio el mensaje de Jack.

Giró hacia dónde los hombres aun iban caminando.

«Ve al baño de oficiales». Rezaba el mensaje, así que no recibió su bolso y habló:

—Disculpe, ¿dónde está el sanitario? —cuestionó a la oficial de la entrada—. Necesito lavarme las manos antes de irme y creo que se me bajó la presión, quiero refrescarme un poco.

La mujer de la revisión no dudó al verla enrojecida y sudorosa, además de que la conocía y le indicó hacia dónde debía ir, así que ella siguió su camino hasta el sanitario de mujeres. Se metió y revisó que los únicos dos cubículos estuvieran vacíos.

Se miró al espejo y esperó a que llegara otro mensaje, pero no pasó. Esperó y esperó y finalmente se dijo que él no llegaría, así que decidió irse; no obstante, Jack apareció en ese instante, cerró la puerta tras de sí y puso el seguro antes de acercarse a Chelsea.

La tomó de la cintura y le dio una sonrisa que ella devolvió un poco tensa. La atrajo a su cuerpo hasta tenerla a solo un palmo de su rostro y la besó apretando su cintura en un abrazo que provocó que ella llevara las manos hasta su cuello y se aferrara a él mientras le devolvía el beso apasionadamente.

—Jack, alguien puede venir —dijo entre beso y beso.

No obtuvo respuesta, puesto que el juez estaba entretenido llevando su lengua en el interior de la boca de joven, recorriendo cada recoveco de Chelsea y disfrutando de tocarle el trasero de forma descarada.

No dejó de besarla y manosearla por unos minutos y finalmente la tomó con brusquedad, la volteó, de modo que ella quedó de espaldas a él y de cara a la pared.

Le masajeó las tetas por encima de la blusa y desabrochó algunos botones para colar las manos dentro, bajando a tirones su sostén y dejar fuera los senos que rápidamente tomó en sus manos y amasó con urgencia.

Por su parte, Chelsea no quiso quedarse atrás. Llevó una de sus manos a la parte de atrás y rozó el miembro de Jack por encima de la tela. Le tocó sin pudor alguno, moviendo el culo con descaro y restregándolo en el pene del hombre.

Él comenzaba a ponerse duro y a la par tocaba los senos de la mujer mientras besaba y mordisqueaba su cuello. Se desabrochó el pantalón y lo dejó caer rápidamente, a sabiendas de que tenían el tiempo contado y alguien podía llegar en cualquier momento. Hizo lo mismo con el pantalón de ella, quien colaboró ávida para que la prenda bajara lo más posible.

Llevó sus manos hasta el sexo de Chelsea y rozó por encima de la tela; entretanto, ella le rozaba el pene con su pequeña mano, acariciándolo mientras gemía despacio al sentir los invasores dedos de Jack hurgando en su interior.

Ambos estaban excitados con las caricias y más aún cuando sabían que en cualquier momento podía entrar alguien y descubrirlos.

Chelsea gimió despacio y echó el culo atrás cuando los dedos de Jack recorrieron su hendidura y se colaron dentro. Sintió el momento exacto en que el hombre hizo a un lado la ropa interior y rozó con su glande la entrada de su coño.

Le hizo entreabrir las piernas un poco más, pasó las manos por debajo de ellas, apretó sus nalgas y sostuvo su ropa interior de lado para penetrarla.

Ella sintió la presión del glande en su entrada, se metía en su interior con firmeza, lento pero preciso. Respiró profundo y perdió cualquier voluntad cuando lo sintió completamente dentro de ella.

—Llevaba toda la mañana deseando esto —musitó Jack en su oído con la voz entrecortada—. Exactamente desde que te vi en la oficina hablando con Kemper. Hoy luces más hermosa que ayer.

Chelsea no respondió, pero sí que gimió como respuesta al sentir la profunda arremetida que le dio en ese momento, lo hizo tan fuerte que Jack le colocó la mano en la boca para callarla y con el otro brazo la rodeó mientras empujaba una y otra vez dentro de ella. Su grueso pene se adaptaba a la perfección en su interior y taladraba lento pero firme en su coño, tanto que, en aquel insalubre sanitario, y en aquel instante, solo podía respirarse el olor a sexo, escucharse el golpeteo de los cuerpos chocando y sentirse la tensión que ambos desprendían cuando estaban juntos.

Pronto los movimientos de Jack se hicieron desesperados y llevó su mano al clítoris de Chelsea para ayudarla a llegar al orgasmo, aunque ella no lo necesitaba, a decir verdad, estaba a punto de correrse y así lo hizo, apretó los labios y se quejó cuando se sacudió con el placer provocado. Él siguió algunos segundos, taladrándola de forma salvaje y rápida, aferrándose a sus tetas y pellizcándolas antes de dar una última embestida y esconder el rostro en el cuello de Chelsea al tiempo que se corría en su interior.

Aquello duró unos segundos, luego de los cuales, él se retiró y recargó en la pared, cansado de tener sexo, rápido pero igual de placentero que la noche anterior. Aún tenía el pene medio erecto y estaba húmedo de los fluidos de ambos, así que ella se arrodilló para lamerlo y dejarlo limpio.

La mano de Jack fue directamente hasta su cabello, le tocó despacio y cuando terminó la hizo levantar; la tomó del rostro y la atrajo hacia sí para darle un beso rápido pero demandante.

—No podré verte en la noche, tengo un compromiso. Te veré después —dijo mientras Chelsea asentía, todavía con las piernas temblorosas.

—De acuerdo —respondió con una media sonrisa al ver que Jack estaba rojo, agitado y hablaba de forma entrecortada.

Lo vio vestirse al tiempo que se miraba al espejo para limpiarse el rostro; se acomodó el traje, quedando tan impoluto como siempre y luego de aquello le dio un beso de nuevo y abandonó el baño.

Entretanto, ella tuvo que apresurarse a asearse y recomponer su aspecto antes de salir.

Se encontró a la oficial mirando por el pasillo hasta que apareció. Le miró con suspicacia y después le sonrió.

—¿Todo bien? —preguntó la mujer—. Estaba a punto de ir a verla para saber si todo estaba en orden.

—Sí, es solo que ya sabe, cólicos premenstruales. Estuve sentada en el inodoro durante largo rato para ver si me bajaba de una vez —mintió y la mujer oficial solo arrugó la cara comprendiendo de lo que se trataba—. Creo que iré a casa a tomar una ducha caliente y un analgésico.

—Espero que se sienta mejor, querida —dijo la oficial dado que estaba acostumbrada a verla y era de las pocas fiscales que le agradaba por su amabilidad—. Que tenga buen día.

Le entregó el bolso y dejó que Chelsea se fuera.

Por su parte, Jack volvió a la oficina del director. Sonrió a la mujer que le indicó el camino a los sanitarios de hombre y aunque sintió la mirada dubitativa de esta cuando volvió, simplemente pasó como si nada hubiera pasado.

Se adentró a la oficina y se disculpó con los tres hombres.

—Lo lamento, tuve que hacer un par de llamadas —aseguró y aunque los tres asintieron, solo uno de ellos sabía que fue tras la fiscal—. ¿En qué estábamos?

—Le decía a tu cuñado que hoy en la noche tendremos noche de varones —dijo August y Jack sonrió de medio lado—. Como es de esperarse quiero que se olviden del anillo en casa, no quiero que en la cena estén pendiente de si ya llegó la medianoche para que el carruaje no se vaya a volver calabaza. Mañana es sábado, señores, vamos a tener una buena noche al menos.

—De acuerdo —dijo Fairfax, el cuñado de Levenseller—. No he dormido bien en los últimos días y luego vienes aquí a incitarme a portarme mal con el alcohol. Si algo pasa te responsabilizaré con tu hermana.

—¿No has dormido bien? ¿Y eso por qué? —inquirió su cuñado.

—El caso federal, el hombre está aquí pero el gobierno no decide si enviarlo a un penal de máxima seguridad. El FBI presiona y me tienen los pelos de punta, odio que estos casos caigan en mi cárcel —aclaró el hombre de mal humor—. Ese sujeto debería estar en la denominada «escuela de gladiadores». Estoy harto.

—¿Hablas del asesino de la agente? —inquirió Jack.

—Presunto —corrigió Kemper—. Lo siento, mi vena jurídica me impulsa a corregir.

—Presunto o no, está aquí —añadió Levenseller—. ¿Por cuánto tiempo?

—Hasta que su situación jurídica se aclare, el tipo ha cambiado de abogado al parecer y algunos agentes dicen que pudo tener un cómplice —declaró el director del penal—. No lo sé, solo sé que su abogado actual es muy molesto y quiere poner el pie sobre la cabeza de FitzGibbons.

—¿Quién está a cargo de la defensa? —inquirió el juez con una media sonrisa—. La verdad sea dicha no he recibido ni las buenas tardes, hasta creí que tendría uno de oficio.

—James Nichols. —La sonrisa de Jack no se hizo esperar y los otros dos le observaron como si quisieran saber lo que había detrás de ese nombre—. No parará hasta tener una victoria en tu corte. Ya sabes, siempre ha querido enfrentarte.

—¿Qué le hiciste a ese buen hombre? —inquirió el senador—. Me da miedo cuando Fitz tiene una enemigo.

—FitzGibbons mi apellido es FitzGibbons —reclamó el juez mientras los otros reían—. Nichols me ha odiado siempre, estuvimos juntos en la carrera, solo que él sigue siendo un abogado, reconocido, sí, pero abogado al fin y al cabo. Siempre ha dicho que me gané los puestos prostituyéndome con solo él sabe quién. Cree que porque soy apuesto y él es negro no hemos tenido las mismas posibilidades.

—¿Eres apuesto? —dijo Fairfax y él sonrió.

—Por supuesto que lo soy —sentenció divertido—. Eres tú quien no lo es. Como sea, Nichols no se atreverá a decirme nada en la corte pero estoy seguro que si no resulta vencedor, terminará diciendo que me acosté con cada miembro del jurado para ganar su simpatía.

—Creo que no está al tanto de que eres incorruptible —declaró Kemper y los otros se encogieron de hombros—. Cualquiera que te conozca sabe que jamás te venderías por nada y que tu reputación y tu carrera son pilares en tu vida.

—Eso díselo a Nichols, es cada vez más insoportable —aclaró Jack y los otros se encogieron de hombros—. ¿Volviendo a lo del hombre, creen que tuvo un cómplice?

—No lo sé, parece un tipo equis sin pretensiones —aclaró Kemper—. Estuve leyendo un poco, dado que como sabes, seré el hombre a cargo de la fiscalía pero me parece que es bastante absurdo, es decir, yo usaré las pruebas pero no dejo de pensar que es un hombre estúpido e insípido como para cometer un acto tan ruin.

—Precisamente —argumentó Jack—. Te parece estúpido pero la pregunta que debemos formular es, ¿cómo un tipo insignificante mató a Judith? Puedo entender que matara a Jane, la hermana ¿pero a Judith? ¿Una agente del FBI? ¿Un tipo pan insignificante? Tal vez él es chivo expiatorio de alguien, tal vez es más listo de lo que demuestra, quizás tuvo un cómplice o solo un golpe de suerte. Tienes trabajo Kemper. A todo esto, ¿por qué no está a cargo tu nueva fiscal?

—Creí que lo mejor era hacerme cargo yo mismo —afirmó Kemper—. Ya sabes, es nueva y preferí dejarla para otro caso, creo que aun está un poco verde para pisar tu corte.

—Bien, entonces creo que hay que zanjar el tema aquí porque yo debo ser imparcial y tú eres la fiscalía, no pueden vernos juntos mientras esté este caso en curso —argumentó Jack y pronto vieron como el cuñado del senador comenzaba a guardar sus cosas para retirarse con ellos—. ¿Nos iremos ya? Conozco un buen lugar y es muy discreto, solo que no queda tan cerca pero aunque no es tan lujoso como algunos de los restaurantes que visitamos sí que es un buen sitio.

—Sí, por mí está bien —dijo Kemper.

—También por nosotros —secundó el senador—. Creo que todos aquí estamos de acuerdo en que tenemos que divertirnos, aun somos jóvenes y en el caso de Jack y yo, somos solteros, ¿o tienes alguna noviecilla por ahí escondida?

El juez se giró a verle y el senador levantó las manos en son de paz.

—August, ¿cuándo vas a madurar? Quieres ser presidente y todo lo que puedo sentir por ti es lástima —aseguró su cuñado—. Mejor danos la dirección, Jack o envíala a Pavel, creo que vendría también.

El juez asintió y pronto los cuatro hombres estaban saliendo de ahí mientras Kemper escribía a Chelsea para preguntarle si ya estaba sacando sus cosas. No recibió respuesta, así que decidió llamarle para estar al tanto de todo; no obstante, tampoco contestó el teléfono.

—¿Está todo bien? —preguntó Jack al verlo incómodo.

—Sí, sí, es solo que mi esposa no responde —mintió y FitzGibbons sonrió—. ¿Pavel nos alcanzará?

—Sí, lo hará —contestó el juez.

Mientras tanto, todos enfilaron al restaurante que Jack había sugerido. Estaba bastante lejos, pero era discreto, solía llegar poca gente y sin duda no tendrían a la prensa molestando. Poco después de eso. El teléfono de Kemper comenzó a sonar, era Chelsea.

—Disculpen —dijo el hombre y miró a todos—. Es la señorita Randall.

Jack levantó la vista y aprovechó que Kemper se alejó a tomar la llamada y Fairfax fue al sanitario para mirar a su amigo el senador.

—¿Esa no es tu chica? —preguntó August—. A riesgo de oírme un patán, tengo que decir que es verdaderamente ardiente. Es muy guapa y sé perfectamente que fuiste a despedirla como novio en el muelle cuando se fue, no trates de ocultarlo. Ten cuidado, a veces esas mujeres son muy peligrosas. No tengo nada contra la señorita Randall, pero reconozco a alguien que se pone nerviosa, lo que me parecería normal cuando se trate de la primera vez, pero tú ya le viste hasta el alma y claramente no debería fingirse una virginal. Jack, esa mujer esconde algo.

—Lo sé —confesó el Jack y bebió del vaso de agua que acababan de servirle—. No soy ningún estúpido, sé perfectamente que ella esconde algo o busca algo de mí, pero no encontrará nada. Hace tiempo que tengo curiosidad.

—Y vaya que la has saciado —se burló el otro.

—La primera vez que nos vimos ella me reconoció, como si me hubiera visto en algún lugar —declaró el juez mientras el senador fruncia el ceño—. No solo eso, las siguientes veces me increpó como si fuera yo quien estuviera fingiendo no conocerla; por supuesto, después recompuso su argumento y se fingió no saber más, pero no soy estúpida, lo sé perfectamente, ella solo finge y finge por algo.

—¿Crees que sea aliada de alguien que quiere verte mal? —cuestionó el senador—. ¿Quieres que investigue?

—No, estaré bien —aclaró Jack—. He hablado con mi abogado—. Tendrá que firmar el contrato de confidencialidad, sabe que no puede mentir en su firma y nombre, aun así, no mencionaré nada de mi familia ni preguntaré nada de lo de ella.

—¡No! Sí pregúntale —insistió el otro—. La manera en que sabrás si es una mala persona es en las contradicciones, no puede haber crimen perfecto. Sé equivocará en algún momento.

—Tienes razón —aclaró Jack—. Estoy seguro de que si es algo malo, se delatará sola.

No pudo decir más puesto que el regreso de sus amigos lo impidió y pronto comenzaron a hablar de tonterías sin sentido, al menos así fue hasta que Kemper afirmó que tendría que hacer una ligera pausa puesto que Chelsea llegaría para darle unos papeles urgentes que necesitaban su firma.

A todos les sorprendió pero nadie dijo nada, en cambio siguieron conversando y bebieron algunos tragos hasta que se unió Pavel, el último integrante.

La conversación fluyó y pronto comenzó a hacerse de noche. Llevaban tantas horas entre el ir y venir, las conversaciones y demás que cuando menos lo esperaron Chelsea estuvo ahí. Llevaba un vestido casual, como si no estuviera en horas de trabajo.

Jack no pudo evitar recorrerla con la vista, se tuvo que admitir a sí mismo que Chelsea era preciosa. Tenía un aire inocente que hipnotizaba a cualquiera, incluyéndolo a él, quien no podía negar que hacía mucho no le gustaba tanto una mujer.

Se dijo que quizás era porque con ella tenía algo en común, las leyes, o tal vez porque en el fondo ella muy sexy con ese andar tan femenino, su rostro inmaculado, o porque cuando estaba sobre él o debajo de él era la cosa más exquisita que jamás se había imaginado. Chelsea era la mujer con la que había disfrutado mucho más de lo que recortaba. Tener sexo con ella le parecía de los actos más sublimes que había vivido y no pensaba esconder su deseo por ella.

—Señores. —Saludó la joven fiscal—. Un placer verlos de nuevo.

Todos los hombres se sentaron y ofrecieron un asiento mientras ella sacaba un folder y le daba a su jefe para que este firmara.

—Juez FitzGibbons —dijo una masculina voz que hizo que se girara.

Se puso de pie al ver al desagradable hombre con el que alguna vez se había reunido luego de tanta insistencia y con el que claramente no deseaba tener ningún contacto, luego de que, apenas le explicara sus negocios, se diera cuenta de que era un traficante.

Por supuesto, el hombre como muchos otros que se dedicaban a cosas ilícitas, deseaban tener a un juez que pudiera salvarlos de delitos federales y se acercaban con él para obtener su gracia.

—Señor Jones, tanto tiempo sin verlo —respondió Jack con desagrado.

—Por qué no se agrega a mi mesa y tomamos una copa —sugirió el sujeto.

—Lo lamento tanto, pero mis colegas y yo solo teníamos una reunión aquí cerca y pasamos por un trago antes de irnos —mintió y sonrió—. Espero en otra ocasión coincidir, pero por ahora el deber nos llama.

—Es una pena —siseó el hombre y en ese instante Chelsea se puso de pie para despedirse e irse.

Recogió sus cosas mientras Jones intentaba mirarla y agachó la cabeza al verla a ella concentrada en los documentos. Jack miró hacia Chelsea y se dio cuenta de que Jones la miraba con insistencia.

—¿Pasa algo? —inquirió pero el hombre siguió mirando.

No fue hasta que ella levantó la vista que el hombre habló:

—¡Señorita Chelsea! —cuestionó cuando ella se dio la vuelta y de la impresión al ver al hombre soltó la carpeta, tirando todos los papeles al piso—. Miren qué pequeño es el mundo.

De inmediato, los caballeros se apresuraron a levantar los documentos y se los entregaron.

»¿Chelsea Randall, no es así? —preguntó Jones.

—Creo que no nos conocemos —respondió ella, visiblemente nerviosa.

—Claro que sí —ratificó el sujeto y ella sonrió nerviosa—. Soy Mathew Jones, su novio trabajaba para mí, nos presentó en una fiesta en mi casa, aún recuerdo que llevaba un hermoso abrigo y disfrutó mucho la velada, mucho. —El tono que usó le dejó claro a Chelsea a lo que se refería—. Al parecer se divirtieron más de lo planeado. Por cierto, hace poco vi a su novio, me dijo que seguían tan bien como siempre y...

—No lo recordaba —interrumpió ella antes de que mencionara a Curtis.

Jack frunció el ceño mientras Chelsea sentía las piernas flojas al recordar la noche del trío en casa de ese hombre, quien supuestamente era el jefe de Curtis en aquel momento.

—No sabía que tenía novio, señorita Randall —dijo Jack al sentirse burlado y ella solo le miró con los ojos muy abiertos y sintiéndose acorralada...

++++

Gracias por votar y comentar. Sígueme en mis redes para enterarte de avances y spoilers. 

¿Creen que Jack la va a descubrir?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top