Capítulo 13
La miró una vez más antes de comenzar a moverse despacio, pero a buen ritmo, sin prisas, aunque no podía negar que le consumían unas primitivas ganas de follársela sin piedad. La tomó de la cadera y comenzó a arremeter en su interior, cada vez más rápido, deleitándose en sus gemidos.
La vio llevar su mano al clítoris y frotarse el mientras él la follaba, adentrándose una y otra vez en su interior.
Apretó sus caderas con ambas manos, clavando los dedos en la carne mientras su pelvis se movía atrás y adelante, arremetiendo dentro, a prisa. Entro y salió de su interior con toda la fuerza, con el salvajismo de un hombre que buscaba satisfacerse. Se metió en su coño una y otra vez, golpeando furioso en su interior, disfrutando cómo ella temblaba y se retorcía, emitiendo toda clase de sonidos, desde los más inaudibles hasta maldiciones que retumbaban por toda la habitación.
—Me voy a correr —susurró ella mientras su sexo se contraía y apresaba entre sus paredes el falo de Jack, quien apenas pudo moverse mientras ella se corría una vez más.
—Abre completamente tus piernas —exigió al verla desmadejada sobre la cama; no obstante, no le dio tiempo a nada y tomándola de las piernas, le dio vuelta de inmediato y de un solo movimiento.
La dejó boca abajo sin consideración alguna y levantó el trasero de la mujer, dejándola culo en pompa. Le asestó una palmada en las nalgas y se arrodilló detrás de ella, quien de inmediato creyó que la tomaría en esa posición. No obstante, giró la cabeza cuando sintió su ausencia, pero no pudo verlo hasta que volvió y sintió la caricia de su mano en los glúteos.
De manera inconsciente y siguiendo sus propios instintos se vio parando el culo un poco más para dejarse completamente a merced de Jack, quien de un momento a otro y sin resistirse comenzó a lamer las nalgas, pasando su lengua como un necesitado en medio de ellas, deslizándolas hasta su vulva, lamiendo su humedad, mordisqueando sus labios y volviendo su camino hasta llegar en medio de sus glúteos.
Las separó con sus manos sin dejar de dar largos lengüetazos que la tuvieron gimiendo y echando el culo hacia atrás. La preparó y la escuchó suspirar, lanzando un pequeño chorro de orina ante el placer desbordante que sintió cuando el frío líquido del lubricante cayó en medio de ellas y la hizo sacudirse ante la anticipación, sobre todo cuando el helado líquido fue recorriendo hasta llegar a su sexo, pasando por su trasero y como si supiera su labor, se detuvo unos segundos en su ano.
De pronto, Jack llevó uno de sus dedos y horadó ahí.
—No va a pasar nada que no quieras —declaró para calmarla.
—¿Qué hay si quiero? —preguntó girándose a verlo y embrujándolo sin darse cuenta de ello, sobre todo cuando él se deleitó ante la retadora, fiera y decidida mirada que le dio con sus enormes ojos.
—Entonces voy a follarte por todos lados de la forma que me plazca —advirtió mientras colocaba su verga en la entrada de su coño y de un solo embiste se la clavó en el interior.
Ambos gimieron de placer, pero él permaneció quieto, disfrutando de su delicioso interior. Se controló y la tomó de la cintura, comenzando un hábil y rítmico mete y saca, cada vez más violento y entretanto, su pulgar se clavaba en el trasero de Chelsea, quien ya no gemía; berreaba de placer.
La joven mordió la almohada para acallar los quejidos que brotaban de su garganta al tiempo que su amante le proveía de las más duras acometidas que jamás había sentido y tuvo que reconocer ante sí misma que nadie jamás la había follado con tanto placer como el juez.
Su coño se contraía alrededor de él mientras se adentraba sin piedad en su interior, tomándola fuerte de la cintura.
Podía sentir el miembro golpeando en lo más profundo y provocándole un ligero dolor que a la vez resultaba excitante.
Gritó cuando Jack la tomó del pelo y le hizo levantar la cabeza, solo para darle un rudo beso sin dejar de embestir en su coño. La liberó casi de inmediato y ella dejó caer la cabeza en la almohada, jadeando y gimiendo a ratos.
De nuevo la liberó y ella estaba a punto de maldecir, odiaba que la llevara al límite y luego se detuviera, así que cuando salió de ella, la puso boca arriba, separó sus piernas sin contemplaciones y se metió entre ellas, hundiendo la cara entre sus mojados pliegues, lanzó un grito que resonó por toda la habitación, toda vez que el juez devoraba su ácido coño sin piedad, embriagándose de su sabor, enloqueciendo son sus súplicas.
Lamió su trémula carne, gimió sobre su sexo; lamió su entrada trasera, horadar con su lengua y provocarle temblores cuando de nuevo se sintió hasta el punto de no retorno. Pudo sentir las manos de Chelsea sujetándolo con fuerza y contoneando el cuerpo para restregarle en la boca el chorreante sexo.
Se detuvo unos segundos para calmarse. Fue a uno de los cajones y sacó un preservativo que se puso rápidamente. Quería correrse, pero claramente necesitaba más de ella, por lo que colocó una almohada bajo su trasero para que levantara y la cogió de las nalgas, llevando las piernas sobre sus hombros y su boca al sexo durante unos segundos antes de tomar el lubricante, dejar caer sobre su trasero un chorro generoso y otro sobre su miembro.
Lo embadurnó y frotó el culo de la joven. Aprovechó que estaba con el trasero levantado. Abrió sus nalgas y separó los cachetes antes de hurgar con sus dedos hasta que ella le suplicó que la follara.
—Por favor —musitó en un acto de rendición que él no dudó un segundo en aprovechar, sobre todo porque tenía, ya, tres de sus dedos en el interior de Chelsea.
Colocó la punta de su gruesa polla en el ano y empezó a empujar, ayudándose con las manos para separar las nalgas.
Ella estaba nerviosa a pesar de que no era la primera vez que la follaba por ahí, pero por alguna razón se sentía una zorra y la sensación no era desagradable; al contrario, le gustaba mucho.
—Tranquila —dijo Jack y ella asintió antes de relajarse al sentir que iba cada vez más profundo en sus entrañas—. Relájate y va a gustarte que te folle el culo.
Con sus dedos jugueteó en el clítoris, lo frotó, la masturbó como quiso, por lo que, pronto estuvo enterrado hasta la empuñadura.
Empezó a moverse dentro de ella con mucha suavidad y delicadeza, relajándola, pero el apretado culo de la mujer lo estaba matando y vicioso como era, no pudo evitar empezar a moverse como si de un animal salvaje se tratara. Folló el estrecho canal sin piedad hasta que el punto de la extenuación se hizo presente y se retiró para evitar terminar.
Se quitó el condón, lo lanzó por ahí y tomó la sábana para limpiar su miembro de los restos de lubricante y fluidos antes de acercarse a ella de nuevo.
La tomó de la cintura y la levantó, haciendo que lo abrazara por el cuello y si Chelsea pensó que la situación no podía ser más caliente, claramente estuvo equivocada, puesto que Jack la llevó hasta el ventanal, la recargó sobre el cristal y la hizo sujetarse de la cortinas mientras la hacía enroscar sus piernas alrededor de él.
De pie, frente al transparente cristal, tomó su polla y la paseó por los pliegues de su sexo, humedeció su glande con los fluidos de su coño y tras flexionar un poco las piernas y sujetarla de la cintura con fuerza, apoyando el cuerpo de Chelsea en el cristal, arremetió dentro de ella y se adentró de un solo golpe, fuerte y sacándole un grito ahogado cuando sus testículos golpearon la carne de la mujer.
Le dolió y le gustó a la vez, no se negó, simplemente se entregó y disfrutó, toda vez que Jack la penetró sin piedad sujetándola de las nalgas y rozando su ano con los dedos, enterrándolos dentro de ella cuanto le era posible, dilatando su entrada y apuñalándola fuerte con cada empellón, hasta que sus pelotas chocaran con su coño.
El hombre sentía que en cualquier momento se correría, así que siguió moviéndose con toda su fuerza, en su ser más primitivo, con la respiración agitada y la vista obnubilada. Rápido y salvaje es como se encontró cabalgando a la mujer, rebotando su cuerpo contra el de ella sin piedad alguna, empotrándola contra el cristal, el cual crujía ante las fuertes acometidas que le daba una tras otra, dentro y fuera.
La folló como un animal, como lo haría un semental a la yegua, tomándola del pelo, mordiendo sus senos, de vez en cuando follándole el culo con los dedos y finalmente la soltó solo para acercarla al tocador, darle la vuelta y hacerle subir una piernas, arremetiendo en su interior desde atrás mientras enrollaba su mano en el cabello y la usaba como impulso, jineteando a la mujer como si de una cualquiera se tratara.
Estaba a punto de correrse y quería hacerlo, realmente quería correrse en el interior de Chelsea, pero no era estúpido y aumentaba los riesgos que ya de por sí eran altos cuando la calentura no le había hecho sacar un condón desde el principio.
Siguió penetrando una y otra vez a un ritmo bestial y finalmente cuando no pudo más se corrió como un toro dentro de ella, maldiciendo al no poder controlarse.
Pudo sentir el semen corriendo a borbotones e inundando el interior de Chelsea.
Se salió de golpe cuando terminó, la cogió del pelo y la obligó a arrodillarse y a abrir la boca, metiendo su polla en el interior y follándosela unos segundos, haciendo que Chelsea le limpiara el miembro, de donde aún liberó las ultimas gotas de su simiente, mismo que la mujer bebió sin reclamos.
La tomó de la cintura y la ayudó a ir hasta la cama. Chelsea todavía estaba temblorosa de su propio orgasmo, aun así, él le separó las piernas y se metió entre ellas, viendo embelesado como su semen resbalaba por sus muslos, se acercó y lo lamió. Lo recogió con su lengua y fue directamente a la boca de Chelsea, quien lo recibió aferrándose a su cuello y respondiendo el beso, absorbiendo la corrida que él le daba a probar.
Tardó varios minutos en recuperarse, pero cuando lo hizo, se dio cuenta de que él la recorría con su lengua, cada rincón de su cuerpo, chupando sus pezones, su piel, sus muslos y le comía el coño de cuando en cuando.
Estaba sumamente sensible de todos lados, pero desde su lugar podía ver el reflejo de ambos en el espejo. Su piel estaba roja, con marcas por todos lados.
Aun así, él no dejaba de aspirarla, se embriagó de su olor y del sexo que ambos expedían. Se comieron a besos apasionados en donde ella le devoraba la boca como un mendigo al pan, cual loba, mientras él respondía con la misma intensidad hasta que ambos estuvieron completamente saciados.
Se quedaron acostados y en completo silencio. Para Chelsea, de nuevo fue el momento de sentirse culpable y ramera, mientras que Jack solo sentía que quería volver a follarla.
—Es tarde —dijo el juez y ella solo movió la cabeza antes de incorporarse—. Espera, ¿a dónde vas? No lo dije para que te vayas, solo lo dije porque no sabía cómo romper el hielo.
—Da igual, debo ir a casa, tengo una hija que no puede quedarse sola —respondió, levantándose y comenzando a vestirse.
—Cierto —dijo Jack antes de levantarse también y ponerse la ropa.
La observó acomodarse el cabello y refunfuñar cuando no quedaba, se acercó hasta ella, tomó la peineta y se la puso. La miró a través del espejo y sonrió.
—Dudo mucho que con la edad de tu hija sepa que llegas con el coño lleno de semen luego de tener sexo, ¿para qué te preocupas por el peinado? ¿No tienes una pareja o sí? —inquirió y ella sintió que le cuestionaba.
—No, pero odio el cabello rebelde —mintió la joven—. Es hora de irme.
—Te llevo —dijo Jack, paralizando el andar de Chelsea.
—No, puedo tomar un taxi —declaró rápidamente.
—No es problema para mí llevarte —aclaró el juez.
—Lo sé, pero prefiero que no, es decir, no me gustaría que alguien nos viera —dijo mientras él entrecerraba los ojos—. Te veo luego.
Caminó a la salida, pero él se pegó a su lado, ignorando lo que antes dijo y siguió el camino hasta la salida, no sin antes tener que llamar a su chofer para que los llevara. Le había dicho que no lo necesitaría más, pero había olvidado que Chelsea tenía una niña pequeña y no podía descuidarla toda la noche, así que tuvo que avisar a su personal.
Salió con ella dispuesto a llevarla, pero se detuvo en la acera cuando escuchó que alguien le llamaba por su nombre.
Chelsea se giró a verle con la mirada asustada.
—Jack FitzGibbons —dijo una masculina voz que hizo al juez girarse y detenerse un momento en uno de los senadores más jóvenes y prometedores que conocía—. Que gusto verte.
Detuvo la vista en Chelsea y enarcó una ceja.
—August —respondió Jack y al ver que miraba a Chelsea, tuvo que presentarla—. Qué sorpresa verte. Te presentó a Chelsea Randall, una colega con la que estamos llevando un caso particular y bueno, tenemos mucho trabajo. Es complicado. Abogada, le presento al congresista August Levenseller.
—Sí, ya lo había identificado —replicó Chelsea, tratando de sonar normal—. Creo que los dejo solos, yo le agradezco su generosidad, juez, pero tomaré un taxi.
—No es necesario, mi personal puede llevarla —insistió y justo en ese instante su auto se detuvo frente a ellos.
Jack hizo una seña a su chofer para dejar claro que él abriría la puerta a Chelsea. Así lo hizo y la mujer se adentró rápidamente en el asiento trasero.
—Te veré mañana —dijo Jack de forma discreta—. Te escribiré para verte. No hemos terminado.
El sexo de Chelsea se contrajo al escucharlo, pero trató de disimular y asintió discreta. Cuando Jack salió le dijo al hombre que llevara a donde pidiera.
Vio el carro irse y se giró hacia el congresista.
—Viejo no tienes que fingir —dijo August—. Sé que no estaban trabajando, pero tu secreto está seguro conmigo.
—No sé de qué hablas —declaró Jack y fue de caminó dentro del edificio con el hombre tras él—. Como dije, mi relación es estrictamente profesional.
—Claro, tuve una asistente que iba a casa hasta el amanecer. Trabajábamos muy duro —ironizó el otro y Jack rodó los ojos—. ¿Trabaja contigo? Si no están juntos, tal vez quiera salir conmigo.
Lo dijo para medir la reacción de Jack.
—Si vas a invitarla a salir, hazlo —declaró el juez para consternación del hombre—, pero por favor no la distraigas de mi trabajo y acostúmbrate, tiene una hija.
—Entonces sabes más de lo que dices —sentenció el otro mientras Jack abría la puerta de su departamento.
—Soy un juez, no un ser sin corazón, al menos le pregunto cómo está —dijo Jack y sonrió—. Mejor dime, ¿por qué estás en mi departamento?
—En realidad, salí a caminar luego de estar unos minutos como voyeur desde mi departamento. Chelsea luce muy bien a través de los cristales. Por Dios, hombre, vivo en el departamento frente al tuyo —refutó el otro—. Compré un piso ahí, me asomé a fumar un cigarrillo para relajarme del calentón que me dieron los vecinos de enfrente y de pronto te vi. La reconocí de inmediato. Qué tal si me invitas un trago y hablamos.
Jack hizo exactamente eso, sirvió dos tragos y le entregó uno.
—¿Piensas ser presidente? —cuestionó Jack.
—Sí, pienso serlo en la siguiente candidatura, pero tengo tiempo de cultivar seguidores y ya vi que no quieres hablar de la mujer, está bien, hablemos de otra —aclaró y sonrió al ver el gesto de Jack—. Supe que Jane murió.
Observó a su buen amigo.
—Sí, lo hizo, hace poco —mencionó el juez—. Yo mismo voy a llevar su caso, al parecer me lo asignaron debido a que es un caso federal, pero no puedo decirte más.
—No te preocupes, solo me pareció lamentable —confesó y el juez asintió—. ¿Hablaste con su familia?
—No, nadie sabía que estábamos juntos y no voy a delatarme solo ni a convertirme en sospechoso —declaró y el otro tuvo que darle la razón—. Al parecer hubo un tipo, pero no estoy muy al tanto todavía.
—Me siento tan mal, pero bueno, espero que todo se resuelva de manera favorable y quien haya sido reciba el castigo que merece —sentenció su amigo y Jack asintió—. Cambiando el tema, que tal que mañana nos reunimos con Benedict y Pavel.
—No sé si pueda, tengo mucho trabajo —manifestó el juez y su amigo rodó los ojos—. Además, debo ponerme al tanto con asuntos familiares y demás. Mi hijo se cambió de carrera y pues debo hacer unas gestiones.
—Será un rato, vamos, es por la noche —insistió August y él no tuvo de otra que asentir de mala gana.
⚖️⚖️⚖️⚖️⚖️
Chelsea arribó a su casa luego de toda una odisea en la que tuvo que bajarse antes, fingir que entraba en otra casa y mil cosas para evitar que supieran dónde vivía, se apresuró a entrar a su recámara, cerró la puerta y se recostó en la puerta mientras pensaba en lo que acababa de pasar.
Su cuerpo aun vibraba por las sensaciones, por lo que se sobresaltó cuando escuchó a su niñera preguntar si podía irse.
—Puedes quedarte a dormir si quieres —dijo Chelsea—. Es tarde para que vayas a casa.
—Ya le llamé a mi padre y vendrá por mí, pero muchas gracias —respondió la joven, así que ella sonrió y se acercó para sacar dinero y pagarle más de lo que comúnmente hacia.
—Gracias, es un extra —musitó—. Te lo mereces. Voy a darme una ducha, por favor si te vas cierra bien y antes de salir coloca el seguro por dentro si no he salido.
La joven asintió y Chelsea fue al baño a darse una ducha caliente, de donde salió varios minutos después. Se asomó a la sala e intuyó que la joven ya se había ido. Verificó que la puerta estuviera cerrada y al ver que sí, fue directamente a la habitación de su hija.
Dormía plácidamente y se acostó a su lado, la abrazó y le dio un beso en la mejilla. No necesitaba más nada que verla feliz, pero entre más la veía más pensaba en Jack, quizás por el color de su cabello, de sus ojos o por el tremendo parecido que compartían.
Chelsea no era estúpida ni tampoco Curtis, ambos supieron al verla, quién era el padre. No hacía falta una prueba, pero afortunadamente pudieron con eso, como podrían con lo que ahora estaba pasándoles.
Miró sobre el buró la pequeña muñeca de tela que Curtis le había regalado a la niña. No era especialmente amoroso con ella, al menos no al principio, pero con el tiempo lo fue y Chelsea sabía que la quería. Más de una vez lo vio abrazándola y besándola.
En el fondo, aquello fue un tropiezo y aunque en ocasiones Curtis recordaba su error, el de ambos, rectificaba y cuidaba de su hija, al menos así fue hasta apenas meses atrás cuando todo empezó a tornarse difícil, tanto como cuando estuvieron a punto de dejarlo.
Acarició el cabello de la pequeña y no pudo evitar pensar en que Jack debía tener una familia, hijos y posiblemente se tomaría muy mal la existencia de ella, aunque aún le quedaban dudas con respecto a por qué no la reconocía o si es que fingía no hacerlo. Como fuera, esperaba que las cosas siguieran así por mucho tiempo.
Se quedó dormida y despertó de golpe con el sonido de su teléfono. Miró la hora y tuvo que levantarse a toda prisa. Su hija aun dormía, así que se apresuró a estar lista y a preparar el desayuno en lo que se levantaba.
En cuanto terminó la vio asomarse por el pasillo, despeinada y sosteniendo su muñeco. Se acercó, le dio un beso y la tomó en brazos llevándola de vuelta a la habitación. La ayudó a asearse y volvieran al comedor, donde se dispuso a alimentarla. Preparó su bolso para la guardería y en cuanto estuvieron listas salieron de ahí.
De nuevo su celular sonó indicando un mensaje de su jefe pero no atendió hasta después de dejarla en la estancia y despedirse de su hija, prometiéndole que se verían por la tarde.
Se apresuró entonces a ir a la oficina y no respondió hasta llegar, lo hizo personalmente al aparecer en la oficina de su jefe.
—Chelsea —dijo el hombre al verla asomarse—. Pasa.
—¿Qué ha pasado? —preguntó al verlo, un tanto alarmada de imaginar que tenía malas noticias.
—FitzGibbons ya recibió el primer desahogo de pruebas —dijo su jefe, sin más, así de golpe. Cerró los ojos ante lo que eso significaba—. Hice mis pesquisas y no sé si sea cierto, porque nadie lo ha podido comprobar, pero al parecer, el juez conocía a la occisa.
—¿¡Qué!? —exclamó Chelsea sintiéndose perdida y el hombre asintió—. Entonces de haber la mínima posibilidad de que así sea, no debería estar a cargo del caso.
—Ve y dile eso a la corte y veremos como te va —sentenció su jefe—. Quiero creer que será un juez justo y por lo que me dijeron y por sus antecedentes, lo será. No mezcla asuntos personales con laborales, así que tenemos cubierto eso, pero quiero que entiendas que nada ni nadie va a mover de su trono a FitzGibbons, ese hombre es un pilar que nadie va a atreverse a tocar a riesgo de que caiga. Seguramente tendrá sus secretos, pero eso no cambia que es tan discreto que lo que me dijeron ni siquiera es algo que esté cerca de la verdad; al contrario, podría estar más cerca de la mentira que del otro lado.
Chelsea comenzó a respirar de forma agitada. Al principio jamás creyó que las cosas se complicaran tanto, pero saber que Jack estaba a cargo la ponía nerviosa. Ninguna defensa podía presumir de salir victorioso de su tribunal, no tomaba casos sencillos y en casi todos se sabía que el acusado era completamente culpable. También era bien sabida su influencia en los jueces y las severas condenas que apuntalaba a cada recluso.
Curtis en una corte contra él era una carrera contrarreloj, pero tenía que confiar en la defensa y mantenerse al margen, investigando con sigilo para colaborar.
»Usé algunos contactos y... no encontrarán tu relación con Curtis —declaró su jefe y le dio una tarjeta—. Esta es la dirección donde ahora vives, necesito que te mudes ya mismo y borres todas las huellas tuyas y de quien haya estado ahí que pueda relacionarse contigo. Programaron la visita a su casa el día de mañana. Hazlo ya. Lávate las manos.
La puerta se abrió de golpe y Jack se adentró silenciándolos a ambos.
—No sabía que estabas acompañado —dijo el juez y luego miró a Chelsea—. Señorita Randall.
—Señoría —respondió un tanto consternada—. Los dejo, tengo que hacer unas investigaciones para mi caso. Le tendré un reporte apenas esté listo —agregó diciendo a su jefe.
—Es para ayer, Chelsea —declaró el hombre, pero ella entendió lo que le estaba pidiendo.
Salió del juzgado y de inmediato se trasladó al penal, se acercó a la entrada y aunque no deberían dejarlo ver, se lo permitieron debido a que era un visitante constante y conocida fiscal.
Fue a la sala de visitas donde se encontró con Curtis.
—¿Qué pasó? Dijiste que ya no nos veríamos —dijo Curtis.
—Ese día, viste a alguien más —declaró ella—. Un carro lujoso, ¿algo?
—No, no recuerdo, ¿por qué? ¿Tienes una pista? —inquirió y ella no quiso decirle que probablemente Jack era conocido de la mujer.
—Solo estoy tratando de encontrar algo, lo que sea —declaró mientras pensaba que debía encontrar algo que probara que Jack de verdad conocía a la occisa.
Por un momento pensó que bien pudo ser su amante, pero de ser así, qué podía hacer, nada más que chantajearlo y definitivamente esa no era una buena opción, pero si encontraba la relación, seguramente podría retirarlo del caso o cuando menos buscar una apelación en caso de que le dieran un veredicto de culpabilidad...
+++++
Bueno chicas, a partir de aquí las cosas se pondrán muy intensas y tendremos el primer giro de la novela, así que bueno, estén preparadas. Luego no digan que no aviso.
No olviden votar y comentar que no les cuesta nada. Les amo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top