CAPÍTULO 1

30 de junio 2016

—No sé si sea buena idea —dijo Chelsea—. No me siento del todo segura. Esto me pone muy nerviosa y además no es algo que yo desee del todo.

—¡Vamos, Chelsea! —exclamó su novio con un tono quejumbroso—. Es mi regalo de cumpleaños. Lo prometiste.

—Pero puedo darte otra cosa, no prometí nada, tú estás presionando con eso hace más de tres meses —dijo ella un tanto fastidiada—. Es algo incómodo para mí, ponte en mis zapatos.

El hombre se acercó a ella con calma y la tomó del rostro para darle un beso en los labios.

—Amor, ¿no lo harías por mí? —cuestionó con rostro compungido—. Sabes que te amo y es lo que más deseo, hazlo por mí, cariño. ¿Es que acaso no confías en tu noviecito guapo?

Chelsea miró al hombre con el que había compartido los últimos tres años de su vida. Curtis, su novio, era un pequeño comerciante de importaciones. Se habían conocido en un bar en una noche de octubre. Ella se enamoró a primera vista.

Él era encantador, hacía chistes muy malos pero era tan tierno que ella no pudo evitar enamorarse de él. Con su sonrisa encantadora, su mirada tierna y su caballerosidad, Curtis McFly logró ganarse el corazón de Chelsea.

Esa noche estaba haciendo los mismos gestos que cuando la conoció a sabiendas de que la mujer frente a él no sabía negarse cuando la envolvía con su encanto.

—Vamos, haz eso por mí —dijo su novio—. Solo una vez y te prometo que si no te gusta, no lo volvemos a hacer.

—De acuerdo —dijo ella—. Si no estoy cómoda no vamos.

El hombre sonrió y asintió antes de darle un beso para después salir de la habitación para dejarla terminar de arreglarse.

Unos minutos después, Chelsea salía de su habitación con una gabardina color café y un pequeño sombrero con un velo que cubría la mitad de su cara.

—Así que, ¿qué tal me veo? —Se movió con coquetería y lo vio sonreír ameno—. Estoy lista.

Sus labios extremadamente rojos parecían hacer palidecer un poco más el color níveo de su piel. Sus azules ojos en contraste con el color negro de su velo y su cabello totalmente oscuro le proporcionaban un aspecto de chica dura y retro en ese momento.

—Estás hermosa, como siempre —dijo Curtis antes de acercarse y tomar sus manos para besar sus nudillos un par de veces—. Es hora de irnos, te aseguro que no te arrepentirás.

Chelsea sonrió y movió la cabeza en señal de aceptación antes de soltar un suspiro de rendición para ir con él a donde fuera que la llevara.

Abordaron el auto mientras ella le lanzaba una mirada envenenada al verlo reír debido a que los nervios de Chelsea eran evidentes.

—¿Qué es tan gracioso? —inquirió muy molesta—. Me enfadas a decir verdad, no me gusta que hagas eso.

—Ya va, mi amor —dijo él—. No voy a reír más, pero debes saber que es gracioso verte tan nerviosa con algo que debería tenerte a la expectativa. No seas aguafiestas y diviértete.

—De acuerdo —dijo ella mientras se dejaba guiar por su novio.

Luego de un largo camino, o al menos a ella así le pareció, llegaron a una enorme mansión que parecía la casa de un mafioso por toda la horda de seguridad que le rodeaba.

—¿De quién es esta casa? —preguntó un tanto incómoda—. No quiero meterme en problemas.

—Tranquila, es la casa de un cliente y amigo mío —declaró Curtis—. Tiene una importadora, compra todo lo que le vendo y suele llevarlo a su país, donde los revende. Tenemos suerte de que nos invite a una fiesta privada donde estaremos rodeados de gente importante, ya sabes cómo son los ricos y debemos aprovechar.

—Si entiendo, pero esto es extraño, ¿Por qué no compra directamente a los proveedores? —declaró un tanto confundida—. Tú se lo vendes más caro.

—Lo sé, pero él no lo sabe —dijo divertido—. Solo no le digas, negocios son negocios.

Bajaron del auto después de que lo viera soltar una risilla y un guiño, ella dejó su sombrero en el auto al sentir que era demasiado. Se tomaron de la mano y caminaron hacia la entrada principal donde de inmediato fueron recibidos por un hombre que ella supuso era el mayordomo.

El hombre intentó quitarle la gabardina pero ella no cedió y fue guiada junto a su novio por un pasillo extenso hasta un enorme salón.

—¿Y tu amigo? —preguntó Chelsea y justo en ese momento un hombre mayor se acercó para saludarlos.

Tenía unos cincuenta años y transpiraba dinero, podía verse a lo lejos. Era regordete y no tan agraciado, sobre todo con el cabello canoso y alborotado, con la barba descuidada y el traje, aunque costoso, era claro que no le lucía. Su aspecto, sin duda no parecía el de un rico, al menos no físicamente pero las costosas cadenas que colgaban de su cuello y todo el oro innecesario —en opinión de Chelsea— que le adornaba, dejaba claro que era un millonario excéntrico.

—McFly —dijo el hombre desde mucho antes de estar frente a ellos—. Me alegra saber que cuento con tu presencia esta noche y, ¿quién es la hermosa señorita que te acompaña?

Chelsea sonrió incómoda ante el cumplido.

—Ella es Chelsea Randall, mi bella novia —declaró mientras la joven sonreía de oreja a oreja y extendía la mano.

El caballeroso hombre le dio un beso en los nudillos.

—Mi nombre es Mathew Jones, pero puede llamarme Matt a secas —declaró con un encanto que hizo reír a la chica, quien dejó un poco la tensión—. En fin, debo ser el anfitrión, espero que se diviertan, la función comenzará en breve, pero antes, ¿señorita, me permitiría robar a su novio unos minutos?

—Adelante —respondió Chelsea alejándose de ahí rumbo a la terraza.

Desde ahí vio el intercambio de su novio con el hombre. El mayor le cuchicheaba algo que hacía a Curtis asentir de forma repetida. Finalmente el joven recibió una palmada en la espalda por parte del cincuentón y luego se alejó de él.

Curtis la buscó y al verla le sonrió antes de acercarse.

—¿Qué es lo que ese hombre te cuchicheaba? —preguntó Chelsea.

—Cosas de negocio —dijo encogiéndose de hombros—. Vamos a la sala, amor. Me lo prometiste.

Chelsea no estaba tan segura de querer aquello, pero su novio tenía razón en algo. Entre el trabajo, las obligaciones, los problemas y miles de cosas fluctuando a su alrededor, la relación de ellos se estaba estancando y como bien decía él, estaba en ellos rectificar y encontrarse de nuevo como pareja.

—Bien, vamos a divertirnos —dijo ella.

—¡Así se habla! —declaró Curtis—. Esto será bueno para nuestra relación, velo como una inversión.

—Nuestro noviazgo no es un negocio —dijo ella.

—No pero es un ganar ganar —dijo Curtis—. Si uno de los dos pierde, ya no es una relación. Vamos, te divertirás.

Ella no dijo nada y solo siguió los pasos de su novio hasta llegar a un amplio salón donde un joven rubio abrió la puerta y le recibió la gabardina.

Ella así lo hizo, entregó la prenda dejando al descubierto su estética figura enfundada en un diminuto vestido de tirantes que poco dejaba a la imaginación.

Curtis la guio hacia uno de los cómodos sofás de media luna en aquella sala que parecía más un auditorio.

Frente a los sillones una pequeña mesa cubierta con mantel blanco complementaba la decoración. Chelsea se preguntó qué harían en ese sitio.

—¿Habrá una función? —preguntó ella—. No entiendo.

—Sí, algo así —dijo el hombre—. No te preocupes, ven aquí.

Colocó su brazo extendido en el respaldo del sofá y mientras, ella se recostó durante unos minutos hasta que alguien pasó para tomar asiento a su lado. Ignoró el hecho de que estaba acompañada y esperó a que la función comenzara.

Lo primero que vio fue a una pareja vestida de forma muy sugerente tomar asiento en el escenario, cada uno en un sofá individual, uno frente al otro. Chelsea quiso reír al ver el vestuario de la mujer donde prácticamente no había nada que imaginar, aunque en un sitio como aquel donde todos estaban semidesnudos o casi todos, criticar era una burla.

Recibió la bebida que le ofrecían y esperó a que comenzara la función.

Los dos personajes comenzaron entonces un relato erótico que intercalaban a partes iguales, detrás de ellos, en las pantallas se podía ver escenas sexuales muy explícitas y que acompañados de la música de fondo, los gemidos del video y la voz de los narradores profesionales hizo que el ambiente se caldeara cada vez más entre los presentes.

Chelsea miró a los lados donde más de una pareja se besaba y tocaba cada vez más descaradamente frente a completos desconocidos que tampoco prestaban mucha atención o tal vez sí; poco a poco la gente comenzó a ver a otras parejas tocarse y entrar en el mismo ambiente que los demás.

Chelsea dio un respingo cuando su novio le dio un beso en el hombro.

—Es sexy, ¿no crees? —dijo tomando la mano de la chica y guiándola a su entrepierna para que sintiera su miembro el cual comenzaba a mostrar una erección—. Mira a la rubia de enfrente.

Chelsea lo hizo; la mujer de enfrente estaba sentada con las tetas de fuera mientras su acompañante las succionaba con ahínco. El sujeto le manoseaba una de los senos y chupaba con desespero el otro mientras la rubia se retorcía de placer y tocaba la entrepierna del hombre.

»Lo ves, ella disfruta —continuó Curtis mientras dejaba un beso en el cuello de su novia y su mano tomaba la de ella para frotarla sobre su miembro—. Me lo prometiste, Chelsea. Dijiste que lo harías.

—Es solo que, es extraño y no sé si sea buena idea —dijo ella un tanto indecisa pero no pudo negar que un poco excitada.

—Nuestra relación está un poco estancada, esta fue mi fantasía y accediste —insistió besando su cuello—. Además, una vez esto se acabe nadie se acordará de que nos vieron aquí, estas fiestas son para eso. Deja de ser tan renuente, míralo como una nueva experiencia. Es más toma esto. —Le extendió una copa de vino—. Te va a relajar un poco.

Ella le dio una sonrisa nerviosa y asintió antes de que Curtis la sujetara la cintura y la acercara a su cuerpo para darle un beso. Se relajó y dejó que su novio cogiera su mano y la llevara hacia su miembro, el cual estaba visiblemente erecto.

Suspiró con la serie de besos que Curtis repartía por su hombro y su cuello y lanzó un pequeño gemido de gozo cuando sintió sus labios recorriendo el valle de sus senos.

—Curtis —dijo pero él no la dejó terminar y se apoderó de sus labios al mismo tiempo que comenzaba a tocar sus senos y la hacía recostar sobre el respaldo del sofá.

Se quedó callada y se dejó llevar al tiempo que sentía los labios de su novio recorrer su mandíbula y su cuello.

Él, por su parte, no dio tregua a la joven y pronto se vio bajando los tirantes de su vestido lo suficiente para tener un mejor acceso a sus pechos. Comenzó a besarlos y dar pequeños mordiscos y solo de vez en cuando alzaba la vista para verla. Sonrió cuando se giró a ver lo que veía Chelsea. Miraba a la rubia que estaba prácticamente desnuda chupando el miembro de su acompañante.

Suspiró cuando ella terminó buscando desabrochar su pantalón para tener un mejor acceso a su pene. Se dejó hacer, se puso más cómodo para darle acceso y pronto tenía la bragueta del pantalón abierta y la pequeña mano de la chica dentro de su ropa interior para palpar piel con piel toda la extensión de su pene.

Chelsea gimió cuando Curtis le pellizcó con fuerza uno de sus erectos pezones y no dijo nada cuando coló una de sus manos dentro de su vestido.

La besaba con desespero y ella, sumida en ambiente sexual en el que estaba se dejó hacer por completo y luchó por sacarle el miembro de la ropa. Unos segundos después, la hizo acomodarse y guio su cabeza hasta su entrepierna para que comenzara a chupársela. Entretanto, él se quitó la camisa, se sacó los zapatos y con mucha dificultad se quitó el pantalón y la ropa interior mientras ella ya recorría el pene con la lengua. Parecía estar entregada al asunto, emitía gruñidos y pequeños gemidos que le provocaban un estremecimiento.

La joven se sobresaltó cuando sintió que alguien tomaba su mano derecha y la colocaba sobre un muslo. Dejó la felación a su novio y se giró a ver al hombre a su lado, este tenía la mirada sobre la mano que le tocaba y sobre la de ella estaba la de Curtis guiándola para que acariciara al extraño.

—¿Quiero verte hacerlo? —susurró su novio y la besó para hacerla sentir más tranquila—. Estaré aquí. Quiero verte hacerle una paja.

Le movió la mano, primero acariciando la pierna del hombre al que Chelsea no se atrevió mirar a la cara, ya fuera por vergüenza o por miedo, cual fuera la razón, siguió haciendo lo que su novio le encomendó.

Movió su mano despacio, al principio un poco insegura de lo que acababa de pasar pero al notar que el hombre no se inmutaba y contrario a todo seguía bebiendo de su copa como si nadie le estuviera tocando la entrepierna, decidió que se aventuraría un poco más.

Apretó un poco el agarre sobre su pene y el hombre la dejó hacerlo sin decir una palabra, a su vez masturbaba a su novio y a ratos lo besaba, o eso hizo hasta que sintió una mano que evidentemente no era la de su pareja pasearse sobre sus muslos.

La piel se le erizó al sentirlo y más aún cuando los labios del desconocido recorrieron sus hombros. Curtis le chupaba los pechos sobre la tela del vestido y pronto sintió al extraño bajar el cierre, aquello propició que su torso quedara al descubierto y mientras Curtis tomaba entre sus labios su seno derecho, una de las manos del otro hombre se apoderaba del izquierdo y a su vez llevaba la otra a su entrepierna.

Fue su novio quien tomó el vestido de la joven y se lo sacó por la encima de la cabeza dejándola solo con las bragas y a merced de un desconocido que hasta que ese momento no había dicho una sola palabra.

—Invítalo —dijo a su novia—. Deja que te haga lo que quiera. Quiero verte.

La joven dudo solo unos segundos antes de ponerse de pie para volver a acomodarse, esta vez mostrando el culo hacia el desconocido y retomando la mamada a su novio. El hombre se puso de pie, dejó su copa sobre la mesilla y comenzó a desvestirse frente a la pareja. Chelsea no pudo evitar detallarlo con la mirada. Debía tener unos cuarenta años o tal vez un poco menos, en ese momento no podría afirmar nada.

Su aspecto sin duda era bien parecido, tenía los ojos claros, en ese instante no podría decir el color, pero su rostro era firme, con una mirada dulce pero penetrante, el alborotado cabello le confería un tinte moderno que se reafirmaba con la ropa a la medida que llevaba. Sin duda aquel hombre era un verdadero deleite a la vista de cualquier mujer.

Se sintió una perra cuando no pudo evitar fijar la mirada en el miembro del hombre, sin duda era mucho más grande y grueso que el de Curtis y que duro como estaba parecía alcanzar la altura de su ombligo.

El prepucio brillaba con el líquido preseminal y aunque frente a Curtis lo negaría hasta la muerte, no pudo negar que deseó llevarse ese trozo de carne a la boca, deseosa de probarlo.

—¿Cómo te llamas? —preguntó ella con un poco de timidez.

—¿Eso importa? —respondió el sujeto con una voz de barítono que despertó algo en ella que ella no había sentido antes, quizás porque se imaginaba a los narradores de audiolibro que tanto le gustaba escuchar...

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