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Trató de completar la misión que le fue encargada lo más rápido que pudiera. Solo debía capturar a un ninja perverso que se había escapado durante su traslado. El shinobi en cuestión no pasaba del rango B, y su tarea era únicamente encontrarlo e inmovilizarlo hasta que llegaran las unidades que lo llevarían a la prisión donde lo transportaban originalmente.
Quería estar presente al menos cuando terminara la segunda prueba de los exámenes chunin. No solía centrarse en otra cosa que en su misión, pero esta vez se apresuró más de lo que debía. El ninja al que tenía que capturar, de nombre Hiroto, le dio más pelea de la que esperaba. Su cronograma preciso para volver a Konoha a tiempo se vio alterado cuando no pudo derrotarlo en los primeros cinco minutos de batalla.
Hiroto peleaba con una espada larga y fina, con un filo peligroso, y, como pudo ver luego de recibir un pequeño corte, un veneno paralizante poco potente. Era hábil con ella, pero pronto se dio cuenta de lo débil que era sin tenerla. Neji lo atacó por la espalda cuando bajó la guardia y pudo despojarlo de su arma. Golpeó certeramente varios puntos de chakra, dejándolo inmóvil a sus pies. Lo ató de brazos y piernas, evitando algún tipo de movimiento, y luego esperó a que llegaran los refuerzos.
Una vez asegurado el prisionero con los encargados, corrió de vuelta a Konoha lo más rápido que sus pies le permitían. Corrió entre los árboles, viendo nada más un borrón verde a su alrededor. Si no estaba mal, la segunda prueba había terminado hacía una semana, o menos, por lo que si Lee y su equipo habían concretado esta parte, ya debían estar preparándose para la tercera.
Llegó a la torre al amanecer, donde le dio el reporte de la misión al Hokage. Este le daba la espalda, mirando atentamente la aldea por la ventana. Una caja cuadrada estaba sobre su escritorio; le llamó la atención, pues nunca había nada salvo una pila monstruosa de papeles.
—Joven Hyuga—dijo cuando estaba a punto de marcharse. Se inclinó hacia adelante, a forma de reverencia, indicando que escuchaba incluso cuando el otro no podía verlo—. La caja y su contenido son para usted. Puede sentirlo como una alegría o una desgracia. Yo lo felicitaré por este logro.
Neji se acercó lentamente al escritorio, esperando algún tipo de orden que se lo prohibiera. Al ver que el Tercero seguía admirando la ciudad bajo los rojos rayos del amanecer, la agarró sin más rodeos. Al levantar la tapa, sus ojos se abrieron de par en par, más no emitió sonido alguno. Se inclinó de nuevo ante el mayor, y luego de recibir un sonido afirmativo cuando preguntó si podía retirarse, se esfumó, llevando entre sus brazos aquel paquete como el más valioso de los tesoros.
Por lo que le contó un conocido suyo, su prima fue humillantemente derrotada por un ninja del sonido en las preliminares. Sintió más lástima por lo que le haría Hiashi luego que por el simple hecho de que fuera eliminada. Le contó sobre la pelea del Uchiha, a quien todos tenían una fé desmedida, sobre el graciosísimo final de la pelea de Naruto Uzumaki, un niño que resaltaba solo por su entusiasmo y al que al parecer toda la aldea odiaba. Por fin supo del desastroso desenlace de la pelea de Rock Lee, lo que, extrañamente, le provocó una sacudida en el estómago.
Se retiró rápidamente, olvidándose de despedirse, yendo directamente al hospital.
Se quedó en la sala de espera hasta que terminara la revisión diaria, sintiendo ansiedad por primera vez en su vida.
Cuando los médicos abandonaron la sala y una enfermera le permitió pasar, se acercó lentamente a la camilla donde descansaba Lee. Apenas estaba despierto y miraba un punto fijo en la vacía pared blanca al otro lado de la habitación.
Neji se sentó a un lado suyo, en silencio, buscando las palabras indicadas para decir.
—Vas a estar bien—aseguró. Trataba de sacar su lado dulce y comprensivo a la fuerza—. Estoy seguro. Tus heridas sanarán; no te rindas... aún tienes que superarme.
Lee lo volteó a ver, encontrando una tímida sonrisa que solo se dejaba ver en su presencia ¿De verdad Neji pensaba aquello? ¿De verdad el prodigio de los Hyuga tenía tanta fé en sus habilidades?
—Los doctores dijeron que no voy a poder seguir siendo un ninja—mencionó, nuevamente triste—. Creo que es momento de que te consigas un nuevo rival, uno a tu nivel... el Uchiha parece una buena opción.
—Es un engreído, confía demasiado en sus habilidades—soltó una pequeña risa. Era impresionante cómo Lee poco a poco fue derritiendo la capa de hielo que cubría sus emociones, esa que Hiashi había formado durante tantos años—. Uchiha esto, uchiha aquello... no quiero que se piense que solo por tener ese apellido y unos ojos rojos tiene derecho a hacer cualquier cosa. Es demasiado parecido a mí, y conmigo ya tengo suficiente. A veces no te soporto, pero prefiero soportarte a tí.
Lee no estaba seguro de si eso último era un halago o un insulto, porque Neji estaba con la misma máscara indiferente de siempre, pero decidió tomarlo como algo bueno. Sonrió ampliamente.
—Lamento que hayas corrido hasta la aldea en vano—se disculpó.
—No es problema. Total, ahora puedo hacerte compañía hasta mi próxima misión.
—Yo iría buscando otro rival, que esté en tu rango ninja. Debe ser humillante que un gēnin que no puede pelear lo sea.
La enfermera entró indicando que debía irse. Cuando estaba a punto de atravesar el umbral de la puerta, se medio giró para ver a su amigo de reojo.
—El loto de la Aldea de la Hoja florece dos veces. Me lo dijiste hace tres años cuando no me seleccionaron para jōnin. Te lo repito porque un tropezón no es caída, cosa que también me dijiste. Demuestra que estoy equivocado, que el destino sí puede cambiarse; me lo demostraste desde que te conozco. Si no puedes contradecirme recuperándote, ahí sí tendré que buscar un rival que pueda hacerlo.
Abandonó la sala, dejando atrás a un pasmado Rock Lee.
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