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El incesante entrenamiento de Hiashi lo dejaba tan exhausto que las misiones eran como un descanso. A sus diez ya cumplía con misiones rango C y B, siendo respetado por varios de sus compañeros que se encontraban incluso en rangos superiores.
A sus once años estaba a punto de volverse jōnin, pero tras una lesión que sufrió durante una de sus misiones, decidieron —con decidieron me refiero a que Hiashi decidió— esperar a su completa recuperación.
Su herida no era muy grave —una pequeña fractura en el radio de su brazo derecho— así que ese mismo día le dieron el alta, con la condición de que descansara un par de días.
Viéndose libre de sus entrenamientos por dos días, salió a caminar por el bosque. Su primer día de descanso lo usó para tomarse una siesta en la rama de un árbol; aspiró el fresco aire que le brindaban los árboles, un alivio en comparación al pesado ambiente de la aldea durante al menos unas tres o cuatro horas. El segundo día hizo lo mismo, caminando a paso lento y calmado, sin ninguna prisa por volver a su hogar. Saltó por unas ramas hasta encontrar la que había ocupado el día anterior. Se recostó contra el tronco y dormitó unos segundos, solo escuchando el palpitar lento y estable de su corazón, el trinar de los pájaros y...
Un sonido inusual llegó a sus oídos. Utilizó el Byakugan para ver quién gritaba de una forma tan estruendosa, observando más allá de lo que el ojo humano podría, encontrándose con una escena que le dio curiosidad.
Saltó por los árboles, hasta posarse de cuclillas en una rama que le brindaba una vista perfecta de lo que ocurría en el pequeño claro.
Neji rara vez hablaba con personas de su edad, solo dirigiéndole la palabra a sus compañeros de equipo cuando era estrictamente necesario; su tío le había dicho que los lazos sentimentales no hacían más que ablandar un alma que estaba mejor sin aquella debilidad, así que no reconoció al muchacho que estaba pateando sin descanso el tronco de un árbol. Inclinó la cabeza con intriga al escuchar el conteo en voz alta del chico, que superaba con creces los dos mil y que aumentaba uno más con cada patada.
El chico no era mucho mayor que él. Sus puños y pantorrillas estaban cubiertas por vendajes blancos y sus ropas eran del mismo color. Su cabello negro y atado en una trenza que dejaba varios mechones caer sobre su rostro. El sudor caía por ambos lados de su cara y jadeaba por el cansancio, más no se detuvo en ningún momento, hasta llegar a tres mil, que sólo sirvió como indicador de que debía hacer mil lagartijas.
Ni Hiashi era tan duro, y parecía que nadie estaba controlando al chico como para tener algún estimulante externo que lo incitara a hacer cada uno de los ejercicios. No necesitó su Byakugan para notar que se estaba llegando al límite de sus capacidades.
Usando su sigilo natural, se posicionó a un lado del chico. Él se sobresaltó al percatarse de su presencia e interrumpió sus ejercicios inhumanos. Aún jadeante, miró a los ojos a su nuevo acompañante, en una postura defensiva propia del taijutsu clásico.
Sin decir nada, le tendió su cantimplora con agua, llena desde que abandonó su hogar esa mañana. La expresión neutra y seria no le daban muy buena espina, pero su cuerpo cansado aceptó el agua sin rechistar.
Se bebió un cuarto de un par de tragos, sonriendo con la frescura bajando por su garganta seca.
—Gracias—dijo sin recibir más respuesta que un leve asentimiento. Ni una sonrisa, un murmullo o una palabra—. Mi nombre es Rock Lee—mencionó tras una vacilación, nuevamente sin recibir más que silencio. Tal vez el muchacho era mudo o no podía entenderlo, pero quedaba más que claro por la banda reguladora de su frente que era un ninja de la hoja.
—Neji—por fin el otro dijo su nombre por lo bajo, como si hablar pudiera costarle la vida—. Neji Hyuga.
Rock Lee abrió los ojos bien grandes al escuchar el nombre del chico. Conocía y había escuchado nombrar al famoso clan Hyuga, y se sintió estúpido al no reconocer los característicos ojos lila sin pupila de Neji. Se preguntó por qué nunca lo había visto en la academia, ya que no aparentaba una edad muy distinta a la suya.
—Un placer—extendió su mano, sin muchas esperanzas de que el otro la tomara, sorprendiéndose gratamente cuando los fríos dedos contrarios estrecharon los suyos.
***
—¿Por qué entrenas tanto?
La pregunta le hizo frenar en seco. Miró a su compañero, rival a sus ojos, con una sonrisa.
—¡Quiero probar que no necesito ni ninjutsu ni genjutsu para ser el mejor ninja!
Neji pensó un momento.
—¿Por qué? Digo... no tienes ningún talento, ¿Por qué esforzarse tanto si nunca estarás a la altura de grandes shinobis?
—¡Eso nunca lo sabré si me quedo de brazos cruzados! El fracasado solo es fracasado porque no se esfuerza en ser mejor. Demostraré que puedo superarme.
—El destino no cambia. Naces de una forma y así te quedas; no eliges cómo eres, no cambias tu destino ni el de los demás. Son solo fantasías absurdas.
—Que no hayas intentado cambiarlo no significa que no se pueda.
Abrió la boca para hablar, pero la cerró de inmediato al darse cuenta de que no serviría de nada tratar de convencer a Lee de que su sueño era imposible.
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