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Neji se había vuelto más reservado de lo que era antes tras la muerte de su padre. Aquello no era normal y no debería ser sano para un niño de cuatro años, pero cuando se protegió en su dura carcasa de frialdad y disciplina, dejando de lado cualquier sentimiento que pudiera llegar a ser una debilidad, su familia vio el potencial del muchacho y decidieron no desperdiciar el talento natural que poseía.

Hiashi lo educó desde muy pequeño para explotar al máximo todas sus habilidades, ignorando el hecho de que fuera miembro de la rama secundaria del clan (aunque mantuvo el sello en su frente, en caso de se volviera demasiado peligroso para la rama principal). Utilizó el dolor de su sobrino para llenarle la cabeza con falacias sobre el orgullo de su clan, su poder y la memoria de su padre. Neji estaba tan cegado y era tan joven para darse cuenta, que creyó ciegamente en cada una de las palabras de Hiashi.

Se volvió gēnin a los seis años y chūnin a los siete, siendo más una máquina que una persona y más una herramienta que un familiar a ojos de su tío.

—Arriba, vamos de nuevo—trataba de controlar el acelerado pulso de su corazón y de respirar normalmente para calmar el dolor en el bazo. Las heridas internas que le causaba el Puño Suave de su tío no hacían más que empeorar su situación—. El dolor es psicológico; controla tus emociones y controlarás tu dolor.

Atacó de nuevo, esquivando la maniobra defensiva principal del mayor, pero quedando vulnerable a un segundo golpe que fue directo a su pecho. Expulsó chakra de los puntos de esa zona y pudo evadir por muy poco el golpe y minimizar los daños ocurridos.

—Bien, suficiente—Neji se frenó en seco al escuchar la orden—. Veamos otra cosa—caminó hasta un nogal de tronco grueso que crecía cerca de donde entrenaban. Su sobrino lo siguió y permaneció a su lado sin decir nada—. Rómpelo con tu Puño Suave; úsalo de forma de asemeje un arma punzante, expande tu chakra a través del tronco y pártelo. Tienes media hora.

Inmediatamente se puso con su labor. El ejercicio no requería tanta precisión como potencia del ataque, cosa que en un momento lo intrigó, pues el taijutsu de su familia era letal sin siquiera necesitar un contacto muy significativo. Le llevó dos tercios del tiempo cumplir con la tarea, y al ver al mayor en busca de aprobación, este asintió secamente sin decir nada.

***

Hiashi lo miró duramente cuando Neji no frenó de forma correcta el ataque que le envió. Su sobrino estaba más distraído de lo normal, lo que, de estar en una misión, sería su fin.

El chico trataba de recuperar la compostura, respirando entrecortadamente y con una mano en las costillas.

—El dolor no existe. Si sientes dolor es porque no te estás concentrando. El dolor es un sentimiento, y ya hablamos de los sentimientos.

Neji trató de respirar hondo para calmar las punzadas en su pecho, pero aquello solo las empeoró.

—Bien—gruñó el mayor, dándole la espalda—. Descansa un poco. Concéntrate, Neji, un ANBU no puede desconcentrarse.

Apretó la mandíbula cuando escuchó aquello, pero no dijo nada. Respiró un par de veces y apartó el dolor, respirando profundo varias veces.

—Estoy listo—Hiashi no esperó un segundo más para encarar y atacarlo con toda la furia que era capaz. Neji repelió cada uno de sus golpes, casi de forma automática, sin pensar demasiado en lo que hacía. Estaba tan familiarizado con el taijutsu de su tío que podría predecir su siguiente movimiento tan solo con ver la más mínima concentración de chakra.

Al cabo de unos minutos, pasó de la defensiva a la ofensiva. Sus técnicas eran precisas y perfectas, rápidas y efectivas; no tardó en dejar exhausto al mayor.

—P-primo Neji—una tímida voz se escuchó a su derecha.

—¿Qué hablamos de interrumpir los entrenamientos ajenos?—una Hinata de diez años bajó la mirada, avergonzada—. Deberías estar estudiando, niña.

—Si me disculpa, Lord Hiashi—Neji hizo una reverencia ante el mayor—. Veré lo que quiera decirme Lady Hinata, con su permiso.

El nombrado suspiró, haciendo una seña para despacharlo silenciosamente. Cuando se perdió dentro de las puertas del complejo Hyuga, Hinata se acercó a él, caminando con miedo, como si en cualquier momento pudiese pisar una mina explosiva. La cara inexpresiva de su primo no ayudaba en lo más mínimo.

—Hum... yo... quería pedirte ayuda—jugueteó con sus dedos mirando sus zapatos—. En la academia nos piden que practiquemos nuestros jutsus para mejorar, y padre no enseña tan bien los jutsus. Quisiera que me dijeras cómo mejorar en el taijutsu.

El mayor no dijo nada, simplemente la siguió mirando con ese rostro neutral de siempre que le dio un escalofrío. Ni siquiera se relajó del todo cuando Neji le contestó, seco como siempre.

—La clave está en ser preciso y rápido. Un segundo de piedad podría costarle la vida, así que lo mejor es abandonar toda clase de compasión por su rival, ya que es solo eso, un rival, un contrincante al que debe vencer. Eso es lo más difícil, que no todos los ninjas logran perfeccionar, no es un misterio el porqué hay tantos muertos en las guerras. Lo demás es pura disciplina, que puede pulir con entrenamiento duro, si es que hay algo para pulir. No busque oro donde solo hay roca, sería mi consejo. Busque algo en lo que sea útil y perfecciónese en eso. Haga puntas de flecha con la piedra y anillos con el oro, no al revés—le dio la espalda y caminó a su habitación, donde encontró un ninja que no conocía en la ventana junto a su cama.

—En la torre del Hokage, diez minutos.

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