Mileen Kahn.
"¿Que eres?"
Además de una copia creada por Shang Stung, ¿dónde dejaste la esencia con la que te predominabas?.
Abrir tus ojos y notar como un ser que dijo ser tu familiar te ataca, tu mente manipulada con quién decía ser tu padre, rodeado de problemas y controversias de un mundo que poco conoces.
Sus ojos veían con desgano los sucesos, podía sentir el latir ardiente de su pecho, la vibra de poder respirar y admirar que, tuviste una oportunidad para remediar las cosas que marcaron tu pasado.
— "Mileena, ¿soy yo?" —.
El guerrero descubierto pudo parlotear para si mismo, bajo el lugubre lugar de los pozos de carne.
Se fue levantando del suelo con torpes movimientos, apenas podía recordar una mera existencia de ese lugar, ¿dónde estaba?, tocó su cara, sintiendo esa mandíbula peculiar, continuo tocando sus brazos y pecho, en verdad estaba vivo y podía sentir el aire frío y tenue del sitio, no podía creerselo, después de tantos años en su memoria, podía recordar poco el pasado y lo que más presente estaba en su mente era, su muerte.
D'vorah sujeto su cabellera oscura, dejándole el beso de la muerte, ¿cómo podía ser?.
Además, era una mujer, poco bastaba para decir que ahora tenía ese pensamiento extraño en la memoria.
El azabache puso marcha a buscar alguna clase de prenda para poder cubrir sus partes nobles, se vistió con la ropa que había ahí a la mano para proceder a salir de los pozos de carne, confundido y con los nervios en un estado severo que carecía de conciencia.
Sus ojos admiraron el bosque, ¿esos eran los prados del mundo exterior?, eran enormes y su vista era tan hermosa...
— ¿Cuánto... Cuánto tiempo
ha pasado? —.
Se dijo así mismo, caminando por cada lado del bosque procuro mantener oculta su cara, no pretendía causar miedo, si en algún momento la gente de los pueblos se llegará a asustarse, no era necesario crear un alborotó con los guardias.
Las miradas de habían presentes, el parecido que tenía con su hermana era demasiado, ¿se podía confundir con ella?, O con su melliza malvada.
Una de dos.
Suspiraba cansado, era como volver a nacer, pero solo salió de una cápsula enorme con un gel extraño, la atención era demasiada y realmente no necesitaba estar más por los campos de Edenia, su caminata comenzó a dirigirse al palacio, en busca de la emperatriz para pedir alguna clase de ayuda, era ágil, podía meterse por los bosques o prados del propio palacio sin ser visto, dicho y hecho: camino y camino hasta poder llegar a una clase de terraza, escuchaba atento cualquier cosa, pero esa voz era tan familiar.
» — ¿Cómo entraste aquí — «.
Una voz femenina, poco aguda pero firme hizo su acto presencial, la mujer tomo armas en mano, su vista se pasaba por cada rincón de la espalda del hombre, inspeccionando lo como si tuviera una clase de error, hasta que el mismo se volteo.
»— ¿Qué eres?, ¿Otra creación de ese brujo? —«.
Kitana irradiaba enojo, y un gesto preocupante por el ser que habitaba la terraza, ¿que estaba sucediendo?. La dama de azul se fue acercando en son de amenaza, hasta poder confrontar de cerca y cara a cara al sujeto, era efectivamente una copia de Mileena, una masculina.
¿Shang intento convertir a Mileena en un hombre?, Seguramente era un si corrupto, el género no importaba pero con alguien tan machista y errante como Shao Kahn, el experimento debia ser exitoso, sea hombre o mujer, aún que en su cabeza quedaba preferiblemente hombre.
— ¿Hermana? —.
Habló el hombre, destapando su cara para mirar a la princesa.
Ella procuro ser discreta, apuntando la navaja de su abanico de guerra a el.
»— ¿Cómo es que estás aquí?, Repito la pregunta, ¿quién eres tú? —.
Aún que ella sabía perfectamente bien la respuesta formulada de su cabeza, necesitaba entender la posición del clon.
El respondió, sin duda alguna lo hizo.
— Salí de los pozos de carne, no de que soy, o quién eres tú.
Vine aquí para hablar con la emperatriz, y pedir una palabra sobre mi origen —.
Miro de pies a cabeza a la dama, quitándose el tapa boca para dar a ver su rasgo Tarkatano.
— En mi mente vaga el recuerdo de Mileena, pero no soy como ella, yo no soy ella —.
Musitó en seco.
La mujer, asombrada por su respuesta, bajo un poco su guardia; se quitó su propia máscara para acercar su mano al hombro del chico.
»— Entonces solo recuerdas tu nombre, pero no sabes quién eres —«.
— No, solo vine aquí por mi voluntad, buscando información para refrescar mi memoria —.
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