λ'
A menos de una semana de que empiecen los exámenes y Jimin no puede ni leer una palabra sin perderse entre las escasas sílabas que contenga. Piensa demasiado, pero en otros temas ajenos a los de clase. Lleva más de medio mes enfadado con Jungkook, y lo que antes hacía por enfado, se había transformado en inercia.
El pelinegro ya se había resignado a no recibir ningún saludo en la escuela o a que no le respondiera los mensajes, y con el tiempo había dejado de intentarlo. Ninguno miraba o hablaba al otro, y Jimin comenzaba a arrepentirse de haberlo llevado todo tan lejos. Le estaba perdiendo, y lo peor era que lo hacía precisamente cuando más le necesitaba.
- ¿Mamá? —baja al salón, donde se encuentra a su madre sentada en un sillón, con las gafas de pasta puestas y un libro entre sus manos. No levanta la vista del libro pero sabe que le está escuchando, e incluso se adelantaría a decir que aunque no le esté mirando, ve cada movimiento que hace. — Voy a salir.
- ¿A estás horas? —aún habla de cara a las páginas.
- Solo será un momento —agarra la segunda deportiva y se agacha para terminar de anudas sus cordones. No hace frío, más por si acaso, también coge una gran sudadera roja antes de ir hasta la puerta. — Voy a comprar un subrayador, que el mío se ha gastado.
Y con esa básica excusa que su progenitora se fuerza a creer, sale por la puerta dirigiéndose a un piso que tan solo se encuentra a un par de manzanas. El cielo está completamente a oscuras debido a las altas horas que son, pero el camino está repleto de farolas que iluminan cada paso que da. A medida que anda, tiene más prisa, pero no por miedo, sino porque las ansias de llegar le carcomen por dentro.
Cuando llega a un pequeño edificio, saca su móvil y abre una conversación que tiene abandonada desde hace semanas. Un simple mensaje y se sienta en la acera de en frente, mirando la pantalla bloqueada del móvil a la espera de cierta persona que no tarda ni dos minutos en bajar.
Jimin alza la vista al escucharle y sonríe.
Ninguno habla. Lo único que rompe el silencio son las aceleradas pisadas de su mejor amigo corriendo hasta él y tirándose a abrazarle poco después de que el rubio se ponga en pie. Es el abrazo más reconfortante que ambos han sentido en muchísimo tiempo, y sin darse cuenta, aunque el pelinegro es el primero en empezar, ninguno puede contener las lágrimas.
- No podía estudiar —explica en un murmullo el mayor, riendo como un loco a ojos de cualquier extraño que pasara en ese momento. Por suerte, la calle está desierta. Hace un amago de soltarse, pero el más joven le agarra con más fuerza, como si abrazara a un osito de peluche, y solo le queda resignarse a disfrutar de ese abrazo por más tiempo. — Ya pasó, tranquilo... vamos...
- L-lo siento muchísimo —Jungkook se sorbe los mocos y se limpia con la manga de su sudadera negra, que al contrario que el ajeno, él la lleva puesta. Incluso su capucha está subida. — Lo siento tanto —vuelve a echarse a llorar, cubriendo sus ojos con los puños. Los tiene rojísimos y Jimin no puede evitar sentirse más culpable que nunca al percatarse de la inocencia de su amigo.
- Ya está, todo está bien —sonríe y vuelve a estrecharle entre sus brazos, acariciándole con cariño la cabeza.
Ambos se sientan en la acera hasta que Jungkook termina de calmarse, unos veinte minutos le cuesta, pues cada vez que mira a su amigo, sus ojos se inundan en lágrimas y se lanza a abrazarle y no soltarle, como si tuviera miedo de perderle de nuevo. Finalmente, consigue medio estabilizarse y Jimin le pide que le acompañe al bazar más cercano a comprar un subrayador.
Caminan en silencio, observando como sus sombras destacan sobre la iluminada acera. Son prácticamente de la misma altura a pesar de la diferencia de edades, y aunque en otra situación percatarse de eso le habría molestado cantidad al mayor, en ese momento solo puede sonreír y hacer que su sombra se acerque más a la de su amigo.
- ¿Estás mejor? —Jungkook asiente sin disminuir la velocidad. Tampoco habla, pero parece mucho más tranquilo y al menos ya no llora. — ¿Mañana paso a recogerte y vamos juntos a clase? —vuelve a asentir, y seguidamente, sin previo aviso, se agarra del brazo del mayor y camina de esa forma, pegado a él.
- Por cierto —por el tono, Jimin ya sabe que tema va a tocar, pero no le detiene, y aunque hubiera querido, tampoco le da tiempo a ha hacerlo. — ¿Qué vas a hacer con el profesor Min? —Jimin se encoge de hombros, intentando no pensar en el tema. Es demasiado doloroso, aunque lo oculta con una falsa diferencia. — Si te soy sincero, tuvo mucha paciencia ese día.
- Me lo imagino —sonríe amargamente — te conozco y no espero menos de ti.
- ¿Entonces? —el rubio vuelve a encogerse de hombros, pues no sabe que responder, o no quiere decirlo en voz alta. — Como mínimo deberías hablar con él.
- Ya he hablado con él.
- ¿Sí? —se gira repentinamente con curiosidad, provocando que su capucha caiga hacia atrás y despeje su rostro. Tiene la mayor parte de su cara roja por haber llorado, pero al menos el brillo en sus ojos ha vuelto. Se nota que se ha quitado un peso enorme al recuperar a su mejor amigo. — ¿Y qué vais a hacer?
- Lo mejor será dejarlo como está ahora, supongo.
- ¿Como está ahora? —asiente cabizbajo sin mirarle, siguiendo con la vista sus propios pies que desaparecen con cada pisada. — ¿Y cómo está ahora? — un tercer encogimiento de hombros antes de llegar a un pequeño bazar iluminado entre todas las casas y establecimientos cerrados a esas atas horas. Jimin sujeta la puerta y ambos entran.
- Pues sin estar —saluda a un joven que está en el mostrador leyendo una revista y tras ser ignorado, se dirige al fondo de la tienda, donde junto a una pila de cuadernos hay muchísima variedad de material para clase.
- ¿Habéis roto?
- Más o menos —agarra el primer subrayador que encuentra y se dirige a la caja a pagarlo. De camino agarra dos refrescos de limón y los añade a la cuenta total. — O sí — salen y ambos abren el refresco al mismo tiempo, bebiendo con una sincronización a la cual, tras tantos años de amistad, ya están acostumbrados. — La cosa es que ya no estamos juntos.
- ¿Y? —Jimin da otro trago a su refresco y mira a su amigo desconcertado, sin comprender a qué se refiere. — ¿Tú estás bien? —la pregunta le llega tan inesperada, que tarda unos segundos en reaccionar. — Quiero decir, te gustaba mucho...
- Tampoco tanto, en verdad —El pelinegro le mira alzando una ceja y Jimin aparta la vista. Le es más fácil mentirse a sí mismo que a su mejor amigo. — Ya casi se me ha pasado —no tardan en llegar a la acera frente a la casa de Jungkook, y ambos toman asiento en el bordillo de antes. Jimin sonríe con tristeza y clava la vista en un punto perdido en el suelo. Está tan oscuro que a penas puede ver nada. — Sabes lo que dicen, el tiempo lo cura todo...
Jungkook le mira en silencio y tras plantearse internamente que hacer un par de veces, termina abrazando a su amigo, el cual no tarda en girarse y esconderse entre los brazos del más pequeño. Jimin no llora, pero ganas no le faltan. Ahora es él el que no quiere soltar al contrario ni pasados más de dos minutos, por lo que termina acomodándose junto a él en medio de la calle.
- ¿Sabes qué? —Jungkook está acariciándole el pelo, habiendo terminado con el rubio tumbado boca arriba con la cabeza sobre sus muslos. En el cielo hay las suficientes estrellas como para entretenerse contándolas mientras habla. — Si te soy sincero, no me arrepiento.
- ¿De qué no te arrepientes?
- De haberlo intentado —piensa en que estará haciendo Yoongi en ese momento y lo imagina leyendo tranquilamente en su sofá, con el pijama puesto y una taza de café caliente al lado. Le duele recordarlo y saber que, a partir de ahora, será lo único que tenga de él. Un recuerdo.
Jungkook asiente, como si comprendiera, pero no lo hace. No puede sentir lo que siente Jimin en ese momento.
No puede sentir lo que siente Yoongi en ese momento, sentado en su sofá, con una taza de café en la mano que lleva enfriándose las dos últimas horas desde que la preparó, y una libreta con escritos sobre el alumno que ha releído más de trescientas veces.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top