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Habían pasado ya tres días desde la cita con su profesor, exactamente el mismo tiempo desde la última vez que Jimin le había visto, porque no había vuelto a pasar por el local donde trabajaba. El rubio no había quitado ojo a cada cliente que entraba, pero ninguno resultó ser el correcto. Y no es que se estuviera haciendo ilusiones y esperase que apareciera por la puerta con un ramo de flores, pues seguía siendo un juego fantasioso, más no entendía que podía haber ido mal.

Él lo recordaba bastante bien, sobre todo la despedida. Es decir, no hubo nada malo incluyendo el final, ningún detalle que se le pudiera haber escapado. O ese profesor tenía dotes para la actuación, o nada tenía sentido. O se lo había comido un tiburón mientras nadaba en la playa y había muerto.

- ¿Te llevó a casa? —Jimin asintió al tiempo que escuchaba la voz de su amigo al otro lado de la línea. — ¿Pero que tiene coche?

- Ahá. Pero ese no es el punto Jungk-

- ¡Que tiene cochazo! —escuchó varios golpes y luego unas voces de fondo. Por los sonidos, no tardó en adivinar que probablemente su amigo Jungkook estaba acompañado de personas y mandos de la play. — No puedo creer que tengas un ligue con coche.

- La cuestión es que ya no lo tengo.

- Oh, es verdad, que pasa de ti...

- ¡Jungkook!

- ¿Qué? —se escucharon varias risas y unos cuantos insultos de sus amigos, más alejados del micrófono. — Bueno, pues no sé qué decirte. Pasa tú también de él.

- No puedo —respondió de inmediato. Suspiró y mordió su labio, sintiendo el veneno de esas palabras en su boca. Era mentira. — No quiero, mejor dicho.

- Pues llámale.

- No tengo su número.

- Pídeselo entonces.

- ¿Y cómo quieres que haga eso sin su número, pedazo de inepto? —Jimin rodó los ojos y su amigo, menor que él, hizo un pequeño concierto con los botones del mando del videojuego. — No sé ni que hago contándote esto a ti.

- ¿Ah? —seguía sin prestar apenas atención.

- Lo mejor será que me cuelg-

- ¡NO! —Jimin miró el teléfono sorprendido. — Nonononono, espera, no cuelgues —sonrió y siguió las palabras de su amigo, aguantando el teléfono entre dos dedos, con el altavoz activado. — Un segundo.... Ya casi está...

- Deja ganar a con quien estés y ya está, pesado.

- No voy a dejar ganar a Taehyung que ya lleva dos seguidas.

- ¡Y van a ser tres! —Esa voz vino del fondo fondo fondísimo, más pudo reconocer también al amigo de su grupo que pertenecía. Su sonrisa se ensanchó imaginando la escena de sus dos amigos y esperó de muy buen grado, casi hasta haciendo caso al narrador de la partida, hasta que minutos después se proclamó una victoria. — ¡Sí! ¡Te lo dije, mocoso!

- ¡No me llames mocoso que solo me sacas dos años! —fue la respuesta de Jungkook que se escuchó poco antes de la puerta de su casa cerrándose. Luego unas llaves y otra puerta se añadieron al concierto. — Ya está, cuéntame.

- Ay, espera —Jimin escuchó la voz de su encargada y se puso en pie, saliendo del pequeño rincón en el que estaba escondido. Agarró dos bolsas de basura y sin ser visto, salió rápidamente por la puerta trasera, cerrándola a su espalda y comprobando que allí solo quedaban él, la basura, y los cubos contra la pared. — Ya está.

- ¿Ya está? —Jimin asintió, aunque el otro no pudiera verle, por lo que emitió una especie de sonido de garganta. — Soy todo oídos entonces. Cuéntame qué sucede con ese niño pijo.

- No es un niño pijo. Y si dices eso porque tiene coche, permíteme aclararte que tampoco es ningún niño.

- ¿A qué te refieres, rubio? —Jimin bajó la vista al suelo y empezó patear suavemente una de las bolsas de basura que estaban junto a él, sin atreverse a responder. — ¿Cómo que no es un niño? ¿Es un viejo?

- Tira más a viejo que a niño.

- ¿TE HAS LIADO CON UN VIEJO? —Jimin se cubrió la cara por la vergüenza y empezó a dar pequeños saltitos, incapaz de gritar por si le escuchaban. Jungkook le estaba haciendo sentir muy incómodo, y, sobre todo, le estaba ando mucha más importancia de la que realmente tenía. — No puedo creerme que estés con un viejo con coche.

- No es viejo, que lo sepas. No llega a los treinta, creo.

- ¿Creo?

- Si no se su número de teléfono, ¿cómo pretendes que sepa su edad exacta? — recriminó el mayor, mirando a su aparato con indignación. — Esto es desesperante.

- No sabrás nada de eso, pero para invitarte a comer y llevarte a casa no supone ningún problema, por lo que parece.

- Eso tiene un motivo que... —el rubio miró a su alrededor, buscando una continuación a su frase que no incluyera la palabra alumno, profesor o cualquier derivada de un centro escolar, que era el verdadero motivo por el cual el profesor Min había sido tan amable con él. Ya se conocían. — que no importa mucho, la verdad.

- ¿Entonces?

- Entonces sigo sin saber que hacer —suspiró y se colocó el móvil en el hombro mientras agarraba una de las bolsas y la tiraba a un cubo. Poco tardó para empezar a hacer lo mismo con la otra. — Quizás debería olvidarme, terminar las últimas semanas que me quedan de trabajo y volver a la ciudad.

- ¿Ni siquiera vas a contarme como es ese chico? —el silencio del mayor empezó a crear una tensión incómoda. — ¿Tan viejo es?

- ¡Que no es viejo! —Jimin suspiró y le dio un golpe a un cubo de basura con el pie. Resonó por todo el callejón, obligándole a echar un vistazo por si alguien se había percatado. — Tan solo es que pasa de mí y es imposible.

- ¿Es imposible y por eso pasa de ti o pasa de ti y por eso es imposible?

- ... —Jimin lo pensó y frunció el ceño con desánimo, mirando a la roída pared de enfrente. — Ambas.

- Pues lo tienes bastante complicado al parecer.

- Por eso lo mejor sería dejarlo —eso fue lo que dijo, pero otra patada se sumó a las palabras, esta vez con mucha menos fuerza e insonora al ser contra la pared. — Si ya sé que no voy a conseguir nada, pero me jode que no quiera quedar conmigo. Me jode que haya pasado de mí así como así, es decir, soy un partidazo.

- Eres joven, con eso ya eres un partidazo. Podrás correr por él para llegar al autobús.

- Te vuelvo a repetir que no es tan viejo, y... ¡ah! ¡está bien!

- ¿Está bien qué?

- Voy a dejar de pensar en él, no merece la pena. Volveré cuanto antes a casa y pasaré lo que quede de vacaciones con vosotros. — Incluso él mismo fue consciente de la poca ilusión que había en su voz. Eso no era lo que quería hacer, pero era lo que terminaría pasando. La dura y triste realidad, que Jimin conocía ya muy bien. — Hablamos luego. Y gracias por escucharme. Dile a Taehyung que te debe otra partida en la que yo no te esté distrayendo.

- Ya me está esperando con los mandos en casa, y ten por seguro que ganaré. Y espero que tú tengas por seguro que vas a pasar de esa momia.

- Voy a pasar de esa mo-

- ¡A buenas horas te encuentro! —Jimin se giró sobresaltado a la puerta, por la cual apareció la cabeza de su encargada. Apagó el móvil de inmediato y lo hizo saltar un par de veces en sus manos torpemente antes de guardarlo precipitadamente en su bolsillo del delantal frente a los dos pares de ojos que lo observaban desde dentro. — ¿Escaqueándote otra vez?

- Estaba sacando la basura, señora — respondió con rapidez. La chica, pocos años mayor que él, alzó una ceja con desaprobación y suspiró. Jimin únicamente se movía el labio incapaz de reaccionar.

- Cómo sea — la mujer retrocedió unos pasos y dejó espacio a la tercera persona, quien no tuvo pudor en cruzar la puerta y colocarse frente al rubio con total confianza, observándole con una sonrisa prepotente. — Tu tío te estaba buscando.

- En realidad soy su... —el adulto no tuvo la oportunidad de explicarse, pues la encargada desapareció cerrando la puerta a su espalda. Jimin lo entendía. A penas quedaban unos minutos para cerrar y ella querría dejarlo todo en orden.

- Profesor —declaró Jimin con sorpresa, observándole boquiabierto. De todas las personas que se esperaba que le pudieran interrumpir, Min Yoongi era de los últimos de la lista entre nombres de personas muertas. — ¿Necesita algo?

- ¿Interrumpo alguna conversación? —preguntó ignorando la pregunta de Jimin. — Parecía que estaban hablando con alguien.

- Por el móvil.

- Oh, por el móvil —el pelinegro se apoyó en la puerta de brazos cruzados y sonrió levemente. — Yo venía a llevarte a cenar, por las molestias del otro día. Pero si tienes planes o molesto, puedo cancelar la reserva perfect-

- ¡Nononono! —Jimin se limpió las manos en el delantal y no tardó ni dos segundos en desabrocharse el cuello. — Yo ya casi he terminado mi turno. Me cambio en un segundo y salgo. —Aún no se creía lo que estaba pasando, pero parecía ser que toda la conversación con su amigo se había ido al retrete. — Si aún está en pie la oferta, claro.

- Aún lo está —Yoongi le abrió la puerta y el menor pasó corriendo por debajo de su brazo, agachándose, mientras se iba quitando el delantal por el camino, provocando unas silenciosas risas en el mayor. — Te espero donde la otra vez con el coche.

Y efectivamente como dijo, ahí estaba diez minutos después, en los que Jimin se había cambiado de ropa, arreglado y esquivado victoriosamente a su encargada, quien parecía demasiado ocupada ordenando recoger mesas a sus compañeros. Subió rápidamente al coche y solo le faltó abrocharse el cinturón y señalar un punto al infinito mientras ordenaba 'conduzca' para que fuera una película de persecuciones.

Más de cualquier manera, Yoongi notó su tensión y no tardó ni medio segundo en arrancar y alejarse de allí a toda marcha, sin plantearse en que lio se había metido su alumno. A penas se planteaba cualquier cosa relacionado con que fuera su alumno, pues prefería evitarlo, pero siempre seguía en un segundo plano en su cabeza.

- ¿Y a dónde me llevas a cenar? —Jimin echó un vistazo por la ventana. Ya era de noche y no se imaginaba que sitios habrían abiertos. No quería ni plantearse la idea de ir a cenar a cualquier pub lleno de adultos pervertidos o amargados. — Ya te conviene que sea un buen sitio después de haberme abandonado todos estos días.

- ¿Pero tú no sabes comer solo? ¿Necesitas que esté yo para invitarte o qué? —Jimin apartó la vista avergonzado, pero el profesor le miró fijamente a través del espejo retrovisor, cohibiéndole aún más. Se había sobrepasado de nuevo y había quedado como un niñato. — Ahora entiendo que estés tan delgado.

- ¿Delgado yo? —Jimin miró y se colocó de cara a él, apoyando la cabeza contra la ventana. Rebotaba y rebotaba contra el cristal, pero no era del todo desagradable si ponía la mano de por medio. — Mira quien fue a hablar.

El camino fue agradable para ambos, quienes casi se olvidaron de quienes eran realmente. La imagen de Jimin como alumno a ojos de Yoongi, se iba esfumando, o al menos las partes peligrosas, aquellas por las cuales decides no tener contacto personal con tus alumnos. Pero en ese momento, en el coche, riendo y observando al rubio de reojo, no podía tener ningún mal pensamiento acerca de él. Se estaba divirtiendo, y hacía mucho tiempo que no se sentía de esa forma.

A los veinte minutos Yoongi fue reduciendo la velocidad y Jimin se asomó por la ventana a ver si conseguía distinguir algo entre tanta oscuridad, pero le fue imposible. A esas horas la poca luz de la calle procedía de la luna, y ese lugar estaba cubierto por árboles y más árboles. Casi no podía ni imaginar que la abierta costa estuviera a tan solo unos kilómetros.

- ¿Es aquí? —preguntó el menos desconfiado, intentando no pensar en las miles de posibilidades para películas de miedo que podían suceder en ese mismo momento. Por el contrario, Yoongi conducía con una sonrisa y demasiada confianza en sí mismo. — ¿A dónde estamos yendo?

- Es una sorpresa.

- No me gustan las sorpresas y menos de noche —Jimin se incorporó, pegándose lo máximo al cristal. No se sentía tan cómodo como minutos antes, y el que el adulto se riera él tan solo aumentaba su inquietud. — Oye, hablo en ser-

- Aquí es —El conductor dio un frenazo acompañado de un giro y como por arte de magia, el escenario cambió por completo. Frente a ellos se asomaba un bonito restaurante con terraza y luces decorando toda la zona. Estaba repleto de gente pero no había colas ni personas esperando. — No me creo que tuvieras miedo de ti.

- No tenía miedo —murmuró Jimin bajando del coche y observando el panorama a su alrededor. Era precioso. Era tranquilo y bonito, sin llegar a resultar agobiante. — Simplemente no sabía a donde me estabas llevando.

- Tenías miedo —el adulto apareció a su espalda, cerrando la puerta del coche que él había dejado abierta por un despiste, y le invitó a ir hacia el restaurante con un movimiento de mano. Jimin comenzó a andar, intentando no hacer mucho más caso a la persona a su lado que al sitio. — Soy tu profesor, por favor. Deberías confiar en mí.

- No te conozco tanto. Y me suspendiste el segundo trimestre del año pasado —le recriminó Jimin, quien guardaba ese suspenso como todos los de las demás asignaturas, en su mente para el resto de los tiempos. — Pero te perdono, ya está olvidado.

- Un alivio —respondió el mayor con ironía, la cual su compañero no pilló.

No tardaron en entrar al local, decantándose por la terraza, y una vez colocados en una mesa y con el pedido hecho, no les quedó más remedio que esperar. Yoongi sacó una caja de cigarrillos y se encendió uno, después de ofrecerle al menor, quien, para satisfacción del profesor, lo rechazó. Jimin no fumaba ni le atraía hacerlo lo más mínimo, pero debía reconocer que en su profesor quedaba muy sexy, quizás por como cogía el cigarro.

- ¿Y estás aquí solo de vacaciones? —comenzó a hablar el mayor mientras jugueteaba con el cigarro encendido entre los dedos. Su compañero apenas podía apartar la vista de las pálidas manos del mayor, casi hipnotizándose con ellas. — Pero si eres un crío.

- Mi tía abuela me dejó su piso y pensé en sacarme un poco de dinero en el verano con algún trabajo —explicó Jimin, intentando aparentar más madurez de la que realmente tenía. Quisiera o no, cuando hablaba con su profesor se sentía inferior a él en muchísimos sentidos. — Pero el contrato me termina en dos semanas y probablemente vuelva a la ciudad.

- ¿Tan pronto? ¿No piensas pasar el resto de las vacaciones aquí? —Jimin se encogió de hombros.

- Es bastante aburrido estar solo.

- Yo he venido solo.

- Pero tú pareces una persona a la que le gusta estar sola —Yoongi alzó una ceja y Jimin río, cubriendo su boca con más educación de la que normalmente tenía. — Solo es una observación, no un insulto.

- Jamás me lo tomaría como un insulto. Tienes razón, soy una persona solitaria. Me gusta que me dejen a mi aire. —apagó el cigarro en el pequeño cenicero y soltó su última bocanada de humo. — Tú tienes pinta de ser todo lo contrario.

- Soy todo lo contrario. Solo llevo medio mes aquí y ya echo de menos a mis amigos.

- ¿Entonces ya lo tienes decidido? —un camarero apareció con una botella de licor y un refresco de naranja. No dudó cuando colocó cada producto con su dueño, acertando a la primera. — ¿Volverás nada más terminar?

- Supongo —Jimin agarró su botellín, lo vertió en una copa y empezó a beber con pequeños traguitos, pero sin descanso, terminándosela en poco tiempo. Yoongi alzó la mano y a los pocos segundos ya había alguien llevándose la botella vacía. — No tengo mucho más que hacer por aquí.

- Ahá.

- ¿Tú te quedarás hasta que terminen las vacaciones? —el pelinegro asintió, sirviéndose de su copa y dando un largo trago. Cada movimiento que hacía era delicado y manteniendo la compostura, como si controlara cada milímetro del universo. Podría hasta eructar y quedaría elegante. — Podrías aprovechar para salir de fiesta.

- ¿De fiesta?

- Ya sabes, alguna discoteca. Noche loca y esas cosas.

- Soy demasiado mayor para esas cosas —negó con la cabeza y dio otro trago. Jimin no estaba de acuerdo, pero prefirió no rebatirle. — Prefiero salir a cenar con tranquilidad.

- ¿Cómo ahora? —esta vez fue el mayor quien se encogió de hombros casi imperceptiblemente a causa de no encontrar ninguna respuesta. Jimin le miró travieso y añadió — ¿Soy tu noche loca, profesor?

- Eres mi cena tranquila y agradable.

- Me conformaré con eso —otro camarero apareció para traerle otro refresco exactamente igual, lleno. Lo vertió sobre su vaso y el rubio no tardó ni un segundo desde que se marchó para empezar a beber, agarrando el vaso con ambas manos. Se moría de hambre y Yoongi lo notaba, sonriendo con diversión. — Después de todo, pagas tú.

- Te quejarás —declaró el mayor con sarcasmo, entrelazando sus manos y apoyando su barbilla en ellas.

- No —Jimin dio otro trago y sonrió, mirándole fijamente. — No lo hago. 

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