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Jimin se despertó por el sonido del timbre de su piso, más no se levantó de la cama, no al primer pitido al menos. Estaba acostumbrado a que hubiera adultos más responsables que se hicieran cargo de la puerta en su casa, por lo que ahora, viviendo solo, había ciertos puntos negativos en los que no había reparado.
Otro pitido, esta vez más largo y molesto. Puso una mueca sin abrir los ojos, y de mala gana, con uno de ellos abierto, la sábana arrastrando a sus pies y la enorme almohada colgando del brazo, se dirigió entre pequeños pasitos hasta la puerta.
- ¿Quién e-
- ¿Tienes alguna norma que te impida abrir en los primeros diez minutos o cómo funciona? —le recriminó una voz que tan sonada se le estaba haciendo estos días. Su profesor se abrió paso en la casa sin pedir permiso, dejando en claro que las advertencias que su madre le daba a Jimin de pequeño sobre comprobar primero por la mirilla de la puerta, no eran tan descabelladas. — Sabía que te ibas a quedar dormido. — le colocó el móvil frente a la cara con la hora que era invadiéndola por completo. — Entras en hora y media al trabajo.
- ... —Jimin, aún adormilado y desconcertado, volvió a alzar la mano del contrario para ver otra vez el móvil. Afinó la vista y enfocó los números, como si tuviera que entenderlos. Al cabo de unos segundos, unos largos segundos, alzó la vista y miró al pelinegro, frotándose el ojo derecho con cansancio. — Queda una hora y media.
- Ya puedes ir preparándote —Yoongi dio un par de pequeñas palmadas y le apartó de en medio para dirigirse a la cocina. Una vez allí se empezaron a escuchar sonidos de botes y bolsas entrechocando, como si alguien estuviera rebuscando en los armarillos. — Oh, aquí estás —recalcó el mayor cuando vio al rubio aparecer por la puerta, mirándole de reojo un breve instante. — Sabía que no debía llevarte de fiesta, eres solo un niño.
- Oye, que m-
- ¿Dónde tienes la comida decente? —preguntó sin escucharle, abriendo la nevera. Desde el ángulo del rubio no se podía ver el interior de esta, pero por la cara que ponía su profesor no debía haber nada bueno ahí dentro. Al final, entre dos dedos y con cara de desagrado, sacó un par de lonchas de queso plastificadas. — No me creo que esto sea lo más nutritivo que tienes aquí.
- Ya no quedan muchos días de vacaciones y no voy a comerme la cabeza aprendiendo recetas —explicó el menor revolviéndose el pelo con sueño, aún desorientado con la situación. Hacía tan solo unos minutos estaba dormido en su cama entre sus colchas y mantas, le dolía solo el pensarlo. — Y por cier-
- ¿Tampoco tienes lechuga? —le miró alzando una ceja y Jimin se encogió de hombros, mostrando incluso con ese simple gesto el triple de interés del que realmente tenía por esa conversación. — Voy a ver que puedo apañar, porque no tenemos tiempo de comprar algo por el camino.
- Vale —el más joven, quien estaba perdiendo la paciencia y ganas de seguir hablando, asintió por inercia varias veces y levantó el pulgar. — Yo voy a dormir un ratito más. Tú siéntete como en tu casa.
Se giró, dándole la espalda al adulto, y agarrando la almohada con más fuerza, se dirigió tambaleando hacia la cama, frotándose ahora el ojo izquierdo. Casi iba a cruzar el pasillo cuando algo pequeño le golpeó la cabeza sin mucha fuerza. Frunció el ceño y se giró hacia su profesor, quien alzaba la mano con un par de cereales más, probablemente lo que acababa de lanzarle.
- ¿A dónde crees que vas? —preguntó el adulto apoyando una mano en la mesa y señalándole con la otra.
- A dormir... —Jimin señaló su cuarto y ladeó la cabeza, rascándose la sien con desconcierto. — Creo que te lo he dicho antes.
- Me refiero a que te queda hora y veinte para entrar a trabajar, te había escuchado perfectamente.
- Dormiré veinte minutos entonces —suspiró y miró receloso al contrario. — Habría sido media hora si no me hubieras despertado y entretenido estos últimos diez minutos.
- ¿Qué? —La frente de Yoongi se cubrió de arrugas de desconcierto e indignación, y cuando el menor se giró para marcharse otra vez, le lanzó el segundo cereal, dándole en la oreja y haciendo que rebotara contra la pared y cayera al suelo. — Tú no te vas a dormir, o es que no me has oído. Tienes que trabajar, mocoso.
- ¡Me quedan veinte minutos de dormir, agh! —exclamó el menor perdiendo la paciencia. Seguidamente suspiró y negó, intentando calmarse, y antes de que el otro pudiera hablar, retomó él mismo la palabra. — Está bien, está bien. Me voy a duchar. Tú ve haciendo lo que quieras. — en otra ocasión habría echado a la persona de su casa y ya llevaría durmiendo como quince minutos, pero en esta resultaba que el recién llegado era su profesor y además él mismo estaba demasiado adormilado como para discutir. — Sírvete lo que quieras, pon la tele...
- Date prisa.
- ¡Queda una hora y media todavía! —comenzaba a sacar de quicio al menor, quien a pesar de no llegar nunca tarde, se solía ajustar al tiempo lo más exacto posible.
- Y cuarto.
Sin dar pie a discusión, Jimin rodó los ojos y arrastrando los pies se dirigió al baño, donde cerró la puerta y se metió dentro de la bañera con ropa, la almohada y todavía mucho sueño restante. Abrazando a esta segunda, cerró los ojos y se puso a dormir el tiempo que le quedaba ahí dentro, donde nadie podía molestarle.
De ninguna manera lo habría hecho de saber que al rato sería despertado por un enorme chorro de agua cayéndole en la cara.
- ¡Aaaah! ¡Pero qué cojon-
- Sabía que estabas dormido —Yoongi, con una sonrisa de medio lado, cerró el agua y le lanzó una toalla. — Sécate, no hay tiempo para ducharte. Salimos en cinco minutos y desayunamos de camino porque todo lo que tienes en tu piso es incomible.
- No vuelvas a hacer eso en tu vida —murmuró Jimin amenazante, más sin mirarle. Aún intentaba asimilar lo que acababa de suceder. Jamás en su vida le habían despertado de esa forma tan malditamente desagradable y no quería volver a repetirla. — En tu vida.
- Como tú digas —respondió indiferente el adulto, sacando más de quicio al rubio si era posible. — Te espero en el bar de abajo. No tardes más de veinte minutos.
- Quiero dos donuts —ordenó aún enfadado, comenzando a desvertirse. Ni siquiera le importó realmente que su profesor estuviera delante, y una parte de su subconsciente disfrutaba haciendo sentir incómodo al mayor después de que le hubiera despertado no una, sino dos veces esa misma mañana. — Uno con y otro sin chocolate. Y un zumo de piña.
- ¿A-algo más? —preguntó el adulto girándose abruptamente, dándole la espalda. De cualquier manera, frente a él tenía un espejo en el que el alumno se reflejaba a la perfección a su espalda, por lo que tampoco pudo huir de esa forma. Fingió seriedad y tras varias toses se dirigió a la puerta.
- Algo salado.
- Hay muchas cosas saladas, sé más específico, por dio-
- ... —Cuando el adulto se volvió inconscientemente a mirarle, Jimin estaba desnudo, dándole la espalda y entrando en la bañera. Se giró inmediatamente, pero hasta en el fondo él tuvo que reconocer que no lo hizo todo lo rápido que podría haberlo hecho. — Pues yo que sé, algo salado.
- Algo salado, está bien, está bien.
- ¡Y un zumo de piña!
- ¡Lo que quieras pero date prisa si vas a ducharte! ¡Te espero en veinte minutos abajo!
Y aunque Yoongi no tenía mucha confianza, veinte minutos después apareció el rubio saliendo del portal con el pelo mojado y ropa limpia que se le pegaba más de lo acostumbrado al cuerpo debido a la humedad. Presionó el claxon para llamar su atención desde la otra acera y Jimin le saludó a la distancia cuando le vio, dirigiéndose con precaución para cruzar la calle, hasta el coche. Mientras lo hacía, Yoongi tuvo que apartar la vista porque no dejaba de pensar en la escena de aquella mañana, la cual se iba a obligar a enterrar de una forma u otra.
Jimin entró en el coche y tras ponerse el cinturón, algo que ya hacía automáticamente para agradable sorpresa del mayor, este último le tendió una bolsa blanca con un dibujo en medio, que además desprendía un delicioso aroma a apetecibles comestibles.
- ¡Gracias! —exclamó el menor, olvidándose por completo de la interrupción mañanera. Que le comprara comida y llevara en coche al trabajo compensaba por completo que hubiera sido tan pedante momentos antes. — Deja de agobiarte, vamos con tiempo de sobra.
- No me agobio, solamente no quiero que descuides tus obligaciones por mi culpa —Jimin le ofreció un mordisco de un donut sin chocolate al que no pudo negarse. Estaba rico aunque demasiado dulce para su gusto debido a todo el azúcar glass que lo envolvía. — Soy un adulto, debería darte ejemplo.
- Te sientes responsable porque me llevaste anoche de fiesta, no mientas —otro mordisco. Se limpió con el dorso de la mano y volvió a ofrecer otro mordisco al mayor, quien lo rechazó al tiempo que arrancaba el vehículo. — Lo tenía todo controlado, tardo media hora en ir andando desde mi casa.
- Lo tenías todo controlado, ahá.
- Hasta ahora el único que ha llegado tarde a algún sitio has sido tú —le echó en cara antes de abrir el brick de zumo y darle un trago. También le ofreció al mayor, quien dio su rechazo de nuevo. — Así que baja los humos.
- ¿Cómo has dicho?
- Que bajes los humos —Jimin rio travieso y Yoongi frunció el ceño, mirándole brevemente antes de devolver la vista a la carretera. — Seguro que conoces la expresión.
- No puedes hablar así a un profesor —le regañó indignado el adulto.
- No puedes colarte en casa de un alumno para despertarle.
- ¡Estaba preocupándome por tu trabajo!
- ¡Me has despertado con una ducha de agua fría después de haberme despertado acribillando mi timbre! —se terminó lo que le quedaba del primer donut y con los mofletes llenos, señaló indignado al adulto. — O se aplican las reglas de profesor y alumno en ambas direcciones, o no hay reglas.
- ... —Yoongi paró en un semáforo y aprovechó para mirar desafiante al rubio, quien ya estaba hincándole el diente al otro donut, esta vez de chocolate. — ¿En ambas direcciones o nada de reglas? —Jimin asintió con la boca a rebosar de migas. — ¿Y qué me dices del bollo que te estás comiendo? —Jimin sonrió y levantó el pulgar. — Está rico, ¿eh?
- Esto te lo paso —respondió el menor, haciendo que el conductor del vehículo suspirara y recordara en ese mismo instante la edad y posición de su compañía. Solo había que ver la forma en la que se bebía el zumo para ser consciente de lo niño que todavía era. — Y lo de llevarme en coche al trabajo también está permitido.
- No te acostumbres —murmuró arrancando de nuevo, aunque una vez se lo planteó durante el trayecto, no le pareció tan mala idea. Aunque claro que Yoongi no aceptaría de ninguna forma a ser su chófer, por muy poco que le molestara. Cruzaba demasiado la línea.
- Podría acostumbrarme, la verdad.
- Pero no vas a hacerlo —declaró con más convicción en la voz de la que realmente sentía en su interior. Aprovechó otro semáforo para dar un trago a la bebida de su acompañante y siguió con el camino, bajando la velocidad puesto que quedaba una manzana para llegar y aproximadamente quince minutos para que Jimin tuviera que entrar al trabajo. — ¿Quieres algo más de comer?
- ¿Estás intentando hacer tiempo para no reconocer que yo tenía razón y hemos salido muy pronto? —Yoongi no respondió, lo que le sirvió como respuesta al menor, quien soltó una carcajada esparciendo un par de migas del segundo donut que acababa de terminarse. — Por cierto —dejando de lado el tema, metió la mano en la bolsa blanca y sacó el último comestible envuelto que quedaba.
- Entonces no quieres nada.
- No, estoy bien —respondió, aunque ya estaba desenvolviendo con ansias lo que supuso que sería el comestible salado que le había encargado. — ¿Qué has comprado? —preguntó sin esperar respuesta, pues estaba a un segundo de verlo por él mismo. — ¿E-es un trozo de pizza?
- Dos.
- ¡Genial, muchas gracias! —agarró un rectángulo de la de cuatro quesos y le hincó el diente, haciendo que el queso fundido se estirara de una manera tan apetecible que incluso al mayor se le abrió el apetito. Jimin lo notó y sonrió, tendiéndoselo para que le diera un mordisco, el cual fue incapaz de rechazar. — Pensé que cogerías un sándwich o algo.
- ¿Hm? —estaba aparcando frente a la entrada del trabajo del menor, pero aún quedaban varios minutos, por lo que ninguno salió del coche. Jimin le tendió lo que quedaba del primer trozo de pizza y agarró el segundo, que llevaba casi los mismos ingredientes. — ¿A qué te refieres?
- No tienes pinta de pizza —dio un mordisco y otra vez el derretido queso parecía digno de admiración, incluso se veía más apetecible entre los carnosos labios brillantes por la grasa del menor. Podría pasar por un anuncio perfectamente. — De persona que coma pizza, me refiero.
- Pues como pizza.
- Ya lo veo —dio otro mordisco y Yoongi tuvo que apartar la vista para no hipnotizarse con los labios de su alumno de nuevo. A veces sentía como si estuviera perdiendo la cabeza. — Pareces más el tipo de pasta sin tomate. Ya sabes, esos spaguettis que solo llevan aceite y hojitas verdes.
- Perejil.
- Te sabes hasta el nombre, lo que yo decía —antes de que el mayor se pudiera dar cuenta, ya debían haber pasado los minutos, porque el menor se apresuró a meterse el último trozo entero en la boca y salir del coche. — Te pierdes lo mejor de los spaguettis, que lo sepas.
- ¿Y qué es lo mejor según tú?
- Mi compañía mientras los comes, por ejemplo —bromeó el rubio. Cerró su puerta, rodeó el coche y apareció en la ventanilla de Yoongi, la cual bajó inmediatamente. Jimin se apoyó en esta de brazos cruzados y sonrió. — Además del tomate, el más pringoso que encuentres. Y por supuesto el queso.
- Me lo apunto para esta noche.
- ¿Con mi compañía incluida? —el adulto no respondió y Jimin no se atrevió en insistir, pero por como sonreían ambos, aunque no se hubiera tomado el silencio como una confirmación, tampoco lo hizo como un rechazo. — Bueno, yo me voy yendo —se incorporó y arregló un poco el flequillo en el espejo lateral. — Muchas gracias por traerme.
- No te acostumbres —repitió con mucha menos seriedad que la vez anterior. El menor ya se estaba alejando cuando pitó el claxon una última vez para llamar su atención, cosa que funcionó porque el rubio se giró inmediatamente.
- ¿Sí? —preguntó a un par de metros.
- ¡Tú ganas! —Jimin se acercó un par de pasos más para agudizar el oído— nada de normas —añadió sonriendo, incluso emocionado.
Y mientras su alumno levantaba le pulgar, entrecerrando los ojos, acompañados de una enorme sonrisa, ni se planteó por un momento cualquier consecuencia desagradable de futuro. Había conseguido hipnotizarle por completo.
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