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No sería mentira que la motivación que sacó Jimin los siguientes días para seguir asistiendo al trabajo fue por la pequeña esperanza de ver a su profesor. Ni siquiera tenía grandes expectativas, tan solo le hacía ilusión encontrárselo y aunque fuera, intercambiar un par de palabras. Esperó casi media semana para que volviera a aparecer y se conformó con recibir un 'ahá' de respuesta a su aburrida observación sobre el caluroso tiempo.

No esperaba mucho más. Cierto que quizás en un principio se había hecho otra idea de lo que podría suceder ese verano, pero no por otro motivo que el aburrimiento. Ese profesor era lo único que ponía en alerta a Jimin en aquella pequeña ciudad de costa. Le gustaba fantasear, y pensar en que el destino le había enviado una distracción de verano nunca sentaba mal, pero en el fondo era consciente de la realidad, y si no lo hubiera sido, la distanciada actitud del adulto lo habría dejado más que claro.

Por ello Jimin se sorprendió cuando al día siguiente el hombre se bajó las gafas negras de sol y mostró más atención en él tras hacer el pedido.

- ¿Un día duro? —El rubio carraspeó sorprendido y asintió rápidamente. No entendía ese comienzo de conversación por parte del adulto, más tampoco le desagradaba, de hecho, la sensación que le invadió poco a poco el pecho era muy agradable. — Debe costar trabajar con estas temperaturas...

- Podría ser peor —respondió con una sonrisa, guardándose todas las quejas que tenía sobre su trabajo. Si hubiera sido cualquier otra persona, a excepción de su estricta encargada, no habría dudado en despotricar a cien por hora, pero con su profesor debía comportarse. Sobre todo, siendo la primera conversación que no empezaba el mismo Jimin hablando del tiempo. — ¿Se ha olvidado su libro? —preguntó curioso al no verlo entre las atractivas manos del mayor como de costumbre.

- Lo terminé ayer —se quitó por completo las gafas de sol y acomodó en el sillón con los brazos extendidos. Jimin aún con la libreta del pedido en la mano apenas podía juntar los labios de lo emocionado que estaba por que le hiciera caso.

- ¿Y no tienes otro para leer?

- No creo que me convenga leer más —el adulto se inclinó sobre la mesa y cruzó los dedos entre sí con una actitud madura, más para sorpresa del rubio, este estaba sonriendo. — Vine aquí en busca de inspiración.

- ¿Inspiración?

- Inspiración para escribir.

- Oh —a pesar de que era su profesor de literatura, jamás hubiera imaginado al profesor Min escribiendo una novela. De hecho, ahora que pensaba sobre ello, no podía imaginar acerca de qué escribiría su profesor. — ¿Es una historia de amor? ¿De miedo?

- Aún no lo sé —se encogió de hombros y descruzó las manos, acomodándose de nuevo. Por algún motivo eso puso ligeramente nervioso a Jimin, recordando que aún estaba en horas de trabajo y el pedido de su profesor llevaba más de lo necesario escrito en su libreta. — Tengo que empezar a escribirla.

- A mí me gustan las historias de suspense... —miró a los ojos a su profesor, percatándose de las delicadas facciones que este tenía. Era muchísimo más guapo de lo que le recordaba en clase. Si hacía unas semanas le hubieran preguntado por su voz, quizás ni hubiera podido pensar en ella porque no le vendría a la mente por más que lo intentara. — Las de crímenes y misterio.

- Muy bien — El adulto volvió a colocarse las gafas y su alumno, o al menos durante horario laboral, tragó saliva, percibiendo que la conversación terminaría ahí. — ¿Tienes apuntado lo que te he dicho?

- Lo mismo que pides siempre — Yoongi alzó la vista sorprendido por ese cambio de formas para referirse a él, pero apenas le dio tiempo a reaccionar porque Jimin rectificó de inmediato. — Que pide. Lo mismo que pide siempre, señor.

- ... —el mayor hizo como que no se había percatado y asintió tras sus opacas y modernas gafas de sol.

- Ahora mismo se lo traigo.

Dijo apresurado tras varias reverencias. Mientras se dirigía a la barra no podía evitar sonreír por el acercamiento. No tenía nada que hacer, nada que preocuparse, y el señor Min estaba comenzando a darle un juego que más que importante, era divertido. Algo con lo que distraerse. Jimin era un adolescente trabajando en vacaciones de verano sin ningún amigo o conocido cerca, su profesor de literatura era lo máximo a lo que podía aspirar.

Rápidamente volvió con la bebida a la mesa del adulto, sonriente y emocionado como lo estaría un niño esperando la aprobación de sus adultos. No tuvo la conversación o atención que esperaba, pues el pelinegro había sacado una pequeña libreta, muy parecida a la que tenía él para tomar sus pedidos, y se había puesto a escribir en ella con casi la misma concentración que leía su libro días atrás.

Mientras trabajaba no podía evitar mirarle siempre que podía. Sus expresiones eran diferentes a las que ponía cuando leía, era muchísimo menos transparente. Tan solo mostraba concentración y silencio. De vez en cuando paraba de escribir y sus miradas se encontraban. Jimin alzó la mano para saludarle las primeras veces, pero luego se limitó a sonreír esperando una amable sonrisa también por parte del adulto.

Tras tres bebidas este último desapareció al cabo de varias horas. Por suerte ya estaba a punto de cerrar el local y Jimin no tenía mucho más que hacer, así que lo 'agotador' de su día había terminado.

En cuanto terminó de cambiarse el uniforme y ayudar un poco con la limpieza del sitio, se puso sus pendientes y demás accesorios que no le permitían llevar durante el trabajo, despidió a sus compañeros y se marchó al pequeño apartamento que su tía abuela le había prestado por el centro de la ciudad.

Las calles estaban abarrotadas de gente, no podía dejar de pensar en llegar y tumbarse. Relajarse. Se lo tenía merecido, llevaba trabajando todo el día y solo quería llegar a casa. Más una vez estuvo tirado en la cama viendo la tele, las ganas de que empezara la jornada, empezaron a crecer dentro suyo. Estaba claro que no quería trabajar, más estaba de la mano con el trato con los clientes. Y estos últimos, concretamente uno, era con el que gastaba la mayor parte de los mejores momentos de su día.

Mientras tanto Yoongi se terminaba el delicioso plato de pasta que acababa de prepararse y veía la tele perezosamente, tampoco prestándola mucha atención. Sus ojos no paraban de ir a la pequeña libreta que reposaba junto a él y un sentimiento de culpa le invadía.

Tras esas líneas que adornaban las páginas en blanco de su libreta, su faceta de adulto, escritor y sobre todo profesor, comenzaba a tambalearse. No se terminó el plato y al igual que su alumno, pero sin saberlo, también se terminó durmiendo pronto, y con unas irrefrenables ganas de despertar al día siguiente.

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