Discusión.

Capítulo 39: Discusión.

Annabeth se deja caer en su asiento mientras revisa su correo. Su misterioso admirador le ha respondido el correo.

«No sabes lo feliz que me hace saber que irás conmigo al baile. Te aseguro que no te arrepentirás.

Te quiere, tu admirador secreto».

—¿Otro correo? —la voz de Piper la sobresalta. Annabeth mira a su amiga sentada a su lado, sorprendida.

—¿En dónde te metiste?

Piper le resta importancia con un gesto.

—Nada importante. Ahora, responde mi pregunta.

Annabeth se muerde el labio, dudosa unos segundos. Luego se siente mal por dudar de contarle algo a Piper. Ella es su mejor amiga. Puede contarle lo que sea.

Annabeth le cuenta todo, desde los correos con su admirador hasta el baile de verano. Cuándo finaliza, Piper la está mirando boquiabierta.

—¿Irás al baile de verano con él? —pregunta, perpleja—. ¡Ni siquiera lo conoces!

Annabeth le da una mirada exasperada.

—¿Podrías apoyarme en esto, por favor? Al fin sigo adelante, deberías alegrarte por mí.

—Pensé que querías a Percy —replica Piper.

—Y lo quiero —afirma Annabeth—, pero él me dejó claro que no me quiere a mí. El admirador... él me quiere de verdad. Le voy a dar una oportunidad y luego vemos qué pasa.

—Annabeth, estás siendo irracional —dice Piper—. ¿Te escuchas siquiera? Percy todavía te quiere. Y te quiere muchísimo. Esto no va a arreglar nada, lo vas a estropear todo.

—¿Y tú como sabes si me quiere o no? —frunce el ceño, empezando a enojarse—. ¿Acaso te lo dijo? No me sorprendería, puesto que ahora él es tu mejor amigo.

Piper la mira con una mezcla de enojo y malestar.

—¿Has pensado siquiera si esto es lo correcto? —le cuestiona—. No sé. Me parece que sales con el admirador para poner celoso a Percy.

Annabeth abre la boca en una gran O, sintiéndose ofendida.

—¡Eso no es verdad!

—Da igual. Sea lo que sea, lo haces por las razones equivocadas. Abre los ojos, Annabeth. El admirador no te conviene —recoge su mochila y se pone de pie—. Avísame cuándo vuelvas a ser racional.

Se da la vuelta para sentarse en otra mesa.

—Si es que decido volver a hablarte —suelta Annabeth sin pensar—. No quiero ser amiga de alguien que no me apoya.

Piper le da la espalda, pero puede verla ponerse en tensión.

—Bien. Como quieras —dice fríamente antes de sentarse en la esquina contraria que ella.

Annabeth vuelve la vista a su cuaderno y el teléfono. De inmediato el sentimiento de enojo es reemplazado por uno de remordimiento y dolor.

¿Qué acaba de pasar?

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