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Enamorado de mi gata.

Fragmento capítulo 1:

***

Esa noche, terminada la fiesta, Lucas apareció en mi habitación, cosa que me sorprende, no importa que tanto yo lo provocara, no caía, aunque ahora que había pasado lo nuestro, lograba tener más libertad.

— ¿Qué quieres? — Pregunté mientras me cambiaba de ropa. No me inmutaba su presencia, ni que me fuera a hacer algo. Para mi sorpresa me agarró de la muñeca y me tiró en la cama, me reí.

— ¡Deja el escándalo! — Exclamó, yo me volví a reír.

— Tonto, tú eres quien está levantando la voz. – Dije con una sonrisa, y, antes de que dijera algo lo agarré de la barbilla y lo besé, él se dejó, sin responder, sin hacer nada.

— ¡¡Valle!! ¡¡Lucas!! – Se escuchó un pequeño grito, sabía bien quién era, mi madre, que había entrado sin tocar, culpa del idiota de Lucas, única vez que hace algo atrevido, única vez que mi mamá entra sin tocar, única vez que mi mamá me descubre en una acción así.

Lucas y yo nos separamos.

— Mi Se... — Lucas quiso decirle algo, yo suspiré, inútil, me dije. Se escuchó el sonido de la mano de mi madre en la mejilla de Lucas.

— ¡¡¡LARGO!!! – Gritó mi madre, yo tuve la acción de taparme los oídos, mientras Lucas se iba corriendo. Lo dicho, era inútil, era mujer, era ridículamente histérica, ni que yo no fuera mujer ya, ni que no fuera a crecer. Volví a suspirar.

— ¿Quieres que me vaya o te vas a calmar? – Fue lo único que dije, ella pegó un chillido, me iba a dar una de las que le dio a Lucas, pero yo me transformé en gato y me fui.

***

Fragmento capítulo 2:

Me despierto y lo primero que encuentro es mi teléfono con más de 100 llamadas pérdidas, y 50 mensajes de mi madre.

Los mensajes decían cosas como que era urgente, de vida o muerte y cosas así. En mi preocupación, agarré un suéter verde y sandalias negras, las llaves de mi auto, y salí corriendo al departamento de mi madre.

En medio camino, lo único que rogaba era que mi madre estuviera bien y que, ¡Por favor!, No fuese una de sus veces que me llamaba con cualquier tontería, y yo siempre llegaba como hijo preocupado.

¿No les pasa que normalmente nosotros los hijos somos los malcriados, los que siempre forman alboroto y todo eso? Pues, en mi caso no es así. Yo, José Rodríguez, de 23 años de edad, estudiante de Arquitectura en la mejor universidad de mi país, el último de mis 5 hermanos, y yo era el que corría por las ocurrencias de mi madre.

Llegué casi tirando la puerta de su apartamento.

— ¡¡Mamá!! ¡¡¿Qué pa... —

Había llegado casi gritando para encontrarme con mi madre de lo más normal, tranquila, atendiendo a lo que parecía ser un gato blanco todo feo, herido. Yo suspiré.

Díganme, que ese gato no fue la urgencia de mi madre, ¡Por favor, dígamelo!

Autor: Yhaselis37

Editora: Catafinar