1. Trabajo fallido
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Debí tener más cuidado y no salir a trabajar a esa hora. Era muy temprano pero el hambre me estaba venciendo, debía llevarle la cena a Sammy, él no había comido en todo el día, y yo menos. Lo único que teníamos era una caja de cereales, ya ni leche donde remojarlos nos quedaba. Una bolsa de maníes tampoco eran mucho, se la di a él y salí a buscar dinero a la calle.
—¡Hey, tú, rubio! —un sujeto fornido de cabello blanco peinado hacia atrás, con una gomina que olía mal y chaqueta de cuero, detenía su motocicleta frente a la puerta color carmesí donde esa noche me habían enviado a esperar— ¿Cuánto por una mamada?
—200 —respondí al acercarme—. Y cobro por adelantado.
—¿Qué? ¿Por qué eres tan caro?
—Es que... soy el mejor en eso —respondí con una sonrisa y un guiño.
—¿Ah sí? ¿Eres Dean? —meditó unos instantes como agradeciendo su suerte— Te hacía más... bajo. Toma —me dio los billetes y los guardé.
—El mismo, respirando y sobreviviendo —respondí extendiendo mis brazos a los costados.
—Basta de charla. Vamos, ¡sube que no tengo mucho tiempo! —dijo, indicando que subiera a la moto.
Lo obedecí y me subí en silencio, salimos de allí a alta velocidad, se detuvo en seco en un callejón oscuro y sucio. El sonido de las ratas escarbando en la comida de los contenedores llegaba muy cerca de mis oídos.
—¡Vamos! ¿Qué esperas? ¡Ponte a trabajar! —el sujeto desabrochó su pantalón y acercó mi cara a su entrepierna.
—Sí, como usted mande, señor —le dije, acatando su orden con una voz suave sabiendo que debía mostrarme sumiso.
Por las malas aprendí que hacerme el rudo no me servía de mucho, hay que hacerlos creer que ellos tienen el control, eso los "prende" más, y si se calientan... más gano yo.
Abrí su cremallera lentamente, bajé su ropa interior junto con sus pantalones hasta las rodillas y me dediqué a lo que era mi especialidad.
Lo succioné con devoción, deleitándome con cada lamida. Sus gemidos me instaban a seguir, sabía que era bueno, su agarre y el dolor en mi cuero cabelludo me lo decía, su ceño fruncido se había borrado, ahora sus ojos estaban cerrados en un gesto de sumo placer, se preparaba para alcanzar el orgasmo alzando su mirada al cielo. Sus manos empujaban mi boca hacia su miembro salvajemente, arremetía más profundo, sus caderas se movían sin control. Su punta tocaba mi campanilla, más profundo no podía llegar, él estaba al límite, con mi lengua lamí su pene grueso mientras lo sacaba de mi boca.
Levanté la vista para hacer contacto visual pero él continuaba con la mirada perdida.
—¡No te detengas! —dijo ante la falta de contacto de mi boca con su pene palpitante.
—No lo haré —respondí.
Me preparaba a engullirlo de nuevo para succionar con más vigor cuando el motor de un patrullero acercándose interrumpió mi concentración, las luces parpadeantes azules y rojas lo delataban, el foco delantero se posó sobre mi rostro y me encegueció, el policía nos vio y bajó con su linterna en mano.
El sujeto tiró de mi cabello arrojándome al suelo, ganando así tiempo para huir, subió sus pantalones y se marchó en su motocicleta.
El policía me atrapó.
—¡Detente! ¡No te muevas! Te llevaré a la comisaría —anunció dirigiendo su potente linterna hacia mí, haciendo que con mi brazo cubriera mi rostro.
—De acuerdo, está bien, oficial —respondí aceptando mi castigo.
—¡Levántate! ¡De espaldas en la pared! —dijo golpeando con la linterna mis costillas— ¡Coloca las manos en la espalda! —un frío metal cubrió mis muñecas sujetándolas juntas. Me guio al asiento trasero del vehículo y encendió el motor.
—¿No tengo derechos? ¿Bajo qué cargos me está deteniendo? —pregunté fingiendo no saber.
El hombre encendió la radio para comunicar su regreso a la estación de policía.
<<Mónica, encontré otro, en quince estoy ahí>>, anunciaba entre risas burlonas.
—¿Sabes?... —dijo al apagar el comunicador— Ustedes... los taxiboy, dan asco, son repugnantes, debería darte un tiro en el medio de la frente y decir que quisiste huir, pero no quiero llenarme de papeleos, este fin de semana comienzan mis vacaciones y eso me atrasaría mucho, por esta vez... te salvas.
—Supongo... que tuve suerte. ¡Debo tener un ángel cuidando de mí! —respondí para no demostrarle lo asustado que estaba con lo que me acababa de decir.
Ya no me habló en lo que restaba del viaje. Mejor así porque podía usar ese tiempo para pensar qué decirle a Sam cuando regresara a la mañana siguiente, al menos había conseguido un poco de dinero para pagar su desayuno y almuerzo. Era obligación de la policía devolverme mis pertenencias cuando me liberaran.
***
—¡Winchester, nos volvemos a ver! ¿No abandonas esta vida aún?, ¿te gusta demasiado ser la perra, no?
—Adivinaste, Gordon, siempre tan brillante. Sigue así y puedes ser el próximo Einstein —dije mientras me forzaban a sentarme frente a su escritorio.
—La quinta vez en el mes que te atrapan, reincidencias pesan, ¡esta vez no te vas a librar tan fácil de un castigo! —me amenazó.
—¡No! Tengo que volver a casa, mi hermano debe alimentarse, no lo entiendes.
—Ya, ya. Winchester, ¿qué edad tiene tu hermano?
—Doce.
—Servicios sociales irá a verlo, una tutora lo va a cuidar mientras tú te rehabilitas —dijo uniendo sus manos sobre el escritorio.
—¿Qué? ¿Me rehabilito? ¿En dónde? ¿De qué hablas? —intenté levantarme pero unas manos en mis hombros me lo impidieron.
—Lo que oíste, seis meses en un correccional de mediana seguridad serán suficientes para cambiar tu vida, y si no cambias serán seis meses más... o la cárcel.
—¡Pero si no infringí ninguna ley!
—¿¡No!? No me hagas enumerarlas que no me las sé de memoria y no tengo ganas de leer tanto número, pero son varias sí, "Prostitución", "Venta de drogas"... "Incitación al delito". No creas que no lo sé todo sobre ti.
—No puedo dejar a mi hermano solo, él depende mucho de mí, soy lo único que tiene... p-p-po-por- f-favor oficial, no me separe de él —le supliqué.
—Eres patético, Winchester, ¡Mírate, rogando como perra! ¡Das lástima! Qué suerte que tu madre no vive para ver la escoria en la que te has convertido ¡Debe dar vuelta la cara donde sea que esté! ¿Estás siguiendo sus pasos? —dijo a mi lado el policía que me custodiaba.
La rabia creció en mi interior sin notarlo, antes de darme cuenta tenía mis manos alrededor del cuello del sujeto, la cara se le había puesto roja por la falta de aire, daba bocanadas intentando recuperar el oxígeno que le estaba robando al presionar fuerte en su tráquea. Una punzada de dolor recorrió mi espalda haciéndome caer al suelo y soltando al policía.
—Lo merecías —dije hecho un ovillo en el piso, sin arrepentirme por lo que había hecho—, mi madre era una buena mujer.
—¡Dean Winchester! Lo que acabas de hacer agrava tu situación, tu penitencia te llevará al correccional para adultos de mediana seguridad del condado de Kansas, un sitio aislado, desolado y alejado, lo único vivo alrededor son los lobos salvajes... y los osos, tal vez tengas suerte y alguno devore tu cuerpo —dijo el Sheriff Gordon como una sentencia sin objeción.
—¡Ya llévenselo! —dijo frotando su cuello el policía al que había atacado con una mueca de dolor en su rostro.
—Sí, enseguida —respondió otro oficial siguiendo la orden.
Pasé la noche en una fría celda, la cama o lo que se podía decir que servía para dormir era una tabla que sobresalía de la pared, tenía el suficiente espacio para dormir de costado si no quería caer al suelo, para taparme solo había una fina tela que no llegaba a ser una sábana, de almohada usé mis manos.
No pegué el ojo hasta las nueve de la mañana, a las diez y media me sacaron de allí y me subieron a la patrulla para luego pasarme al ómnibus que nos trasladaría a mí, y al resto de los reclusos en rehabilitación al correccional.
El viaje fue silencioso. Cada cual iba sumido en sus pensamientos, de vez en cuando me encontraba siendo observado por uno u otro sujeto.
Esperaba que no pudieran averiguar cuál era mi trabajo y no tener que usar mi experiencia en el lugar al que iba, pero últimamente... era lo que me sacaba de apuros.
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Por ahora solo este capítulo es narrado por Dean.
Este fanfic lo tenía escrito hace años pero nunca lo publiqué.😅
#Jo
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