«10»
Aquel auto se detuvo justo al frente de una pequeña casa color verde enebro. El nerviosismo sacudió su cuerpo como un temblor a una ciudad. Ambos chicos salieron de el, y con pasos algo indecisos por parte de la peli negro, caminaron hasta llegar de frente a la puerta.
Sentía que habían pasado años desde la ultima vez que estuvo ahí, aunque sólo llevaba unas cuantas semanas realmente.
Ha In era su mejor amiga desde el preescolar, su padre y el suyo eran compañeros y buenos amigos en la estación de policía, desde el principio hubo una notable conexión, pareciese que ella tenía todo aquello que a Na Ra le faltaba y viceversa. Nunca había estado separada de ella por tanto tiempo, hasta ahora.
Un suspiro largo y pesado abandonó su cuerpo. Tocó insegura.
Aguardo unos segundos, hasta que una señora de la mediana edad asomó la cabeza.
—¡¿Na Ra?!—exclamó con notable confusión.
Y antes de que la susodicha pudiese contestar, una castaña salió disparada hasta enrollarla en sus brazos. Permaneció ahí durante un largo rato, la pudo escuchar casi sollozar sobre su hombro.
—¡Dios mío!—susurró cerca de su oído, para después separarse lentamente quedando frente a frente—¡¿Dónde rayos te metiste?! ¡¿Sabes lo preocupada que estaba?! ¡Te llamé miles de veces!
—Yo...
—Ha In, dale un respiro por el amor de Dios—habló su madre—Vamos, entren a la casa, está helando aquí afuera.
La señora se hizo a un lado para poder dejar pasar a las dos jóvenes. Automáticamente la calidez de tal hogar se desprendió y los enrollo como una manta incitándolos a pasar lo más pronto posible, luego se le quedó mirando al castaño quién solo permaneció de pie a las pequeñas escaleras de la entrada.
—Yo...esperaré afuera—mencionó Tae apenado cuando su mirada chocó con la de la señora.
—¿Seguro? Vas a congelarte—le habló Na Ra tomándole de la muñeca tratando de llevarlo adentro, sin embargo él puso resistencia.
—Seguro, esperaré en el auto, tómate tu tiempo.
Na Ra ya no discutió nada más, así que soltó su agarre suavemente y decidida entró a la casa con su amiga detrás.
—Haré un poco de té de jazmín—comentó su madre caminando hasta la cocina para dejarles conversar a solas.
Ambas tomaron asiento en la sala.
—Dime que pasó Na Ra, desapareciste completamente, has faltado a la escuela, y ahora un chico misterioso y maldita mente guapo té acompaña—susurró tomándole de las dos manos con angustia—¿Qué pasó contigo? Fui a tu casa todos los días las últimas semanas. Deje cientos de mensaje y realicé infinitas llamadas. ¡Estaba tan preocupada por ti que estuve a punto de llamar a la policía!
—Y-yo, no puedo explicártelo completamente, porque ni yo misma sé qué pasa—admitió la peli negro—Pero...necesitaba platicar contigo, necesito que...
Más no pudo terminar de hablar cuando las lágrimas ya resbalan por sus mejillas cuán gota de lluvia en la resbaladilla. Ver en ese momento a su amiga, le había hecho recordar como solía ser su vida antes de todo ese desastre en el que ahora se hallaba envuelta. Quería, deseaba con cada partícula de su ser que fuese un mal sueño, que al día siguiente despertara en su habitación, bajar a la estancia y encontrar a su tío cocinando su desayuno, luego salir hacia el colegio y encontrarse con su mejor amiga para platicar de cosas triviales y sin importancia, y en el mejor de los casos, poder encontrar al castaño de rulos en mejores circunstancias.
—Ey...—le calmó Ha In limpiando las gotas bajo sus ojos—Todo va a estar bien Na Ra, tranquila, sabes que odio verte llorar. Y sabes que puedes contarme lo que sea, siempre buscaré la forma de ayudarte.
—Gracias, lo necesitaba—susurró sorbiéndose la nariz —Necesitaba escuchar eso viniendo de ti.
—Dime, ¿Has estado comiendo bien? ¡Haz adelgazado tanto! ¿Dónde has estado viviendo? ¿Qué pasó en casa? Es como si estuviese deshabitada.
—Estoy viviendo con el chico que me espera afuera. En una cabaña, en medio del bosque donde solíamos acampar de niñas—explicó— Se que suena loco, pero Ha In...prometo, que algún día voy a contarte absolutamente todo, primero debo organizar mis ideas, encontrar mis respuestas.
—Esperare, no quiero que te sientas presionada—respondió la contraria sonriendo serenamente—Lo único que importa ahora, es que te encuentras bien.
—Muchas gracias.
—Pero Na Ra...¿Tú tío...está contigo?
—Él...—tragó grueso—Esta muerto.
El anochecer se instaló como una manta sobre sus cabezas, la lluvia era un torrente que se desplomaba. Nadie decía nada, la joven observaba el paisaje gris a través de la ventana mientras Taehyung se dedicaba simplemente a manejar despacio.
—Es agradable—interrumpió inesperadamente—Las dos parecían ser buenas personas.
—Lo son—se limitó a contestar.
—Creí que te ayudaría verlas, pero ahora no estoy completamente seguro—murmuró para si mismo.
Y sin saber exactamente qué más decir o hacer, deslizó su mano hasta posarla sobre la de la chica, ella se tensó al principio, tensión que le obligó a girar lentamente para mirar al castaño. Al sentir esa calidez desprenderse, correspondió aquel agarre entrelazando sus dedos con los suyo, Tae la miró un momento regalándole una pequeña sonrisa de boca cerrada, Na Ra sonrió de vuelta.
Una media hora después, el castaño aparcó el auto fuera de la cabaña, pero antes de poder decir algo más, Na Ra salió del auto y caminó adentro.
Pasaban los días y creía haber mejorado pero volvía a ocurrir; volvía a sentir ese vacío dentro de si, una angustia, las ganas de llorar por todo y por nada realmente, volvía el estrés, dolores de cabeza y pensamientos que no le dejaban concentrar, puede sentir como querían acabar con ella. No se entiende, ríe, efímeramente es feliz, pero en el fondo seguía sintiendo un vacío que no desaparece.
—Na Ra...—susurró Taehyung entrando a la habitación.
—No importa lo que haga o lo que elija, lo que piense, Tae. Yo soy lo que está mal, no puedo hacer nada —respondió observando llegar al castaño—Si no me estoy lastimando a mi, estoy lastimando a otras personas y se ha vuelto tan difícil sin el, porque cada pequeña cosa, así sea insignificante, lo trae a mi mente, incluso si alguien más, yo...
—Lo siento—dice—No sé que hacer para hacerte sentir mejor.
—Tae...
——Todo va a salir bien, Na Ra, prometo cuidar tu corazón antes que el mío—afirmó.
Ambos cruzaron miradas.
La mira, de cerca la mira, se miran cada vez más de cerca y sus ojos se agrandan, se superponen respirando confundidos, entonces en un movimiento rápido, ella se lanza a el provocando que sus bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene acompañado de un silencio, de un sabor a menta y tabaco.
Entonces sus manos buscan hundirse en el pelo de la chica, acaricia lentamente la profundidad de sus cabellos mientras el beso continúa como si tuviesen la boca llena de peces, de movimientos vivos. Y si llegasen a morderse, el dolor es dulce... Sus manos exploran cada parte de su cuerpo con ternura deshaciéndose de cada prenda hasta hacer rozar ya sus cuerpos desnudos, se enroscan el uno al otro, el entra con delicadeza, con dulzura, ella se entrega por completo dejándolo a sin aliento.
Bajo la tenue luz de la luna, escuchando la fuerte lluvia chocar contra el tejado, en el medio de la nada, aquellas dos almas solitarias se entregan completamente volviéndose una, complementándose entre sí. Al tocarse, sus dedos no cuestionan lo que son, sus cuerpos saben quienes son. Lo extraño acerca de los extraños es que son desconocidos y conocidos. Y él entiende qué hay un patrón de ella, una forma que comprende, una geometría privada que se complementa con la suya.
Ella para él era un laberinto en el que se había perdido y ahora no encontraba salida. Pero era el mejor entierro de todos. Porque sin querer, sin saber, sin pensarlo...
Los dos siempre estuvieron buscándose. Y ahora...
¡Joder!
Ahora se habían encontrado.
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