8. Desesperación colectiva
Una vez al año las escuelas domésticas femeninas y las escuelas de Novios se unían, en sí no era tanto una unión, simplemente nos dejaban vernos, aunque nunca nos mezclamos, menos tocarnos, era un día muy ansiado por la mayoría, pues generalmente podían volver a verse con alguien de un género opuesto que no fuera directamente familiar. En dicha reunión también estarían los hijos de los Señores poderosos, aunque nadie lo dijera todos sabíamos la verdad, más que una reunión para socializar era una forma discreta en la que los futuros lideres de la comunidad podrían escoger una Esposa o Esposo, dependiendo de sus gustos.
— La que sigue, ¡Vamos, niñas, dense prisa! ¡Que sus valientes caballeros las están esperando! No esperan que sean corteses si ustedes son mal portadas, ¿Verdad?
— No, maestra Elsa.
Respondemos todas al unísono. Estábamos en fila, todas portando vestidos violetas y rosas, ellos llevaban trajes azul o rojo. Las maestras nos inspeccionaban, asegurándose que nos viéramos presentables, hermosas, perfectas, deseables para que los futuros Señores tuvieran una idea de a quienes desear cuando fuera el momento de buscar esposa, la maestra María deja caer una cinta simétrica justo en las rodillas de quienes están delante de nosotras, otras dos maestras caminan a nuestro alrededor en cada fila, mirando, asegurándose de que no hagamos nada malo o que cause mala reputación.
— La que sigue.
Elisa pasa al frente, miden que su falda este más abajo de los talones, que la manga de su vestido sobrepase los codos, que su cabello rizado esté bien peinado en dos trenzas, que su piel sea suave, que el tamaño de su cintura sea correcto, entre otras cosas que desean los muchachos.
— ¡Pero que bien, Elisa! ¡Cada vez que te veo estás más bella! ¡Y miren niñas! Tiene un buen tamaño de busto, ¡Eso es genial! Darás mucha leche para tu marido e hijos — Elisa baja la mirada avergonzada, pero sumamente feliz, ¿Cómo Elisa no podría ser considerada bella? Con esa piel morena y ese cabello rizado que cae por sus hombros en dos bellas trenzas, sin duda un ejemplar feminó bello — pero...— todas incluyendo Elisa miramos horrorizados a la maestra, encontró algo malo, algo que no agrada a los muchachos o algo que ella no hizo bien, eso baja su valor como mujer — estás creciendo demasiado, a los hombres no les gustan las mujeres altas, debe ser baja, menuda de estatura, para que él pueda protegerte y reafirmar su dominio sobre ti.
Los ojos de Elisa se llenan brevemente de lágrimas, ella asiente, pero eso no evita que sus labios tiemblen en una mueca.
— Ah, querida, a los niños no les gustan las niñas lloronas, tienes suerte de que solo sean unos centímetros, deja de crecer y nadie lo notará.
Aunque los intentos de calmar a Elisa eran buenos, nada funcionó, ya le habían arruinado el día. La fila avanzó hasta que llegó mí turno, me subí a la pequeña plataforma en donde tomarían mis medidas y se asegurarán de que sea deseable para un esposo.
Como si te importará.
Sonreí ante ese pensamiento, era verdad, no me importaba yo ya tenía a Bastián. La maestra sujeto mi larga trenza y se aseguró de que estuviera bien, alzó los brazos y ellas me miden, al igual que algunas otras chicas llevo un vestido de manga estiló princesa, era aceptable si eras hija de un Señor de alto rango, el padre de Elisa era de un rango mayor al mío, pero aún así su padre insistía en que no mostrará los brazos hasta que estuviera casada. Ahora que lo pienso, los dos padres de Elisa son blancos y ella es morena, ¿Quizás ella habrá venido de la misma forma que el bebé Alán? Era posible, muy pero muy posible, si mis recuerdos no son malos, la primera vez que vi a Elisa ella llegó a la escuela de otra ciudad Libre, su madre había muerto y su padre, un señor de primer rango, había tomado a un novio como su legítima pareja, convirtiéndolo en su esposo, ambos adoraban a Elisa, quizás la madre de ella era morena. Gyula sabía qué pasaba aquí, jamás me había detenido a pensar en los nacimientos y dónde venían tantos niños, está era mi propia normalidad, jamás pensé que lo que para mí era normal para alguien más no.
La cinta simétrica cae en mis rodillas, la falda de mi vestido llega tan solo 5 centímetros más abajo de mis rodillas, noto la mirada de la maestra sobre mí, pero no la miró, simplemente sonrió hacía el frente, sin ningún punto en específico.
— Apúrate, María, algunos tenemos cosas que hacer.
Ella acata la orden y me deja pasar sin decirme nada, todas las demás muchachas me miran horrorizadas, pero rápidamente cambian su expresión, sé que no es normal que alguien muestre sus tobillos pero bueno, ya estoy comprometida y quiero lucir este hermoso vestido que me Bastián ha escogido para mí. La fila avanza y ya casi todas han sido revisadas, las maestras hacen su clásico cambio de turno, con maestras de otros distritos viniendo a reemplazarlas. Yo miró al suelo, aburrida, rezando a mis señores de que esto pase pronto.
— ¿Acaso estás loca? vístete antes de que las maestras vuelvan.
Miró hacía arriba y lo que veo me deja atónita: Livia está despeinada, con su vestido desorganizado y mostrando sus hombros; Livia se tambalea y sonríe de forma tonta, como si no pudiera mantenerse despierta.
— Hola, mí nombre es Livia, ¿Quieres cortarte las venas conmigo? — Livia tiene la mirada perdida y sus manos tiemblan.
— ¿Pero qué te pasa? — Elisa corre hacia ella y la sujeta intentando cubrir sus hombros, pero Livia se retuerce —. Quédate quieta, Livia, estoy tratado de ayudarte. ¡Lyna, ven aquí!
Lyna obedece y sujeta el cabello castaño de Livia intentando peinarla, pero ella sigue moviéndose enojada. Me levanto y empujó a Livia a una de las aulas para que nadie más la vea y la delate, digamos que los castigos aquí no son muy buenos que digamos.
— ¡Lyna! Peina a Livia. Elisa, encárgate de su ropa, Anantashesha, ¡Vigila la puerta! Zilla, no dejes que nadie nos vea.
Ordenó yo.
Todas asienten y acatan mis órdenes.
— ¡No! ¡No! ¡No, me toquen! ¡Déjenme! — Livia se retuerce y empuja a Elisa haciéndola caer, Livia tira de su vestido dejando sus pechos expuestos, todas nos quedamos anonadas mirando aquella escena, Livia siempre fue inestable, pero nunca así — ¡DÉJENME TRANQUILA! ¡POR FAVOR! ¡NO ME TOQUES!
Grita Livia golpeando el aire como si luchará contra alguien. Escuchó la puerta abrirse y cierro los ojos esperando la reprimenda de alguna de las maestras pero en vez de eso escuchó la voz agitada de Reachel.
— ¿Pero qué pasa aquí? — Reachel mirá a Livia y frunce el ceño — ¿Y qué hizo esta loca? ¿Les hizo algo está maniática? Si es así, no será perdonada está vez.
Las tres negamos.
— Simplemente apareció así.
Reachel asintió y camino hasta Livia, sujetándola con fuerza de los hombros.
— Escúchame bien y escucha con atención, vas a vestirte, vas a portarte como una dama y vas fingir que nada de esto de afecta — Reachel sacude con fuerza a Livia, despeinándola aún más — ¿Entendido?
— Yo...
Todas abrimos la boca impactadas al ver el creciente color rojo en la mejilla de Livia, Reachel vuelve a abofetear a Livia en la mejilla contraría.
— ¿¡Entendido!? — Livia se sujeta las mejillas y sus ojos se llenan de lágrimas.
— ¿Por qué me pegas? Sino quieres bailar en la luna puedo hacerte un pastel.
Reachel empuja a Livia hacía nosotras, siendo atrapada por Lyna.
— Vístanla, que no salga hasta que esté presentable.
Asentimos y sentamos suavemente a Livia en una silla, Lyna peina su cabello, yo acomodó su ropa y Elisa le coloca las medias y zapatos, en el momento en que Elisa alza la falda de Livia para colocarle las medias se queda quieta.
— Tabitah...
— ¿Sí? — pregunto acomodando las mangas.
— Hay sangre.
— ¿Qué?
Lyna y yo nos agachamos viendo una enorme mancha de sangre en la ropa interior de Livia, está a su vez, se escurre por sus piernas. Reachel nos empuja con su enorme panza de embarazada y le abre las piernas a Livia.
— ¿Acaso la...?
Reachel introduce sus manos debajo de la falda de Livia, usando un pañuelo para limpiar un poco la sangre y con cuidado acaricia el cabello peinado de Livia, quien solo mira a la nada sin emoción alguna.
— ¿Tomaron?, sí — Reachel se levanta y nos mirá con tristeza —, eso es algo inevitable aquí, niñas, inevitable, una mujer sin dueño no puede ser violada, asi que no podemos hacer nada. A lo mejor la drogaron, por eso actúa así, quien hizo esto debió usar alguna droga muy fuerte con Livia.
Nos quedamos calladas y Reachel salió de la habitación, nos miramos entre nosotras y volvemos a la labor de arreglar a Livia, está vez en silencio.
— ¡Oh! ¿Por qué haces mi corazón llorar?
Dice Livia al borde de la inconsciencia. ¿Quién le haría algo así a ella? Livia era alguien tan bonita, ¿Cómo alguien podría dañar a alguien como ella? Me aterraba pensar en ello, además solo tenía 10 años, aún no estaba en edad para casarse, no le había llegado la sangría, esto estaba mal, si ya sangrará sería entendible, los hombres huelen la sangre fresca, pero no lo hace, así que no comprendo. Salí de la habitación, dejando a Livia recostada en uno de los sillones, Anantashesha, Zilla y Lyna se sujetaban de las manos, ellas siempre fueron muy melancólicas, pero está vez se veían diferentes, como si hubieran tenido una revelación mística.
Livia se calmó y todo siguió de forma normal, no nos dejaban congeniar con los otros muchachos, no con los Señores, pero ellos pueden mirarnos y si quieren pueden tocarnos o entablar una amigable charla con nosotras.
— Hola, señoritas, cándido día, Tabitah, Livia.
Me giré para ver a Wahr, él era un Novio, por ello no importaba que charlase con nosotras, él era considerado un No-hombre, casi una mujer, demasiado hermoso como para despertar pasiones en otros hombres, solo que es superior a cualquier mujer. Conocí a Wahr cuando era niño, él junto a otros Novios vino a nuestra escuela doméstica una vez, desde entonces cada vez que vienen nos reunimos y hablamos de cualquier cosa.
— Cándido día, Wahr.
Wahr era toda una belleza, un hombre hermoso, él era moreno, de cabello rizado pero perfectamente peinado, delgado y con una cintura bien hecha, prácticamente él tenía la figura que yo debería tener: cintura de avispa, unas buenas curvas y tenía trasero, todo lo distinto a mi, que parecía una tabla con patas.
— Hey, Wahr — Livia estaba tan tranquila, quizás ni siquiera recordaba lo que había pasado —. Mírate, parece que hay varios señores que desean reclamarte como suyo.
Ambos giramos y vimos a un grupo de muchachos que miraban con atención a Wahr, sus miradas lujuriosas recorrían el cuerpo de mí hermoso amigo.
— ¿Qué cosas dices? — dijo Wahr riendo —. De seguro están mirándolas a ustedes.
— Lo dudo.
— Se los voy a probar — Wahr camina lejos de nosotras y regresa, en ningún momento los ojos de ellos se apartaron del cuerpo de Wahr — ¿Ven? Que les dije.
— Ja.Ja.Ja, nunca dejaron de verte.
— ¿Enserio? Ni lo noté.
— Ante todo la humildad.
Los tres nos reímos a carcajadas, algunas maestras nos miraron mal, pero poco podían hacer, no estábamos haciendo nada en contra de las reglas, podíamos hablar, reír y tocarnos siempre y cuando fuera bajo la supervisión de un superior, y prácticamente teníamos a 30 maestras sobre nosotros.
— ¿Qué estará pasando? — pregunté mirando a las maestras y a algunos hijos e hijas correr.
— No lo sé, pero parece grave.
— ¿Deberíamos ir? — Livia se notaba indecisa, pero lamentablemente la curiosidad era pecado.
— Quizás...
— No — sentencié yo —, debemos mantenernos al margen — cerré los ojos y junte mis manos para rezar —. Recuerden lo que dice el Buen Libro: "Apartaos la mente del alma, pues la duda destruye las huellas del mañana. La curiosidad incluye la duda, la duda el pecado, el pecado la perdición. No duden pues del consejo de sus mayores" — sonreí sintiéndome más tranquila, pero al abrir mis ojos me encontré sola, giré la cabeza y vi a Livia y Wahr correr a la misma dirección que algunos otros.
Rendida los seguí y corrí tras ellos, hacía mucho que no corría.
No desde esa noche.
Sacudí mí cabeza, apartando esos pensamientos de mí, no podía centrarme en el pasado, eso era debilidad y la debilidad te podía destruir. Al llegar me encontré con una vista muy inusual, un grupo de jóvenes miraban horrorizados hacía arriba, me acerque a Livia y Wahr, tratando de ver que era los que miraban.
— ¿Qué pasa...?
Livia me tomó de la mano y señaló impactada el techo de la escuela doméstica, abrí mis ojos sorprendida, llevándome las manos a la boca, el aire abandonando mí cuerpo, Wahr estaba impacto mirando a la misma dirección que todos.
Anantashesha.
Zilla.
Y...
Lyna.
Las tres tomadas de las manos, justo en el borde del techo, con sus vestidos rosados ondeando con el viento, sus ojos eran vacíos, pero derramaban lágrimas, muchísimas lágrimas.
No.
— ¡Niñas! ¡Niñas! ¿Qué hacen?
Los padres de ellas llegaron y sin perder el tiempo corrieron tras ellas. Me quedé congelada con las maestras corriendo, de un lado a otro, miré a Livia y noté como parecía querer correr hacía allí, pero no para salvarlas, sino...
No.
— ¡No! — sujeté a Livia justo cuando estaba a punto correr.
— ¡Suéltame! ¡Tabitah, Suéltame! ¡Por favor, no quiero más! ¡No quiero esto más! ¡No quiero que me vuelvan a tocar! — Livia intento soltarse, pero no había nada que una niña de 10 años pudiera hacer en mi contra, se removía con fuerza y yo la apretaba con más fuerza.
— ¡También quiere suicidarse! — grite reteniendo a Livia.
Dos maestras la sujetaron de las muñecas, tomando unas barras de metal las cuales soltaban unas pulsaciones similares a ser electrocutada. Livia cayó al suelo inconsciente, las jóvenes que consideraba mis amigas avanzaron hasta prácticamente quedar con la mitad de sus pies en el aire, Wahr corrió hacía adentro de la escuela doméstica y yo lo seguí de cerca. Rezando para que no fuera tarde, no podían morir, no, serían declaradas No-mujeres y perderían cualquier tipo de prestigio, no solo morirían sino que serían odiadas por dañar la reputación de sus familias.
Subí las escaleras desesperada, ellas eran mis amigas, mis mejores amigas, estaban en nuestro grupo, se casarían, ya estaban a punto de ser consideradas casaderas y cumplirían su deber como mujer. Mis pensamientos rondaban como una cascada desenfrenada, ¿Qué las hizo entrar en tal grado de desesperación? ¿Qué las hizo tomar esa decisión? Todo comenzó esta mañana con Livia, ahora que lo pienso ellas llegaron unos minutos tarde, ¿También habrán sido tomadas? Era posible, muy posible. Subí las escaleras hasta llegar a la azotea de la escuela, sus padres y madres las miraban horrorizadas, rogando para que dejarán dicha idea y volvieran con ellos.
Las maestras parecían estar listas para saltar sobre ellas, Wahr está rodillas llorando, sin poder creer lo que sus ojos ven: por el Hacedor, el Excelso y todos sus hijos; su mirada, sus ojos estaban vacíos, como si no tuvieran alma.
¿Qué les sucedió?
¿A qué te recuerda esto, Tabitah?
No.
Tú también lo has visto, los has sentido, sabes lo que se siente pensar que ya no hay nada mejor que hacer, que la vida ya no vale la pena, tú mejor que nadie sabe que es estar en la orilla, a punto de saltar.
Silencio.
— ¡Por favor, Lyna! ¡Baja de allí!
— ¡Por favor, hija! Hemos hecho toda una vida para ti, no la desperdicies por un mal día...
— Ese es el problema, mamá — Lyna apretó las manos de Anantashesha y Zilla —. Me niego a seguir sus órdenes.
— Siempre planearon todo por nosotras — Anantashesha soltó una amarga sonrisa —, siempre, cuando comemos, dormimos o respiramos, incluso que pensamos. Estoy cansada, quiero hacer algo por mí misma, al menos así — Anantashesha se giro y miró con una sonrisa maliciosa a sus padres, la clase de sonrisa de alguien que ha tenido la razón todo el tiempo y por fin lo aceptan, dando dos pasos más hacía el borde — podré elegir la forma en que moriré.
— ¡No, no, no! ¡Zilla! — el padre de Zilla la miró enojado —. ¡No vas a poner en ridículo mí apellido! ¡Vas a bajar de ahí ahora! ¡AHORA!
Zilla lo miró con el ceño fruncido, antes de sonreír amargamente.
— Púdrete, padre.
Fue sorprendente que esto pasará, nunca, bajo ninguna circunstancia se nos permitía deshonrar a nuestros padres.
— No lo hagan — avance lentamente hacía ellas —, por favor, no lo hagan, todo será perdonado — sabía que no era verdad, pero bueno, las mentiras a veces eran necesarias.
— Él nos dijo que no será así — las tres avanzaron hasta el borde.
— ¿Él? ¿Quién?
Las tres se tensaron y apretaron sus manos.
— Él nos enseñó que hay un mundo lejos de aquí, dónde aunque no nos embaracemos seremos capaces de tener una vida, pero luego...
— Luego, cuando nos negamos, él, él... él...
— Se enojó — completo Anantashesha — se enojó muchísimo — las tres miraron al cielo —. Nos dijo de un lugar...un lugar entre las montañas...— las chicas empezaron a llorar, ¿De qué...de qué lugar hablaban? —, un lugar donde pasan cosas malas, el infierno en la tierra.
— ¿Creen que el Hacedor nos perdoné? ¿Qué el Excelso nos guíe al paraíso?
— No lo sé — respondió una.
— Ya no sé en qué creer — respondió otra.
La maestra María avanzó hacía ellas.
— Crean en nuestros dioses, niñas, entreguen sus problemas a ellos, háganlo, háganlo y serán perdonados.
— ¿Lo promete? — hablo Lyna temblando.
— Lo juró por nuestros señores.
Las tres se miraron entre sí, luego se dieron la vuelta, dando la espalda a la pequeña multitud y volvieron a mirar al vació, repleto de jóvenes asustados, vi a varios de rodillas rezando para que no saltarán.
—Cualquier duda que hayan tenido, cualquier temor será perdonado — me acerque a ellas y extendí mi mano, ellas me miraron dudosas — ¿Saben Porqué? ¡Porque ustedes no hicieron nada malo! ¡Sólo... sólo fueron usadas por un hereje corrupto! ¡Todo estará bien! Solo digan el nombre de esa persona y todo será perdonado, lo prometo.
Ellas me sonrieron, por primera vez una sonrisa genuina, ambas asintieron y se giraron para caminar hacía aquí, pero justo cuando me volvía a dar el lujo de respirar sus ojos se abrieron en completo terror, las tres temblaban y Anantashesha negaba con la cabeza, retrocedieron y sin darnos cuenta ya estaban nuevamente en el borde. Me giré y vi a Gyula en la puerta, se notaba sorprendido.
— ¿Qué hacen? — Gyula avanzó hacía ellas, hasta quedar detrás de mí —. Sea lo que sea por lo que están pasando, la muerte no es la solución.
Me sorprendió verlo así, nunca antes había actuado de aquella manera, siempre fue frío y jamás demostró alguna emoción, pero ahora, ¿Por qué ahora demostraba esa emoción? Quizás porque estaba rodeado de otros adultos, siempre actuaba de una forma completamente diferente con adultos que cuando estaba conmigo.
— No, no lo haremos, ya es tarde para nosotras.
Gyula extendió su mano.
— Tabitah ven aquí.
— ¿Eh? — lo miré indecisa.
Volví mí mirada hacía ellas y ya era tarde.
Ellas saltaron...
Sus cuerpos se balancearon hacía adelante, sus pies dejaron de tocar el techo y aún tomadas de las manos se dejaron caer al precipicio, corrí hacía ellas pero la mano de Gyula me sujeto y me tiró hacía él.
— ¡No...!
Ellas cayeron, sus cuerpos temblando con el aire, sus cabellos ondeando en una tormenta de colores, sus manos...nunca se soltaron de las manos. Me aferré a Gyula mientras las veía morir, Lyna fue la primera en impactar el suelo: su espalda fue lo primero en romperse, escuché con claridad el <<Crack>> cuando su columna se partió por la mitad y su cabeza rebotó contra el suelo, al tercer golpe se partió como una calabaza; la segunda en caer fue Anantashesha; ella cayó de lado, aún sujetando a Lyna, su brazo se partió y el hueso atravesó su pecho, sus costillas rotas atravesaron su cuerpo, se podía ver el hueso salir de la carne y...Zilla, su cabeza se rompió a penas tocó el suelo, su ojo derecho rodó lejos de su cuerpo. Todo se quedó en silencio, sus padres gritaban y las maestras lloraban, se hizo un círculo alrededor de su cuerpo.
Me aferré a Gyula y escondí mí cabeza en su pecho.
Mis tres amigas murieron.
Tres chicas con buenos futuros, muertas.
Las había visto crecer, las había visto reír, las había visto llorar y ahora las veía morir.
¿Quién diría que ellas serían las primeras?
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