17. El sótano de los secretos

Un hogar ¿Qué tan importante es un hogar?, demasiado, diría yo, es el lugar en donde te sientes más segura, más tranquila, el lugar donde tienes el absoluto control sobre aquel entorno, es el lugar donde puedes expresarte, hacer mil cosas sin que nadie te critique, es el lugar donde das rienda suelta al amor, donde disfrutas con tú pareja, dónde vivirán tus hijos, donde dirán sus primeras palabras, sus primeros pasos, sus primeras emociones, sus primeros corazones rotos, sus primeros llantos, donde tendrás que golpearlos de ser necesario, donde tendrás que consolarlos, a veces les gritaras, otras no, a veces los amarás, otras los odiaras. Como todo en la vida es relativo.

Y alguien ya había perturbado mí hogar.

<< - Lo único que te diré, Tabitah, es que si quieres despertar de esta pesadilla solo hay algo que puedes hacer y eso es ir a revisar el sótano de tú casa - lo miró confundida y él sonríe ampliamente -, allí encontrarás las pruebas necesarias de que Villanelle no es la ciudad de la eterna felicidad, que tanto te hicieron creer.>>

Sinceramente no sabía porqué estaba aquí, parada frente a la puerta del sótano, Gyula me había dicho que lo que sea que estuviera en el sótano sería prueba suficiente como para hacer mis creencias flaquear, lo dudaba, solo algo de gran magnitud sería capaz de hacerme dudar de mis dioses y señores. Aún así quería ver que clase de mentira me había dicho Gyula, por eso caminé hasta la puerta e intenté abrirla, cerrada.
Todos estaban dormidos, así que lógicamente no tenía manera de pedirle a alguien que abriera la puerta, debía darme prisa, empezaba a hacerse de día, no tenía mucho tiempo. Recordé que en el escritorio de papá siempre habían un manojo de llaves, pero el escritorio estaba en la oficina de papá y esa oficina siempre estaba cerrada.

Pero la cocina no.

En la cocina había un cajón lleno de llaves, quizás podría ir e intentar encontrar una que encajara con el pomo. Bajé descalza hasta la cocina, con el rechinar de las tablas, abrí el cajón encontrando un centenar de llaves, ¿Cómo sabría cuál es la del sótano? Empecé a moverlas, ni una etiqueta o algo, entonces fue cuando vi una llave peculiar: era negra y algo oxidada, pero lo peculiar era que tenía la forma de un corazón, la miré extrañada, ¿De qué será está llave? Volví a la puerta del sótano con un total de cinco llaves, una tras una las probé, pero nada parecía funcionar, hasta que llegó el turno de la llave con forma de corazón, la introduje en el candado y giré.

La puerta se abrió.

Tomé con cuidado los candados y lo deposite en el suelo, abrí con suavidad la puerta metálica que rechino un poco, en momentos así agradezco que la casa sea tan grande. Caminé por un pasillo oscuro hasta que sentí el desnivel de una escalera, empecé a bajarlas preguntándome¿Qué tan profundo es esto? Recuerdo que algunas casas tienen bunkers subterráneos por si algún enemigo llega a atacar nuestra ciudad, ¿Sería este un búnker? Era posible.

Vi la tenue luz naranja al final del pasillo, está temblaba como si el bombillo estuviera dando sus últimos respiros antes de dejar de funcionar para siempre, bajé los últimos escalones con más lentitud, escuchando el palpitar de mí corazón acelerar, hasta el punto que tuve que parar, me dolía el pecho. Respiré hondo y baje los últimos escalones.

¿Qué habría allí?

¿Cajas sin motivo?

¿Tendría que abrir cajas y buscar el "secreto" de mí familia?

Pero lo que vi no fue nada de eso, no tendría que abrir nada.

Ya no estaba sola.

Lo que vi me dejó helada, caía sentada sobre las escaleras y me tape la boca para no gritar, empecé a hiperventilar asustada y las lágrimas cayeron de mis ojos, apreté mis manos en mí mandíbula, casi lo suficiente como para dejarme marcas.

No era posible, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no,no, no, no, no,no, no, no, no,no, no, no, no,no, no, no, no,no, no, no, no, ¡SIMPLEMENTE NO ERA POSIBLE!

Allí estaba una chica, era joven, acostada en el suelo frío sobre una colchoneta sucia, su cabello era desordenado y tenía una cadena atando su tobillo, con la parte de la carne alrededor de la cadena enrojecida. Se veía tan joven, de hecho, no parecía mayor de 15 años. Finalmente un sollozo escapó de mis labios y eso fue suficiente para despertarla, al darse cuenta que ya no estaba sola retrocedió nerviosa, con su pecho temblando.

- Por favor, no me lastimes - empezó a llorar ella, su voz era un susurro, como si tuviera miedo de hablar.

Yo negué con la cabeza, ¿Cómo pudo haber una chica secuestrada aquí y no notarlo? ¿Qué está haciendo ella aquí? ¿Quién es? ¿Cómo pudo mí familia hacer algo así?

- N...no te haré daño - las lágrimas siguieron bajando.

Ella me miró dudosa un momento, antes de gatear con suma violencia hacía enfrente, intentando llegar hasta mí, pero la cadena se tensó.

- ¡Por favor, ayúdame!

Ella se retorcía haciendo la cadena moverse y causar mucho ruido. Ella me extendió la mano, esperando a que la ayudará, me levanté, secando mis lágrimas y tome su mano, agachandome a su altura, intentando sonreír para calmarla.

- ¿Qué haces aquí?

- Me trajeron para ser la esposa de uno de los hombres que habitan este infierno, Gerald, tienes que ayudarme, por favor ayudame.

Su voz era desconsolada, en ese momento lo vi: moretones de todos los colores y tamaños adornaban su piel expuesta, sólo llevaba una camiseta y unos shorts, por eso tanto su piernas como su cuello y brazos tenían moretones; tomé su mejilla, apartando con delicadeza el cabello que cubría su ojo izquierdo; estaba hinchado, a penas sí podía abrirlos.

- ¿Quién te hizo esto?

Ella se apartó un poco, volviendo a colocar el cabello sobre su ojo.

- ¿Tú quién crees?

Gerald, mezquino bastardo.

Nunca pensé que él fuera capaz de hacer algo así, siempre fue solitario, callado y hasta cierto punto tímido, pero nunca imaginé que algo así sucedería.

- Buscaré a algún miembro que me ayude...

- ¡No! - ella sonó desesperada - ¡Todos aquí lo saben! ¡Son unos monstruos! ¡No soy la única!

- ¿Eh?

Ella se apartó un poco de mí, abrazándose así misma.

- No soy la única... sé que hay pibes y pibas atrapadas en los sótanos de las casas de quienes viven aquí, lo sé, los he visto - ella se llevó las manos a su rostro - ¡Los violan!

Tragué grueso.

- Debe haber alguien que esté de nuestro lado, alguien que nos ayude.

- No, todos son unos fanáticos adictos al sexo, si vas a ayudarme no debes confiar ni en tú sombra.

Asentí, en este momento no sabía nada.

- Bien, dime que hacer.

- Hay un juego de llaves, las tiene el hermano pequeño de la familia en una de las casas de muñecas, una que tiene una puerta pequeña blanca y pomo dorado, debes robarlas y liberarme, después de eso nos iremos por el bosque, hay una parte que no es vigilada.

Tomé su mano.

- Descuida, te sacaré de aquí, lo prometo.

- Gracias - ella sonrió débilmente -, eres la única aquí que no me ha gritado, golpeado o directamente intentado violar, gracias, pero debes ser inteligente, los Krajls jamás nos dejarán ir - me tense un poco al escuchar mí apellido -, ellos son crueles y despiadados, no sé cuántos son, lo único que sé es que no debemos fiarnos ni de las mujeres, ellas son peores.

- Bien, haré las cosas como tú dices.

- Gracias, ¿Cómo te llamás?

- Soy...

Los pasos en el techo me hicieron asustar, la chica apretó mí mano mirando también al techo.

- Tienes que irte, ¡Rápido! ¡Sí te ven aquí te van a golpear o incluso violar!

Me levanté y corrí hacía las escaleras, cuando las estaba subiendo escuché la voz de la chica hablar.

- Soy Raquel.

La miré, sus ojos llenos de esperanza en mí, no te voy a fallar, Raquel, lo prometo te sacaré de aquí.

Subí las escaleras y dejé la llave con las demás llaves, aún era temprano pero ya era de día, no pude identificar quién fue el que camino hace poco, pero a lo mejor fue una Servidora. Salí de mí hogar, con el frío abrazador de la mañana, no sentía nada, nada más que pánico. Ni siquiera sabía a dónde me dirigía.

Me detuve en seco frente al jardín, ya no quedaban rosas o pétalos, solo ramas vacías, con excepción de las flores sintéticas, hace casi cuatro años que las puse ahí. El recuerdo de la sangre en mis manos, aquellas personas a mí alrededor, el olor metálico, el dolor y ese pequeño bulto deforme en mí pecho.

Sacudí la cabeza, no debía pensar al menos no ahora. Y sin darme cuenta ya estaba frente a la casa de Gyula.

Caí sentada en el porche de la casa de Gyula, simplemente no pude más, mis músculos eran débiles y lo único que quería era descansar, sentía la descarga de adrenalina desaparecer de mí cuerpo y eso me agotaba, quería dormir, dormir y no despertar, mis brazos colgaron a los lados de mis piernas y sin darme cuenta ya no estaba sola.

Él se sentó a mí lado sin mirarme y colocó su mano en mí espalda, tratando de reconfortarme, caí a su lado, ya no podía más y simplemente dejé caer mí cuerpo en el suyo, él ni se inmutó.

- Veo que ya lo sabes - asentí todavía con mí cabeza en sus piernas -. Eso no es todo lo que debes saber - quise decirle que se callara, que yo no aguantaría más de eso, pero no, no pude ni siquiera para eso tenía fuerza -, usualmente no solo secuestran a hombres y mujeres jóvenes, también a niños...- cerré los ojos, no podía escuchar más, esto, esto era tan irreal que quería gritar y olvidar, en especial olvidar - los secuestran de hospitales al nacer o de guarderías, generalmente son muy pequeños como para recordarlo y les hacen creer que son sus hijos biológicos.

Abrí los ojos lentamente, atando cabos en mí mente, sinceramente estaba tan en shock que cualquier cosa que me dijeran ya no me sorprendía, podrían decirme que los dinosaurios volvieron a la vida y van a matarnos y no me asustaría. Mantuve mí mirada fija en el suelo, sabía que de seguro pasarían muchas mujeres y hombres que se quejarían de mí conducta al estar sentada y recostada sobre un hombre que no es mí futuro marido, pero eso no importaba ahora. Las imágenes de mis hermanos desfilaron por mí mente, nunca había pensado en lo distintos que somos, ahora que lo pienso ni en la sombra nos parecemos: pelirrojos, rubios, pelinegros, castaños, morenos y marrón rojizo; piel pálida, bronceada, blanca, morena y trigueña; solo uno de nosotros tenía pecas; solo uno de nosotros era bajo; la fisionomía de mis hermanas y yo era notoriamente diferente; ni siquiera el color de los ojos de mis hermanos se parecían.

No parecíamos hermanos.

- Y tú - continuó él - eres una de esas niñas secuestradas.

Y eso no era lo peor que iba a suceder, si tan solo hubiera estado preparada para los próximos acontecimientos.

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