26. Rescate

Los cadáveres, ahora levantados, estaban a total disposición de Ricky. No podía permitir que escapara, pero probablemente los usaría como escudo para fugarse. Maldita sea.

—¡Ataquen! —vociferó Ricky.

Uno de los zombies se abalanzó sobre la oficial Jennifer, pero ella pudo contrarrestarlo con la silla que tenía en sus manos. Por otro lado, dos muertos vivientes saltaron en dirección a Brown. El primero lo esquivó, pero el segundo fue más rápido y el detective apenas logró interponer su brazo para defenderse.

—¡Aaarrghh! —gritó cuando fue mordido.

Rápidamente me aproximé a él, tomé la cabeza del zombie y la destruí con todas mis fuerzas. Aquellos monstruos no eran rivales para mí, yo estaba en mejores condiciones. Ya habían pasado varias semanas desde mi metamorfosis; en cambio ellos eran recién transformados. No tenían la vitalidad que yo ostentaba.

—¡Michael! —escuché a la oficial decir.

Volteé a mirarla y noté que un zombie se acercaba a sus espaldas. Con celeridad, salté hacia ella, sorprendiéndola, y destrocé el cráneo del zombie. La jefa de policía había bajado la guardia.

—Gracias —pronunció después de haberla salvado.

Eché un vistazo alrededor y me percaté de que la mayoría de zombies ya no estaban en el lugar. Aquello había sido una distracción. Los zombies se habían dirigido a la salida junto a Ricky. 

—¡Maldita sea, escapó! —solté.

—Disparen a cualquier individuo que salga del bar. —Jennifer usaba su radio para comunicarse con sus tropas.

Tras unos segundos, mis oídos recibieron señales de disparos.  

—Son los refuerzos —habló la oficial—. Vinieron conmigo, pero yo me les adelante.

—Llegaron justo a tiempo —comentó Brown, aún en el suelo con la herida en su brazo.

Jennifer se acercó hasta él para socorrerlo. Pero de la nada, también percibí gritos en algún lugar del bar. ¿Pero, de dónde llegaban los ruidos? ¿Acaso... ? ¡¿De la sala de torturas que Jhonny nos habló?! ¡¿Podían ser Ryan y los espías?! Se supone que Brown jamás los vio salir.

Sin vacilar por un segundo, me adentré por el corredor, pasando la barra del bar. Y lo que encontré en el pasadizo que había detrás del bartender fue una laguna de sangre. Similar a la masacre en la fábrica abandonada. Al fondo del pasillo, la última puerta que conectaba con el sótano —según Jhonny— se encontraba abierta. Ni siquiera me importó revisar las demás habitaciones laterales, fui directo a la última.

Bajé los escalones con presteza, tenía un mal presentimiento. Cuando hube terminado y puse los pies en el sótano, mis ojos se instalaron en alguien en particular, como si los latidos de su corazón me resultaran familiares y hubiesen llamado mi atención al instante.

Era Ryan. Mi Ryan, en un rincón, amarrado a una silla. Pero había alguien a su lado: Vicky. Estaba cortando las cuerdas con un machete. 

En el piso, una pelirroja se hallaba inconsciente. Roxana. Y el detective Williams, acompañado de un chico rubio, tenían un bate y una silla en sus manos, preparados para utilizarlos. Y pronto me di cuenta del motivo que escondían en su actitud defensiva.

Krayn transformado en zombie se acercaba a ellos, dispuesto a devorarlos.

Tensé mis piernas, preparado para atacar, y me abalancé con todas mis fuerzas sobre Krayn. La embestida lo alejó de los demás, y cayó bocabajo mientras me puse encima suyo. Intenté destruir su cráneo con mis manos, pero Krayn era mucho más grande que los otros zombies. Medía casi dos metros. 

Furioso, el zombie giró en mi dirección y me propinó una patada que me hizo retroceder. El maldito era fuerte, a pesar de haber perdido casi la mitad de su musculatura. Krayn en vida siempre había sido corpulento, demasiado. Pero yo también me encontraba en mi mejor forma, así que estábamos casi igualados en fuerza.

Lleno de determinación, me acerqué hasta él y dirigí una patada a su cabeza. El golpe fue asestado con contundencia, pero Krayn aprovechó el momento para tomarme de la pierna y lanzarme contra la pared. Por suerte, mis manos estaban libres, y las usé para amortiguar el golpe. Solo ligeros raspones quedaron en mis brazos.

Me levanté rápido del suelo y vi que Krayn se aproximaba hasta mí. Su rostro sangrando, pero un instinto asesino evidente exhumaba de sus muertos ojos. Me puse en posición defensiva y esperé hasta tenerlo cerca. Una vez frente a frente, intentó darme un porrazo con su brazo, pero lo esquivé y le di un puñetazo en las costillas.

El zombie rugió iracundo, y me dio un rodillazo en el estómago que me hizo expulsar todo el aire que tenía dentro. Después, escuché el sonido de un bate de beisbol impactando en la espalda de Krayn, para luego quebrarse en dos partes. 

Era Joe.

El zombie giró en su dirección y trató de atacarlo, pero el detective pudo evadir su agarre. Mientras, yo veía la ocasión como una oportunidad y, teniéndolo de espaldas, lo sostuve con mis brazos para inmovilizarlo.

—¡Hazlo! —le grité a Vicky, que ya había liberado a Ryan y tenía un machete disponible en sus manos—. ¡No podré retenerlo por mucho tiempo!

Vicky no vaciló. Corrió rápido hacia Krayn con osadía, como si fuera lo más normal del mundo para ella, y saltó alto hasta clavarle el machete en su cuello. El impecable filo provocó un corte limpio. La cabeza de Krayn cayó al piso y rodó por unos segundos.

Solté su cuerpo y el cadáver cayó al suelo, escurriendo sangre por la gran herida. Luego, fui deprisa hacia Ryan; era la única persona que me importaba entre la multitud, el único motivo por el que había llegado tan lejos.

—¿Estás bien? —le dije mientras lo abrazaba.

—Lo estoy —contestó—, pero si me aprietas tan fuerte, a lo mejor me quiebras un hueso.

—Perdón. —Dejé de rodearlo con mis brazos—. Es que te extrañaba mucho.

—Yo igual. —Puso sus manos en mis mejillas y arrastró mi rostro hacia el suyo, dándome un beso apasionado que recibí con las mismas ganas—. Gracias por venir a rescatarme.

Sonreí y lo tomé de la cintura.

—Cuando quieras. —Lo besé yo esta vez.






—¿Entonces Vicky se infiltró y espero hasta que Ricky saliera para noquear a Roxana con una silla y liberarlos a todos? —pregunté.

—Sí —respondió Ryan.

—Y no solo eso, que no se te olvide que también maté al zombie gigante —comentó ella—. Deberían pagarme honorarios extra. Soy la única que hizo bien su trabajo, a diferencia de otros... —Le dedicó una mirada al detective Joe.

Este tan solo se contrajo, avergonzado.

De regreso a la comisaria, la oficial Jennifer y el detective Brown nos informaron que Ricky había logrado escapar con otros tres zombies.

—La mayoría fueron neutralizados —contó la jefa de policía—, pero con Ricky ahí fuera, el mundo corre un mayor peligro que antes; un posible escenario apocalíptico.

—Tenemos que detenerlo —hablé—. Ese hijo de puta siempre me ha caído mal, pero con el secuestro de Ryan esto ya se volvió personal.

—No será fácil —interfirió Ryan—. Ya vimos lo que pudo hacer en el bar. Puede crear ejércitos de zombies. Sin embargo, necesita tiempo para que el «hechizo» surta efecto. Así que tenemos una ventaja a nuestro favor.

—Exacto. —El detective Williams se unió a la conversación—. Ricky contó con la suerte de que el bar era una de las guaridas de Las Águilas Negras. Si no hubiera tenido todo tan fríamente calculado, alguien habría llamado a la policía y habríamos tenido tiempo para reaccionar. La próxima vez que ataque, sabremos en dónde lo ha hecho y podremos llegar a tiempo. O al menos evitaremos algunas muertes.

—Después lo planearemos —dijo Jennifer—. Joe, lleva a tu hermano a la enfermería para que le curen su herida.

—¿Cómo es que pusiste a tu hermano en una situación tan peligrosa? —le recriminó Vicky.

—¡No es mi culpa! ¡Se supone que él iría al cine, no pensé que iría al bar!

—Como sea, agradece que salvé tu trasero al menos —sentenció ella.

El detective Joe se dirigió a la enfermería con un mohín molesto, y Vicky lo acompañó en el camino, aún reprochándolo. Aunque si tuviera que agregar algo más, diría que también percibí cierta tensión sexual entre ambos.

—¿Seguro que estás bien, no te hicieron daño? —le pregunté a Ryan.

Necesitaba confirmación. Había estado secuestrado desde hace un mes, ¿por qué clase de cosas tuvo que haber pasado? Y todo por mi culpa...

—Sí, estoy bien, tranquilo —respondió.

—Perdón... —musité—. Fui yo el que te metió en todo esto. No te merezco...

—Hey. —Acarició mi mejilla—. Lo único que importa es que estamos aquí y ahora. Estamos bien, no hay nada de qué preocuparnos.

De repente, escuchamos quejidos. Giramos en dirección a aquel sonido y vimos al detective Brown agachado en el piso y tosiendo sangre. Su brazo había adquirido una tonalidad negra tras el mordisco recibido.

—¡Michael! —exclamó la jefa de policía—. ¡Traigan una camilla! ¡Necesitamos llevarlo a la enfermería!

Algunos agentes que nos acompañaron en la misión trajeron una cama y dispusieron al detective en ella. Ryan los siguió hasta la enfermería, y yo, arrastrado como un imán por Ryan, también.

—Déjenme revisarlo —dijo Ryan.

Con minuciosidad, comenzó a escudriñar la herida para ver qué podía inferir de ella.

—Es igual que la que tenía Ricky —comentó—. Una llaga negruzca va a empezar a formarse y luego se transformará en zombie.

—¡Tenemos que encontrar una cura! —habló la oficial Jennifer.

—No es tan fácil. Necesitaríamos mucho tiempo, incluso años.

—¿No hay alguna manera? —cuestionó la jefa de policía.

—Yo conozco una —interferí.






En la sala de interrogatorio esperaba sentado un viejo amigo; Aaron Gibson, mi ex-jefe. Estaba seguro de que él sabía más sobre el virus de lo que nos imaginábamos. Fue él quien me encargó la misión de robar el anillo de diamante, y no solo eso, también mencionó la extraña urna que aparentemente me convirtió en zombie.

—¿George? —El pánico en su rostro era evidente al verme. Probablemente todavía recordaba nuestro último encuentro—. ¿Qué haces aquí? ¿Quién te dejó entrar?

Mi sonrisa intensificó su miedo. Él intentaba no demostrarlo, pero yo podía sentirlo.

—Vine en son de paz —comenté—. Solo quiero que colabores con nosotros.

—¿Colaborar en qué? —cuestionó.

—Necesito que me digas lo que sabes del virus zombie y de la extraña urna que me pediste robar.

—¿A cambio de qué? ¿Qué beneficios obtengo?

—No lo sé, ¿tal vez no ser devorado por mí? 

Soltó una carcajada, y aquello me desencajó un poco.

—No me puedes hacer daño —dijo—. Los policías no te lo permitirían, estoy seguro de que te lo advirtieron.

—¿Ah, sí?

Salté hacia él, lo cogí del cuello y lo alcé contra la pared. Pero aún así, el miedo que sentía no había incrementado. De hecho, parecía estar disminuyendo.

—M-mátame si puedes. —Me retó.

Y en efecto, me habían prohibido hacerle daño. Pensé que con tan solo asustarlo el plan funcionaría. Pero el anciano conocía cómo trabajaban los policías y no tenía miedo.

Escuché a alguien aproximándose a la puerta rápidamente y luego abrirla. Lo más seguro es que vinieran a detenerme. Cuando giré, vi a la oficial Jennifer con un cuchillo en la mano.

—No es necesario —dije mientras soltaba al viejo.

—Arrggh... —gruñó al caer al suelo—. Por fin alguien decente que viene a salvarme de este monstruo.

La jefe de policía pareció ignorar mi comentario y aún seguía acercándose. Me moví en otra dirección, evitándola, pero no era a mí a quien quería.

Frente a frente al anciano, lo cogió ella misma del cuello y también lo alzó contra la pared. Lo que sentía en ella daba miedo. Era una determinación llena de ira. ¿Tan desesperada estaba por saber sobre la cura?

—Ahora mismo vas a decirme lo que sabes o vas a sufrir las consecuencias, maldita basura —espetó.

El anciano, retorciéndose en el aire, intentando miserablemente zafarse de su agarre, respondió:

—H-haz lo que quieras, oficial. —Una sonrisa, como si la estuviera retando, se plasmó en el rostro de Aaron Gibson—. Pero n-no puedes hacerme daño. Ll-lamaré a mis abogados si algo m-me pasa.

La jefa de policía apretó el cuchillo, sujetándolo con tanta fuerza, que parecía que quebraría el mango; y lo enterró en la pierna del viejo.

—¡Aaaarghhh! —gritó, ahogado en dolor, mientras la oficial lo dejaba caer al suelo.

Luego, todavía llena de ira, le propinó una patada que lo hizo estremecerse y gritar más que antes. Incluso yo sentí lástima por el pobre hombre.

—¿Vas a decirnos lo que sabes o tendré que matarte? —La mirada asesina que la oficial le dedicó al anciano fue tan contundente, que duplicó los niveles de pánico que yo le había causado.

Al comienzo, mi ex-jefe se mostró reluctante. Pero cuando vio a la oficial preparándose para darle otra patada, puso los brazos para protegerse y exclamó:

—¡Está bien! ¡Está bien! ¡Les contaré todo lo que sé!




****




Nota: La oficial Jennifer está loca D:

Hola, cositos c:

Espero que les haya gustado el capítulo. Ya casi llegamos al final. COÑO, POR FIN, NO JODAAAAAAAAAAA

Pronto se terminará este suplicio. Gracias, Hades <3

En el próximo capítulo sabremos la historia del "hechicero de Haití" del que se habla en el prólogo jijijijijijiji

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