10. Condición zombie

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó Ryan.

Después de la inesperada visita de los detectives, Ryan había venido a toda velocidad para indagar en lo que me pasaba tras mi alarmante llamada. Pero la sorpresa que se encontró lo dejó absorto por unos segundos; algo había aparecido a mis espaldas y la única acción que Ryan logró realizar en su estupefacto estado fue alzar su brazo para señalarlo. Cuando volteé, me percaté de lo que sus ojos habían visto.

Joseph.

Tenía su mirada perdida hacia el horizonte. Algo ya muy característico de él. Pero no parecía agresivo en lo absoluto, simplemente... muerto en vida. Lo usual.

Y aunque la sorpresa de Ryan fue bastante notoria al comienzo, explicarle todo fue más fácil de lo que pude haber imaginado. No solamente porque su personalidad era muy tranquila, sino también porque para él, cosas como estas las veía todo el día en el hospital. E incluso puede que peores.

—Pensé que te podría lastimar así como lo hice con Joseph —respondí a su interrogante.

Y era cierto, no se lo dije antes porque pensé que perdería los estribos y lo atacaría hasta devorarlo.

—No hablo de tu estado de zombie —objetó Ryan—. Hablo de tu oficio. ¿Por qué no me dijiste que eras un ladrón profesional?

Sentía vergüenza. No por el hecho de que me dedicara a robar, sino porque le había mentido y él no se lo merecía. Siempre había sido honesto conmigo sobre su vida, y yo también. Ese era el único aspecto en el que le había mentido.

—No lo sé... —dije mientras mi mirada se desviaba de sus penetrantes ojos grises—. Lo hice porque no quería que me juzgaras.

—Jamás haría eso —contestó—. Te conozco bien, George. Sé que eres una buena persona y entiendo que si te dedicas a eso, probablemente es porque no tuviste otra opción. Además, ¿por qué juzgaría a alguien que amo? 

¿Alguien a quien ama?

—¿Me amas? —pregunté, desconcertado.

—¿Por qué lo dudas?

—Pensé que no te importaba... Pensé que... No lo sé.

—¿Por qué no me importarías? —cuestionó—. ¿Acaso no vengo siempre que me necesitas? No me importa dejar mi trabajo para estar cerca de ti.

—Lo sé —afirmé—. Simplemente soy un estúpido, pensé que no te importaba porque no te inmutaste cuando te dije que era mejor que nos viéramos de vez en cuando.

—Pero esa fue tu idea, George. Y la verdad es que no me importa cuándo nos tengamos que volver a ver porque sé que nos volveremos a encontrar y eso es lo único relevante para mí. Además, tengo un trabajo muy agitado y por eso también acepté tu proposición.

—Olvídalo —dije.

—No —insistió Ryan—. ¿Entonces pensabas que yo no te amaba? Pues ahí tienes la respuesta. Pero yo soy el que no sabe lo que piensas de mí. Así que quiero saber qué sientes por mí. Porque yo me muero por verte cuando no estoy a tu lado. Me quemo por dentro cada vez que pienso en ti.

—Yo... —Me parece tan extraño decir esto—. También siento lo mismo. Ni siquiera sé por qué te dije que no nos viéramos tan seguido. Supongo que... tenía miedo a enamorarme y después perderte como usualmente me pasa con todos.

Creo que eso me hizo quitar un peso de encima.

—Entiendo —dijo Ryan—. Yo solo quise darte espacio y no quería incomodarte. También tenía miedo de perderte, así que mejor me alejé lo necesario hasta que me volvieras a llamar.

Amo a este hombre, no entiendo por qué me engañaba a mí mismo. ¿Pero qué piensa de mí ahora? ¿Qué pasa por su cabeza en este momento tras enterarse de todos esos atroces actos a los que me vi obligado a realizar? ¿Acaso me teme?

—¿Qué... piensas de mí Ryan? —pregunté algo dudoso.

—¿En qué sentido?

—No sé... Supongo que quiero saber qué piensas de todo lo que te conté.

Ryan miró a Joseph, que yacía sentado en el sofá indiferente a nuestro drama amoroso, y después devolvió su mirada hacia mí.

—Creo que no es tu culpa —comentó—. Creo que la vida es cruel a veces, y tú solo hiciste lo que creíste necesario para sobrevivir. Sé que tu infancia y adolescencia no fueron fáciles —siguió—. Y que ser parte de este mundo en el que trabajas no fue algo que elegiste por convicción. Sé que eres una buena persona. Al menos siempre lo has sido conmigo, y eso es lo único que me importa.  

Sus palabras me llenaron el corazón. Qué estúpido y cursi me sentía, pero creo que era verdad todo lo que me decía. Realmente nunca pensé que me convertiría en lo que soy. Recuerdo que de pequeño quería ser un bombero, un astronauta, incluso un taxista. Pero la vida no siempre te da lo que quieres. El universo a veces es indolente, te somete a toda clase de penurias y experiencias traumáticas solo porque sí. Solo porque puede y le parece divertido ver sufrir a las personas. Ojalá hubiera podido elegir otro camino, pero este era el único que conocía.

—Creo que... te amo —pronuncié.

Ryan se acercó a mí y me rodeó con sus brazos. Bastante oportuno para la ocasión, pero me agradaba que intuyera lo que realmente quería en ese momento; un abrazo. Se sentía bien su calor en el mío. Se sentía bien la vulnerabilidad que me invadía, aunque generalmente odiaba serlo. Se sentía bien haber escuchado esas palabras que nunca había oído en mi vida. Se sentía bien ser comprendido. Se sentía bien ser amado. 

Creo que era algo que nunca había sentido antes. Creo que nadie nunca me había amado de esa forma, ni siquiera la familia Miller. Ellos solo lo hicieron para llenar el vacío de su hijo. En cambio Ryan, él era genuino, era real, era un amor sincero. Era alguien que me aceptaba por lo que era. Que siempre me escuchaba y me comprendía. Era hermoso, maldita sea.

—Te ayudaré. —Su aliento se colaba por mi oído izquierdo y estremecía cada fibra de mi ser. Incluso Joseph parecía experimentar ese sentimiento, lo podía ver proyectando una ligera sonrisa desde mi posición.

—Gracias —dije mientras lo abrazaba fuertemente.

Después de esa pequeña escena, Ryan nos condujo hasta su apartamento. Los vidrios polarizados de la camioneta protegieron a Joseph del exterior ennegreciendo las ventanas para que nadie pudiera ver el interior del vehículo. Cualquiera que nos hubiera visto, habría pensado que llevábamos a una víctima de secuestro o quién sabe qué.

—A veces me gusta investigar cosas en mi laboratorio. —Recordé a Ryan decir una vez que le pregunté sobre sus pasatiempos.

Nunca había ido a su casa, especialmente porque no quería exponerme. Él era un renombrado científico, aunque nunca asistía a eventos, conferencias o entrevistas. No le gustaba llamar la atención, o más bien, no le importaba. Decía que era una pérdida de tiempo y prefería usarlo en sus investigaciones.

—No me interesa volverme famoso —Me dijo—. Después de eso se vuelve difícil vivir. Al final solo te van a querer porque sí, porque eres reconocido. Y no por ser tú mismo —explicó—. Por eso me gusta estar contigo. Porque llamé tu atención sin necesidad de recurrir a mis «grandes logros».

Y era cierto, realmente no tenía idea de quién era cuando lo conocí. Pero algo en su interior despertó mi curiosidad, y después, cuando lo empecé a conocer mejor, se acrecentó aquel deseo por indagar en su vida.

—Llegamos —comentó Ryan mientras me sacaba de mis pensamientos y me devolvía a la realidad.

Miré a mi derecha y entreví una gran casa; la fachada blanca de sus murales le daban un aspecto sofisticado y elegante, algo que denotaba la personalidad de Ryan. Aunque generalmente él era bastante espontáneo al momento de expresarse, conservaba algo de sutileza en sus ademanes. Probablemente por la crianza en cuna de oro que tuvo desde pequeño.

Habían rejas de no más de dos metros de altura que recorrían el perímetro de su casa desde la entrada hasta la parte posterior de esta. El cercado con rejas de hierro se abrió después de que Ryan presionara el botón de un control remoto que lo acompaña en su camioneta y cuando entramos, la puerta del garaje ascendió para dejarnos entrar en sus aposentos. 

Ryan salió del vehículo mientras la puerta del garaje se cerraba a nuestras espaldas. Descendí de la parte posterior del auto e intenté ir por Joseph para abrirle la puerta, pero él ya se había adelantado a mi acción. 

Joseph no paraba de inquietarme. A veces solo necesitaba pensar en algo y él lo hacía como si pudiera leer mi mente.

—Sígueme —ordenó Ryan.

Cogí de la mano a Joseph y lo arrastré conmigo por los pasillos de su inmensa casa. No era más grande que mi mansión pero para ser una residencia de la ciudad era bastante amplia. Tenía sentido, aquí solo vivían personas adineradas. Las casas colindantes permanecían a una distancia considerable entre sí. Cada una con jardines y piscinas, acentuando aún más el prestigio de la alta sociedad que poseían aquellas dinastías de riquillos generalmente malcriados que a veces se apreciaban realizando estrambóticas fiestas o reluciendo sus lujosos autos último modelo frente a cualquiera que no fuera de su clase.

Me sorprende que Ryan, gozando de tan inmensurables cantidades de dinero, no hubiese terminado como esos consentidos de papi y mami.

—Es aquí —pronunció Ryan mientras nos deteníamos en una puerta marrón con bordes de un tono más oscuro. 

Giró la manilla y descubrió la puerta para dejar entrever unas escaleras que terminaban en un pozo oscuro que no parecía tener fin. Se adentró un poco al interior y buscó el interruptor de luz para encenderlo e iluminar todo a su paso. Las lámparas de aquel corredor se fueron prendiendo una por una mientras descendían al ritmo de las escaleras hasta poner en evidencia el último escalón.

—Sígueme —comentó mientras bajaba las escaleras.

Apreté a Joseph con fuerza por si llegaba a resbalarse. No confiaba en sus habilidades. Ni siquiera entendía cómo carajo estaba vivo.

Empezamos a bajar los escalones a la par con Ryan y antes de que mis pies lograran descender el último peldaño, logré apreciar lo que parecían ser todo tipo de artilugios científicos explayados a lo largo y ancho del gran sótano de su casa. Esta sección parecía mucho más grande que la parte superior de su residencia, como si secretamente la hubiera ampliado para sus misteriosos fines.

—Cuando me dijiste que tenías un laboratorio, me imaginé algo modesto —dije—. Esto parece más el escondite de un científico loco —bromeé.

Ryan me miró con una sonrisa maliciosa. En ese momento me di cuenta de que yo era el que le debía tener miedo a él y no al revés.

—Entonces... ¿qué harás con nosotros? —pregunté.

—Tengo algunas ideas... —dijo mientras dejaba entrever una risa malévola.

Y así fue, pasamos lo poco que quedaba de la mañana y casi el resto de tarde en aquel inmenso laboratorio. Nos forzó a someternos a extrañas pruebas que mi ignorancia no llegaba a comprender. Desde pruebas de sangre, hasta una máquina en la que tuve que permanecer por varios minutos sin moverme; esta última con el objetivo de monitorear mi actividad cerebral, o al menos eso fue lo que entendí.

—Esto es muy extraño —comentó Ryan al escarbar entre los resultados de una de sus tantas pruebas.

—¿Qué? —pregunté.

—Tu sangre... tu... ADN —respondió, casi sin prestarme atención mientras observaba con cautela la pantalla de su computadora.

—¿Qué con eso?

—Es diferente —dijo—. No es el mismo que aparece en los registros de ADN que tengo de ti.

—¿Y eso qué significa? —Traté de indagar.

—Si tu ADN es diferente al de un humano, significa que no eres un humano —esclareció—. Lo que no entiendo es, ¿cómo es que tu ADN cambió?

—¿Cómo...? —Me repetí la pregunta.

En ese momento recordé lo que los detectives me dijeron: no habían podido identificar el ADN de los cadáveres que encontraron en la carretera. Si mi ADN era diferente, probablemente el de Joseph también. Eso solo podía significar una cosa... Joseph sí los había asesinado.

—No lo sé —dijo Ryan—. Pero hay algo extraño en tu organismo. Algo que aún no he podido identificar y probablemente me tome más tiempo.

—¿Tienes alguna una idea de lo que podría ser?

—Sinceramente, no estoy seguro de nada —admitió—. Pero una hipótesis podría ser que algo se instaló en tu organismo y cambió tu estructura genética. Por eso ahora eres diferente; puedes comer carne humana sin problemas, además de otras cosas —parafraseó—. Y lo que sea que haya cambiado tu ADN, te ha convertido en alguien más fuerte y ágil.

—Definitivamente soy más fuerte, aunque ni yo me lo creo a veces.

—Como te dije, tu estructura genética ha cambiado —repitió—. Tus músculos ahora están compuestos por más masa muscular que antes. Algo sin precedentes. Ni siquiera un atleta profesional lograría esa composición en su fisiología.

—¿Pero por qué parece que hubiera perdido masa muscular entonces? ¿No ves lo famélico que me veo?

—Lo sé, es extraño. Probablemente perdiste mucha grasa corporal o... No lo sé. Por el momento solo tenemos preguntas sin respuestas. Pero es innegable el hecho de que por alguna razón eres más fuerte que antes.

—Sí, definitivamente he notado que soy más fuerte —aseveré—. Aunque generalmente me siento algo... agotado. Es irónico porque poseo una fuerza sobrenatural, pero todo el tiempo siento como si no tuviera fuerzas.

—¿Te sientes débil todo el tiempo? —Ryan se perdió en su cabeza para reflexionar sobre aquella cuestión. Después me miró como si tuviera una respuesta—. Realmente es muy extraño. Pero si me dijiste que pasaste un mes sin comer y despertaste sintiéndote diferente, puede que tu organismo haya entrado en alguna clase de estado de hibernación. Así como los osos lo hacen antes de que el invierno llegue —explicó—. Algunas especies de osos pueden pasar hasta seis meses sin comer durante la hibernación. 

—¿Entonces esta extraña condición me permite hibernar? —No comprendía cómo algo así era posible.

—Tal vez tu metabolismo es más bajo, por eso necesitas comer una sola vez al día. Y puede que tu cuerpo haya creado esa perpetua somnolencia para que te sientas cansado todo el tiempo y no uses más fuerzas de las que deberías. Prácticamente es un mecanismo de defensa para protegerte de malgastar energía. Y entonces, cuando tienes hambre y tu cuerpo necesita gastar energía para alimentarse, te obliga a actuar por instinto sin que te puedas controlar.

—Interesante... ¿Entonces por eso me siento débil casi todo el tiempo y no puedo controlar mis instintos?

—Sí —respondió—. De hecho, nuestras mentes son tan poderosas, que nos controlan para que no podamos usar todo nuestro potencial. 

—¿Ah, sí?

—Sí. Nuestra mente nos inhibe para protegernos, al menos así funciona para nosotros los humanos. Porque si llegáramos a usar toda nuestra fuerza, el daño en nuestros músculos sería irreparable. 

—¿O sea que somos más fuertes de lo que en realidad parecemos?

—Exacto —afirmó Ryan—. De hecho, existe el caso de una mujer que pudo levantar un carro con todas sus fuerzas. Y no se trataba de una pesista profesional, solo era una simple mujer. Sin embargo, lo hizo para proteger a su hijo —Indicó—. Su hijo estaba atrapado debajo del carro, y la mujer pudo levantar el auto porque su cerebro se lo permitió. Solo en situaciones muy extremas nuestro cerebro libera esa energía. Pero generalmente sería por motivos de supervivencia. 

—¿Entonces significa que podría ser más fuerte de lo que ya soy? —pregunté.

—¿A qué te refieres?

—Si dices que nuestro cerebro delimita nuestro verdadero potencial, ¿podría llegar a liberar una fuerza más grande si me viese atrapado en una situación de vida o muerte?

—Tal vez —respondió—. Pero realmente no lo podría asegurar. Eres algo completamente diferente a lo que haya visto antes.

—¿Y qué más encontraste?

—No mucho —contestó—. Aún necesitamos hacer muchas más pruebas. No puedo descifrar lo que eres de la noche a la mañana —confesó—. Pero sí hay algo más...

—¿Qué? —La curiosidad me carcomía por dentro. O tal vez era el hambre que empezaba a sentir al presentir que la noche se avecinaba.

—Tu cerebro... Hay algo diferente en él —habló Ryan—. Cuando te metí en aquella máquina, los resultados que me arrojaron de tu actividad cerebral eran... —Hizo una pausa—. Simplemente no sé cómo decirlo.

—Solo trata.

—Parecía como si hubiera una fiesta ahí adentro. —Señaló mi cabeza.

—¿Qué quieres decir?

—No sé con exactitud qué pasa en tu cerebro —dijo—. Pero las conexiones neuronales que están teniendo lugar en tu cerebro son muy rápidas. Mucho más que las de un humano normal. Hay mucha actividad cerebral que aún no comprendo de dónde viene.

—¿Cómo es que esto me pasó a mí? No lo entiendo. Maldita sea... Pensé que esto solo ocurría en las películas...

—Tranquilo, tú no eres el único. Hay alguien peor que tú en este momento. —Dirigió su mirada hacia mi costado y yo le seguí el rastro; Joseph se encontraba sentado en una camilla que disponía Ryan en su laboratorio.

—¿Cómo está él? —pregunté.

—Pues... Si te digo que es un milagro que siga con vida, creo que sería poco.

—Aún no entiendo cómo sobrevivió —comenté—. Se supone que lo había matado y enterrado. ¿Qué le pasó entonces? ¿Acaso esto es un sueño? Pellízcame, porque te juro que no lo entiendo.

—Si no logro entender tu condición, mucho menos la de él —respondió—. Pero algo muy extraño le sucede... —Ryan se acercó a Joseph y fijo la mirada en su vientre—. ¿Qué me dijiste que te habías comido exactamente cuando estabas en ese raro frenesí caníbal?

—Sus entrañas —contesté—. Primero comí su cerebro, o al menos gran parte de él... Y después devoré sus intestinos.

Ryan posó un dedo en su mentón como si estuviera pensando en algo. Trataba de llegar a una conclusión desesperadamente.

—Cuando miré la radiografía abdominal de Joseph, pude apreciar que sus órganos vitales estaban en perfecto estado —comentó Ryan—. Pero sí noté algo en sus intestinos. Pensé que se habían contraído por alguna inquietante razón, pero ahora que me dices eso, creo que algo reparó el daño de sus intestinos; los unió de nuevo.

—¿Cómo así? —No entendía lo que me trataba de decir.

—Hablo de que tú devoraste gran parte de sus intestinos, pero los vestigios que quedaron se volvieron a unir. Por eso ahora sus intestinos son mucho más pequeños que antes, porque se pegaron de nuevo. Aunque siguen cumpliendo su función, sorprendentemente.

—¿Se repararon solos? ¿Cómo es eso posible?

—No lo sé —pronunció Ryan—. ¿Has notado alguna clase de regeneración como esa en ti mismo?

—No... —Entonces lo recordé—. Mierda. Sí, lo recuerdo. Cuando caí de la motocicleta e impacté con el suelo me quedaron varios rasguños. Pero desaparecieron al otro día. Ni siquiera una cicatriz me dejaron.

—Interesante...

—¿Cómo es que algo así puede pasar?

—Tal vez se debe a alguna particularidad de tu nueva condición —explicó—. Algunos animales pueden regenerar extremidades en poco tiempo. 

—Esto no tiene sentido —expresé.

—Es poco probable, pero hay una base científica en todo aquello. Sin embargo, esto parece más un arma biológica que cualquier otra cosa —concluyó Ryan.

—¿Dices que esto es alguna clase de experimento?

—Es lo más plausible. Pero no me explico cómo eres el único con esta condición. Si algo así fuera cierto, tendríamos reportes desde todas las partes del mundo. Incluso hasta una guerra se podría desatar. Además, yo mismo he sido testigo de cómo el nuevo coronavirus afecta a las personas. El hospital San Nicolás se ha encargado de todos los casos que llegaron en aquel vuelo y nunca identificamos algo como lo tuyo.

—Pero yo estuve un mes inconsciente. ¿Acaso ustedes dejaron pasar tanto tiempo para poder presenciar una transformación como la mía? —cuestioné.

—Tienes razón... —afirmó Ryan—. De hecho, todos los cuerpos han sido incinerados. Es una de las formas para contener al virus. Ninguno hubiera podido llegar a «transformarse». Pero incluso siguiendo esa lógica, me parece raro. Hay otras personas como tú que viven y probablemente mueren solas en sus casas. Si otros casos como el tuyo se hubieran desatado, serían noticia de primer plano internacional.

—Pues Joseph es un claro ejemplo de otro de esos casos —debatí.

—Sí, pero tú lo infectaste a él.

—¿Y?

—Que al menos sabemos su origen; tú eres la piedra angular de su desastrosa transformación. Tú lo convertiste en eso. ¿Pero quién te convirtió a ti?

—Eh... —No sabía qué decir. Era cierto, a mí nadie me había infectado. Al menos no de la misma forma en la que yo infecté a Joseph—. ¿Y si fue ese tipo del avión? ¿El que infectó al resto de la tripulación?

—No lo creo —objetó—. Como te dije, nos hemos hecho cargo de todos los infectados de ese vuelo. Y ninguno se ha transformado en lo que tú eres. De hecho, incluso algunos ya están completamente curados.

—Pero si no fue ese sujeto el que me infectó, ¿quién lo hizo?

—Esa es la cuestión —comentó Ryan—. Si tú no lo sabes, peor yo. Aunque podría averiguarlo investigando detalladamente el origen de lo que sea que haya interferido con tu ADN. Pero me tomará bastante tiempo.

—Supongo que es la única forma de saberlo...

—Sí —respondió—. Aunque me dijiste que habías ido a China, ¿no?

—¿Qué pasa con eso? —pregunté.

—¿Pasó algo allá fuera de lo normal? 

—¿Cómo qué?

—No lo sé —contestó Ryan—. Solo quisiera saber si comiste algo que no debías o si alguien te secuestro sin darte cuenta y probablemente experimentaron contigo. Creo que incluso eso sería más creíble a que fuera el coronavirus.

—No recuerdo nada fuera de lo normal...

Traté de recordar alguna escena peculiar pero nada se vislumbraba en mi mente; los recuerdos de mí comiendo algo extravagante en un restaurante, alguna pérdida de memoria temporal, ser raptado en la noche y despertar con extrañas marcas en mi cuerpo. Imaginé las películas más bizarras en mi estadía pero ninguna había ocurrido. Sin embargo, había algo que estaba ignorando. Algo que había ocurrido en mi estancia en aquel país y lo pasé por alto.

No le di importancia a ese pequeño detalle cuando ocurrió. Me habían pasado cosas peores en otras misiones. Pero cuando lo sopesé mejor, llegué a la conclusión de que tal vez sí debía prestarle atención a lo que me pasó aquella noche...

Aquella noche en la que robé la sortija de diamante.


****


Perdón por la demora, es que he estado investigando algunas cositas para que la historia sea lo más realista posible D:

Por cierto, hace días publiqué un pequeño oneshot llamado "Mi color favorito". Los invito a leerlo si quieren. Básicamente es un pequeño relato de desamor y supongo que es un poquito triste.  Está como para cortarse las venas :D

Gracias a todos por leer y votar en mi historia. Lo aprecio mucho e intentaré publicar el siguiente capítulo pronto c:

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top