N | 20
- Al fin nos encontramos - Habló una voz casi celestial por todo el espacio.
Raven había despertado en un lugar en blanco, dónde solo podía escuchar el sonido de su respiración y el de sus pasos, el espacio era infinito, no sabía dónde empezaba y dónde terminaba.
- ¿Quién está ahí? - Preguntó la chica, mirando a todos lados, buscando la fuente de la voz.
- Yo te conozco muy bien, pero, tú a mí no... Es una descortesía no presentarme - La voz dijo a espaldas de Raven, con un tono cálido y amistoso. - Mi nombre es N -
Raven primero, no tuvo ninguna reacción, luego, se rió a carcajadas, de un modo sarcástico.
- ¡¿Tienes idea de lo ridículo que suena eso?! - Raven se volvió a reír, casi no podía respirar debido a sus carcajadas.
Luego, abruptamente, la chica fue silenciada, sellando sus labios por arte de magia y frunciendo el seño molesta.
- ¿Qué nunca te enseñaron a respetar, niña? - Preguntó molesta la voz, a lo que Raven negó con la cabeza con una sonrisa burlona. - ¿Por qué tenías que ser tú? - Se quejó, irritada por el comportamiento de la joven.
Raven sintió como sus pies dejaban de tocar el suelo y empezaba a flotar, el espacio color blanco empezaba a tornarse de la imagen de su pasado.
Sus ojos se agrandaron al ver las imágenes de su hermano gemelo, imágenes que aún le dolían, pero, algo extraño pasó. Había fotografías familiares, en las que solo podía ver su rostro y el de Cristopher, el de sus padres se veía borroso.
- Por tu expresión, sé que lo conoces - Habló la voz, nuevamente, con un tono complacido y satisfactorio.
Los labios de Raven dejaron de estar juntos y ella tartamudeó, viendo fijamente a los rostros de sus padres.
- ¿Q-qué pasó con m-mamá y con p-papá? ¿Por qué ya no puedo verlos - Preguntó la pelinegra, ignorando la afirmación de N.
- ¿Qué más pasó?... Los olvidaste - Dijo ella en seco, como si sintiera lástima por la chica. - Porque ellos te olvidaron... Tu trauma se volvió tan grande, que solo recuerdas a Cristopher y a Reya... ¿Acaso recuerdas a tus amigos? -
Luego, más imágenes pasaron, Raven sintió un peso en el pecho, no recordaba rostros, solo momentos, nombres. Pero, nada se sentía bien.
- ¿Cómo pasó?... ¿Cómo se veía Lio?... ¿Cómo se llamaban mis papás? - Se pregunto, intentando alcanzar los recuerdos con las yemas de los dedos.
Unas cálidas manos de posaron en los hombros de Raven, tratando de consolarla a lo que chica volteó y miró a la mujer más hermosa que había visto en su vida.
Una mujer muy alta, de piel morena canela, ojos verdes que parecían dos esmeraldas brillantes y un sedoso cabello color rubio claro, trenzado y que le llegaba hasta la cintura. Usaba un vestido largo color crema con detalles dorados, unas pulseras y collares de oro.
- Yo puedo ofrecerte muchas cosas... Solo, necesito que vayas más allá - Susurró con una sonrisa, delineando la mandíbula de la chica.
- Quiero recordar... Quiero a mi hermano... Quiero a Reya muerta - Contestó con los ojos llenos de rabia, apartando las manos de N de su rostro.
- Me parece perfecto, a cambio... Quiero que vayas más allá de Lysandra - Contestó la mujer, poniendo sus manos al frente de ella, con una sonrisa inquietante.
- Juro que lo haré - Luego, la de ojos blancos, miró hacía la imagen familiar, Cristopher en particular - Por Cristopher... Por todo lo que Reya me quitó -
★
Al despertar, Raven se levantó de la cama a toda prisa. Poniéndose sus botas negras lisas y saliendo del edificio donde ella recidía, estaba dispuesta a buscar la manera de ir más allá de Lysandra.
El encargo del día era traer a tres niños nuevos al campamento, dónde serían experimentos del Cazatalentos, pero, Raven lo tomaría como una excusa para realizar su investigación.
Vagando en las calles, en busca de niños con Talentos, encontró a una niña en particular, que estaba buscando entre la basura probablemente algo con que alimentarse.
Raven fijó su mirada en la niña y con los brazos cruzados, se recargo en la pared del estrecho callejón.
- Sabes que eso te hará daño ¿Verdad? - Dijo la chica con una sonrisa, al ver a la pequeña, le extendió un pequeño sobre de una barra de frutas deshidratadas.
- ¿No tiene veneno? - Preguntó la niña, acercándose a Raven con miedo.
- ¿Me veo tan mal? - Cuestionó la pelinegra con una risa entre dientes y se acercó a la niña.
- La verdad es que sí - Contestó sin pena alguna, tomando la barra de las manos de Raven.
- Ahem, como sea - Habló con una sonrisa retorcida de molestia y se dió la media vuelta - No vuelvas a buscar comida en la basura, allí no hay nada más que desperdicio -
- ¿Quién dijo que buscaba comida? -
Raven se paró en seco, volviendo a la pequeña niña. Frunciendo el seño con confusión.
- ¿Qué estabas buscando entonces? - Preguntó la de cabellos negros, acercándose unos pasos a la pequeña.
- Estoy buscando componentes para crear un arma nueva, hace poco una gelatina destruyó la que tenía - Respondió ella, retornando su búsqueda en el basurero.
Con unos cuantos deslices, Raven accedió al perfil de la niña y solo se quedó más confundida.
Nombre: Yoonie
Apellidos: Sin registro
Ascendencia: Sin registro
Talento: Erudita tecnológica
Edad: 12 años
Domicilio: Sin registro
Género: Ambos
- Pero ¿Qué demonios? - Murmuró la joven, acercándose a Yoonie, viendo como sacaba los componentes de varios contenedores de basura. - ¿Quién eres? -
- Ya husmeaste mi perfil, como puedes ver solo tengo nombre, talento, género y edad... He sobrevivido estos doce años sola; en un mundo donde solo existen tres caminos para los niños como yo: La muerte, la captura o huir... Yo escogí el tercero - Respondió mientras sacaba una herramienta multifuncional con la que empezó a crear una arma con los componentes que encontró.
Raven, al saber cómo funcionaban las armas, vio que la que construía Yoonie no estaba bien, de hecho; era casi explosiva, por lo que se la quitó rápidamente y la lanzó lejos de ellas. Luego, el arma explotó a la distancia.
- ¡Por Lysandra! ¿Qué no sabías hacer estás cosas? - Exclamó la más grande viendo con preocupación a Yoonie.
- Yo... - La chica de coletas negras tembló y miró sus manos. - Tú... Me salvaste la vida -
- ¡Yo también moría si te dejaba continuar! ¡Con razón tu otra arma no te duró mucho! - Gritó Raven enojada, mientras seguía regañando a la más pequeña.
Yoonie sintió que el mundo se detenía, veía a la mujer que tenía enfrente como un símbolo de heroísmo y admiración, sus ojos brillaron con tan solo verla, ignorando sus gritos y regaños.
- Estoy en deuda contigo - Dijo la niña con la cabeza gacha, casi haciendo una reverencia a la pelinegra.
- ¿Pero qué cara-? - Raven se detuvo ella sola, no podía ser grosera enfrente de una niña, por lo que suspiró y se levantó del suelo. - Este día se pone cada vez más extraño -
La de ojos blancos empezó a caminar, dejándo a Yoonie sola, a lo que está se levantó rápidamente y empezó a seguir a Raven, con una enorme sonrisa en los labios.
- Tch, al lugar donde voy es donde niños como tú, desaparecen - Habló con desprecio, fastidio y molestia, mientras encendía sus botas antigravedad.
- No importa, sé que tú no vas a dejar que me hagan algo - Respondió Yoonie, aún siguiendo a la de ojos blancos.
- Me juzgas muy mal - Raven dijo, mientras caminaba por las paredes de un edificio muy alto. - Así que regresa del basurero donde vienes -
Yoonie se mordió los labios, buscando una excusa para poder quedarse al lado de la joven, así que; uso sus habilidades y finalmente le dió la excusa perfecta.
- Yo puedo ayudarte a encontrar a Lysandra, sé todo sobre ella - Habló la niña, apretando sus puños y sonriendo al ver qué Raven se detenía.
- ¿Cómo sabes que busco a Lysandra? - Preguntó la de ojos blancos, aún parada en el cristal del edificio.
- Es de lo más fácil hackear perfiles... Cómo lo hiciste conmigo hace unos minutos, accedí a tu memoria también... Déjame ayudarte - Yoonie, insegura de lo que decía, finalmente suspiró y miró a los ojos a la más grande. - Déjame ayudarte a vengar a Cristopher -
Los ojos de Raven se abrieron mucho, no estaba sorprendida, sino enojada y con pasos fuertes e intimidantes se acercó a la de ojos lilas.
- ¡No vuelvas a husmear en mi memoria! ¡Te prohíbo volver a hablar sobre él! - Gritó enfadada, mientras tomaba la chamarra blanca y lila de la niña.
- O-okey... No vuelvo a decir nada de él... Pero ¿Puedo quedarme? -
- Solo si me eres útil te quedas... Sino, te entrego al jefe -
Yoonie dió saltitos de felicidad, mientras activaba sus botas antigravedad y caminó al lado de la jovén.
★
- ¿Dónde está el monstruo? - Preguntó un uniformado de la FIL a uno de los reclutas.
- Ella está encerrada, señor - Contestó el recluta, mientras hacía muy marcado el nombre de la fuerza.
- Saquénla, tenemos una nueva misión para ella -
- De acuerdo - Con otra pequeña reverencia, el recluta se fue.
Los suelos de cristal negro y las paredes transparentes, todo, era como una pesadilla para la mujer de cabellos castaños. Los constantes pasos y uniformes de los soldados se sentían como una tortura.
Escuchar su nombre, era un golpe bajo, aún no sabía qué había hecho ella para terminar ahí; pero, la crueldad de su castigo no se comparaba con todo lo que había hecho en esos seis años.
- Hey ¡Monstruo! - Un soldado golpeó la celda de cristal de la mujer, quién; rápidamente se pegó a la pared transparente. - Tienes otra misión: Infectados grado mutante en el sureste -
- Llevo seis malditos años aquí... Trabajando para ustedes, siendo una máquina de matar... Y no me han dicho nada de mi sobrina - Hablo la de ojos azules, tratando de golpear el vidrio.
- Ah... La niña infectada, bueno... Yo no sé mucho de ella; pero, si sigues trabajando, no la mataremos - Respondió el soldado con una sonrisa llena de maldad, abriendo la celda de Miranda. - Sujétenla -
Miranda, quién ya había perdido mucha de su belleza gracias a las infinitas batallas vencidas contra los infectados, fue atada con correas y cadenas, incluso con un bozal.
La mujer, que algún día fue muy bella, ahora traía el cabello más arriba de los hombros, de un ojo ciego, la cara llena de cicatrices de guerra y el brazo izquierdo con una prótesis mal hecha, debido a la la escasez de recursos para hacer extremidades idénticas.
Fue apodada por el "monstruo" debido a su rara y horrenda apariencia, además de no tener piedad para matar a androhumanos, infectados y mutantes. Ella pelea solo por su sobrina, para que no muera, ya que a pesar de tener muchos años de infección, nunca mutó a algo más grande, solo a una sombra.
- A veces me arrepiento demasiado de liberarla - Dijo Miranda para sí misma al ver el panorama de infectados deambulando una ciudad fantasma. - Tal vez esto sea mi culpa... Tal vez merezca todo lo que me pasa ahora -
Miranda cerró sus cansados ojos, recordando la imagen de hace seis años, tomada de la mano de una niña, escapando de los laboratorios Paragon en medio de la noche, cuando las cosas apenas comenzaban.
Después del escape del experimento Neo Futura número uno, Miranda encontró a la pequeña Mónica temblando en el suelo, con la fiebre alta y las pupilas blancas.
Con un ojo ciego, la de cabellos castaños cortos suspiró y cargó el rifle que tenía en los brazos, con su ojo azul, apuntó a los infectados y uno a uno, por cada segundo, una bala en la cabeza los tiraba al suelo.
Cada munición significaba todas las cabezas que habían caído por su culpa, los rostros de los niños que tenía a su cargo, y verlos desaparecer: Mónica, Lio, Zuo, Zua, Cristopher y la más importante de todas, aquella que había plantado el caos de este nuevo mundo, a la que había dejado escapar hacia un mejor destino... Su nombre era Reya "1".
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