Capítulo 8. Catarsis de amantes aislados
CONAN
—Eso ya no importa —Le digo a Desmond alejándome de él—. Ya no duele.
Desmond me ve de manera severa, ve mi rostro y las heridas que hay en el, veo su rabia y preocupación unidas, sé que quiere que le diga si fue Agroz o Triddor quien me lastimo, pero ¿qué sentido tendría estando aquí? ¿Qué lugar es este? ¿Acaso solo es un sueño?
Observo a Desmond de la misma manera que él me observa a mí. Deteniéndome en las partes de su rostro que ya había olvidado, en sus bellísimos ojos y en su cabello de oro.
—Te lo cortaste —Le susurro acercándome y tocando las puntas de su cabello que ahora caen más arriba de su oreja—. Te queda muy bien... te ves igual de lindo.
—Ya no lo soportaba —Me dice tocándolo por encima de mi mano—. Me hacía recordar momentos y... a personas.
Siento una punzada en mi corazón que va subiendo por mi garganta para terminar de explotar en mi cabeza.
—Ya sé que es tarde para decirlo, pero esa no es razón para no pedirte disculpas —Temo que mis palabras no sean las adecuadas, pero aun así sigo porque no puedo con la angustia que mi alma carga desde ese día—. Debí de estar a tu lado... en la batalla... jamás debí separarme. Aún me pregunto el porqué no corrí hacia ti una vez que el caos empezó. Debí cruzar aquel río de oscuridad y pelar hasta llegar por ti... y lo siento mucho por Medras, siento no haberlo salvado y siento que hayas pasado por una perdida de tal magnitud porque sé lo que él significaba para ti.
Desmond se queda callado, no sé por cuanto tiempo, en este lugar el tiempo parece ser diferente. Aquí el tiempo no existe. Me permito observar con más detenimiento a Desmond y en cuanto lo hago sé que mis palabras le han caído como agua fría. Ha cambiado demasiado al igual que yo estas últimas semanas y no puedo decir quien de los dos se ve peor porque Desmond no tiene heridas a la vista como yo, pero eso no quiere decir que no esté lastimado, sus heridas parecen estar por dentro, quemándolo con una intensidad feroz.
—No tienes que pedirme disculpas por eso —Desmond trata de sonreír, pero no lo logra—. Medras se sacrificó por mí... uno de sus muchos deberes era eso, él lo sabía... yo lo sabía. Y que no lo hayas podido salvar no te hace responsable porque sé que si las circunstancias hubieran sido distintas lo hubieras salvado las veces necesarias... nos hubieses salvado a todos.
Mi magia siente como la ansiedad de Desmond se acrecienta, como su rabia y agonía vienen y van. Hago que nuestras manos se entrelazan y poco a poco voy aliviando aquellas emociones que no lo dejan tranquilo, Desmond lo siente y no se aleja, en cambio, se acerca un poco más.
—Y a todo esto ¿dónde estamos? —Desmond mira a nuestro alrededor, pero solo hay blanco, blanco y blanco—. Todo se siente muy real.
—Porque lo es —Aprieto un poco su mano y él me mira a los ojos—. Esto es real.
—No del todo —Me dice bajando la vista a mi cuerpo—. Hace rato, te vi con cadenas por todos lados... no me digas que así es como te mantienen encerrado.
—Un castigo que no se lo deseo a nadie —Le confieso y él traga saliva—. Triddor... él es quien nos encadenó a Félix y a mí y quien nos ha maltratado todo este tiempo.
—¿Cómo está Félix?
—Para ser sincero creo que está peor que yo... ya sabes que a mí no me pueden herir demasiado, Agroz lo ha ordenado así. Triddor hace lo que quiere con Félix sin que yo pueda hacer nada... es horrible.
—¿Y has podido ver a los demás hechiceros rojos?
—Sí, Félix y yo somos el espectáculo principal. Triddor nos mantiene en una especie de... bueno ni siquiera lo sé, ese lugar es tan oscuro y terrorífico como él, pero parece un circo y ahí también están los demás rojos en un estado deplorable.
Ocultarle cosas a Desmond en el pasado me ha dejado muy en claro que no debo hacerlo de nuevo y menos en esta situación que nos rodea a los dos. Él está luchando en su reino contra su perdida, contra el mismo y contra su padre, mientras yo intento luchar para poder escapar de aquí junto con todos los rojos y encontrar alguna ventaja para que el alma de Agroz se desprenda de la de Luca y por ende de la mía, porque Luca no se merece esto, yo soy el único que debe de cargar con el peso de ser el ancla de Agroz.
—Triddor es quien se está apoderando de la magia de los rojos —Confieso sin temor—. Agroz apenas si los voltea a ver, él está demasiado concentrado en seguir queriendo apoderarse de los reinos y de quitarle su magia a Luca —Noto como la mandíbula de Desmond se tensa—. Así que no sé a quién tener bajo la mira, por un lado, Triddor es mucho más poderoso y listo de lo que pensamos y por el otro Agroz parece estar volviéndose loco mucho más de lo que ya estaba intentando dar con la torre lunar.
—¿Por qué quiere encontrar la torre? —Desmond parece intrigado—. ¿Qué puede interesarle sobre su pasado?
—Todo —Me encojo de hombros—. Todo en su pasado son puntos claves para derrotar a los reinos y alzarse como único emperador.
Desmond y yo nos quedamos callados por un buen rato, reflexionando si lo que está pasando, el hecho de estarnos viendo, escuchando y tocando sea solo parte de nuestra mente confundida y cansada.
—Debes prometerme algo Desmond —Tomo su barbilla para que me mire—. No importa que suceda... tienes que proteger a Luca. Agroz irá por él y no sé cuando o de que forma lo haga, pero Luca está en peligro porque cuando Agroz desea algo no duerme hasta obtenerlo. Luca debe de ser tu prioridad ad...
—¿Y qué pasa contigo? —La manera en que pronuncia cada palabra hace que quiera acercarme más a él—. ¿Debo olvidarme de ti... de nosotros?
—Pense que...
Ni siquiera sé que decir. Soy un idiota total, un tonto que no sabe lo que quiere... y un estúpido que lo quiere todo. No soy capaz de decírselo sin que mi voz tiemble y sin que mi cuerpo no me delate, aunque en el fondo Desmond sea el único rey que mi mundo conoce.
—Pensaste mal —Desmond es ahora quien toma mi rostro entre sus manos, acunándolo y protegiéndolo—. Quiero lo mismo que tú.
—¿Crees que esto sea un sueño?
Poco a poco nuestros rostros se van acercando, acortando la dolorosa distancia que nos separa. Nuestras narices chocan con delicadeza y Desmond recorre mi cicatriz como si fuera el camino a algún tesoro... mis labios, ha llegado a mis labios una vez más, encontrado su tesoro.
—¿Podría hacer esto si fuera un sueño?
Desmond no me deja contestarle, tampoco es como que tuviera una respuesta a su pregunta, no cuando sus labios ya están sobre los míos. Es un beso lento y cálido, lo acerco más a mí sujetando su cintura, joder, puedo escuchar su corazón latiendo a la misma intensidad que el mío, es bellísimo. Cuando nos separamos su mano baja hasta la mia donde el anillo de obsidiana de su madre, aún está ahí, traza su forma anonadado en el brillo celestial que desprende... yo no tengo que mirar hacia abajo, mi propio brillo celestial ya está aquí frente a mí.
Nuestro alrededor cambia de repente, no puedo siquiera describir como ha pasado porque no tengo idea, el hecho de estar en este lugar implica sorprenderse y estar en alerta todo el tiempo. Desmond y yo caemos por un risco, nuestros gritos llenan el espacio que nos enreda subiendo y bajando. Chocamos con algo duro, mi espalda truena como la de un abuelo y juntos rodamos sobre lo que parece pasto ¡estamos en un campo! Giramomos y giramos hasta que la vereda empinada acaba.
—Creo que un arbolote cayó sobre mí...
—Soy yo —Le contesto tratando de orientarme
Rayos tenues de sol caen sobre nosotros como gotas de esperanza. Intento levantarme sin lastimar a Desmond, pero él vuelve a jalar de mí.
—Dije que te confundí con un arbolote... no que te quitaras.
Desmond sonríe como siempre lo hace conmigo, sarcástico, juguetón, atrevido y con demasiada gracia como para no sonreír también.
—Huelo asqueroso —Le digo esforzándome para irme de su lado
—¿Me has visto quejarme?
—Deberías.
—Oblígame.
Lo admito, seré cien por ciento honesto. Extrañaba demasiado esto, estar con Desmond es sin duda la mejor experiencia que alguien podría tener en su vida y yo soy demasiado afortunado para que este príncipe me esté sujetando con fuerza para que no me vaya de su lado.
—Eres uno de los pocos que no me ha dicho... —Desmond cierra los ojos, mi magia detecta que no está bien, así que acaricio su mejilla—. Todos en el reino creen que soy un príncipe debilucho ahora que he perdido peso. No es que antes fuera musculoso, pero sí que era más fuerte... me veo distinto. Estoy demasiado alejado de lo que alguna vez conociste, ya no me veo como el príncipe al que rescataste.
—Sigues siendo Desmond Andillac —Le digo sonriéndole—. Tu apariencia no cambia eso.
—¿Sigo viéndome atractivo?
—Siempre lo has sido.
—Me voy a esforzar —Me dice y juntos nos levantamos un poco—. Entrenaré hasta recuperar mis músculos y hasta recuperar todo lo que me arrebataron y eso algo también eres tú.
No debería sorprenderme sus palabras, pero lo hacen, mi magia salta dentro de mi como si su lo hubiesen dicho a ella.
—Sé que tienes pensado escapar del Templo Ardor tú solo, pero tengo pensado ir por ti... y por todos los demás rojos también, no los dejaré solos.
—¿Y tu padre que dice al respecto?
Desmond se sienta y se cruza de brazos, se ve demasiado pequeño, sonrío como bobo mientras él busca las palabras adecuadas para no tener que insultar a su padre.
—No ayudará. Y era lo que esperaba de él, mi padre se cree ahora mucho más importante y fuerte que antes después de ayudar en la batalla de las montañas de cristal y salir victorioso como él dice y todos en el consejo lo apoyan. Afuera, en el reino, la gente no sabe qué pensar, está dividida, tiene miedo y dudas sobre a quien deberían seguir y se entretienen en chismes y rumores sobre todos nosotros... ya mucha gente sabe que Luca tiene magia y estoy seguro de que pronto todos los reinos se enteraran además que ya han inventado un cuento sobre mí que... —Desmond toma aire, su pecho sube y baja tratando de controlarse, ha hablado demasiado rápido y sin interrupciones—. No los culpo, mi pueblo trata de sobrellevar la situación de la mejor manera posible y haciendo eso es la única forma que los ayuda a no sobrepensar. Agroz y Triddor envían a sus oscuros y a sus hombres de ojos morados a espiarnos y a imponer terror tanto en el reino Umbria como el reino Grana. Amelia lo ha hecho demasiado bien todos estos días, nunca la había visto tan fuerte y decidida, creo que mi padre la ve como una amenaza, no puedo apartar la vista de ella, no toleraría que mi padre le haga algo.
—¿No tiene guardias que la cuiden?
—Es demasiado testaruda... se ha negado a guardias de protección para que en vez de cuidarla a ella cuiden a su reino y a su castillo —Desmond empieza a cortar pasto y a hacerlos pedacitos—. Aunque realmente está a salvo. Kilian jamás la deja sola.
—Kilian... —Susurro rascándome la nariz—. No me digas que es el hijo de Agroz.
—Asi es. Es un chico con buenas intenciones, pero la verdad aún no lo conozco lo suficiente, el mundo siguió girando mientras yo estaba en mi habitación bajo las sabanas, sin salir, sin comer y sin hablar con nadie, después de que sepultaron el cuerpo de Medras. Todos tuvieron tiempo para conocerlo, menos yo, asi que lo unico que se de el es que quiere a toda costa cortarle la cabeza a su padre, eso ya es buena señal ¿no?
—Todo aquel que quiera cortarle la cabeza a Agroz Baraz es amigo mio.
Desmond ríe empujándome un poco.
—Deberías verlos —Me dice negando con la cabeza—. Nunca vi a Amelia reír de la manera que lo hace con Kilian, él aún se siente mal por haberla casi aplastado cuando estaba en su forma de drokar.
—¿Y qué hay del otro príncipe? —No paro de rascarme la nariz, mi magia me golpea por dentro para que me detenga, pero no lo logro—. Cuéntame de él.
—Es un idiota —Desmond ríe a medias—. Pero es un idiota muy poderoso. Su nombre es Dreyden Yegger y no creerás quien es su madre —El atardecer está poniéndose en tonos naranja y violetas—. Su magia es inigualable, es de las mejores que he visto, la magia de persuasión sin duda es la mejor de todas.
No puede estar pasándome esto de nuevo, no otra vez... no por alguien que ni siquiera conozco. Entonces ¿por qué estoy sintiendo celos de ese tal Dreyden? Quizas sea por la manera en la que le brillan los ojos cuando habla de él o como es que puso en un altar a su magia de persuasión.
—¿Quién es su madre?
—Aryan Monroe —Me dice y aquel nombre llega a mí como un rayo—. ¿Te acuerdas de ella?
—Es la chica que de alguna manera incito a Agroz a ser el monstruo que es —Conecto todas las piezas—. Por eso mando a su hijo ¿se siente culpable?
—Dreyden dice que si, una vez que Aryan se enteró sobre lo que Agroz era se sintió muy responsable, envió a Dreyden en su lugar, ella quería venir y arreglar su desastre ella misma, pero por asuntos en su reino no pudo.
Claro que recuerdo a Aryan, la torre lunar hizo que aquella visión se viera en perfecto estado como para poder apreciar la gran belleza de esa chica, entonces su hijo, Dreyden debe de ser igual de atractivo que su madre... mierda, espero que su padre sea solo un poco feo, así las cosas estarían más justas.
—¿Qué pasara una vez que despertemos?
—¿Aún crees que esto es un sueño? —Le pregunto viendo como el sol ya casi no se ve, las estrellas están asomándose—. Sueño o no, aquí es un buen lugar.
—Un lugar con demasiada paz... ¡Mira allá! —Desmond me señala una estrella—. Es la estrella Rigel, es la estrella de tu mes de cumpleaños.
—¿Aún lo recuerdas?
—¿Cómo no lo haría? se trata de tu cumpleaños, jamás lo olvidaría.
—Aún faltan semanas para eso —Le digo recostándome para ver mejor la estrella
—No sé como, pero te prometo que pase lo que pase —Desmond se recuesta tomando mi mano—. Estaremos de nuevo juntos ese día. La estrella Rigel iluminará el cielo de azul y nosotros seremos testigo de ello.
Nuestro alrededor empieza a desvanecerse. El final de este encuentro está llegando.
—Conan —Desmond y yo nos levantamos—. ¿Que pasara ahora?
—No lo sé, pero no quiero irme —Volteo a ver por primera vez a Desmond con miedo, el terror sube por todo mi cuerpo y me aferro a él, Desmond sabe que mi miedo es tener que volver a ese circo de la muerte—. No podría soportar regresar a ese lugar sin ti, no cuando ni siquiera puedo moverme... las cadenas me están volviendo loco.
—Toma esto —Desmond saca de su bolsillo trasero una daga—. Siempre duermo con ella por las dudas, úsala para liberarte de las cadenas, no sé si sirva, pero es lo único que puedo ofrecer. Tampoco sé si al despertar la daga aparezca contigo, pero si lo hace significa que esto fue real y que puede volver a pasar.
—¿Volveremos a vernos... aquí?
—Lo más seguro es que sí, debemos tener fe.
El campo tiembla y el cielo ruge como si una tormenta se acercara.
—Debes cuidarte también —Lo tomo del rostro haciendo un intento por aprenderme cada rasgo que lo compone, para así no olvidarlo en mi agonía—. Entrena, come y ríe mucho. Debes hacer eso, no por los demás, ni por tu reino, ni por tu padre, ni Luca, ni por mí. Hazlo por ti Desmond, confió en que lo lograras, siempre lo haces.
Siento unas lágrimas que me mojan los dedos, Desmond está llorando.
—Libérate de esas cadenas ¿sí? —Desmond me sonríe aún con lágrimas en sus ojos—. Enfréntate de manera prudente contra Triddor y Agroz, dile a Félix que los insulte de la manera más engreída y sarcástica como él sabe hacerlo, pero sobrevive, sigue haciéndolo hasta que llegue por ti.
Es lo último que logro escuchar antes de que el rostro de Desmond se ponga borroso, sus ojos verdes ya no son tan verdes y sus pecas ya no son pecas, su cabello rubio se ve blanco y sin vida. ¿Dónde queda él y donde quedo yo? Una fuerza sobrenatural nos aleja con fuerza, llevándonos a una penumbra gris, regresándonos de nuevo a la realidad.
Las cadenas alrededor mío suenan como campanas avisando mi llegada al circo de la muerte, pero aquello no es lo que me despierta y hace que lance un grito de dolor.
—Que pena que no tuvieras pesadillas anoche —La voz de Triddor me marea y me pongo aún peor cuando me da otro golpe en las costillas—. Cuando llegue la noche verás como te lleno los sueños de pesadillas, pero por ahora ya despierta, que te necesito consciente para tu reunión con Agroz.
Escupo un poco de sangre al suelo arenoso, mientras escuchó que Félix se queja a mi lado.
Triddor no deberá esforzarse para que tenga pesadillas, él ya es una de ellas. Espero que Desmond no tenga pesadillas así de horribles y espero que haya despertado de mejor forma que yo o que por lo menos haya soñado un poco distrayéndose de todo lo malo. Sigo contando los días para que mis sueños dejen de ser pesadillas y vuelvan a ser solo sueños.
Este capítulo me hacía romperme en mil pedazos y volver a reconstruir una y otra vez. Es que Desmond y Conan se merecen todo lo mejor del mundo... estoy esperando escribir eso, porque ya no soporto que estén separados. Gracias por sus votos aún no me creo que ya esté escribiendo el último libro, es todo un logro para mí, gracias a ustedes que han seguido esta historia desde sus inicios, lo aprecio muchísimo.
Ala. 👑
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top