Capítulo 6. Los dioses inefables
CONAN
Nunca creí aceptar que las pesadillas no solo se tratan de monstruos y tinieblas. Supuse saberlo todo sobre ellas y el porqué siempre me atormentaban. Ahora sé que las pesadillas van más allá de seres abismales... ahora lo único que sueño son con personas. Seres humanos mortales y frágiles, débiles como la punta de un pétalo, tan livianas como el polvo mismo y pasajeras como el invierno, pero igual de macabras como cualquier criatura que habita los abismos de la tierra.
Los humanos dan miedo.
Y es aún peor que en este mundo existan humanos con magia. Si los mortales ya son de lo más horrible, las personas con magia y los inmortales son la cúspide de mi agonía. No puedo cerrar los ojos ni un segundo porque cuando lo hago lo único que veo es miseria y terror. Humanos con caras desfiguradas me persiguen, llamando mi nombre y gritándome cosas asquerosas e hirientes, tal como lo hacían... y siguen haciéndolo solo por ser un hechicero rojo. También se me aparecen hechiceros de toda clase, incluso de magias que no existen, lanzándome hechizos tras hechizos, convirtiéndome en su juguete personal tal como Agroz lo hace... Agroz, él se me aparece siempre con esos ojos rojos y sus marcas trepando por mi cuerpo.
—Es un milagro que Triddor no los golpeara más.
La chica de antes, Solmi, la que amenazo a Triddor me saca de mis pensamientos. Nos está intentando quitar las cadenas que rodean nuestros cuerpos con la ayuda de más rojos... sin éxito alguno. Félix se queja junto a mí como un niño de tres años, no lo culpo, el dolor que siento yo es incluso peor, pero lo resisto, lo cual no significa que no quiera hacerlo, sino que mi garganta no soportaría tal grito, no con lo ya lastimada que esta.
—Sus cuerpos no hubieran resistido otro día. Y parece ser que no podremos quitarles las cadenas, son igual de fuertes que las escamas de un dragón —Solmi se quita sus anteojos poniéndolos en su cabeza, su cabello rojo es sin duda el que está en mejor estado, el brillo que emana en tan intenso como lo fue el mío es sus mejores días—. Por lo mientras intenten que su magia los cure, nosotros los ayudaremos en eso en cuanto nos repongamos... solo piensen en el hoy y en el ahora, solo eso los ayudará a no perder la cabeza.
No puedo hacer eso, no cuando mi hoy y mi ahora son prácticamente mi pasado. Mi pasado es el barco que aún me lleva flotando a mi futuro inexistente, el que con sus remos me lleva a una velocidad abrumadora que me ahoga. Mi hoy y mi ahora dependen de salvarlos a todos, a mis amigos, a los reinos que en su pasado no me hubieran ofrecido siquiera un vaso con agua, a mí mismo y a Desmond.
Desmond y todos los habitantes de estas islas y de este diminuto continente merecen vivir.
Por más difícil que cueste creerlo, mi hoy y mi ahora comenzaron el día en que mis padres rescataron a Agroz Baraz de morir. Yo era la clave antes de meter a Luca en esto porque sacrificándome todo hubiese llegado a su fin. Y me detesto tanto haberlo hecho, pero no me arrepiento, a veces puede que detestes algo a tal punto de aborrecerlo, pero haber salvado a Luca de su sueño infinito no me causa aquella sensación.
Desmond es la razón de ello.
Él y solo él.
—Pues el hoy y el ahora duelen como el mismísimo... ¡Ay! —Félix da grititos mientras los rojos lo sujetan con fuerza para curarlo—. Puedo curarme yo solo, no necesito —Los rojos miran de mala a gana a Félix haciendo que se ponga nervioso—. Bueno, un poco de ayuda no le hace mal a nadie... ¡Ay!
—¿Siempre es así? —Solmi me pregunta
—En estos momentos su comportamiento es de lo más decente.
Una vez que Triddor nos dejó a solas con los rojos, ellos nos dieron la bienvenida con el saludo de los dioses inefables, algo que no podré borrar de mi memoria jamás. A los pocos minutos el maldito de Agroz regreso eufórico, pues se le olvidó atarnos. Félix como es costumbre no dudo en insultarlo, así que Triddor lo golpeo con sus marcas oscuras y ahora no para de quejarse.
—¿Triddor también los trata así? —Félix lanza la pregunta al aire intentando no gritar de nuevo
—Al principio era aun peor —Contesta una mujer con una sonrisa a medias—. Nos trata como a animales... solo nos usa para sus experimentos que lo hacen más fuerte y sano.
Escuchar eso hace que todos nos sumamos en un ambiente frío y lleno de rabia. Estar rodeado de tantos rojos me hace sentir menos solo, aunque poder saber como se sienten cada uno de ellos no ayuda a que me tranquilice.
—¿De qué experimentos hablas?
Mi pregunta hace que una anciana truene la lengua a unos metros de distancia, ella está sentada en el frío suelo rodeada de niñas que juegan con su cabello largo, es tan opaco y sin vida que podría pasar por un café marchito sin problemas.
—El cabello de Triddor —Nos dice justo en el momento en que unos rojos empiezan a curarme—. ¿Alguna vez han visto cabello como el de él?
Félix y yo negamos lentamente. El cabello de Triddor es inigualable, con mechones rojos, negros y blancos rodeándole aquel rostro bestial.
—Su pura existencia nos hace reflexionar hasta que punto puede llegar la codicia del hombre —La anciana parece querer golpear algo, sus puños se cierran con fuerza
—Triddor nos ha utilizado todos estos años —Solmi se sienta exhausta junto a mí con una mirada vacía—. Nos toma cuando quiere y hace que nuestra magia... nuestra tan poderosa magia se reduzca en nada.
—Nos succiona nuestra magia —La anciana habla sin poder mirarnos a los ojos—. Lo ha hecho desde el primer día que pisamos este templo. Nos roba nuestra magia roja y se la bebe como si fuera agua. A Triddor le fascina tener el control sobre nosotros.
Todas mis sospechas eran ciertas. Maldigo el día en que Triddor nació.
—¿Agroz igual hace lo mismo? —Félix le pregunta y la anciana parece querer llorar
—Agroz, Agroz, Agroz... No, él casi nunca nos molesta.
Me impacta saber eso ¿cómo puede ser posible? Solmi parece darse cuenta y se empieza a reír.
—¿Creeian que Agroz era el que nos trataba como escoria? Él casi nunca viene. Si lo hace solo es para una inspección, para ver cuantos de nosotros siguen vivos y para recordarnos que aún no saldremos de aquí. Si alguno de nosotros alza la voz contra él, sus marcas oscuras hacen el trabajo... pero han pasado años sin un accidente, todos saben que es mejor mantener la boca cerrada.
—Agroz solo tiene ojos para los castillos —Una de las niñas que está junto a la anciana habla, su cabello rojo parece estar en buen estado—. A él no le importamos... eres tú el único rojo quien le importa de verdad —Me dice mirándome—. Solo se preocupa por ti Conan Chalamet y por tratar de vencer a los reinos y gobernar pisándolos a todos.
Me duele escuchar a una niña tan pequeña hablar así, con la cruda realidad ¿Hasta dónde hemos llegado para que esto sucediera?
—Si lo deseas —Solmi sonríe ladeando la cabeza—. Nosotros podemos ir tras Triddor mientras tú vas por la cabeza de Agroz. Y no es que no nos importe darle su merecido a Agroz, sin embargo, todos aquí sabemos que Triddor merece ser castigado de la manera más cruel y bizarra posible. Ya verás como nosotros nos encargaremos de eso...
—Pero siguen aquí —Félix habla y su voz hace eco, todos los rojos e incluso los que se ocultan en las sombras posas sus ojos en él. Le doy un empujón con mi pie para que se calle, pero conociéndolo es imposible—. Siguen aquí después de tantos años sin...
—¿Hacer nada? —Solmi lo interrumpe—. Me parece que tu tampoco podrías hacer nada si prácticamente te extraen tu magia. Y no es verdad que no hemos hecho nada, Conan lo sabe muy bien ¿Verdad?
Félix parece recordarlo y se queda callado con las mejillas encendidas de la vergüenza.
—¿Cómo fue que lo lograron? —Volteo a ver a mi alrededor—. ¿Cómo pudieron mandarme mensajes de esa forma?
—Entrar a la mente de alguien es fácil —Solmi se encoge de hombros
—Pero nosotros no tenemos ese tipo de magia.
—¿Y quién te dijo eso? —La anciana deja que las niñas empiecen a trenzar su cabello—. ¿Por qué crees que nosotros los rojos somos tan importantes? Y no me digas lo que ya sé. No solo somos sanadores y hechiceros encargados de revivir personas, eso es lo básico de nuestra magia Conan, los dioses inefables nos dieron el don de poder comunicarnos entre nosotros... sabes que podemos sentir los sentimientos y emociones de los demás, pero eso no es lo único.
—¿Es algo así como telepatía?
—El don de la telepatía se perdió hace milenios —La anciana le contesta a Félix—. Eso aquí ya no existe, pero sí, es algo así como la telepatía. No es tan buena como para brincar de alegría y podría decirse que es inútil.
—La abuela Feli lo llama sinergia —Solmi suspira cerrando los ojos—. Es la acción de poder comunicarnos entre nosotros, algo que solo podemos hacer los hechiceros rojos... y es demasiado complicado y torpe como lo dijo la abuela, pues se necesitan demasiados rojos para lograrlo. Por obvias razones —Solmi señala a su alrededor—. Nosotros pudimos hacerlo y es por eso que las voces que escuchabas dentro de tu cabeza se oían raras y deformes.
—Pero sus mensajes eran... complicados —Le digo rascándome la nariz—. Eran como acertijos sin respuesta.
—La sinergia es eso específicamente —Solmi se toca la garganta—. No podemos decir lo que queramos, no es sencillo, los mensajes deben de mandarse en códigos y acertijos para que todo esté en equilibrio y para que nuestra magia no se apague. La sinergia requiere mucha concentración y poder, todos aquí éramos piezas claves para que esos acertijos llegaran a ti en los momentos adecuados.
—Aún no logro comprenderlo —Me rasco con más fuerza—. ¿Cómo sabían todo eso? sus acertijos me decían cosas sobre el futuro y el pasado... como si fueran algún tipo de divinidad.
—La abuela Feli nunca nos ha querido decir como lo hace —Solmi mira de reojo a la anciana que hace caso omiso a mi duda—. Pero ella sabe todo. Una vez nos dijo que en sus sueños alguien le susurra cosas, tantas que el mundo se paralizaría si la abuela lo revelara.
—¿Es como una adivina? —Félix le pregunta sin dejar de ver a la anciana
—Puede ser, Pero ¿Qué importa? se lo debemos todo a ella —Solmi se acerca un poco a la anciana—. ¿Por qué no les cuentas sobre los dioses? quizas así les quede más claro... ya deben haber olvidado la historia, ya casi nadie la cuenta y menos como lo haces tú.
La anciana se limita a sonreír vagamente y hace selas a todos los rojos para que se acerquen a escuchar. De lo idiota que soy, intento hacer lo mismo, pero las cadenas de mi cuerpo me lo impiden, solo puedo acercarme un poco a Félix, él hace lo mismo.
—Hace muchos siglos, en una época donde la humanidad aún estaba en sus primeros pasos, cuatro dioses inefables reinaban en los cielos y las estrellas, observando con curiosidad e interés la evolución de los mortales. Estos dioses eran seres ancestrales, cuyos nombres y formas eran desconocidos para los humanos, pero cuyo poder y sabiduría eran legendarios.
La anciana se detiene como si con solo contar la historia algo en su pasado se abriera y comenzará a sentirse más débil, más indefensa. La anciana deja que las niñas sigan tejiendo su cabello, da un suspiro largo y sonríe con determinación para continuar la historia.
—A medida que los humanos comenzaron a desarrollar su propia cultura y sociedad, surgieron entre ellos aquellos que ansiaban el poder y la magia que parecían estar reservados para los dioses. Estos mortales codiciosos creían que podrían usar la magia para gobernar sobre sus congéneres y alcanzar la inmortalidad, ignorando el equilibrio y la armonía del mundo natural.
Me dan escalofríos de solo escuchar eso. No hay duda de que los humanos han deseado con fervor la magia. Desde el principio de los tiempos.
—Los dioses inefables, viendo esta ambición desmedida y peligrosa, decidieron crear una fuente de magia que pudiera ser controlada y regulada para evitar que los humanos la utilizaran de manera irresponsable —La anciana cierra los ojos como si solo con eso la historia pesará menos en su corazón—. Así, los cuatro dioses se reunieron en los cielos y juntos crearon la esencia mágica que habitaría el mundo mortal.
Félix se acurruca más a mi lado, aun con las cadenas por todo su cuerpo. No puedo siquiera verlo a los ojos. Su cara parece que fue golpeada por días, su labio y ceja rota solo me hacen querer estar en su lugar a pesar de que su magia poco a poco lo curara. No soporto la idea de que esté sufriendo en este lugar por mí, porque yo fui quien lo arrastró a este infierno.
—La creación de la magia fue un proceso largo y complicado. Los dioses se esforzaron durante muchos años para dar forma a la esencia mágica —Continúa la anciana observando el cielo plegado de estrellas sobre nosotros—. Moldeandola con su propia fuerza y sabiduría. Cuando finalmente la esencia estuvo lista, los dioses la liberaron en el mundo mortal, permitiendo que se diseminara por todas partes.
Mis padres me contaron sobre ese día. El día celestial lo llamaron, muchos otros lo conocen con otros nombres, tan épicos y misteriosos cómo los propios dioses. Las niñas dejan de trenzar el cabello de la anciana y salen corriendo a las sombras junto con los demás rojos.
—Los humanos, asombrados por la magia recién creada, la recibieron con entusiasmo y gratitud. —La anciana hace una pausa de suspenso para que todos prestemos suma atención—. Sin embargo, algunos pocos todavía buscaban controlar la magia para sus propios fines egoístas. Los dioses inefables, conscientes de que la magia podría ser una fuerza peligrosa en manos equivocadas, impusieron una serie de leyes y restricciones para su uso.
—Es por eso que algunos humanos pueden adquirir dones mágicos ¿No es así? —La anciana voltea a ver a Félix con una sonrisa
—Exacto —Contesta Solmi junto a mí—. Los dioses prácticamente nos crearon a nosotros, pero dejaron que la magia fuera usada por todos aquellos que así lo deseaban. Triddor es ejemplo de ello, no fue solo su ambición y ser demasiado bueno robando magia de otros, lo que lo llevo a ser el monstruo que es ahora... La magia también lo eligió.
—Y así —La anciana continua ya con el final de la historia—. La magia continúa siendo una fuerza vital y hermosa en el mundo mortal, una prueba del poder y la sabiduría de los dioses inefables.
—¿Ellos se han ido? —La pregunta de Félix parece llamar la atención de todos
—Aún nos vigilan —La anciana señala el cielo por detrás de la cúpula de cristal—. Y están a la espera de intervenir.
—¿Y por qué no lo hacen? —Al parecer Félix está demasiado preguntón que de costumbre—. ¿Por qué no detienen todo esto?
—Porque no es su batalla —Solmi juguetea con sus anteojos—. No fueron ellos los responsables de esto. Los dioses solo nos dieron el poder, pero los hombres fueron quienes decidieron usarla de manera irresponsable y cruel. Ellos ya no nos deben nada.
—Debemos seguir luchando —Las cadenas en mi cuerpo chocan entre si—. Debemos lograrlo.
De reojo puedo ver como todos los hechiceros sonríen. Puedo sentir que me tienen un gran afecto, es demasiado raro, pero es un afecto reconfortante.
—Primero debemos lograr que Triddor los suelte —Solmi le da unos golpecitos a nuestras cadenas—. Deberán comportarse para que eso pase, con cadenas sobre ustedes no lograremos mucho.
—No me lo digas a mí —Volteo a ver a Félix
—¡No me miren así! también eres capaz de decir cosas que podrían mantenernos con cadenas por el resto de nuestras vidas.
Ya no le contesto porque es verdad.
—Los dos deben mantener la boca cerrada y hacer como si Triddor tuviera el control.
—Lo intentaremos —Félix le sonríe
Solmi suspira cansada y asiente.
—Sí, eso pensé y con eso me basta. Ya es de noche —Nos dice poniéndose sus anteojos—. Deben dormir, mañana será un día... mejor. Podremos hablar más sobre todo lo que quieran saber.
La anciana se despide de nosotros con el saludo de los dioses inefables y se va junto con las niñas, los demás rojos vuelven a esconderse en las sombras del circo y Solmi desaparece con ellos. Al voltear a ver a Félix, él ya tiene los ojos cerrados.
Yo hago lo mismo, cierro los ojos con pesadez y con miedo... pero esta vez no veo caras deformes, ni a Triddor o a Agroz, ni a ningún ser mortal dispuesto a atormentarme.
Hay una voz conocida que llama mi nombre, una voz tan dulce que me grita desde muy lejos.
Lo veo correr hasta mí y dejarse caer a mi lado. Su cabello rubio parece estar diferente, sus pecas parecen haber borrado de sus mejillas y sus ojos verdes... siguen igual de hermosos desde la última vez que los vi.
Desmond está aquí.
Las cadenas a mi alrededor desaparecen y el circo se esfuma dejándonos en una habitación blanca. Las manos de Desmond recorren mi rostro con nervios, viajan por mi cicatriz como si hubiese olvidado como se sentía tocarla, sus dedos llegan a mis labios y se detienen ahí. Acerco mi cabeza contra la de él, nuestras miradas se encuentran. Desesperadas, radiantes, llenas de ilusión y algo rotas.
Y nos hundimos en un abrazo capaz de derrumbar a un reino... un abrazo tan fuerte capaz de reconstruirlo.
Este cap fue corto, pero lleno de información y por eso lo quise dejar hasta aquí para que sus mentes no explotaran... la mía casi lo hace. El final me hizo emocionarme y gritar como loca y sé que a ustedes igual, así que esperen hasta el próximo cap porque mis chicos vuelven a reencontrarse.
Aquí les dejo como es que se vería Triddor y si... sé que se ve bien jajaja perooo no podía hacerlo ver más tenebroso, solo recuerden que se ve más terrorífico y ya jeje. Aun así, no importa que se vea bien porque aquí todos lo odiamos.
Ala. 👑
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