Capítulo 2. Mina de rubís

CONAN

—¿Y como están mis rojos favoritos? —La voz de Triddor interrumpe mis sueños o mis pensamientos, ya no distingo cuál es cuál, su voz rebota por cada espacio en mis oídos haciendo que me duelan—. No puede ser ¿quién los dejo en este estado tan deplorable? que cruel.

Triddor chasquea la lengua riéndose, como si aquella persona cruel y depravada no fuera él. Félix y yo seguimos atados en medio de su circo del terror, según mis cálculos hemos estado así por semanas... quizás meses. Mi boca está seca, mi estómago ruge por comida y apenas si puedo mantener mis ojos abiertos. Es un milagro que no este muerto, mi magia es la razón de ello, sigue latiendo dentro de mí, tan fuerte que su presencia me abruma.

Todos estos días no hemos estado completamente solos. Los hechiceros rojos han estado cuidándonos o por lo menos acompañándonos en este infernal lugar. Aún me cuesta un poco entender que aquí hay rojos de todas las edades, la última vez que vi a un rojo adulto fueron mis padres y ni hablar de un niño o de un anciano. También me dan escalofríos de solo ver en las condiciones en las que Triddor los ha dejado todos estos años, me hierve la sangre de ver sus cabellos tan opacos y sin vida y como sus cuerpos parecen haber sido chupados, como si les hubiesen extraído su magia...

Estoy demasiado cansado como para pensar que eso es la cruda realidad de todos aquí, pero estamos hablando de Agroz y de Triddor, dos personas que no les importa arrebatar lo que sea con tal de su propia seguridad ¿y si ellos han extraído la magia de los rojos? eso explicaría todo de una manera más atroz y si es verdad que los dioses nos protejan.

—Agroz quiere verlos —Triddor se acerca a nosotros, toma primero el rostro de Félix, ni siquiera puedo distinguir si está despierto o no, después toma el mío, me inspecciona, me observa con detenimiento—. Aunque dudo que puedan decirle algo, dudo que sean de utilidad. Pero como ya saben —Triddor nos suelta y puedo sentir su frustración—. El perro faldero de Agroz Baraz tendrá que hacer lo posible para que eso pase, así que vamos, no tengo todo el tiempo del mundo.

Un chasquido suena y todas las malditas cadenas en nuestros cuerpos desaparecen, caemos en la fría arena, siento como un poco de ella entra a mis ojos, trato de levantarme sin éxito alguno, no tengo fuerza, ni siquiera como para gritar o pedir ayuda y por los visto Félix está igual.

¿No ves que apenas si pueden respirar bruto imbécil? 

Una voz femenina se escucha en alguna parte, ahora la frustración de Triddor se convierte en una rabia pura y letal. Como puedo me doy la vuelta como un tronco para quedar boca arriba, a mi derecha Triddor señala algo, empieza a caminar para poder alcanzar aquello, con tanta rapidez que me da escalofríos.

—Solmi querida ¿cuántas veces te tengo que repetir que cierres tu maldita boca? De aquí eres la más escandalosa, si no fueras tan lista ya me hubiera deshecho de ti, como lo hice con tus amiguitos.

—Inténtalo entonces —Una chica de piel morena aparece junto a mí ¿de dónde ha salido? Incluso Triddor se espanta al verla aparecer de la nada—. Es mejor que corras con la cola entre las patas y dejes que descansen un poco antes de ver a Agroz.

—Niña insolente —Triddor está a punto de abalanzarse sobre la chica, su cabello rojo peinado en dos coletas altas reluce bajo las luces del circo—. Verás lo que mis garras son capaces de hacer...

Algo derriba a Triddor, el sonido es tan fuerte que puedo escuchar huesos quebrándose. La chica se acerca más algo sorprendida, pero lo ignora por completo, prestándome de nuevo atención como si ya estuviera acostumbrada de ver cosas así. Me toma entre sus brazos y me quita unos mechones de cabello de la frente, sus ojos azules son como un rayo de esperanza que me había abandonado hace mucho.

—Basta ya de tus estupideces Triddor —Aquella voz que tanto repudio suena en cada rincón, mi magia se rinde a la de él haciéndole una reverencia. Agroz Baraz hace su entrada triunfal como de costumbre—. Te dije que no demoraras y mírate aquí perdiendo el tiempo. Hazte a un lado Solmi, no lo repetiré dos veces.

—Necesitan comer y beber algo —La chica se aferra a mí—. Este cabeza hueca de aquí —Señala al piso—. Casi los mata de hambre.

—Puedo notarlo Solmi —Agroz hace un movimiento con las manos y el cuerpo de Félix y el mío se elevan—. Trata de quedarte callada la próxima vez si no quieres que Triddor te rebane la lengua.

Solmi agacha la cabeza, sus anteojos se deslizan un poco y ella ya no dice más.

—¿Han hablado con ellos? —Agroz le pregunta a la chica, suena más como un regaño que como pregunta

—Solo balbucean como bebes, no han podido entendernos ni dos palabras, así que no te preocupes, aún no planeamos una rebelión.

Triddor alza la barbilla y las marcas oscuras de su cuello se hacen más fuertes, le sonríe a la chica con una pizca de recelo y de otro movimiento nuestros cuerpos empiezan a moverse detrás de él.

—No los traje aquí para que se hagan mejores amigos —Triddor se da la vuelta jalándonos con él—. Ellos están aquí como piezas de ajedrez, como títeres y como cartas de mi juego. 

No te pertenecen.

Una risa viene del suelo, tan trastornada que me da terror, Triddor se levanta, alcanzo a verle un hilo de sangre que baja de su cabeza.

—Es lo que siempre dices —Triddor se acerca a la chica, quitándole sus lentes—. Pero ellos siempre nos han pertenecido... así como tú y los demás rojos nos pertenecen. Lo sabes bien ¿no? nosotros somos dueños de sus vidas, de sus sueños y de su futuro.

Solmi traga un poco de saliva sin bajar la mirada, la sostiene con la de Triddor que parece que está viendo más allá de su alma, juntos se quedan en una pelea silenciosa de miradas. Salimos en silencio junto con Agroz por los pasillos de piedra, dejando atrás aquel circo abrumador.

—¿Qué más... —Mi voz suena rasposa, seca y sin vida—. ¿Qué más quieres de nosotros?

—Todo lo que me puedan dar —Agroz se detiene hasta quedar en medio de los dos—. Y no me refiero a su magia ni a sus almas... eso ya no me sirve. Han podido ver que tengo bajo mi dominio a hechiceros rojos listos para usar, pero ustedes son diferentes, están en otra categoría y eso los pone en la cima.

La cima apesta.

Félix lanza como puede entre balbuceos, Agroz lo mira de mala gana mientras giramos en otro pasillo, todo se ve igual, todas las puertas son iguales, las linternas, los adornos... esto es un laberinto. El circo es solo una parte de todo el estelar de espectáculos que tienen. ¿Cuántos hechiceros tienen cautivos en realidad? Me dan escalofríos al ver unas puertas de hierro con barrotes para ver al interior. Aquellas puertas ya las había visto, en visiones y en sueños, de ellas salían manos pálidas y huesudas, las manos de los rojos salían como látigos en busca de algo a que aferrarse.

Félix y yo nos quedamos callados en todo el camino y no es porque no queramos, oh no, si nuestras voces estuvieran en buen estado, al igual que nuestros cuerpos y mentes le lanzaríamos a Agroz cualquier cosa, amenazas, insultos o una pregunta tras otra. Parece que fue suficiente con aquellas palabras que dijimos, se llevaron la poca saliva que nos quedaba. Nos dejamos arrastrar por las marcas oscuras de Agroz hasta que llegamos a una especie de comedor. Las paredes de piedra están iluminadas por fuego color rojo y verde haciendo que todo se vea más misterioso, hay una mesa larga al centro rodeada de muchas sillas.

—Primero comerán y luego me escucharan —Agroz nos mueve hasta que nos deposita en unas sillas—. Debí encargarme de ustedes yo mismo, pero estaba demasiado ocupado...

—¿Con tu hijo? —Félix le dice con voz temblorosa y aun así su sarcasmo se hace relucir

Le lanzo una mirada que irradia preocupación, él lo entiende, se encoge de hombros y se calla.

—Mi... —Agroz traga saliva y se sienta en una silla llena de huesos de lo que parece ser dragones—. Mi hijo es el menor de mis problemas ahora. No estoy enfocado en él. Mis ojos siempre estarán en los reinos, sin importar que o quien quiera destruirme... pasara todo lo contrario. Yo seré el quién los destruya primero.

Una puerta detrás de Agroz se abre, unos oscuros pasan con dos bandejas llenas de comida reluciente y apetitosa, nos la dejan frente a nosotros. Siento como Félix desea abalanzarse a la comida, pero al igual que yo espera a cualquier signo de veneno. Nuestra magia puede detectarlo con más facilidad, aunque no siempre funciona.

—No le puse veneno, solo es comida.

Agroz nos mira fastidiado y nos hace señas de que comamos si no queremos que él nos coma a nosotros. Por lo menos él no da tanto miedo como Triddor.

Félix y yo no dudamos. Puede que la comida sí que este envenenada o con algún líquido extraño o hechizo y aun así no nos importa, no cuando nuestro estómago pide a gritos por comida. Comemos... no, devoramos. Estamos devorando la comida sin piedad, ni siquiera nos ponemos a saborearla, no lo suficiente, en un abrir y cerrar de ojos nuestros platos han quedado limpios y relucientes sin una pizca de comida en ellos.

—Puedes quizás decirle a Triddor que nos trate con más humanidad —Félix habla con voz más gruesa y decidida, al parecer la comida nos ha dado la fuerza que estos días nos han arrebatado—. ¿No acaso somos tus rojos más importantes?

—Triddor no siempre sigue mis reglas...

Eso se nota.

Félix se queja y refunfuña como niño pequeño, yo le doy una patada en su tobillo para que guarde silencio. Agroz lo mira con aquellos ojos asesinos y chasquea, sus dedos hacen un sonido melodioso y de la nada Triddor aparece junto a él. Como buen perro fiel.

—Llévatelo de aquí —Agroz señala a Félix

—No lo lastimes.

Le digo a Triddor observando como sus colmillos afilados se asoman en una sonrisa de gloria al ver que mi magia roja quiere huir de él.

—Las órdenes que me han dado es no lastimarlo... por lo menos no para hacerlo gritar de dolor.

Quiero levantarme de la silla, pero algo me lo impide, las marcas de Agroz me han tomado de los tobillos, me están lastimando, incluso siento que arden, tanto que temo que me abra la piel y me coma los huesos. Triddor toma a Félix del brazo y lo empuja para que camine. Mi amigo me da una sonrisa tranquilizadora y una mirada que dice me quedaré callado... lo más que pueda. Suspiro por la preocupación que eso me da y sin poder moverme, simplemente me quedo observando a Agroz ¿Cómo es posible que un niño indefenso de los reinos lejanos terminara así?

—Ve al grano.

Agroz rie al escucharme, no me deja de sonreír con esa frialdad aterradora suya.

—Creo que ya lo sabes... Tu mirada denota miedo y puedo leer tu mente. Tus recuerdos sobre mí no son nada buenos.

—Nada que tenga que ver contigo es bueno.

—Soy un sobreviviente. Un alma nacida para sobrevivir y vencer, eso es lo que la vida me enseñó. Es obvio que ya no soy ese niño indefenso de los reinos lejanos, deje de serlo hace tanto... Mi vida siempre fue así. Siempre con el propósito de ganar y hacer que mis enemigos rogaran clemencia. Tú no eres mi enemigo Conan.

Estoy a punto de contestarle cuando él aparece junto a mí, tan cerca que puedo ver cómo sus marcas oscuras se mueven como serpientes.

—Así que por tu bien me dirás dónde y como puedo llegar hasta la torre lunar. También me dirás todo lo que sepas sobre la magia del príncipe Luca.

—Y dices que no eres mi enemigo...

—Deberás confiar si quieres salir de aquí y ver a tu principito de nuevo... —Agroz se ríe por lo bajo—. Sé que no está muy bien de salud. No después de la muerte de Medras... Gloriosa muerte si me dejas opinar.

Cómo me gustaría reventarle la nariz de un golpe, tomarlo del cuello y estampar su cabeza en el suelo hasta que su cráneo se parta en dos.

—No pondré en peligro a mis amigos. Ya no, ya no tienes ese poder en mí.

—¿Estás seguro?

—Por tu hechizo Medras está muerto. La protección de Desmond rebotó hacia él acabando con su vida. No mereces que nadie confíe en ti.

—¿Debo recordarte quien es el que deseo que le pusiera ese hechizo? —Agroz me enreda sus marcas en mi cuello que suben lentamente hasta mis labios—. Tienes tanta culpa como yo por la muerte de ese guardia.

Culpa.

La culpa siempre me ha perseguido. Es como mi mejor amiga y mi peor pesadilla al mismo tiempo. Lo peor de todo es que no sé cómo deshacerme de ella.

—¿Para qué quieres la magia de Luca? —Le sonrió engreídamente—. Ya no es tuya.

Eso parece hacerlo enojar, sus marcas me aprietan más y noto como se deslizan por las comisuras de mis labios.

—Aquel poder... Es demasiado para un niño como él. Me fue arrebatado y fue a dar a un estúpido bebé. Quiero mi poder de vuelta.

Agroz parece importarle demasiado que Luca tenga parte de su poder. No le importaría si realmente siguiera siendo poderoso, por lo visto ya no lo es... O por lo menos ya no, como era antes. Quiero decirlo en voz alta, pero me resisto a ello.

—Sé la verdad de ese día...

Las marcas de Agroz ya casi no me dejan respirar.

—Tú no lanzaste las marcas oscuras hacia la reina. Las lanzaste para el rey y ella se interpuso en el camino, tu hechizo penetró a la reina como a Luca que estaba en su vientre en ese momento.

Agroz parece estar en otro lugar, viendo aquel recuerdo, ya sea en su propia mente o en la mía. Me deja de apretar con sus marcas y se aleja de mí dando traspiés, como si aquel recuerdo lo alterará como para perder los estribos.

—Quiero saber una cosa —Digo y sé que la pregunta que haré no me concierne, no me debería interesar y no debería ser yo el que la pregunte. Aun así lo hago—. ¿La amabas?

—¿Amar? —Agroz escupe la palabra con odio—. Es una palabra sin sentido. Amar es una palabra tan mortal.

Él camina en círculos, rodeando la mesa, extremo a extremo. Puedo sentir la ira que emana, así como anhelo y desilusión.

—Amar no se compara con la gloria. La gloria es tan inmortal como el universo mismo —Agroz recorre sus marcas oscuras de su brazo izquierdo—. Y lo peor de todo... es que la reina poseía esas dos palabras de mí. Amor y gloria es lo que siempre le ofrecí.

No puedo creer que Agroz esté hablando así... se siente tan humano, tan frágil y demasiado irreal.

—La reina era una mujer impecable e igual de fuerte que las escamas de un dragón. Ese día, cuando mis marcas oscuras la atravesaron, quería destruirme a mí mismo, quería gritarle a ella lo estúpida que fue al proteger a su esposo... y aun así no pude dejar de sentirme impresionado. La reina se sacrificó por un hombre que jamás supo valorarla —Agroz alza sus manos observando como sus marcas aparecen y desaparecen—. Luca hizo que mi poder creciera. Yo pude haberle otorgado una pizca de oscuridad, pero Luca se encargó de que creciera dentro de él, como una peste. No creo que pueda con ella, por lo menos no con el peso que implica, no cuando su padre ya lo sabe y menos si él ordena hacerle algo.

—Su padre nunca haría...

Nunca digas nunca. ¿Piensas que al rey le importa un poco Luca? Puede que sea su heredero, el hijo mayor y el que todo el mundo ama. Eso no es suficiente, no para un padre que repudia que su hijo ahora tenga magia en sus venas. Entiéndelo Conan, ellos jamás cambiarán ni siquiera por nosotros. El mundo se creó así y el universo se encargó de enseñarnos la cruda verdad.

—No supongas que lo he olvidado —Agroz alza una ceja y se detiene para prestarme atención—. Me hablas de destinos y de gloria... no puedes hablar tan orgullosamente cuando al cerrar mis ojos cada noche lo primero que sueño es el como asesinaste a mis padres. No se me ha olvidado, nunca lo olvidaré. Me quitaste a mi familia, dañaste lo más preciado que tenía. Yo sigo en mi agonía y en mi propio limbo y tú... sigues estando orgulloso de tus actos —Le sonrió como lunático, la furia que siento en mis venas es tanta que mi magia intenta controlarla, me rasco la nariz frenéticamente—. Puede que tú no puedas hacerme daño y que intentes protegerme a toda costa para que tú no mueras... ¿Qué pasara si yo decido atravesarme el corazón primero?

Los dos nos olvidamos por un momento de Luca, olvidamos que el igual esta anclado a nosotros en carne y hueso.

—No lo harías, no serias capaz.

—Antes me decía a mí mismo que era un cobarde, alguien demasiado inútil como para no dar la vida por el bien de estos reinos... debí hacerlo, debí sacrificarme en el momento en que mataste a mis padres, debí tomar una daga y cortarme el cuello. Así este momento jamás hubiese existido, ni el dolor que todos nuestros actos nos han dado. No soy el héroe de este cuento y quizás tú no seas el villano...

Los dos nos quedamos viendo sin siquiera parpadear, los músculos de mi cuerpo se tensan.

En cuanto salga de aquí verás como tomo todo tu templo y a ti mismo entre mis manos para partirlos en dos.

—Eres un niño inútil Conan Chalamet —Agroz se burla de mí restándole importancia—. Quiero ver como te arrastras fuera de este templo y como es que gritas por ayuda cuando no puedas más ¿sabes una cosa? tus amiguitos allá afuera no han pensado en ti, ni una sola vez. Sus mentes están ocupadas y entretenidas con ese hijo mío y con ese atractivo príncipe de los reinos lejanos... nadie se acuerda de ti. Solo eres uno más del montón, un hechicero rojo más de esta mina, un rubí demasiado insignificante como para llamar la atención.

Sé que eso no es verdad, sé que mis amigos han pensado tanto en mí como yo en ellos.

Algo muy, pero muy dentro de mí hace que crea lo contrario. ¿Qué tal si todo lo que Agroz dijo es verdad? puede que ellos no estén pensando en mí, puede que jamás vuelva a verlos de nuevo. Quizás mi destino desde un principio era podrirme en este lugar lleno de pesadillas y oscuridad.

Agroz chasquea de nuevo los dedos y Triddor aparece a su lado haciéndole una reverencia.

—Vuelvo a atar y ahora ponle más cadenas. Has que pesen tanto para que solo pueda respirar lo suficiente como para no morir —Agroz se vuelve a sentar en su silla llena de huesos—. Y has lo mismo con Félix... a él no me importa como lo ates, haz lo que quieras.

—¿Amor y gloria dices que la reina te quito? —Le escupo las palabras mientras Triddor ya me lleva del brazo, arrastrándome con todas sus fuerzas para salir del salón—. Parece que solo te destruyo tu orgullo y tu corazón.

Antes de que las puertas se cierren puedo ver como las marcas de Agroz salen disparadas por todos lados, chocando con la mesa que cae al suelo hecha pedazos, que da con las velas que caen rodando al suelo y quemando todo a su paso, el templo retumba en un sonido monstruoso.

—Sigue así y verás como Agroz terminara sacándote el corazón y comiéndoselo como hace con todos los que lo sacan de quicio —Triddor rie como si fuera algo gracioso

No le contesto, dejo de forcejear con Triddor y me dejo ser arrastrado de vuelta al circo de la muerte.

Al llegar de nuevo al circo, Triddor me avienta a la arena caliente. Félix corre a mi ayuda y oigo como lanza un pequeño gruñido hacia Triddor.

—Disfruten el día —Triddor se agacha para quedar a nuestra altura, nos revuelve el cabello como si fuéramos los mejores amigos—. Regresaré en la noche y volveré a atarlos.

Lo vemos levantarse e irse silbando como si aquella tarea fuera la más emocionante que jamás haya hecho.

—¿Qué paso? —Félix me levanta con cuidado—. ¿Qué te dijo Agroz? ¡Por los dioses! pense que daba más miedo... creía que de cerca sería aterrador, pero nada se compara a Triddor.

Estoy a punto de decirle todo lo que sucedió con Agroz cuando noto demasiados ojos viéndonos a través de las sombras. Mi magia se une a la de ellos, viajando de rojo en rojo, deleitándose con la caricia del esplendor de los demás.

Cada uno va saliendo dejando ver su cabello rojo como signo de supervivencia. Los hechiceros empiezan a rodearnos uno por uno, nos observan detenidamente y nosotros igual. Parecen seres místicos salidos de una historia de lucha y sangre. ¿Por qué tarde tanto tiempo en encontrarlos? no merezco verlos a la cara.

A ellos parece no importarles el hecho de que estén en peores condiciones que nosotros. Hacen lo que jamás imagine volver a ver en mi vida. Félix igual lo sabe porque se aferra a mi brazo apretándolo con euforia.

—Debe de ser un sueño... —Félix susurra junto a mí

Nos rodean más de cien rojos, cada uno en sincronía apuntan primero al cielo con su brazo extendido y después se tocan el corazón como signo de pureza para finalizar en una reverencia.

El saludo de los dioses inefables.

Una historia antigua, demasiado a decir verdad. No todos hablan de ella, por lo menos no las personas que no poseen magia, para ellos esta historia es un simple mito, un cuento de niños. Para nosotros, las personas con magia es diferente, se trata de una historia llena de poder celestial. Y que los rojos nos reciban con esta reverencia quiere decir que nos aceptan, que les honra que estemos aquí.

Aún recuerdo como mis padres me contaban las historia de los cinco dioses inefables que crearon el mundo a costa de los humanos. Era mi cuento favorito para poder quedarme dormido.

—Que la sangre de los nuestros se una...

Aquella chica de antes alza la voz, sus lentes se resbalan y ella los vuelve a acomodar, da tres pasos al frente volviendo a hacer la reverencia y los demás la siguen alzando la voz en una misma. Está diciendo las palabras sagradas de los dioses, mi cuerpo tiembla de solo oírlas.

Que la sangre de los nuestros se una —Repite una vez más—. Que la sangre de los olvidados renazca y que la venganza haga sangrar a los condenados...

Félix y yo sabemos lo que hay que decir después, así que eso hacemos, nuestras voces se unen con los demás haciendo vibrar las paredes.

¡Eterno será nuestro regreso!

Mi corazón se siente más cálido, tanto así que una sonrisa se ilumina en mi rostro. Estoy aquí rodeado de los míos, de cada hechicero rojo que fue acorralado en contra de su voluntad, de aquellos que arriesgaron su vida oponiéndose a la oscuridad. Cada uno de ellos pertenece a mi mundo, a mi hogar.

Por increíble e insensato que suene. Me siento como en casa.


Uyyyy este capítulo me encantoooo nvkskgk
En los caps que vienen contaré la historia de los dioses inefables. Yo amo a todos mis personajes, pero la verdad si quisiera darle con un palo a Triddor. ¡Gracias por seguir leyendo este tercer libro! Mis personajes y yo se los agradecemos mucho<3

Ala. 👑

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