Guía: El origen

GUÍA PARA ANTES DE EMPEZAR.
Los cinco reinos y sus origines.




Miles de años atrás, el dios padre Libet le dio un regalo a la diosa madre Fail: le regaló un mundo nuevo, fértil, donde la magia creciera de la tierra y sus seres, para que ella tomara bajo su manto. Fail cultivó las tierras y creó una magia pura y poderosa, la más poderosa de todos los mundos, para aquel lugar donde dio a luz a cinco de sus hijos.

Sus hijos, dioses repletos de la magia de la creación, se separaron y recorrieron el nuevo mundo que sus dioses padres habían creado y ahí, forjaron los cinco reinos de magia, cada cual con una fuente distinta de su poder.

El Reino Luz, le perteneció a la diosa Ilis, diosa del amanecer y el día. Su magia era una luz brillante y fuerte como la del sol, y se decía que era la magia de la vida, pues Ilis era capaz de curar y arrebatar la vida de cualquiera en sus manos. Creó un reino pacífico y fuerte, de legiones de sabios y curanderos, de gente buena que tenía la luz del sol en sus manos.

El Reino Fuego le perteneció a la diosa Olin, diosa de la belleza y el acero, con el calor del universo brotando de sus manos. De carácter fuerte y arrasador, con el rostro más bello alguna vez visto, Olin tenía el poder de destruir reinos y por ello creó un reino de creadores, herreros y gente de un poder fuerte. Se decía que el reino de Olin debía dar el inicio y el fin del verano para que la tierra pudiera tener calor, pues de no hacerlo, el mundo entero se congelaría bajo el frío de Hilio.

El Reino Frío lo forjó Hilio, dios del agua y el aire, bajo las corrientes de aire congelado de sus manos. Hizo un cielo azul de nubes blancas con un suspiro y congeló sus lagos con una mirada. Su gente era sabia, de raciocinio o fuerza, gente sin miedo. Hilio creó los cielos y le dio su protección a su reino con un beso de hielo que congeló los corazones de su gente. Se dice que, antes del invierno y luego de este, Hilio permanecía sentado en el altar del mundo Failín observando y cuidando del reino.

El Reino Tierra le perteneció a la diosa Alma, diosa de la tierra y el tiempo. La diosa que creó la primavera y el otoño, pues de sus manos nacía la tierra y también se marchitaba. El reino de Alma fue prolífico, lleno de paz y hermano del resto de los reinos. Gente de alma dulce y bondadosa, de muros de tierra rodeados de hidra, de animales inmortales y magia poderosa. Alma era la diosa del Juicio de sus hermanos, quien nunca deseó el trono y sin embargo, era la única que podía juzgar a quien se sentase. Por eso su gente era justa, de magia que siempre tocaba a quien buscara la verdad.

El Reino Oscuro fue el último en crearse y le perteneció al dios Alais. Era el reino de la noche, de guerreros inmortales y poderosos, letales y de magia tan fuerte que decía solo podía desafiar al dios Libet. Alais era el dios de la muerte y la guerra, de la noche y lo oscuro. El reino oscuro le pertenecía, el reino más grande de todos pues tomaba parte del Veirno, el infierno del mundo Failín. El Reino Luz y el Reino Oscuro eran opuestos y su magia era completamente distinta, como sus dioses, mientras Ilis tenía el poder de la vida, Alais el de la muerte.

Pero el poder de Ilis y Alais se pertenecían el uno al otro. Pues ambos dioses eran phisys: un lazo tan fuerte que unía sus almas convirtiéndolas en una. Ilis no existía sin Alais y Alais no existía sin Ilis como mismo no podía haber muerte si no había vida.

Era por ello que, desde los inicios del mundo, el Reino Oscuro siempre ha cazado a los hijos de Ilis, buscando encontrar su pareja en ellos, condenándolos.

Se decía que un día, como mismo Libet y Fail, dioses padres, habían tomado el trono, Alais y Ilis, eternos amantes, también lo harían.

Se decía el Reino Luz y el Reino Oscuro eran los más poderosos, los de magia inmortal...

Hasta que la magia comenzó a desaparecer de Failín.

Los dioses debían abandonar el mundo, pues su deber radicaba en el permanecer en lo más alto, velando por el resto de la existencia pero, antes de partir, dejaron seres con rostros y cuerpos iguales a los suyos, algunos poseedores de magia, híbridos, y otros no. Seres humanos que convivían con el resto de seres mágicos e inmortales. Los humanos no gozaban de magia ni de inmortalidad, solo los descendientes elegidos de dioses y seres mágicos lo poseían. Los híbridos de humanos y dioses eran llamados guardianes. Los descendientes de los guardianes eran faes, inmortales y magos.

Cuando los dioses partieron, dejaron su magia en guardianes. Los Grandes Guardines eran quienes reinaban, su magia esparciéndose en el reino. Sin un Gran Guardián, la magia se extinguía. Debía reinar uno para que en el reino existiera magia. Los Cinco Grandes Guardianes eran los reyes de Failín.

Con el paso de generaciones y la entrega de tronos, la magia se iba perdiendo en generaciones y convirtiéndose en algo preciado. Los humanos la ansiaban, viviendo bajo la sombra de guardianes, faes y elegidos. Hubo guerras catastróficas, traiciones y muertes hasta que se creó una alianza entre reinos.

El torneo del Eclipse.

Cada veinte años, un ser, fuese quien fuese, era bendecido con dones de dioses solo si ganaba el torneo. Se le daba inmunidad, magia y poder, a cambio de mantener la paz. Solo mediante eso cualquier ser podía poseer magia, o ser inmune a que algún reino lo cazara. Se convertía en parte de la corte mágica y no pertenecía y a la vez sí a los cinco reinos.

No solo podían participar humanos, sino cualquiera de los cinco reinos que desease tener magia e inmunidad.

El Eclipse podía ser capaz de crear una magia tan fuerte como para crear el mundo, o para destruirlo.

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