3. LA LLUVIA
Ya eran más de las diez de la noche, y para el contador Lee Taemin los números ya se le estaban volviendo borrosos, se encontraba más que cansado. Harto era la palabra real, si seguía ahí, seguro que se quedaría dormido sobre las nóminas de los empleados. Su secretaria Yuri hacía media hora que se marchó después de dejarle sobre el escritorio un café americano bien cargado. Necesitaba tener esos papeles en regla a primera hora.
– ¡Imposible! Mi vista ya no da más por hoy, necesito ir con urgencia al oftalmólogo para que me haga una nueva graduación. – Taemin era un hombre de 40 años, rubio, de ojos verdes; seguía siendo hermoso, y su cuerpo era menudo y delgado. Trabajaba como contador para una importante empresa transnacional, ganaba bastante bien; pero en compensación tenía que tener todo en tiempo y forma, para que la compañía no tuviese problemas fiscales. Él no era casado, así que podía dedicarle todo lo necesario y más a su empleo. Tampoco tenía novio, nunca pudo llevar una relación seria. Aparte que siempre le fue difícil, desde su adolescencia, que los demás aceptaran sus preferencias hacia los chicos; pues las chicas sólo como amigas.
Miró su reloj, él era de las personas que todavía llevaban uno, pues su celular sólo lo utilizaba para hacer llamadas, y escuchar el radio; no contaba con redes sociales. ¿Para qué? No tenía amigos, era asocial. Con las únicas personas que convivía era con su hermano mayor Jinki y su cuñada Soo-Hee; además de sus dos sobrinos, Onew y Kibum.
– ¡Ohhh, no! Es tardísimo, y me he perdido mi programa favorito. Me lleva el diablo.
Taemin recogió sus cosas de mal humor, y las puso dentro de su bolso. Sólo había una cosa en el mundo que lograba ponerlo realmente de malas, y eso era precisamente no escuchar💖Corazones Solitarios💖.
Para él era simplemente terrible no hacerlo. Por eso es que siempre trataba de tener sus documentos listos antes de la hora de salida. Pero había ocasiones que los otros contadores dejaban todo para el final y él tenía que pagar las consecuencias de tanta apatía. Era culpa de ellos y nadie más.
–Son unos desobligados los contadores del área de pasantía, siempre hacen lo mismo, pero mañana mismo voy a poner una queja en ese departamento, y si vuelven a atrasarse en su trabajo, pediré a su jefe que los amoneste. A ver si así entienden esos mocosos engreídos e indisciplinados.
Cuando estuvo listo, apagó la luz y cerró su oficina con llave, siempre lo hacía así. No confiaba en absolutamente nadie, ni siquiera en su secretaria. La vida le había enseñado que tratándose de números y dinero, no existía la honestidad.
Caminó hasta la parada de autobús; sólo tuvo que esperar cinco minutos y tomó el que lo llevaría hasta su departamento. Cuando salía a su horario, las seis de la tarde, prefería irse caminando; eran sólo diez cuadras. Pero ahora mismo, aparte de ser ya muy noche, estaba haciendo frío, y no deseaba enfermarse. Y menos con la carga de trabajo pendiente.
Llegó a su departamento, abrió la puerta, entró y cerró. Se quitó los zapatos y el abrigo, el cual colgó en el perchero ubicado en la pared. No usaba sandalias de casa; le agradaba andar descalzo o con sus calcetines por todo el lugar. Aparte de que su piso siempre estaba reluciente; él lo enceraba una vez al mes, era de duela. Cuando compró ese departamento ya lo tenía; ese detalle fue uno de los principales para decidirse en hacerse del inmueble, aparte de que la vista era espectacular; tenía un ventanal de pared a pared y de piso a techo. El plus lo ofrecía el hecho de que era el piso 20 y estaba ubicado a un lado de Yongdusan Park. Un verdadero oasis en medio de la urbe.
Se metió a bañar; después solo comió una manzana y tomó un té verde. Se lavó los dientes, continuó con su ritual diario de cuidado del rostro, eso le permitía seguir conservando una piel envidiable, realmente parecía de 35 años. Incluso su cabello seguía siendo abundante y rubio. En realidad tenía suerte para que lo siguieran invitando a citas, lo malo es que él no estaba interesado. Nunca lo estuvo. Por eso siempre las rechazaba, fuesen hombres o mujeres. La verdad es que nadie en su trabajo sabía que era gay. "Tengo una pareja", ese era su argumento favorito para que no insistieran en invitaciones a salir. Así no tenía que aclarar nada. Su vida sólo le pertenecía a él y a nadie más.
Antes de acostarse a dormir desbloqueó su celular para poner el despertador como lo hacía todas las noches. Al hacerlo, de inmediato apareció en el fondo de pantalla una fotografía de hace muchos años, era de un chico universitario. La miró por un rato, y suspiró con melancolía, luego como todas las noches dijo. – Buenas noches Amor. Pulsó la hora deseada, lo bloqueó nuevamente y lo acomodó encima de la mesita de noche.
Se quedó dormido casi de inmediato, con una gran sonrisa en su rostro, pues días atrás recibió una llamada en su móvil; una que estuvo esperando con ansiedad; y que de ahora en adelante sería un estímulo más para poder seguir viviendo, porque también le traía una esperanza que creía perdida; sólo que ahora si lucharía, ya no se quedaría escondido en el anonimato. Por fin se atrevería a dejar al descubierto sus sentimientos, claro está, siempre y cuando se le presentara la oportunidad; y sólo esperaba que la otra parte no lo rechazara, pero si así fuese, lo entendería; como siempre lo había hecho.
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Esa mañana Taemin se levantó muy temprano, iría a desayunar a una cafetería cercana, ya que debido a la carga de trabajo, no había tenido tiempo para hacer las compras del super, y su alacena estaba totalmente vacía; la última manzana se la cenó.
Llegó justo a tiempo a su trabajo, la cafetería había estado llena de oficinistas que necesitaban algo de alimento para empezar su día. Su secretaria Yuri tenía varias carpetas en sus manos, las cuales obviamente eran para él; esa era su rutina dentro de esa empresa. Revisar una gran cantidad de documentos, para que los dueños y accionistas no tuviesen problemas en los pagos de impuestos. Su hermano siempre le decía que consideraba muy soporífero ese empleo. Pero su contestación era..."Te equivocas, hay tanto que hacer, que no tengo tiempo de aburrirme".
– Buenos días jefe Lee. El director requiere que le de un vistazo a estos números, él piensa que hay un error en los activos de este mes. Los necesita para antes de la junta, que es a las seis de la tarde.
– Jjajajajjaja ¿Sí? Como no. Dígale que haré lo posible, pero no prometo nada. Nunca tiene idea de lo que pide. Como si fuese tan sencillo verificar tantos números.
– Correcto jefe, ahora mismo se lo hago saber.
– Espera, mejor yo mismo se lo diré. ¿Está en su oficina?
– Sí, de ahí vengo.
Taemin tocó la puerta de la oficina del director Jung, y luego ingresó después de oír un... –Entre.
– Señor Jung, vengo a informarle que no creo tener estos documentos para la junta de las seis. Sobre todo si lo que usted piensa es que hay un error; me va a llevar más tiempo. Se los puedo tener listos mañana a las 9, y eso porque me los llevaré a mi casa, para trabajarlos toda la noche. Antes imposible.
– Creo que no me entendió señor Lee, le mandé decir que los necesito para antes de las seis, no a las seis. Así que esperaré aquí mismo esos papeles, como máximo a las cinco y media. – Pero ya le dij...
– Buenos días señor Lee. No le quito más su tiempo. – El tipo señaló la puerta con su dedo índice.
Taemin quería mandarlo al carajo, pero lo pensó dos veces. Bueno siempre lo hacía, sobre todo si recordaba cuánto es que ganaba en esa empresa. En ninguna otra le pagarían lo que ahí. Y recién sus gastos fueron algo elevados; pero valió la pena el fuerte desembolso.
– Los tendrá a tiempo señor Jung, con su permiso. – Y salió sin más, le demostraría a ese petulante quien era Lee Taemin. Simplemente el mejor Contador en todo Corea del Sur. O bueno por lo menos de Seúl, sí.
No salió a almorzar, y eran las cinco cuando puso los documentos encima del escritorio de su Jefe. – Aquí los tiene Señor Jung, el error lo cometieron los de almacén, es la quinta vez que tengo que corregir la ineptitud del señor Gim.
– ¡Ahhh! Sabía que usted lo haría, cada vez me sorprende más Lee. Me gustaría que me acompañara a tomar unos tragos hoy en la noche, puedo pasar por usted a su casa, si es que acepta.
– No, lo siento; pero mi pareja y yo iremos al teatro, ya tenemos los boletos desde hace una semana. En otra ocasión, quizá. Ahora si me permite, me retiro, tengo que firmar algunos papeles de contraloría. Que le vaya bien en su junta Señor Jung.
– [[Jodido Lee, seguro se enteró que me voy a casar. Pero ya caerá, estoy seguro que le gusta chupar pijas.]] – Esos pensamientos tenían mucho tiempo de ser en Jung Yunho.
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– ¿Minho? ¿Podrías llevar unos víveres a esta dirección? – Pidió su jefa, señalando unas bolsas.
- ¡Claro que sí! – Tomó el papel en donde estaba escrita la ubicación.
– Llévate la bicicleta, para que llegues rápido. Parece que se avecina la lluvia.
– Regreso pronto Señora Betty.
– ¿Qué? No, en cuanto entregues puedes irte a tu casa, sirve que te vas acostumbrando. La chica que hacía las entregas me avisó que no va a volver, y por ahora prefiero que tú te quedes con las propinas. Y como no conoces el barrio, te hice un pequeño mapa. Estoy segura que no te perderás.
– Gracias Betty.
– Date prisa, el cliente pidió que estuvieran a las siete con sus víveres, necesita preparar su cena.
Minho puso todo en la canastilla y se apresuró pedaleando con fuerza la bicicleta, tenía más de 15 años que no utilizaba una, pero como decía su abuelo, quien le enseñó a andar en ella. "Lo que bien se aprende jamás se olvida". Y sí, al principio trastabilló un poco, pero ya después tomó el ritmo y consiguió estabilizarse. Pero no todo podía ser perfecto, la lluvia comenzó a caer, primero eran unas gotas pequeñas y de pronto se convirtió en un aguacero. Minho se quitó la chaqueta de mezclilla que llevaba y la acomodó encima de las bolsas, aunque eran de plástico, no quería que la mercancía se mojara ni un poco. No se vería bien ante nadie que siendo su primera entrega, resultara mal por culpa de la tormenta.
Por fin llegó al edificio marcado en la hoja, la cual ya estaba casi borrosa, apenas y alcanzó a leer el número del departamento. Él ya se encontraba hecho una sopa. Se identificó ante el vigilante, con su gafete de empleado del Mini Super.
– Suba, ya lo están esperando.
Minho entró al ascensor, el aire acondicionado de este, lo hizo sentir frío de inmediato. Oprimió el piso 20 y mientras subía recordó cuando tenía su edificio, su oficina igual estaba en ese número de planta. Siempre iba impecablemente vestido, sus trajes eran de diseñador, al igual que toda su ropa y accesorios. Y ahora mismo era un desastre con la ropa mojada y ni siquiera tenía un reloj para ver la hora. Ya ni se diga un celular. Lo único bueno era que ahora gozaba de libertad. Bendita libertad, y benditas personas que contribuyeron a que eso fuese posible. Estaría eternamente agradecido, aunque no los conociera.
Llegó a su destino, salió del elevador y miró por el pasillo, sólo habían tres puertas. Ubicó el departamento y notó que la puerta del mismo se encontraba entreabierta, de todos modos dio unos toquidos...toc...toc...toc. Una voz desde adentro gritó, invitándolo a pasar.
– IU, ENSEGUIDA SALGO, YA SABES DONDE PONER LAS COSAS.
– [[¿IU? ¡Claro, la chica de los repartos!]] – Minho se dispusó a dejar las cosas en una mesa que había en la entrada. Sería mejor esperar al dueño del lugar ahí. No quería molestar, pues por el momento era un total desconocido, además de que estaba escurriendo agua y el piso era de madera fina. Seguro era que a la señora Betty se le olvidó decirle al cliente que sería él quien llevaría su pedido.
– IU, que bue... – Las palabras del dueño del departamento se quedaron ahogadas en su garganta al ver que no se trataba de una chica, sino de un hombre maduro, el que estaba parado justo a la entrada. Su corazón dio un vuelco al verlo.
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