💘FASE II💘
Título: El enigma detrás del amor.
Personajes: Kaminari Denki/Chargebolt, Uraraka Ochako/Uravity, Izuku Midoriya/Deku. También se le hace mención a varios personajes de la mitología griega.
Shipps: KamiChako❣️ IzuOcha.
Advertencias:
❦ El Shot se sitúa en un AU con dioses griegos.
❦ Kaminari es usado para representar al dios Eros/Cupido.
❦ Lenguaje vulgar ocasional.
Cantidad de palabras: 2,379 (sin la ficha y nota).
Foto elegida: 04.
Nota: Solecito, este shot iba a ser mucho, muuuucho más largo. Más de unas 10,000 palabras. Pero lo acorté bastante para no torturar a ninguna de las dos. Perdón si no es tan emotivo.
No hacía mucho ruido desde donde él estaba. Mirando sobre el tejado de una casa cualquiera a la mortal que alguna vez despertó algo en él irse tomada de la mano de aquel a quien había empezado a odiar, pero al menos ella lucía feliz.
Dejó salir todo el aire que retenía, y apoyando los brazos en sus rodillas, se dedicó a apartar la mirada de semejante escena, pues era una de las contadas cosas que podían hacerle daño. En cambio decidió mirar las estrellas, para tratar de distraerse, pero en cada una de ellas, la sonrisa de Ochako era lo único que veía.
Era ridículo que su labio inferior comenzara a temblar, o que su corazón comenzara a reclamarle su decisión final. Era ridículo que un Dios tan perfecto como él, estuviera sufriendo por una simple mortal como ella. Inevitablemente, los recuerdos que ahora ella había olvidado, comenzaron a golpear su alma al presentarse en su cabeza.
Recordó exacta y vívidamente su patidifusa mirada cuando por primera vez, su presencia divina se manifestó en su hogar. Sus ojos pardos y confusos perfilaban cada pluma de sus brillantes alas, y en sus manos percibió el impulso de tocarle.
Recordó que por varias lunas y varios soles, los rezos que Uraraka Ochako le habían hastiado. Tal vez porque en todos, aquella mortal sólo imploraba que aquel llamado Izuku Midoriya correspondiese a los sentimientos que tenía hacia él. Y Denki no lo entendía; habían personas que pedían prosperidad, fertilidad, muy pocas pedían trabajo, pero esa chica sólo quería que aquel joven la amara.
¿Por qué tenía que ser específicamente él? Muchas veces se preguntó. Y conforme los días transcurrían, los rezos de Ochako sólo le hacían entender que a pesar de ser el arquero del amor, no entendía aquel sentimiento en lo más mínimo. Incluso si con sus flechas doradas y su actitud pícara y traviesa provocaba sentimientos a aquellos a su alrededor, él seguía sin entender la necesidad de ser amado por alguien en específico.
Poco a poco se percató de que en realidad, jamás había tenido contacto alguno con el amor de verdad. Él mismo era producto de una de las tantas infidelidades que su madre, Afrodita, le había hecho al pobre de Hefesto con el Dios de la guerra y el caos, Ares. Al enterarse de eso, no podía evitar ver a su madre como a una ramera egoísta e hipócrita. Ese concepto le impedía amarla. Al contrario, la odiaba.
En el Olimpo, existían Dioses a los que les tenía un concepto tan bajo, que incluso se mofaba de ellos. Habían otros a los que simplemente les respetaba, pues pensaba que lo merecían. Pero a ni uno solo le guardaba ninguna clase de cariño o afecto.
No había sido concebido con amor, no había sido criado con amor, no había nunca amado a alguien. Por miles de años creció pensando que dicho sentimiento era parte de los efectos que sus flechas provocaban, y no una emoción genuina como la alegría o la tristeza. El amor siempre había sido algo desconocido para él, incluso lo consideró un mito creado por los mortales.
Y entonces, Uraraka Ochako apareció, más enamorada que cualquier persona que hubiese sido blanco de alguna de sus flechas. Y Kaminari no podía creer que eso fuera posible. Para él, creer en el amor era como si le pidieran que creyera en una rata como un ser todopoderoso y omnipresente. Así que, anonadado, indagó en lo más profundo de las filosofías de los otros Dioses, pero ninguna respuesta saciaba sus dudas. Fue cuando decidió que para entender el amor, tenía que ir personalmente con aquella que estaba perdida en él.
Se presentó ante la mortal, y le dijo que para conceder el deseo por el que con tanto esmero rezaba, debía de conseguir que ese joven entendiera lo que era ese sentimiento. Y aunque ella no podía creer, que fuera el arquero del amor quién le impusiera esa condición, aceptó.
Todas las mañanas Kaminari iba a visitarla a esa pequeña aldea donde Ochako vivía. Pasaban tiempo juntos, en donde ella al principio trató de explicarle lo que era estar enamorado, pero el joven Dios seguía sin entender. Ninguno se percató de que poco a poco, dejaban de hablar del amor, y comenzaron a hablar de ellos mismos.
Kaminari se interesó por conocer a esa chica. Recordaba su cumpleaños, su color favorito, sus alimentos y pasatiempos favoritos también. Y se sentía bien el conocer tanto a alguien.
Le gustaba verla sonreír. Le gustaba más si lo hacía para él. Le gustaba que el tiempo parecía ir más lento cada vez que estaba a su lado. Le gustaba sentir que ella no le guardaba secretos y que confiaba en él. Y entonces, se percató de que por primera vez, su propio estado anímico dependía no solo de él, sino del bienestar de alguien más.
Nunca iba a olvidar el dolor que le provocó verla llorar por primera vez. Cuando un grupo de bandidos había destruído el jardín que con tanto esmero cuidaba. Ellos tenían problemas de dinero con los padres de Ochako, y por ello le habían hecho esa maldad.
Por primera vez Kaminari sintió la necesidad de abrazarla, y de decirle con palabras gentiles que esas flores volverían a crecer y todo se resolvería. Por primera vez sintió que quería hacer feliz a alguien, y por primera vez, comenzó a actuar en favor de alguien más.
Esa misma tarde, acudió a las Diosas Artemisa y Atenea, para pedirles que devolvieran el jardín de Ochako a su antigua gloria. Las Diosas, a las cuales respetaba mucho, le miraron sorprendidas por aquella acción tan noble y desinteresada, por uno de los Dioses más caprichosos del Olimpo.
«Esa chica debe de ser muy importante para tí». Le dijo Atenea antes de aceptar aquella petición. Y Kaminari cayó en cuenta de que por primera vez, alguien era importante para él.
Y esa misma noche, se manchó las manos de sangre para ayudar a alguien por primera vez. Pues en la aldea, asechó a los bandidos que habían herido a Ochako, y le ordenó a los perros que les acompañaban atacarlos hasta que murieron. Y por primera vez fue generoso por desinterés, pues cada gota de sangre que los hombres despedían fue convertida en monedas de oro. Y ese oro lo dejó a los pies de la puerta de la familia de ella.
Y a la mañana siguiente el jardín de Ochako regresó más hermoso que antes, y entonces ella se lanzó a los brazos de Denki para agradecerle y le besó la mejilla. Y entonces el corazón del joven brincó emocionado al recibir ese tacto, y sus manos comenzaron a sudar. Y se dio cuenta de que por primera vez se había enamorado.
Kaminari entendió que conforme más conocías a una persona, más comenzabas a valorarla. Que conforme más tiempo pasabas a su lado, más estrecho era el lazo que los unía. Y entre más estrecho fuera el lazo, más fuerte era el amor. Y cuando Kaminari entendió que estaba enamorado, comprendió que no era correspondido. Y terminó de entender esa necesidad de ser amado por alguien en especial, pues ese alguien era especial para uno mismo.
Y así fue como una noche, ambos tuvieron su primera cita. Esa era la primera cita formal que tenían, y también era la última.
Decidieron ir al festival que la aldea de Ochako organizaba cada vez que el cumpleaños de Afrodita, la Diosa del amor, se acercaba. Era un evento que se realizaba en la noche, se iluminaba con velas rodeadas de papeles de diferentes colores y diseños. Algunas personas habían preparado comida y juegos, además de que en el centro de la aldea, habían personas que bailaban como muestra de alabanza a la Diosa del amor.
Kaminari nunca antes había aceptado estar rodeado de tantos mortales. Nunca antes se había divertido tanto estando fuera del Olimpo. Nunca antes se había sentido tan cómodo, ni tan feliz de tomar la mano de alguien. Sólo por estar ahí, junto a la chica que le gustaba, se sentía dichoso. Y entonces, haciendo más estrecho el agarre entre sus manos, le habló a la joven mientras disfrutaba del espectáculo.
-Así que esto es el sentimiento del amor.
Ochako no tardó en voltear a verle. Y al tener su mirada sobre él, Kaminari pensó que era hermosa. No había dudas de lo que estaba diciendo.
-¿Recuerdas por qué comenzamos a salir juntos? -Continuó hablando-. Tenías la misión de hacerme entender lo que era el amar a alguien, y vaya que lo has conseguido.
-¿De qué estás hablando?
-Ochako, ¿no lo entiendes? -Comenzó a caminar para alejarse de la multitud, llevándose a la joven de la mano para ir a uno de los lugares que estaban desiertos por estar lejanos del bullicio-. Finalmente he entendido lo que es el amar y procurar a alguien. Y es complicado, porque incluso si no lo deseas, tus emociones dependen de que esa persona esté bien. ¿No es así?
-Sí -afirmó con la cabeza, tan enérgica como siempre-, es lindo que incluso en los días malos, esa persona te suba el ánimo con sólo estar contigo.
-¿Ochako, por qué amas tanto a Midoriya?
-A-ah, De-Deku -Comenzó a balbucear un poco, desviando la mirada con las mejillas rosas-, él es alguien increíble, muy increíble. Nunca se da por vencido y siempre está trabajando muy duro para ayudar a su madre que ha estado enferma. Su padre siempre sale de la aldea para trabajar en los pueblos vecinos, así que Deku se encarga de cuidar de ella. Él es alguien muy valiente, muy generoso, es el joven más increíble que he conocido.
Justo al decir eso, alcanzó a visualizar a la distancia al joven que tanto admiraba. Su corazón se estremeció cuando sus miradas se cruzaron por un fugaz intervalo de tiempo. Sus labios se crisparon y su rubor aumentó. Y Kaminari se percató de todo. La miró con tristeza en sus ojos y volvió a tomar su mano para que volteara a verlo.
-Es un poco extraño, que para entender algunas cosas basta con que las estudies. Pero para entender un sentimiento, tienes que experimentarlo en carne propia.
-Kaminari, ¿te sientes bien? Hoy estás muy pensador -preguntó ella ladeando la cabeza-. ¿Qué estás tratando de decir?
El joven Dios finalmente comenzó a acercar su rostro al de ella. Posó con cuidado las manos en sus hombros, y estiró sus alas lo suficiente para alcanzar a cubrir sus cabezas, para que nadie los viera. Ochako sintió que el aire le era insuficiente cuando pudo sentir el aliento de aquel ser divino y celestial acariciar su piel, antes de que de sus labios escapara un susurro discreto y un poco tímido.
«Me gustas» y plantó un gentil y delicado beso en su mejilla, antes de alejarse de ella y quitar sus alas de su alrededor.
-Mucho, mucho me gustas -Habló con la voz baja, en un tono tranquilo y nostálgico que nunca solía emplear.
Entonces tomó las manos de Ochako entre las suyas y las elevó hasta sus labios, donde con cuidado le besó los nudillos y después las posó en su propio pecho. Ochako no podía moverse, estaba estética al escuchar las palabras que un genuino Dios le había dicho a una simple chica como lo era ella.
-Al final de todo, por fin terminé de entender que el amor realmente existe, y todo es gracias a ti -Continuó hablando él, mirándole con sus ojos brillantes-. Gracias a ti, y a tu gentil corazón, sé lo que es el amor verdadero, pues a pesar de todo lo que hemos vivido, tus sentimientos le siguen siendo fieles a Izuku Midoriya. Así que voy a tratarte con la misma lealtad, y cumpliré con mi parte del trato. Así que por favor, ve a buscar a Izuku, pues su corazón ahora te pertenece.
-¿Estás seguro? -Quiso saber ella, pues aún se sentía insegura por aquella afirmación. Todo parecía ser demasiado sencillo.
-Confía en mí.
Entonces soltó lentamente sus manos, y retrocedió dos pasos para alejarse de ella. Ochako se dio media vuelta, pero antes de dar un paso, volvió a girarse para verle.
-¿Quiere decir que ya no irás a visitarme?
-Así es.
-¿Volveré a verte? -Había hablado con la voz temblorosa, como si la respuesta a esa pregunta le causara temor.
-No lo sé. Quizás el destino tenga planes diferentes. -Hubo una breve pausa.
-¿Me olvidarás?
-Nunca podría hacerlo.
Ella bajó la cabeza. De repente había nacido un hilo de silencio entre ambos, en el que se evidenció que ninguno tenía algo que decir. Tras pasar un momento, Ochako se decidió a buscar a Midoriya, se alejó de él lentamente, y Kaminari sintió que le arrebataban una gran parte de su vida. El joven Dios estiró sus alas y comenzó a volar hasta el tejado de una de las casas, donde tuvo a la vista a Izuku. Le apuntó con su arco y una de sus flechas doradas con pluma de paloma.
La flecha viajó veloz hasta llegar al corazón de Izuku, donde emitió una efímera luz dorada antes de desaparecer. Cuando el joven miró a Uraraka acercarse, se enamoró instantáneamente de ella. Corrió para hablarle, Kaminari alcanzó a ver que cuando se acercaron a ver el espectáculo que los niños de la aldea habían hecho, Midoriya tuvo el atrevimiento de tomar la mano de Ochako.
Dejó salir todo el aire que retenía, y apoyando los brazos en sus rodillas, se dedicó a apartar la mirada de semejante escena, pues era una de las contadas cosas que podían hacerle daño. En cambio decidió mirar las estrellas, para tratar de distraerse, pero en cada una de ellas, la sonrisa de Uraraka era lo único que veía.
Era ridículo que su labio inferior comenzara a temblar, o que su corazón comenzara a reclamarle su decisión final. Era ridículo que un Dios tan perfecto como él, estuviera sufriendo por una simple mortal como ella.
Encaró entonces a la luna, que con su delicada luz de abrazaba, y al soltar un suspiro dos lágrimas escaparon de sus ojos. Esa era la primera vez que un Dios lloraba por un mortal. Era la primera vez que un Dios sufría por amor.
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