Capítulo 8: New Rules
♫ Andrew ♫
Unos días después...
Golpeo repetidas veces mis dedos en el timón de mi auto, mi pierna se mueve en un ritmo constante como si estuviera ocupándola para una máquina de coser y eso sin decir que no quito la mirada del edificio de un bufete de abogados; ya varias veces he presionado el botón de quitarle llave a las puertas del vehículo para que pueda salir pero luego de un aproximado de dos a tres minutos automáticamente se vuelven a cerrar logrando que no salga o por lo menos intente poner una pierna.
Estoy nervioso y la evidencia es muy clara como el agua cuando además de haberme mantenido callado en todo el camino, no había dejado de morderme las uñas y sentir una presión extraña en el estómago; pero como no sentirme de esa forma cuando estoy a unos metros de ver a mi hermana mayor, quizás debí de haberme preparado bien mentalmente o quizás no debí de haberme tomado todo ese paquete de cervezas ayer cuando en vez de haberme embriagado termine por quedarme por quedarme toda la madrugada despierto sin haber podido pegar tan solo un ojo.
Sé que muchos han escuchado la típica pregunta que le hacen a las próximas miss universo acerca de ¿qué más fácil, pedir perdón o pedir permiso? Pero Dios, esta ocasión diría que es más difícil pedir permiso que pedir perdón, porque en mi caso, puedo pedirle perdón a Maddie miles de veces sin importar que las aceptara o no, pero pedirle permiso... Es casi como si le pidiera un favor y es cuando las palabras hasta se llegarían a atorar en mi garganta.
Odio tener que verme en esta situación de pedirle ayuda a la persona con la que menos tengo fe que me dé una mano, pero siendo sincero, no estoy aquí por mí, sino más bien, es por mi hermano. Y como hermano mayor de Dylan, daría hasta mi corazón por él.
— ¿Listo? —Le doy una mirada llena de miedo a Paul.
Le hago un gesto con la cabeza asintiendo mientras me paso las manos encima de mis jeans para poder secar el sudor frío que han brotado en ellas, al sentir una presión en mi espalda por tener que hablar con la persona que está más unida a mi padre y la que más puede ayudarme a hacerle ver a él la situación en la que ha puesto a Dylan
Por Dios, no estaría en esta difícil circunstancia si no fuera porque mi padre sigue sin actualizar su forma de pensar y dejar a un lado su mente cuadrada y cerrada cuando debería ser abierta sin importar lo que piensen los demás sobre él, no creo que sea necesario tener que enviar a su último hijo a un internado solo por el hecho que le llegó la noticia que se besó con alguien de su mismo género. No hay nada malo en eso, ni nada diferente. Todo humano es igual solo con distintas pasiones, habilidades y gustos... Quisiera poder explicarle eso a mi padre pero, no sé si gastar toda mi saliva y estar sentado durante horas servirán para ello.
Abro la puerta y salgo de mi auto mientras observo que Paul es el siguiente en seguirme, mi mejor amigo de la infancia me ha acompañado en esta aventura que he tenido durante el día, ha sido al único que le he revelado que hablaré con mi familia sobre la situación de Dylan para que pueda arreglarse antes que me marche de nuevo a Los Ángeles, quiero que todo esto quede bien y que mi hermano pueda vivir a gusto sin tener que despertarse cada mañana malhumorado o agitado por el simple pensamiento de que el día de mañana se lo puedan llevar a un internado militar para entrenarlo y hacerlo una persona recta y derecha.
—Vamos, no podemos esperar que pase todo el día —me anima Paul.
—Y si no me apoya y empeoro más las cosas... Dylan me prohibió hablar con nuestros padres y con Maddie sobre esto —Le comento a él.
—No estás haciendo nada malo, Andy. Solo estás haciendo lo que cualquier hermano haría —me explicó como tercera vez, Paul. —No me sorprendería nada que hicieras esto una y otra y otra vez hasta calmar las mareas y solucionar el problema de Dylan. —Trago hondo.
Me siento demasiado frustrado que fuera capaz de salir corriendo e ir a encerrarme en mi habitación por un largo tiempo para poder centrar mis pensamientos y tomar buenas decisiones pero creo que no servirá de mucho cuando solo tengo esté día para hablar con Maddie y convencerla que hable con papá sobre que le quite de la cabeza en enviar a Dylan a un internado que puede ser más un reformatorio; ya que hoy es el último día que estaré en Irlanda para volver a Estados Unidos.
Ya veo porque a mí no se me da muy bien esa frase de "no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy". Y es muy probable que si Olly estuviera aquí, me la recordaría muy bien y es capaz de hacer que la escriba en una pizarra miles de veces para que la tome en cuenta, como si se tratará de un niño castigado por su profesor al no haberle puesto atención a sus clases.
—De todas formas, no pierdes nada en hablar con Maddie cuando tienes un plan B, ¿no? —formo una línea con mi boca.
—Espero no usarlo, porque el plan A, es el que me asegura a no tener que ir hasta Naas. —Me acaricio el brazo.
— ¿Qué podría salir mal? Vamos, no tengas miedo —me da un pequeño golpe en la espalda, Paul tratando de alentarme.
Menos mal que él acepto en acompañarme, porque creo que todavía siguiera dentro del auto y esperando a que pase todo el día hasta no haber hecho nada y ver como mi hermana se marchaba sin decirle una palabra.
Entramos al edificio del bufete de abogados en donde trabaja Maddie, busque a la secretaria y me acerque a ella para poder pedirle una cita de visitante a mi hermana, ya que por obvias razones no estoy aquí por trabajo sino más por un asunto familiar en donde espero que mi hermana no se ponga turbia y mandona al no querer hablar conmigo hasta el almuerzo o en su hora libre, porque si no perderé tiempo estando aquí.
—Buenos días, ¿se encuentra Maddie Förstner? —pregunte en un manojo de nervios.
La secretaria alzo su mirada la cual se encontraba en su computadora para pronto sorprenderse y darse cuenta quien soy, así que levantándose y tomando unas carpetas, me da la mano como saludo y me muestra el camino para llevarme a la oficina de Maddie. Paul me hace una señal para que camine detrás de aquella joven mujer y dejándolo a él sólo en la sala de espera, me voy con la secretaria.
—La señorita Förstner no ha llegado todavía, pero puede esperarla aquí, joven Förstner. —Abre la puerta y me hace una señal para que entre.
—Muchas gracias. —Termino por regalarle una sonrisa torcida.
Se marcha cerrando la puerta y dejándome en aquella zona privada de Maddie, no sé si ha sido una buena idea tener que pisar el territorio de mi hermana cuando muy bien recuerdo las veces que ella no le gustaba que entraran a su habitación sin permiso y si uno tocaba o desordenaba alguno de sus objetos, terminaba por empujarnos hasta sacarnos de su habitación y tirarnos la puerta en la cara, claro, eso solo lo hacía con Eleanor, Dylan y conmigo, ya que si lo hacía con papá o mamá tendría sus consecuencias.
Di unos pasos más y le di una mirada a todo mí alrededor, todo es tan serio, formal y muy a Maddie que me doy cuenta que no ha cambiado nada desde hace un año y medio o dos que no nos vemos; no hay nada alegre en este lugar, no hay adornos florales, recuadros de algún paisaje o por lo menos unos asientos que no se vean tan duros como el ladrillo. La oficina es lo poco menos creativa, estoy totalmente seguro que mi papá estaría orgulloso de ver esto y por supuesto, le daría un premio por excelencia a Maddie.
Me acerco al escritorio de ella y apenas veo un retrato; por mucha curiosidad lo agarro y me permito libremente girar mi ojos y dejar salir un bufido de mis labios cuando se trata de una fotografía de mi padre y ella en su día de graduación Ambos se ven sonrientes y como ella con orgullo sostiene su título universitario mientras que papá ha puesto su brazo sobre sus hombros y se le ve ese reflejo de alegría en sus ojos.
Extrañamente sentí un malestar en mi interior, algo que me hizo sentir fuera de este mundo y a punto de hacerme tantas preguntas que nadie respondería porque no tenía el valor tan siquiera de decirlas aunque sea al aire.
Eso es lo que quería, papá. Ver a sus hijos graduarse y ser unos profesionales con honores y diplomas que costearían el futuro de todos.
— ¿Te gusta? —Di un pequeño salto cuando escuché una voz detrás de mí.
Rápidamente deje la fotografía en el lugar donde la encontré para darme la vuelta y ver el rostro de Maddie, una mujer preparada, con prestigio, elegancia y formalidad. A ella se le da muy bien ser como es, ni siquiera creo que tenga que lidiar con pensamientos irracionales acerca de todo lo que ha logrado en su vida porque sabe muy bien que mi papá siempre le levantara el pulgar hacia arriba para felicitarla y abrirle los brazos en agradecimiento de no haberlo defraudado.
—No te escuche llegar —me hice a un lado para que caminara a su escritorio.
—Debería estar sorprendida por tu llegada, pero, creo que no lo estoy —se sentó en su silla de cuero, doblo la rodilla y tomó un poco de su café.
Mmm... ¿Por qué tampoco debo de estar sorprendido de su impresión? Ah sí, ya recordé. Porque tanto ella como papá son muy confidentes en todo y es posible que si se cuentan entre si las cosas, hasta deben saber los secretos del uno hacia el otro.
— ¿Cómo te va? —intenté alejar esa tensa sensación de no haber comenzado bien la conversación.
—Muy bien, mejor de lo que no me esperaba luego de este maravilloso día —me mostró su único portarretrato.
No dejes que sus palabras vuelquen tus pensamientos cuando está siendo lo más directa en frente de mi cara haciéndome me ver que sin ser famoso, también ella se está ganando una buena vida por su profesionalismo.
—Y, a ti. ¿Cómo te va? —pregunta.
—Bueno, si te refieres a mi trabajo... Creo que he ganado más de un millón de dólares este año y el tour fue todo un éxito, así que muy bien, mejor de lo que no me esperaba luego de este maravilloso día —le muestro la última foto que tengo dentro de la casa de nuestros padres, la cual sigo guardando en mi IPhone.
Si Maddie quiere mostrarme su mal carácter, pues yo también le mostraré el mío.
Ella graciosamente, levanta una de sus delineadas cejas y le da unos sorbos pequeños a su café para dejarlo en su escritorio y recomponerse en la silla mientras alisa su traje café.
—Y, bien. ¿Qué haces aquí? —pregunta con seriedad.
Es hora. Doy un largo respiro y me siento en una de las sillas que están cerca de su escritorio para hablar este tema no solo con delicadeza sino que también como personas maduras y abiertas a los cambios.
—Quiero pedirte que hables con papá, sobre el asunto de Dylan. —Ella eleva su ceja.
—Y ¿de qué quieres que hable con él? —me la ingenio para ser breve.
—Convéncelo en que no permita que mande a Dylan a un internado militar —voy directo al grano.
—Y ¿por qué debería intervenir en esa decisión de él? Sabes muy bien que es difícil alterar las decisiones de papá y más cuando ya tiene muy pensada la idea. —Asiento calladamente porque sé que tiene razón.
Aunque como hermana mayor no creo que debería recordarle que se ponga en los zapatos de nuestro hermano menor y piense si le gustaría estar en su situación, pero prefiero no discutir en ello cuando Maddie es muy inteligente para no darse cuenta de ello.
—Inténtalo, hazlo por Dylan... —le ruego.
—Sabes que no tengo una buena relación con Dylan, ¿no? —prefiero no responder eso. —Sí estas aquí rogándome por ayudarlo es porque tú siempre has sido su salvador, igual que con Eleanor. —Cruza los brazos.
— ¿Qué tipo de indirecta es esa? Sabes que ustedes tres son muy importantes para mí y haría cualquiera cosa para que no les hicieran daño —digo un poco molesto por su respuesta.
—Te recuerdo que has hecho más cosas por Eleanor y Dylan que por mí —esto es increíble.
—Porque tú siempre has podido solucionar tus problemas sin mi ayuda —me defiendo.
—Entonces, ¿por qué no haces lo mismo con Dylan? —me muerdo la lengua para no levantarle la voz. —Él ya es mayorcito. Creo que debería aprender de sus errores y de cómo solucionarlos sólo también. —Intento inhalar lentamente. —Y déjame decirte, Andrew. Pero tú no siempre estarás a su lado para arreglar sus descuidos. —Me inclino hacia ella.
—Me estás tratando de decir que no lo ayudaras porque sientes celos de que siempre ayudo más a Eleanor y Dylan que a ti —ella me da una mirada fría.
— ¿Celos? Andrew somos mayores. Tengo treinta y tres años y tú, veintiséis. No seamos unos niñatos por favor —elevo la ceja.
—Entonces deja de actuar como una mujer fría y sin corazón y sé una buena hermana mayor, nuestro hermano nos necesita y no sabes cómo te agradecería si lo apoyaras. —Dije entre dientes.
No tocaré más el asunto de los celos cuando la conozco y sé que los tiene aunque los niegue; pero no me puedo enfocar siempre en ello cuando Maddie nunca dejo que la ayudara, ni emocionalmente ni dándole un euro para algo que necesitara, ella siempre se ha hecho la dura y la fuerte, haciéndole ver a todo el mundo que no necesita de los demás para salir adelante y tener lo que desea. Simplemente, ella nunca me necesito aunque le repitiera que siempre puede contar conmigo en cualquier cosa.
No la culpo por ser así, pero no creo que sea necesario que sus celos intervengan en una importante decisión.
—Bien, hablare con papá. —Solté un suspiro tranquilo. —Pero sabes muy bien que papá le impondrá nuevas reglas a Dylan. —Hago un gesto desanimado.
—Y, ¿si intentas persuadirlo con eso también? —Maddie me tira una mirada de descaro.
—Andrew, ¿qué más quieres? ¿Qué ayude a Dylan a hacer lo que quiera después? Puedo intervenir en que papá no se lo lleve y lo deje en un interno militar pero ir más allá de eso, no. Tampoco quiero meterme en problemas con él. —Se deja ir hacia atrás para a recostarse en su asiento.
Bueno, es poco o nada. De todas formas, sé que Dylan podrá arreglárselas con las reglas de papá cuando en ese caso, él siempre ha sido muy obediente y respetuoso con nuestro progenitor.
— ¿Sigue enojado conmigo? —le pregunto.
Ella me da una mirada larga mientras toca sus labios delgados y pintados de un café mate con su dedo índice; parece estar analizando muy bien mi pregunta antes de responderme y esa sensación impaciente de no tener una respuesta me pone incómodo.
—Eres su hijo, de alguna u otra forma es posible que ya se le haya pasado tu rebeldía pero él no olvida lo desvergonzado que fuiste al irte sin darle la cara y una explicación sobre porque te habías negado a ir antes a la universidad y elegiste un capricho que al final se te ha sentado muy bien. —Baje la mirada.
Debería tomar eso como un «sí, sigue enojado contigo y todavía no quiere verte cerca de casa» o un «ya te ha perdonado pero sigue adolorido por la decisión que has tomado».
Es mejor dejar el asunto donde está, quizás sea bueno que le llame primero antes de querer poner un pie en esa casa en donde crecí y tenía un padre que sin importar de mis caprichos, defectos y desobediencias siempre estuvo para mí aunque no me apoyara del todo con mi carrera musical.
— ¿Por qué no fuiste a verme? —le mencioné sobre el concierto que di en Dublín el año pasado.
—Quise pero, tuve contratiempos. —Bien, una mentira más.
Y volvió esa tensión que podía cortarse con un cuchillo si ambos fuéramos capaces de mantener una buena conversación sin que discutamos, comparemos, seamos sarcásticos o nos echemos a la cara sobre la vida que hemos esta llevando.
— ¿Por qué no fuiste al recital de Arlene? —Ella rodó los ojos le sigue molestando que haga tantas preguntas. —Pregunto por ti. —No vi una gota de sorpresa en su rostro. —Estuvo fabulosa en el baile... —Me interrumpió.
—Tengo trabajo que hacer, pero antes que te vayas, quiero decirte una cosa —se adelantó en hablar.
Que buena forma para despacharme de su oficina. Quisiera sentirme adolorido pero con el tiempo he aprendido dos cosas, la primera es que nunca he podido sacar el lado cariñoso de mi hermana por más que lo deseara y lo segundo, que no tengo idea porque Maddie siempre le ha frustrado la idea de hablar sobre Arlene cuando es también su sobrina.
—Me voy a casar en un par de meses —me enseño su sortija de compromiso.
—Eh... ¡Felicidades! —intenté emocionarme pero creo que hice mal en decirle aquello con palabras con tan poca significancia, humor y verdad.
—Así que desearía que vengas acompañado y no con uno de tus fastidiosos amigos, sino que con una chica y que se adecue a las expectativas de papá... —Enarque la ceja.
¡Increíble! Ya no sé qué es peor que por obligación deba de invitar a una mujer para que me acompañe a la boda de mi hermana o que tenga que conseguir una chica que a mi papá le agrade y no esté bajo sus talones.
—Haré lo que pueda —preferí no contradecirle y darle esa esperanza que capaz que no se dé. — ¿Quién es el afortunado? —intenté cambiar el tema.
—Trevor O' Connor. —Mencionó.
Wow, no pensé que durarían más tiempo de lo que asegure hace un par de años cuando escuche sobre su relación. No sé si eso llamarlo tener una buena estabilidad emocional para comprometerte con tu pareja quien ha estado contigo desde hace ocho años o pretender creer que los dos se toleran porque tienen el mismo carácter.
—Me alegro por ambos —por Dios, porque mis palabras no pueden sonar sinceras.
—Andrew, debes conseguir pronto una mujer. Los años se te están yendo y no creas que por ser famoso todas las mujeres siempre babearan por ti y te perseguirán. —Me rasco el cuello.
—Prefiero estar soltero mientras pueda. —Le digo con una falsa sonrisa.
—Papá, espera que tengas hijos. Ya que entendió que de Dylan no habrá y bueno, de Eleanor no se espera un niño dentro del matrimonio —oculto mis manos para que no vea mis puños.
¿En serio? ¿He escuchado bien? ¿Cómo puede decir eso? O mejor dicho, ¿cómo se atreve en decirlo en mi cara? Es que no sabe que los homosexuales pueden adoptar y que no necesariamente los hijos fuera del matrimonio no son unos bastardos... ¡Dios! Siento que seguimos viviendo en la época antigua.
—Y ¿qué hay de ti? —suelto sin pensarlo.
Toma aire antes de contestarme y solo puedo ver como frunce la boca antes de que su humor también sea cambiado ante mi pregunta.
—No creo ser una buena madre. —Responde fría. —Mi papá pudo tolerar sus estupideces pero yo no podría si eso hicieran mis hijos. —La piel se me erizo con solo haberlo imaginado.
—Sí, quizás sea una buena idea que no los tengas. —Me levanto. —Serías peor que papá y no sería lo suficiente sensato para ver como los encierras en una burbuja y le quitas sus sueños. Porque eso es lo que eres, igual que papá y veo porque ambos se entienden. —Ella se levantó y estuvo a punto de encararme pero no tuvo el suficiente valor.
Traer hijos al mundo no es una decisión fácil y por primera vez, coincido en algo con Maddie y esa es que no piense en tener hijos si le romperá sus sueños y los mantendrá acorralados en su casa mientras les pide que hagan lo que ella desea como si fueran sus títeres.
—Muchas gracias por la ayuda. Cuando tengas la invitación de la boda, mándala a mi casa de Los Ángeles, creo que sabes muy bien la dirección luego de haberle dicho a mi padre donde vivía y hacerme la vida imposible por un año. —Fue una simple y dura despedida que ni siquiera espere que ella dijera una palabra.
Solo espero que cumpla su palabra o me tendré que ver en la situación de ir a la casa de mis padres y hablar con la persona que no desea verme ni en pintura.
(...)
— ¡Puedes creerlo! Me dijo en mi propia cara sin vergüenza que yo soy la única opción que queda para que tenga hijos dentro del matrimonio cuando Dylan puede llegar a adoptar si lo desea y tú puedes seguir teniendo hijos sin importar que el padre se haga responsable o se vaya a la mierda como el otro. —Dije muy molesto casi arrancándome los cabellos.
—Creo que tiene razón —miro anonadado a Eleanor.
— ¿Qué? Dime que escuche mal y quisiste decir «creo que está equivocada» —la corregí.
—No, dije que si tiene razón. —Vi como suspiro y miro sus manos. —Mira la realidad, Andrew. Papá no acepta legítimamente a Arlene como su nieta, así que no aceptaría a cualquier hijo mío que esté fuera del matrimonio y el padre quiera o no hacerse cargo del bebé. Y con la situación que está viviendo Dylan tendrá miedo de sus futuras decisiones y no sé diga en una adopción y la verdad, es que si Maddie no quiere tener hijos, ya es una decisión hecha. —Vi como pronto se desanimaba. —Así que, solo te digo que tomes esa oportunidad como ventaja si quieres que papá te vuelva a aceptar. —Sentí un golpe en el estómago.
Sentí un intenso nudo en la garganta, no por tener que ver muy de cerca la realidad sino por darme cuenta que nuestra familia está tan rota que no con cualquier cosa podemos hacer feliz a las personas que queremos. Sé que la felicidad no depende de que hacer a todo el mundo feliz pero la pura realidad es que nuestra felicidad nunca suele ser independiente cuando piensas en esas personas que amas y buscas darles esa felicidad para poder llenarte del mismo gozo.
Mi hermana empezó a sollozar haciendo que dejara mis pensamientos a un lado para verla con sorpresa, se cubrió el rostro y pude ver como sollozaba cada vez más fuerte al punto de tener hipo.
—Elo... Mierda... ¿Qué te pasa? —la cubrí con mis brazos.
— ¿Cómo se puede vivir de esta forma Andrew? Dime cómo. —Acaricie su espalda para reconfortarla. —Sí, comprendo que al tener a Arlene me quito no solo una parte de mi libertad, mi carrera profesional y un buen futuro; pero es mi hija, y sin importar que haya llegado de forma inesperada a mi vida, es lo más hermoso que me ha pasado... —Se refugió en mis brazos.
No respondí a todo lo que decía no por no tener las palabras necesarias sino más bien, porque deseaba que ella expresara todo aquello que muchas veces no podía mostrar en frente de toda aquellas personas que ella ha visto verlas realizar sus sueños y metas y que las de ellas fueron cambiadas en menos de nueve meses cuando decidió no abortar y tener a Arlene.
—Sé que es difícil, hermana y no sabes cómo te comprendo... —me mordí el labio para no ser el siguiente en llorar cuando también he experimentado esa sensación pero en otro parámetro.
Sí, quizás no haya tenido un hijo y ser padre soltero, pero a veces en las noches, luego de acostarme en la cama y mirar al techo, me pregunto qué hubiera sucedido conmigo mi hubiera optado por ir a la universidad y estudiar un licenciatura para luego tomar una maestría o un doctorado... ¿A qué grado hubiera llegado a ser feliz por cumplir los sueños de otro en vez de los míos? Acepto en haber sido muy egoísta en haberme ido de mi casa sin haberle dicho nada a nadie y más cuando necesitaba el apoyo de mis padres para que estuvieran en esos momentos que pude haberme derribado si mi carrera musical no hubiera funcionado.
No sé cuantos minutos pasamos en silencio, consolándonos mutuamente mientras sus lágrimas caían en mis brazos y yo solo propiciaba caricias a su espalda y pequeños besos en su cabeza como me lo había enseñado mamá cuando nos veía llorar.
El sonido de mi celular pronto interrumpió aquel momento pero lo ignore al saber que estar con mi hermana es más importante que contestar un simple mensaje, así que me quede en mi lugar hasta que Eleanor se separó de mí.
—Revisa tu celular, quizás pueda ser Olly. —Se separó de mí y empezó a secarse las lágrimas.
—Puede esperar —quise que entendiera.
—Vamos, ya me tranquilice... ¿no lo ves? —dejó ir una sonrisa haciendo que negara.
Saque el celular de mis jeans y pronto desbloquee el celular para ver el mensaje y darme cuenta que no es de Olly.
«Lo siento por no haberte contestado antes pero no quería incomodarte. Espero que tu sobrina le hayan gustado todos los libros, cuando quieras, puedo entregarte otra colección y deseo mucho que disfrutes la compañía de tu familia».
Una pequeña sonrisa salió de mi rostro y no por haber recibido aquel inesperado mensaje sino porque en él no vi un compromiso o insistencia de seguirnos viendo o hacerme preguntas a últimos momento como si tratara de saber más de mí, en vez de eso, vi una respuesta sincera y cálida.
—Mmm, ¿por qué sonríes? —dejé ir una risita al ver la nariz de mi hermana que sigue roja.
—No es nada. —Guarde el celular.
— ¿No es nada? Pero si sonreíste como un niño y eso no sucede todos los días —me pellizco la mejilla. — ¿Es una chica? —Vi una sonrisa risueña por saber.
— ¿Por qué te interesa? —digo sin molestarme.
—Eres mi hermano y llevas dos años sin tener una mujer a tu lado... —la interrumpí.
—No soy homosexual —dije sin pensarlo.
—No es eso, sino que... ¡Vamos Andrew! Quiero verte feliz y no como un famoso disfrutando de su carrera musical sino que con una mujer que lo valore y si esa chica... —La volví a interrumpir.
— ¿Por qué crees que es una chica? —Ella encogió los hombros.
—Porque no sonreirías como un tonto por un mensaje de Olly, ¿no? —Ambos dejamos ir una carcajada.
Bien, me descubrió pero no necesariamente por estar enamorado sino más bien porque hay algo en Ángela que me hace sentir bien pero temó que las cosas no sean las mismas si nos volvemos a ver.
— ¿Quién es? ¿No le dirás a tu hermana? —me acorralo con sus brazos y me hizo ojitos de perrito para que le dijera la verdad. Ya veo de quien aprendió Arlene.
—Su nombre es Ángela y no conocimos en un café pero ella no sabía que era Andrew Förstner... —empecé a decir.
Le conté detenidamente a mi hermana toda la historia de cómo conocí a Ángela, de lo divertido que es hablar con ella, de lo extraño que se siente saber que le interesas a alguien sin saber que eres un famoso y de lo increíble que es que ella siempre me haga reír cuando a veces solo río para no hacer sentir mal a la otra persona cuando dice un mal chiste o intenta ser un comediante. El nudo de la historia fue que le comente que ella descubrió quien soy realmente y que sin despedirme de ella, salí corriendo como un cobarde de la cafetería y cuando reflexione bien sobre lo que había hecho, ella ya se había marchado, dejando su número de teléfono en una servilleta y yo recogiéndola con la esperanza de agradecerle por su ayuda con los cuentos de Arlene como una excusa de poder interpretar si ella no buscaba algo más de mí cuando tenía mi número de celular pero la idea fue volcada cuando me di cuenta que ella no llamó ni envió mensajes, y es más, tardó en responder mi mensajes días después de haberle agradecido por su ayuda.
—Que interesante, ¿por qué no quedas con ella cuando vuelvas a Los Ángeles? No parece mala persona —hago una mueca.
—Y si ella cambia... y me ve como un famoso y no como un amigo. —Eleanor tomó mis manos.
—Vamos Andrew, no debes pensar de esa forma y creer que todo el mundo te verá como un objeto de devoción antes que un humano. —Puso su mano en mi mejilla. —Confía en ella, si las cosas no salen como deseabas, solo despídete con cortesía y no la vuelvas a ver pero no pierdas la oportunidad de hacer una amiga, una amiga verdadera como los que tienes aquí o allá. —Me ánima.
—Lo pensaré, por el momento, solo quiero disfrutar de mis últimas horas aquí. —Le di un beso a sus manos.
— ¡Tío! ¡Tío! —Arlene bajo corriendo de las escaleras para llegar a nosotros.
— ¿Qué paso princesa? —la tome de los brazos y la senté en mis piernas.
—Te hice esto, para que te lo lleves contigo —me entrego un figura de origami.
Al tomarla de sus pequeñas manos me di cuenta que se trata de un corazón de papel; ella con mucho cuidado desdoblo unas partes para luego enseñarme lo que había dentro del corazón, el cual pronto dejo ver escrito los nombres de mi hermana, hermano y de ella con unos pequeños dibujos que sé muy bien que son ellos.
—Para que siempre nos lleves contigo. —Mi corazón se oprimió con las palabras de mi sobrina.
Con esas lágrimas de cocodrilo que no dejo salir para no hacerle dudar a mi sobrina sobre las emociones que estoy experimentando, la abrazo y dejo varios besos en su cabeza... Dios, como extrañare a mi familia.
(...)
Desabrocho mi cinturón de seguridad y pronto inhalo el suficiente aire para que me dé el valor de salir de mi auto. Me doy cuenta como últimamente me pongo nervioso dentro de mis vehículos, donde debo de reflexionar un par de minutos antes de salir y tener que inhalar aire hasta secarme la palma de mis manos para tomar las cosas con valor.
Olly rueda los ojos y espera a que me baje para que pueda tomar mi lugar de piloto del auto, así que alzándole las llaves, él las toma y antes de marcharse me dice unas palabras.
—No te tardes mucho. Llámame cuando quieras que pase a recogerte. —Asiento.
—Ve con cuidado. —Hace el mismo gesto.
Le doy un pequeño golpe al techo del auto antes que él se vaya a casa; cuando se aleja, camino en dirección a aquella cafetería que se ha convertido en uno de mis lugares favoritos, miro la hora de mi reloj, y me doy cuenta que llevo atrasado dos horas... Espero que ella aún se encuentre ahí.
Voy a la cafetería y entro en ella para saludar a los empleados, ellos no muestran asombro al verme por respeto a que no me sienta incómodo, lo cual se los agradezco. Con pasos temblorosos subo las escaleras para ir al segundo piso y aunque no considere en enviarle un mensaje a ella para quedar este día en la cafetería tengo esa esperanza que se encuentre ahí sin importar que me esperara o no. De todas formas, ella siempre viene, a no ser que sea porque tiene mucho trabajo o está estudiando.
Antes de asomarme al portal, no sé porque me paso la mano en el cabello para alisarlo, me arreglo la camisa e intento verme a través de un pequeño espejo que hay a un lado de las escaleras... Sí, me veo nervioso pero no creo que sea del otro mundo, soy humano y sería extraño que cubriera mis emociones cuando es mejor revelarlas a tener que esconderlas en lo más profundo de mi cuerpo.
Doy unos pasos y me acerco al portal, la busco con la mirada y exactamente, una alegría entra en mi cuerpo al verla a lo lejos, sentada en una de las mesas que están cerca de las barandas de la cafetería para poder observar más de cerca el panorama de la ciudad. Ella se mantiene concentrada leyendo un libro mientras lleva una taza de café con leche a sus labios y quizás por instinto de ser observada por alguien, eleva su mirada, logrando que sus ojos marrones con mis ojos azules choquen.
Cierra su libro y lo apoya en la mesa sin quitar su dedo índice de la página en donde se ha quedado, colocándolo como un marcapáginas. Antes de poder dar un paso, levanta la mano suavemente en forma de saludo, revelando también una sonrisa nerviosa y torcida que me hizo sentir bien al saber que también ella se encontraba en el mismo estado que yo.
Correspondí su saludo siendo el siguiente en elevar mi mano, pero antes de que hiciera otra cosa, ella se levantó y muy lentamente, se acercó a mí hasta que pude ver un poco de enrojecimiento en su rostro.
— ¿Quieres sentarte? Esta vez invito, ya que te la debo. —Solté una pequeña risa. —Y no te preocupes, prometo no acosarte, hacerte miles de preguntas y no pedirte un autógrafo con insistencia. —Alzó su dedo meñique como significado de promesa.
—Es un buen comienzo. —Mi dedo meñique agarro el suyo cerrando aquella promesa.
Gracias Elo, siempre tienes la razón.
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Continuará...
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