Capítulo 5: Beating Heart

⸙ Ángela ⸙

Considero que el último año universitario ha sido lo más horrible de toda mi existencia, en los últimos días he coleccionado unas enormes ojeras que son la prueba de no solo haberme quedado hasta tarde planificando tratamientos o terapias para mis prácticas psicológicas sino que también por arriesgarse a trabajar a medio tiempo cuando he trabajado el doble cuando una compañera de trabajo se ha enfermado y he tenido que cubrir su puesto haciendo que ajustaran nuevamente mis horarios.

Últimamente no me ha quedado tiempo para nada, ni siquiera de ir a la cafetería; muchas veces me ha hecho pensar que si todavía Andy puede estar yendo y esperándome durante un par de horas para verme pero en fin, si algún momento lo vuelvo a ver, espero que por lo menos entienda que a veces no todos podemos tener el tiempo libre para ocuparnos de cualquier asunto.

Aunque, mañana empiezan mis vacaciones laborales... Eso significa que tendré las tardes y noches libres. Podré ir a la cafetería y quizás tenga esa esperanza de encontrarme con él, no es que en serio sienta esa necesidad de estar con Andy, pero siendo sincera, ha sido de los pocos chicos con los que he tratado y he podido hablar con mucha tranquilidad sin sentirme nerviosa, además, él parece siempre escucharme no solo de las tonterías que me suceden en el día sino que también parece estar interesado en lo que digo, lo cual me sorprende porque los chicos con los que he congeniado un poco no suelen mostrar interés en mi vida sino más bien en sus propios intereses o pasatiempos de los cuales poco coincidimos... pero en cambio, Andy es diferente aunque no quiero precipitarme mucho a tener esa buena imagen que tiene él como persona.

Quizás sea bueno seguirlo conociendo, después de todo, apenas nuestra amistad comienza y no dudo que todo termine tan pronto.

Sigo anotando algunos pedidos de libros mientras inspecciono en el catálogo aquellos que se han vendido o los que están a punto de terminarse; me acerco a todos los libreros y observo cada uno de los libros, tomo algunos de ellos para ordenarlos y dejarlos en su lugar luego que los clientes los dejan en otros lugares, también, busco algún que otro libro que se necesite pedir, aunque ahora recordando, me falta registrar en la página web de la librería cuales son los libros que las personas necesitan que ingrese como también aquellos que recomiendan o necesitan hacer un pedido exclusivo.

Hay mucho trabajo que hacer por el momento y más cuando también me dejan como encargada de estar pendiente en la caja registradora. Lo bueno es que el día ha estado calmado y no he llegado a tener ningún problema para estar vigilando constantemente el mostrador, añadiendo que Heaven me está ayudando a mantenerme pendiente de los clientes que se acercan como también de los otros empleados.

Agarro una escalera para mover algunos tomos de varios libros científicos, pero apenas toco el contorno del librero cuando mis manos se llenan de polvo, ni siquiera debo de pasar el dedo de arriba hacia abajo cuando sé que debo de limpiar ese lugar antes que los libros puedan ensuciarse, así que pronto voy por un pañuelo y un lustramuebles para poder limpiar el librero pero antes tengo que quitar los libros.

Recojo primero dos de ellos y bajo con cuidado en la escalera, luego voy por otros tres y hago el mismo proceso, cuando veo que solo me faltan cuatro para que quede solo el agujero del mueble, al final decido hacer un solo viaje; así que tomo los cuatro libros de una sola vez para bajar con mucho cuidado, ya que no deseo resbalarme de la escalera gracias a mis zapatos. Ya en el último escalón, pongo el primer pie en el suelo pero antes de que pueda poner el otro, siento como me voy hacia atrás con el peso de los cuatro libros de pasta dura y gruesa, ni siquiera puedo tomar la escalera con la mano porque me termino por resbalar y cuando estuve a punto de caer de espaldas, alguien terminar por agarrarme.

—Con cuidado.

Me quedo petrificada al escuchar esa voz pero termino por ponerme tensa al tener muy cerca de mi rostro unos ojos azules que no dejan de estar sorprendidos, seguido de ello, una sonrisa amable aparece haciendo que mi corazón dejé de latir y mis mejillas estén tentadas a sonrojarse. Sus manos presionan cada vez más mi espalda para que no caiga de espalda pero es inevitable no sentir un toque de electricidad así como aparentan mencionarlo en las novelas; dejo ir un largo trago de saliva para tener la voluntad de moverme antes que él también pueda caer encima de mí, así que sostengo muy bien los libros para que pueda levantarme sin perder el equilibrio.

— ¿Se hizo daño? —Pregunta interesado.

Quisiera poder responder rápido pero ya no sé si es por la vergüenza de casi haber caído al suelo o porque en realidad tengo en frente a Andrew Förstner.

Recuerda Angie... Primero relájate... No tienes que mostrarte ansiosa cuando tienes al mismo Andrew Förstner, tu cantante favorito desde los catorce años en frente de ti... Al demonio como no sentirme exageradamente feliz cuando él está aquí, me ayudo a no darme un buen golpe en la cabeza y que no se comporte indiferente conmigo por ser una chica ordinaria. Aunque siendo sincera, sé muy bien que a él no le gusta que le rodeen de preguntas y fotografías como también que estén diciéndole una oración larga sinfín sobre que soy su admirado, no la uno, pero sí de las muchas que tiene. Así que debo de actuar normal y con mucha profesionalidad aunque sea muy difícil.

—No, estoy bien. Gracias —Intento sonreír pero las comisuras de mis labios me traicionan y termino por hacer una mueca.

—Me alegro haber pasado por aquí, hubiera sido horrible que se cayera al suelo con esos libros pesados —comenta.

Dios... Porque no puedo ser de las mujeres que saben disimular muy bien sus emociones, agregando que me siento muy incómoda alejando la mirada a cada cinco segundos para no quedarme observando su rostro, ya que es posible que si mi mirada permanece en contacto con la suya, él se sienta acosado y la verdad, no quiero eso y mucho menos que sienta la presión que quiera tener un autógrafo suyo en uno de sus discos.

¡Vamos Ángela! ¡Actúa con profesionalismo!

—Sí y le agradezco por haber intervenido en que cayera y me golpeara fuerte. —Dije nerviosa.

Toma un respiro profundo. Recuerda los ejercicios para bajar los niveles de dopamina que te provoca ver a tu cantante favorito a unos centímetros tuyo, solo debes de inhalar y exhalar para dejar que tu corazón se desacelere después de ser quien presenciara todo en vivo y directo.

—Bienvenido a Gold Bird en donde puede encontrar la mejor calidad de libros en el país y el servicio que usted necesita. Mi nombre es Ángela y estaré a su disposición, ¿se le ofrece algo? ¿Algún libro de su interés? O ¿necesita que le ayuda para encontrar ese libro que pueda sentirse que es el elegido para ser su favorito? —Creí escuchar que todo aquello lo dije muy mal, demasiado para no avergonzarme de nuevo.

Debería ir a una capacitación sobre cómo actuar en frente de personas famosas, ya que esa labia que tengo aún parece de principiante, más al haber escuchado como ridículamente me confundí con algunas palabras, empecé lente y termine rápido y por último, tartamudeé.

—Estoy buscando un libro de cuentos —mencionó.

— ¿Alguno en especial? De princesas, animales, aventuras... —le di las opciones.

— ¿Tiene alguno que lleve de todo? Es que mi sobrina le gusta de todo tipo de historias —pensé en alguno.

Normalmente los niños están acostumbrados a leer todo tipo de cuentos sin importar si sus protagonistas sean humanos o animales, de todas formas la imaginación de ellos es muy grande y es de comprender que sus intereses sean variados.

— ¿Qué edad tiene su sobrina? —Le interrogo para descubrir algún libro en especial.

Se queda un momento pensando como si no estuviera decidido en decirme la verdad, pero en la situación que estamos es poco probable que quiera decirme cuando querrá mantener su vida familiar en una zona privada.

—Cumplirá siete años en unos meses. —Dice un poco inseguro.

Seis años entonces... Los niños a esa edad empiezan a ser más dinámicos y curiosos, por lo cual, entre más creativo sea el cuento, más llamará su atención e interés.

Camino en dirección al librero en donde se encuentran todo tipo de cuentos, en donde hay delgados, gruesos, pequeños y grandes... La familiaridad que tienen todos es que tienen muchos dibujos y siempre van con el mismo fin que es entretener al infante. Observo cada uno de ellos y empiezo a buscar los indicados, después de todo, quedara al gusto del cliente elegir el que más le simpatice y lo encuentre perfecto.

Saco tres tipos de libros, cada uno de ellos diferentes y con una variedad de cuentos que van dirigido a un público de infantes de 7 a 9 años. Intento sostenerlos bien para que no se caigan de mis manos y cuando estoy lista para volver donde está Andrew Förstner, casi choco contra su pecho... ¿Cuánto tiempo ha estado detrás de mí sin que me diera cuenta?

—Estos tres le gustaran a su sobrina, el primero de ellos por lo que ya se habrá dado cuenta por su portada, son cuentos de Disney, es de pasta dura y por dentro trae una colección de stickers; el siguiente es un libro en 3D, es más interactivo y divertido ya que las figuras de los cuentos clásicos se mueven, como Caperucita Roja, Ricitos de Oro, El flautista, El León y el Ratón, entre otros. Y por último está esté que es un libro de cuentos también clásicos aunque trae más de las princesas, este libro es para colorear los dibujos que representa el cuento, esté por la compra se le da el set de colores para que la niña pueda pasar horas pintando y a la vez, leyendo el cuento. —Le recomiendo los tres principales que seleccione. —Sino le parece ni uno de estos, puede elegir entre está sección de libros. —Le muestro los demás cuentos.

Él se queda observando con especial atención los tres libros que le mostré, parece estar indeciso por un momento ya que sus ojos pasan de un cuento a otro y luego los registra para sacar una sonrisa como si le recordara algo bueno o como si un pensamiento se le haya cruzado por la cabeza.

Sus ojos pasan de estar en los cuentos para darme una mirada, hubiera querido mantener mis ojos fijos en los suyos pero intento no comportarme como una acosadora, pero siendo sincera, es inevitable no poder verlo con tanto detalle cuando tu cantante favorito se encuentra a unos centímetros de ti, lo malo de ello es que por ética de trabajo, debo comportarme como una profesional y por más que le pidiera un autógrafo, no podría ya que hay cámaras alrededor de toda la librería.

—Sus palabras me convencieron —lo escuché admirada.

—Es bueno recomendarle a los clientes lo mejor y que esté a su gusto y parecer —respondí tragándome la alegría.

—Sabe mucho de esto —encojo los hombros.

—Sí, mi carrera me ha ayudado a descubrir muchas cosas entre ellas los intereses y gustos de los niños de cierta edad —le comento orgullosa.

—No lo dudo, la psicología ayuda a comprender y conocer el comportamiento del ser humano —parpadeé unas cuantas veces.

— ¿Cómo sabe que mi carrera es psicología? —No recuerdo haberlo mencionado.

Veo que su rostro cambia y parece mantenerse en alerta, no creo que mi pregunta haya sido muy directa y mala porque para ser exacta, soy yo la que me encuentro un poco consternada al no saber o creer si lo que he escuchado ha sido lo correcto o lo he interpretado mal cuando sigo pensando que en ningún momento he nombrado mi futura profesión.

Espero alguna respuesta de él pero no obtengo ninguna, es más, parece evadir la mirada como si intentara poner su atención en otra cosa para así dejar por terminada la conversación; estoy a punto de hacerle otra pregunta con respecto a lo que he escuchado pero pronto me interrumpe no escogiendo un solo libro de cuento sino que los tres de una vez.

—Creo que me llevaré todos —Sonríe con nerviosismo.

—Eh... Claro... Solo déjeme que le dé el set de colores. —Me voy en dirección a una vitrina en donde hay colores, lápices, mini diccionarios, marcapáginas, etc.

Intento una y mil veces recordar si en algún momento toque el tema de psicología en mi cabeza pero reconozco que ni siquiera me atreví a decir algo similar cuando solo trataba de vender un libro; lo peor de ello es que me quedaré con la duda porque sería descortés de mi parte seguir cuestionando a un cliente cuando mi propósito de la empresa ya se ha cumplido en haber convencido a una persona en comprar un libro que al final fueron tres en uno.

Llevó el set de colores y los tres libros hacía la caja registradora, Andrew me sigue sin decir otra palabra; quizás el rostro que haya puesto logro asustarlo que ahora pensara que es mejor callar que volverme a hacer hablar. Así que mientras registro el código de barras para cargar el libro a la cuenta de él, escucho como alguien casi deja caer un enorme diccionario de palabras que va del inglés al español.

—Demonios, ese libro me romperá la espalda. No tienes idea de lo que se me ha dificultado en bajarlo de las escaleras... ¡Casi me caigo! —Heaven me provoca una pequeña risa al ver las muecas que hace su rostro. — ¡No te rías de mí, García! Mira que el karma llega pronto. —Eleve una ceja.

Preferí no comentar nada cuando de improviso, los ojos de Andrew y los míos chocaron al mismo tiempo hasta que ambos guardamos una risa que revelaría que en realidad ya había sucedido la pequeña catástrofe en donde también estuve a punto de caer.

Heaven está al pendiente de sus dolores de espalda que aún no se ha dado cuenta quien es la persona que tiene a su lado, es de creer que ella ni se volteará a ver cuándo no le interesa saber quiénes compran o no en la tienda, simplemente ella tarda más en despedirse de los libros en que darle la cara a los clientes si no es para atenderlos o que le llamen la atención a ella.

— ¿Irás hoy a la cafetería? Mira que hace tiempo que no vas y yo quiero un paquete de galletas de canela con chispas de chocolate. —Ruedo los ojos al ver la insistencia de Heaven.

—Sí, creo que hoy pasare por la cafetería. Creo que me caerá bien un momento a solas, ver el atardecer y comer el brownie con un frappuccino de dulce de leche. —Le comento a ella.

— ¡Dios! No puedo creer, mezclas dulce con dulce... ¿No te preocupa que te dé diabetes? —Suspiro.

Andrew se muerde el labio inferior como si intentara no reír, por lo menos se está entreteniendo con los dramatismos de mi querida amiga que por el momento está siendo poco profesional.

— ¿Desea que sean envueltos para regalo? —le pregunto.

—Claro. —Dice sonriente.

Hoy ha sido mi día de suerte... Oh mi Dios porque no pudo ser un día que tuviera libre y pasara al trabajo solo para recoger algo que pude haber olvidado o solo para sentarme a ver la colección de libros, quizás ahí si hubiera aprovechado a poder conseguir una fotografía porque para ser sincera, las segundas veces no vuelven a suceder y si se logran, es de aquí a una década.

Ordeno los libros del más grande al más pequeño para luego llevármelos a paquetería, ahí Khris, pone manos a la obra para envolver cada libro como un regalo.

—Gracias por su compra, señor Förstner. —Como es común, no le sorprende que llegué a saber su apellido.

—Muchas gracias, señorita García. —Alude antes de irme.

¿García? Dios... creo que tendré que pedir permiso para ir a bodega o a los baños públicos del centro comercial para ir a gritar de la felicidad porque se acordó de mi apellido... Ay mi Dios, sonó tan maravilloso salir de sus labios que casi pareció como si lo dijera con acento... Vamos exhala o tu pecho se inflara como un globo al no liberar y seguir conteniendo todo aquel aire.

Heaven me da una mirada de extrañez como si no entendiera lo que me acaba de suceder, supongo que solo debe de ver como estoy conteniendo las ganas de sonreír y de saltar de la felicidad al saber que por una vez en mi vida, estuve cerca de mi cantante favorito y que cruzamos unas palabras aunque sea solo para que comprase unos libros para su sobrina... ¡Ya puedo morir en paz!

— ¡Por las barbas de San Pedro! ¡¿Qué te ocurre, mujer?! Parece como si acabas de ver la entrada al cielo y saber que no estás destinada a irte al infierno. —Heaven sigue observándome con sorpresa.

Tomo suficiente aire para seguirme conteniendo y más cuando a los cinco minutos después de haber vuelto a la caja registradora, Andrew pasa y me levanta la mano en despedida en donde hoy sí, Heaven se da cuenta de quien ha estado a su lado por unos tres a siete minutos.

Ella ni siquiera intenta mostrarse tranquila cuando su rostro lo revela todo, y pronto entra al pequeño espacio en donde está la caja registradora para golpearme repetidas veces con sus dedos índices mis costillas, logrando que riera y tuviera que alejarla un poco de mí antes de hacer un escándalo que puede costarnos nuestro trabajo.

— ¿Por qué no me dijiste que él estaba a mi lado? —me recrimino como si fuera mala amiga.

—Oye, ni siquiera me veías a la cara. Estabas muy pendiente en tu columna que en el ser humano que estaba a tu lado —la acusé por ser su culpa y no mía.

—Ains, de lo que me he perdido... Cuéntame mejor como fue todo. —Pongo los ojos en blanco.

—Te contaré al regresar a casa, ahora trabajemos antes que nos pongan el dedo por ser chismosas y haraganas. —Vuelvo a mi oficio de limpiar las literas.

— ¡Te odio Ángela! —Me doy la vuelta y le lanzo un guiño.

—No querida, me amas mucho.

(...)

Un descanso es lo que merezco, luego de la tarde ajetreada que he llegado a tener luego de que Andrew Förstner apareciera y casi escuchar como varias chicas corrían a buscarlo para poder tener una fotografía y un autógrafo de su parte... ¡Suertudas!

Ahora puedo tomarme un respiro luego de no tener que entregar trabajos grupales antes de media noche o tener que revisar la plataforma virtual para saber si ya está disponible la próxima tarea que será entregada en unos días. La vida de estudiante y empleada es difícil, casi siento que me ha quitado unos buenos años y que ha permitido que se me acumulara más el estrés y el cansancio pero ya no será necesario en estar en ambas posiciones cuando dejaré una para enfocarme más en la otra, solo debo de esperar unos meses más para graduarme y ya poder laborar mi querida profesión aunque es probable que conseguir un empleo rápido no será mi fuerte cuando en este país piden mucha experiencia, así que por justicia propia tendré que ir aprendiendo desde lo bajo antes de tener mi propia clínica.

Entro a la cafetería y pronto saludo a varios empleados que ya me conocen desde tiempo, subo al segundo piso y ni siquiera tardo en atravesar el portal para ir a tomar una de la mesas y sentarme cerca de las barandas para ver el paisaje que ofrece el atardecer desde la altura del edificio estilo medieval cuando me encuentro a un rostro... bueno... a alguien conocido por sus típicas prendas de vestir.

— ¿Tú aquí? —Me acerco pero no me siento.

—Vaya, vaya... Mire quien se dignó en aparecer luego de que... Un año... —Niego riendo.

—Solo fueron un par de semanas —comento tranquila.

— ¿Un par de semanas? Casi fue una eternidad. —Dijo sin alterarse.

Bueno, en realidad extraña esa voz y sus modismos poco peculiares que se presentan casi de forma inesperada en cada conversación que tenemos. Realmente no creí encontrarlo aquí o que por lo menos se presentara luego que yo no lo hiciera durante varios días en donde pudo haber imaginado que ya no vendría pero ahora veo que su lealtad hacia la amistad que hemos creado sigue en pie, aunque también pueda ser por los postres y las bebidas que vende el local, que son extraordinariamente deliciosas.

— ¿No te sentaras? —Señalo la única silla vacía de la mesa.

—Pensé que no lo dirías, ya me dolían los pies. —Ambos reímos mientras tomaba asiento.

Es extraño decirlo pero volver a hablar con Andy es como haber encontrado a esa persona con la que puedes interactuar o reaccionar de forma natural sin creer que puedes ser juzgada, no digo que no me sienta así con mis amigas pero regularmente estoy acostumbrada a convivir solo con conocidos que con alguien que apenas he comenzado a tener una amistad y no tengo idea si le agrado o no, pero poder expresarme sin poder ser alguien falso me hace sentir relajada y ver que en cierta forma, coincidimos en algunas cosas ya que la mayoría somos diferentes.

—Y, ¿cómo has estado? —pregunto al verlo sonriente como si ha obtenido una buena noticia.

Antes que me conteste a su pregunta, llega un mesero y me entrega la carta del menú para pedir, pero no tardo en decirle lo que quiero en este día para pronto anotarlo en su pequeña libreta e irse rápido para traer mi brownie de chocolate y el frappuccino de dulce de leche.

—Muy bien, gracias por preguntar. —Se a recuesta en la silla.

— ¿Alguna buena noticia? —Elevo la ceja.

No sé porque mi cabeza esperaba que fuera cualquier tipo de noticia pero que no tratará de una chica; quizás me esté escuchando muy egoísta pero Andy es alguien muy abierto con quien puedo conversar de cualquier cosa que si tiene ahora una novia, ya me imagino que estos encuentros se comenzaran a ser escasos.

—Iré a ver a mi familia, ¿no crees que es un buen motivo para estar alegre? —Asiento por inercia.

¡Uf! Que bien fue al haber escuchado aquello que también me sorprendió pero me dejo feliz al saber que visitara a su familia luego de que un día comentara que hace tiempo que no iba a verla.

— ¡Qué bien! ¡Me alegro por ti! ¿Cuándo irás a verlos? —Pregunto con curiosidad.

—Me voy hoy por la noche. —Mi sonrisa se esfuma rápido.

—Oh... —la noticia me cae de sorpresa.

—Quizás te traiga algún recuerdo si prometes llamarme. —Enarco la ceja.

— ¿Llamarte? —Digo atónita.

Él saca un bolígrafo de su pantalón y pronto le quita la tapadera para ponerla entre sus labios y así utilizar el objeto; alza su mano y hace unos movimientos con sus dedos con el fin de que le dé la mía, así que mirándolo de forma extraña, se la doy y veo como escribe una secuencia de nueve números en la palma de mi mano.

Cuando deja de escribir, leo repetidas veces aquellos números antes de guardarlos en mi memoria pero creyendo que si pasa un accidente y por torpe me lavo las manos y no he anotado el número, tomó una servilleta y desprevenidamente tomo su bolígrafo pero antes de escribirle mi número de teléfono se presenta el mesero quien llega y deja un pequeño plato con el brownie encima y a su vez, una taza de vidrio transparente con el frappuccino.

— ¿Algo más que deseé señorita Ángela? —Niego.

—Gracias pero todo bien por el momento. —Le devuelvo la sonrisa como forma de gratitud al mesero.

—Y, usted señor Andrew.

Mi rostro pronto cambia al escuchar aquel nombre que hace que me sorprenda y vea a Andy; él se encuentra también un poco impactado que no dice ni una palabra, pero es tan hábil que no deja que asimile pronto las cosas cuando mis otros sentidos se mantienen atentos.

—Un café más. —Dice él con media sonrisa.

El mesero se va sin decir una palabra como si hubiera entendido que al mencionar su nombre, acaba de crear el peor caos del mundo.

—Eh... ¿En dónde estábamos? —pestañeé varias veces para poder volver a la realidad.

No debería verlo extraño... Es decir... Andy proviene de Andrew y dudo que él sea el Andrew que imagino. Es mejor no hacer especulaciones cuando debería aprovechar el tiempo de hablar con él antes que se vaya.

—Que si te llamó, me traerás algo... —Digo aún consternada. —Pero, ¿a dónde irás para que digas eso? No creo que me traigas una camisa que diga San Francisco, ¿no? —veo como su cuerpo se relaja al ver que de nuevo vuelvo a comportarme normal.

—No... —ríe. —Quizás te traiga una bola de cristal que adentro lleve una oveja blanca con un trébol y diga Irlanda. —Abro los ojos sorprendida.

— ¿Irlanda? —Intento mantener la cordura. —Wow, es estupendo.

No sé cuánto tiempo nos llevamos en hablar sobre Irlanda, solo sé que mientras más me comentaba sobre aquel país algunas dudas aparecían en mi mente mientras que otras veces, me agradaba en escucharlo y poder saber más de su cultura y por una parte de su familia y niñez. Es como si aquel momento hubiera aprovechado más en conocerlo, no me quedaba tiempo en pensar en otras cosas y más al ver lo sonriente y feliz que se puso al contar con cada detalle, lo mucho que extrañaba su tierra natal.

—Entonces, ¿me llamaras? —vuelve esa insistencia.

— ¿Hay algún motivo porque no lo haría? —Juego con el bolígrafo.

—No creo, puedo convencerte de ello. —Niego mientras quito mi mirada y veo el atardecer.

El mesero llega y recoge los platos sucios para llevárselos, así que Andy no pierde tiempo en decirle que nos traiga la cuenta pero en vez de pedirla por separado al final me doy cuenta que él es quien pagara todo.

—No me gusta que paguen las cosas por mí. Te daré el dinero pero debo de ver la cuenta primero porque ahora si no sé, cuánto he gastado. —Le comento mientras busco mi cartera.

—Calma bruja, yo pagaré esta vez. —Dejo ir un bufido.

—Andy, por favor. Quiero darte mi parte. —Le hago un puchero de súplica.

—No me convencerás. —Parece no declinar.

El mesero le entrega una libreta donde dentro va la factura pero ni puedo alcanzar a verla cuando Andy pone adentro una tarjeta de crédito y le entrega de nuevo la libreta al mesero.

—Eres un desconsiderado —cruzo los brazos.

— ¿Por no hacerle pagar a una dama su comida? —Se burla de mí

—A mí me gusta que las cosas se hagan de forma equitativa. —Le hago saber.

—Bien, a la próxima pagas tú pero no te molestes mira que te ves más hermosa sonriendo. —Comenta.

Intente permanecer enojada pero su elocuente comentario provoco que perdiera la batalla y sonriera; así que pude ver esa sonrisa de victoria en su rostro.

—Iré al baño, volveré pronto.

Se levanta y me deja sola en su espera, así que mientras que no vuelve, de nuevo tomo la servilleta y empiezo a escribir mi número de celular en ella.

—Aquí está, muchas gracias por su compra. —El mesero deja la libreta en la mesa.

Cuando se va, tengo la curiosidad de ver la cuenta para ver cuánto Andy gasto en mí, es posible que vuelva a sobornarlo para que me deje que le dé el dinero pero recordando que a la próxima invito yo, es mejor dejar las cosas como están pero aun así, deseo ver cuánto costo el postre y la bebida, así que tomo la libreta y al abrirla cae la tarjeta de crédito en mis piernas y además de ello la factura que muestra que solo fueron $16.54 lo que se llegó a gastar en todo.

Recojo la tarjeta y al tomarla, es inevitable que mis ojos no se crucen con el grabado del nombre de su propietario y la sorpresa es tan grande que hasta quedo ofuscada al volver a leer cinco veces aquel nombre que pronto me deja petrificada.

— ¿Ángela?

Me levanto de la mesa un poco asustada para luego ver como mi mano tiembla al seguir sujetando la tarjeta de crédito; él me mira con sorpresa y se da cuenta lo que en realidad está sucediendo.

—Tú... Tú... —Ni siquiera puedo decir una palabra.

Él suspira y toma la tarjeta de mis manos para pronto ver como se la guarda en su cartera y empezar a quitarse los lentes de sol y la gorra; es cuando ya no sé qué hacer o decir pero es probable que no pueda mover los pies.

Mi pobre corazón palpitante no se detiene... sigue agitado, como si hubiera corrido varios metros sin detenerme, pero lo peor de ello, es que no puedo tranquilizarme para aligerar las palpitaciones cuando dice aquellas palabras que me dejan más que petrificada.

—Sí, Ángela. Soy Andrew Förstner.

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Continuará...

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