Capítulo 15.


"La casualidad es un desenlace, pero no una explicación"

Jacinto Benavente.



    Laura se sentía asediada y no era para menos. Sus preocupaciones aumentaban, sumándose a ellas la desaparición de su madre, la nota misteriosa que Stephanie le entregó y el acertijo incomprensible. Como si no bastara, la noche anterior estuvo a punto de ser violada por Rafael y el tenebroso momento se repetía una y otra vez en su perturbada mente, haciéndola estremecer de pánico.

"Esto lo tenía planificado hace años, incluso antes de conocerte me tenías babeando… Huye mientras puedas, zorra. Bien me advirtió mi primo que no precipitara tu destino"

    Las palabras de su agresor le martillaban los tímpanos y presionó fuertemente sus oídos para no escucharlas, de repente le entraron arcadas y corrió al baño para regurgitar el escaso alimento que había logrado consumir.

    Cual excelente doctora, sabía de sobra que no era saludable mantenerse con el estómago vacío, pues los jugos gástricos y ácidos aumentaban su actividad y producían dolores incómodos. Pero una cosa es lo que se dice y otra muy distinta lo que en realidad se hace. La mayoría de los seres humanos se caracterizan por romper las reglas y seguir el camino fácil, no importa si es escabroso o lleno de cardos y espinas que amenazan con lastimarlos. Con la salud sucedía igual, por mucho que supiesen qué era lo mejor y cómo proceder, la fuerte inclinación a obedecer sus equivocados instintos ganaba la batalla.

   Cuatro horas después, se encontraba más dispuesta y con semblante diferente. Había aprovechado para recoger sus pertenencias y empacarlas cuidadosamente, a primera hora de la siguiente mañana viajaría a su pueblo natal.

Si te hubieras marchado ayer, quizás hoy no te encontrarías en este estado deplorable —señaló su voz interior.

—Claro —le respondió, como si las molestas afirmaciones las hiciera alguien ajeno a su cuerpo—. También es probable que si me hubiese ido, a estas alturas estuviera muerta.

    No discutiría más con su tonta conciencia, para qué, si sabía que en dicha batalla emplearía tiempo y fuerzas en vano. Mejor pensaba en asuntos importantes, como por ejemplo, qué haría al llegar a Walles, dónde comenzaría a buscar y a quién podría enfrentarse, pero antes de que sus ideas tomaran ese rumbo, un nombre se le atravesó en el cerebro: Nick Jhonson.

    Lo último que supo de él era que había sido citado a comisaría tras encontrarse las pruebas que declaraban a la directora Corton como culpable por la desaparición de Lindsey. Ahora, analizando esto, se preguntaba qué razones tendría la principal para cometer semejante atrocidad y por qué el cuerpo de la joven no aparecía. Por otra parte, según Louis, con quien había hablado en la mañana, la madre del misterioso chico de ojos grises falleció, así que estaría ocupado con los preparativos de las honras fúnebres. No obstante, sintió que debía despedirse antes de partir, de cualquier forma su destino lucía poco alentador, así que corría el riesgo de no volverlo a ver y, ante esa amenaza, se sentía extremadamente débil.

    Salió a media tarde, rumbo a la mansión Jhonson. El autobús la dejó una cuadra antes y se quejó por tener que andar. El trayecto era corto, pero el ambiente tenebroso y sombrío producido por los viejos árboles deshojados que se expandían en una larga hilera a lo largo del ancho camino, le causaban un leve temor. Apresuró el paso y, justo cuando vislumbró la imponente construcción, sintió una presencia a su espalda y el olor de un perfume caro inundó sus fosas nasales, se detuvo en seco y, sin moverse, contuvo la respiración.

—¿Quién eres y por qué me sigues? —la respuesta que recibió fue un silbido intermitente que le caló hasta los huesos—. ¡Cállate! —gritó y cerró los ojos con fuerza, pues el sonido se tornaba molesto. Sintió que alguien se acercaba y sacudió la cabeza, negándose a encararlo.

—¿Te encuentras bien? —preguntó una ronca voz masculina que le hizo sentir segura.

—Gracias a Dios que llegaste, Nick —dijo, envolviéndolo en un abrazo que desprendía añoranza, desesperación y ¿deseo?—. Creo que alguien me perseguía.

—Tonterías —espetó el joven, tranquilizándola y asombrándose por el gesto, mientras intentaba corresponderle—. Los guardias de seguridad lo hubiesen visto —se separaron lentamente y pasó un dedo por su mejilla, provocando que se le erizara el vello de la nuca—. ¿Qué haces aquí?

—Primero, ¿cómo te sientes? —Laura notó que tenía el rostro pálido y la mirada triste—. Me he enterado de lo que le sucedió a tu madre. Lo siento mucho, me fue imposible venir antes o asistir al velatorio, tuve algunos percances.

—Sé que tus problemas tienen nombre y apellidos —la doctora fue consciente de cómo el atractivo estudiante cerraba los puños y fruncía el ceño—. Louis me lo contó todo, te juro que el maldito se arrepentirá de haber nacido. Vamos, entremos, así conversamos mejor.

  Avanzaron por un gran portón negro custodiado por hombres altos e intimidantes y se detuvieron a la entrada del hogar de Nick, ingresaron al interior de la estancia y tomaron asiento al lado de un ventanal de vidrio azul oscuro.

—Entonces, ¿por qué has venido?

—Me voy de la ciudad por una semana —soltó sin preámbulos.

—No —ordenó su acompañante, con repentina exigencia.

—¿Perdón?

—Exactamente, como has escuchado, no te lo permito —Laura emitió unas sonoras carcajadas.

—Pero, ¿quién te crees que eres?

—¿Es una pregunta retórica? —alzó una ceja con coquetería y la muchacha rodeó los ojos.

—Haré lo que me plazca y ni tú ni nadie me va a detener. Es necesario ir a Walles, mi madre…ella… —gruesas lágrimas brotaron de sus ojos, las cuales produjeron sensaciones contradictorias en el joven, por lo que se le acercó y la tomó por la barbilla. Cuando estaba a punto de hablar, sabía que cometería una idiotez.

—Tranquila, me refería a que no irás sola —la doctora seguía con atención los movimientos de sus seductores y pecaminosos labios—. Yo estaré a tu lado siempre.

    Pudo ser el efecto de esta promesa lo que condicionó que sus bocas se rozaran fugazmente, mas cuando ambos se disponían a besarse con verdadera pasión, uno de los cristales del pulcro ventanal se rompió por el impacto de una piedra envuelta en un papel.

    Nick la recogió y Laura percibió que su expresión se volvía seria al repararlo.

—¿Algo anda mal?

—Sí, digo… no —rectificó nervioso—. Creo que es mejor que no veas esto —la chica se levantó apresurada y con las pulsaciones aceleradas.

—¿Qué dice ahí? —nuevamente la poseyó un mal presentimiento, el cual fue confirmado cuando su orden fue cumplida.

"Tic, toc, tic, toc, ven a mí, preciosa. Te estoy vigilando, tráeme lo que me pertenece si quieres a la señora Linson de vuelta"





Nota de la autora:

    Hola, lectores, ¿cómo están? Esta semana tardé en actualizar porque se me presentaron problemas personales y muchísimos deberes escolares, pero acá estoy de nuevo, lo prometido es deuda.

    "Corazones de Blanco" está llegando al final (faltan solo cinco capítulos), así que los invito a continuar al tanto de la historia. Sé que deben tener preguntas y dudas, los misterios se resolverán en el transcurso de lo que queda.

    PD: Ya llegamos a más de 1K de lecturas y a poco más de 500 votos. Además, la novela está participando en dos concursos. Deséenme suerte y crucen los dedos para que tengamos buenos resultados, los mantendré informados. Gracias por el apoyo. ♥️⭐

    Los quiere, Claudia.

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