Capitulo XXXVII: Frente a frente
—¡Majestad!
Muy lento, Eirian abrió los ojos. Por un instante no supo donde estaba, solía pasarle algunas mañanas desde que salió de Doromir. «Majestad» volvió a llamarlo el soldado. Entonces, despertó del todo.
El alba se colaba a través de la puerta entreabierta de su tienda, a contraluz la armadura del soldado que lo llamaba brillaba con un resplandor plateado. A su cabeza de cabello oscuro también la rodeaba un halo argento.
«Rowan».
Pero el soldado terminó de entrar y se dio cuenta de que el cabello no era negro, solo castaño.
—¿Qué ocurre?
El guardia lo abordó de forma atropellada, incluso olvidó hacer la reverencia.
—El general Nils me ha enviado urgentemente por Su Majestad.
Eirian se desperezó antes de levantarse, se lavó la cara y los dientes y se colocó la túnica de terciopelo verde oscuro que reposaba en el espaldar de la silla. Debía ser algo importante si Nils lo había hecho despertar. Luego del ataque a las catapultas, habían reforzado la seguridad en el campamento, aun así, sus generales se encontraban en alerta máxima por si un nuevo sabotaje ocurría.
O tal vez Nils quería hablar de la maldita epidemia de fiebre que se propagaba rápidamente entre su tropa. Sospechaba que eso también era obra de Rowan. De alguna forma había infiltrado enfermos en su campamento, quizá alguno de aquellos comerciantes que solían seguir a los ejércitos en campaña y ofrecían sus putas a los soldados.
Se volvió hacia el soldado que esperaba junto a la entrada de la tienda y observó la insignia que portaba en el pecho, no era un simple soldado, sino un capitán. Cuando terminó de asearse, Eirian salió detrás de él y caminó entre las carpas de los soldados que recién despertaban.
—¿Cuál es vuestro nombre, capitán?
—Soy Brand Orson, Majestad.
—¿De los Orson de Fisk Haugr?
—Así es, Majestad.
—Supongo que sois el hijo del general Elder Orson. Aunque no me ha mencionado que su hijo estuviera entre nuestras tropas.
—Soy su hijo, Majestad. A padre no le gusta pensar que algún logro mío pueda ser debido a su influencia.
—Un padre exigente —sonrió.
Eirian no solía recorrer el campamento, verlo debía ser un hecho extraordinario para los soldados, pues a medida que caminaba entre las tiendas notaba los ojos asombrados antes de reverenciarlo. También percibió ciertos cuchicheos: «Mal augurio». «Una maldición». «Nu-Irsh nos da la espalda».
—Y decidme, capitán Brand Orson, ¿Qué es tan importante que Nils me ha privado de mi desayuno?
—Cadáveres, Majestad.
—¿Cadáveres?
—Así es. Antes del alba, los soldados de guardia en los lindes del campamento no encontraron a los compañeros que debían relevar. Resulta que estos colgaban de los pinos al otro lado de los muros, asesinados.
Llegaron al área donde almacenaban los suministros, allí varios de los capitanes y generales se concentraban.
—Luego otro de los soldados nos notificó que también habían contaminado el agua. —Brand continuó el relato.
—Majestad, os pido disculpas por haceros levantar con tanta premura —dijo el general Nils, una vez Eirian y el capitán se aproximaron a él—, pero tenemos una situación urgente.
—¿Qué es lo que pasa?
—Contaminaron las reservas de agua.
Eirian se acercó a uno de los barriles donde se almacenaba el agua. En la superficie flotaba un brazo verde del cual se desprendían desechos putrefactos. Otros cincuenta barriles se hallaban en iguales condiciones.
—¡¿Qué es esto?! ¿Cómo es posible que algo así haya sucedido?
—Todavía no lo sabemos con certeza —contestó Nils—, estamos investigando si nuestros enemigos tuvieron ayuda interna.
Eirian se llevó la mano a la cabeza y peinó hacia atrás los mechones rojos en un gesto consternado. ¿Acaso entre sus tropas, Rowan continuaba teniendo simpatizantes? No convocó al resto del Batallón Estandarte que desertó del lado del príncipe, justamente temiendo una traición. A pesar de ello, no le extrañaba que Rowan mantuviera algunos partidarios entre sus filas, después de todo, él había sido el comandante más prominente de su ejército y siempre tuvo una buena relación con los soldados.
Pensar que pudiera ser así hizo que le doliera la cabeza. ¿Cómo hallaría entre más de seis mil hombres a los traidores?
Pero también había otra explicación. Los del Batallón Estandarte pudieron infiltrarse usando el antiguo uniforme doromirés, el cual todavía debían conservar en su poder.
—Entre la tropa se ha corrido la noticia —dijo el capitán Brand sacándolo de sus cavilaciones—. Los hombres están inquietos y ven estos cadáveres como un mal augurio, principalmente porque también contaminaron las ofrendas.
—¡¿Cuál mal augurio?! —Los ojos azules de Eirian relampaguearon enojados—. ¡Es solo una maldita treta de Rowan! Quiere ganar tiempo y desgastarnos con estúpidas artimañas en lugar de enfrentarnos. Sabe que está en desventaja. —Luego se dirigió a sus oficiales—. Desde hoy que todos usen en los uniformes un distintivo en el brazo derecho, por si el príncipe y los malditos traidores que lo siguen quieren volver a infiltrarse en nuestro campamento. ¡Y refuercen la guardia, por el palacio en el cielo!
Eirian se dio la vuelta y regresó a su tienda.
Era la segunda incursión de Rowan en el campamento, la primera logró dañar la mayoría de las catapultas, ahora los dejaba sin agua. Eso los retrasaría mientras lograban reabastecerse y no dudaba de que él continuaría con ataques furtivos.
Luego de desayunar, ordenó una reunión urgente con sus oficiales, a los cuales les ordenó organizar escuadrones de vigilancia que exploraran los alrededores. Estaba seguro de que Rowan debía estar escondido muy cerca; amparado por la vegetación y las formaciones rocosas del paso de Ulfrvert, en cualquier momento atacaría otra vez. No obstante, por un par de días nada pasó. En el campamento lograron reponer las reservas de agua, aunque los soldados continuaban temerosos y veían en los cadáveres un anuncio funesto. Eirian tuvo que pedirle al sacerdote de Nu-Irsh que los acompañaba que hiciera una ceremonia especial de libación para pedirle al dios del cielo sus bendiciones y protección durante la guerra por venir. De esa forma logró aquietar el ánimo de sus tropas.
Los seis mil hombres que conformaban su ejército llevaban casi una semana sin moverse. Rowan había conseguido retrasarlos lo suficiente como para que las, cada vez más próximas nevadas, fueran un problema a considerar en su avance a Ulfrgarorg. De cualquier forma, no dejaría que nada, ni nadie, ni siquiera la naturaleza se interpusiera entre él y el príncipe.
Lo vencería, lo tomaría prisionero y después lo torturaría hasta la muerte.
El capitán Brand Orson se movió bajo las mantas, sacándolo de sus reflexiones. Eirian giró y deslizó los ojos por su espalda descubierta, en la piel clara no había una sola cicatriz. Pasó apenas las yemas y sus dedos recordaron otro tacto, otra piel marcada por heridas de guerra, recordó cómo se sentía bajo sus labios. Conocía cada una de aquellas cicatrices: su localización, la textura y el color nacarado. Recordó la burla de Rowan al decir que la próxima vez regresaría a él en un ataúd.
Brand lo miró con sus ojos castaños, soñoliento. Aunque se parecieran, no eran ámbares. Esas pestañas no eran tan oscuras y hermosas como las otras, negras, que enmarcaban los ojos dorados, confiriéndole una apariencia salvaje.
Eirian suspiró y le sonrió levemente a su amante. Días atrás, casi sin darse cuenta, terminaron enredados. ¿Fue debido al leve parecido o a la soledad?
—Debemos levantarnos, ya amaneció.
Ni bien terminó de hablar cuando un potente silbido zumbó por encima de ellos, varias flechas atravesaron el techo de lona y se clavaron en el suelo de la tienda. Eirian rodó y rápidamente volteó la mesa para usarla como escudo y protegerse tanto a él como a Brand.
—¡Rápido, ven acá! —lo llamó.
El joven capitán, desnudo, se arrastró junto a Eirian y ambos esperaron debajo de la mesa a que cesara el ataque. Casi una sexta después, las flechas dejaron de caer y los dos abandonaron el improvisado refugio
—¡Es Rowan y su maldito batallón! —exclamó Eirian, vistiéndose con rapidez—. Nadie más que ellos podrían disparar desde tan lejos.
—No salgas todavía, puede ser peligroso.
—No hay tiempo —Eirian empezó a colocarse la armadura esmaltada en verde y con orillos dorados—. ¡Tenemos que salir de aquí y perseguirlos! Deben estar ocultos en esa colina que se eleva hacia el este.
Luego del sabotaje de Andreia a las catapultas, los generales de su ejército sugirieron amurallar el campamento con muros de madera y reforzar la vigilancia mientras reparaban el armamento pesado. Eirian no estaba del todo de acuerdo, pues para hacerlo debían talar árboles y eso los expondría a una emboscada. Pero los generales desestimaron que Rowan fuera capaz de atacar un ejército de seis mil hombres, estando en desventaja numérica. Eirian no estaba tan seguro. Él conocía sus estrategias, sabía que podían ser tan osadas, como suicidas.
El capitán Brand también se vistió de prisa, en menos de lo que tarda en consumirse una brizna de paja en el fuego estaban listos.
El caos imperaba afuera de las tiendas, muchos soldados yacían heridos, otros tantos, muertos y los supervivientes aún no se explicaban qué había sucedido.
—¡Majestad! —Nils los encontró afuera—, esperamos vuestras órdenes.
—¡Organizad una expedición! —dijo Eirian—. No podemos dejar ir a Rowan.
—¿Vendréis con nosotros? No es seguro, puede ser una emboscada para haceros salir.
Eirian era consciente del riesgo, pero no estaría tranquilo sabiendo que Rowan estaba tan cerca y lo dejó escapar.
—No me apartaré ni un momento de Su Majestad —dijo Brand—, lo protegeré.
Nils asintió y corrieron en busca de los caballos.
Casi tan rápido como se consume una brizna de paja en el fuego, Eirian cabalgaba al frente de trescientos hombres dispuesto a cazar a Rowan. No contaron los heridos ni los muertos que dejó el ataque sorpresa, no hubo tiempo para eso, si no se apuraban, el enemigo se escabulliría entre las grietas de la montaña.
A medida que avanzaban en el terreno pedregoso, se daba cuenta de que no sería tan fácil atraparlo. Los hombres de Rowan se habían separado en grupos y tomado caminos distintos, obligándolos a ellos a hacer lo mismo para poder darles alcance. De los trescientos soldados que salieron del campamento de Doromir, Eirian acabó con solo cincuenta a su lado, persiguiendo el escurridizo rastro del príncipe traidor.
Por suerte, era de mañana y la luz del sol iluminaba el paraje agreste por el que cabalgaban. Varias varas adelante le pareció ver a su objetivo: un jinete de armadura negra, cuyo yelmo lo adornaba un frondoso penacho de hilos plateados. Eirian se lanzó tras él, le era imposible no reconocer ese casco.
Rowan se dio cuenta de que lo perseguían. Hábilmente, giró sobre su montura con una flecha montada en el arco y disparó. El soldado que cabalgaba junto a Eirian cayó al suelo y a ese siguieron dos más. ¡Maldita habilidad la de Rowan! Sujetó las riendas con fuerza y las azotó, el caballo aumentó la velocidad. Las ramas de los abetos y los pinos le arañaban la cara en su frenética carrera. No podía detenerse, su caballo no debía tropezar, Rowan estaba muy cerca y además solo. Desenvainó la espada ante el choque inminente.
—¡Majestad, esperad! —gritó Brand—. ¡Nos lleva a una trampa, es imposible que esté solo!
¿Y qué si era una trampa? Rowan estaba a poca distancia de él. Siguió galopando hasta salir a un pequeño claro dónde Eirian se encontró rodeado por arqueros del batallón Estandarte que lo apuntaban con sus flechas.
Rowan detuvo el caballo y lo encaró.
—¡Dad la orden!
Eirian miró por el rabillo del ojo a quien había gritado, era ese chico rubio de Ulfrgarorg, el hijo del primer consejero. Volvió a fijar los ojos en Rowan y esperó. Si ordenaba disparar sería su fin.
—¡¿Y bien?! —gritó—. ¡¿Así termina, sin honor?! ¿Harás que tus arqueros me masacren?
El yelmo de Rowan no tenía visera y Eirian volvía a ver los ojos dorados. Por un instante notó la duda en ellos antes de que la furia los hiciera brillar.
Rowan desenvainó y con una exclamación hincó los talones en los cuartos traseros de su caballo, arrojándose al galope contra él.
Eirian levantó la espada e hizo lo mismo. Un instante después el choque de los aceros retumbó en medio de la arboleda. El temblor de su brazo debido al impacto se transmitió a todo su cuerpo. Perdió el equilibrio y cayó del caballo con un golpe seco.
Los sonidos del bosque se apagaron. Boca arriba, los rayos de un sol frío lo cegaron momentáneamente. Escupió sangre y extendió el brazo para volver a empuñar a la Quebrantahuesos. Se puso de rodillas para levantarse y vio a Rowan a unos pies de distancia, tumbado en el suelo. También el príncipe había caído a causa del choque.
Era su oportunidad de atacar mientras Rowan estuviera en el suelo, así que se levantó con la espada en alto.
—¡Deteneos o daré la orden de que disparen! —gritó el chico rubio que creía recordar, se llamaba Daviano—. ¡Soltad la espada!
Pero en ese instante, Rowan se levantó y con la mano le hizo una señal a Daviano para que esperara. No despegó la vista de Eirian mientras se acercaba a él y cuando estuvo a solo pocos pies de distancia se puso en guardia.
—¡Hasta que te decides a enfrentarme, maldito mentiroso! —gritó Eirian— ¡No dejaré de ti ni los huesos!
Rowan levantó la espada y bloqueó su embestida, rápidamente contraatacó. El filo de Osadía se deslizó por su coraza, haciéndole una marca al acero Volvió a arremeter y lo golpeó de nuevo, de no ser por la armadura, sus entrañas se habrían derramado fuera de su cuerpo. Eirian lo observó mientras retrocedía, no llevaba la armadura completa. No había acero cubriendo sus caderas, tampoco por encima de los avambrazos o en los muslos, así que se afanó en herir las partes desprotegidas.
A sus espaldas se había formado otro alboroto. Rápidamente, de soslayo observó que sus soldados habían llegado y les daban pelea a los arqueros de Rowan.
—¡Voy a matarte, Rowan! ¡Te haré pagar por todo lo que me has hecho! —gritó y chocó su hoja con la del príncipe.
—¡¿Y qué te hice?! —Rowan lo repelió hacia atrás , movió la espada y arremetió de nuevo— ¡Lo único que hice fue evitar que mataras a mi hermana!
Rowan alzó la espada, de inmediato la bajó y giró en último momento. El filo de Osadía hizo un corte en su brazo donde las placas de acero de la armadura se unían.
—¡Una maldita traidora que no dudará en matarte cuando ya no le sirvas! —dijo retrocediendo.
Alrededor, sus soldados y los de Rowan continuaban luchando, de soslayo observó que tanto Daviano como Brand se mantenían a caballo y al margen de la pelea, apuntándolos a él y a Rowan con los arcos tensados.
Eirian volvió a arremeter con fuerza. El acero de los dos chocó varias veces mientras que el par de arqueros no los perdían de vista. Hasta que Rowan embistió con bastante fuerza, Eirian rechazó con la espada en alto y ambos quedaron de frente, empujándose mutuamente.
Hacía mucho que no lo tenía tan cerca, que no sentía su calor y su aliento rozarle la piel. Su presencia, tan próxima, lo hechizaba, sus labios lo tentaban.
Estaba ensimismado mirándolo y no advirtió la zancadilla de Rowan. Eirian cayó de espaldas con un golpe seco.
El príncipe levantó la espada, dispuesto a hundírsela en el pecho. Por el rabillo del ojo, Eirian vio como Brand apuntaba y tensaba la flecha en el arco. Soltó la cuerda y la flecha salió disparada al mismo tiempo que Rowan bajaba la espada.
—¡No! —gritó Eirian.
El emperador movió la pierna e hizo que Rowan cayera en el mismo momento en el que la flecha, que se dirigía a su pecho, se clavaba en su hombro. Eirian lo abrazó y rodó junto a él a un lado.
Cuando se separaron, se dio cuenta de que estaba herido. Empujó a Rowan y se levantó trastabillando. El príncipe no apartaba los ojos del lugar sangrante en su cuerpo. No se movía ni para rematarlo, tampoco para huir, solo lo miraba como si no creyera lo que sucedía. En ese momento, más soldados doromireses llegaron. Al verse superados, Daviano subió a Rowan a su caballo y huyeron mientras el resto de sus soldados los cubrían con las flechas.
Se llevó una mano al lugar donde la espada de Rowan se había hundido y la sangre la empapó. Dio dos pasos antes de desplomarse.
GLOSARIO
Medidas de distancia
Varas: 0,83 metros. Equivale a 3 pies o 4 palmos
Pies: 30 cm
Millas: 1609 metros o 1,6 km.
Si hay algún termino que no comprendan no duden en preguntar.
Hola, mis amores. ¿Qué les pareció el capítulo? Apuesto a que no era el reecuentro que esperaban.
Bueno, ahora Eirian está herido (tal vez sobreviva, tal vez se muera) y Andreia, perdida.
En el capitulo pasado varios lectores que usualmente no comentan se atrevieron a dejar un comentario, no se imaginan lo maravilloso que fue para mí leerlos. Hagamos algo, déjenme por acá sus teorías y le dedicaré un capirulo al que dejé la mejor de todas (No importa que esté bien loca la teoría, al contrario, así es mejor)
Besitos y nos leemos el viernes.
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