Capítulo XXXIX: Una tumba misteriosa

Desmontaron el campamento y partieron de regreso a Dos Lunas tan rápido como pudieron, les tomó poco más de lo que tarda en consumirse una vela de Ormondú llegar a la ciudad.

Rowan y Daviano corrieron por los pasillos del palacio hasta el Salón Azul, donde acostumbraba a reunirse el consejo, pues les habían informado que allí se encontraba la reina. Los guardias que custodiaban el recinto se apartaron y ellos pasaron.

—¡Andreia! —El primero en cruzar el umbral fue Rowan.

—¡¿Estás bien?! —preguntó Daviano, entrando detrás del príncipe.

Andreia, sentada a la mesa circular en mitad del salón, examinaba varios pergaminos. A su lado, de pie, se encontraba la comandante de su guardia real. Ambas los observaron: Lena inexpresiva; la reina, en cambio, les dirigió una mirada risueña, se levantó y corrió a abrazarlos. A pesar de la alegría con la que los recibía, Rowan la notó más pálida de lo habitual y con un moretón en el lado derecho de la frente.

—¡Hermano! —exclamó abrazándolo.

Él correspondió, y mientras lo hacía sintió como se encogía y se quejaba levemente—. Estoy tan contenta de verte. Me dijeron que habías ido al Paso de Ulfrvert a detener el avance de Doromir.

—Estás herida —le contestó de inmediato, Rowan, con el ceño fruncido.

—No es nada. —Ella negó restándole importancia y fue a abrazar a Daviano—. ¿También estabas con él? ¡Dime que ya son amigos!

Daviano sonrió y le lanzó una mirada fugaz a Rowan antes de responder. Este evitó pensar en lo que habían hecho la noche anterior, no quería que su hermana pudiera verlo en su mente.

—Mejor dinos tú qué te pasó. Estábamos muy preocupados. ¿De verdad estás bien?

—Lo estoy. —Andreia se sentó con cuidado en uno de los divanes. Rowan no perdía detalle de sus movimientos, ella decía que estaba bien, pero se movía con lentitud—. Fuimos a sabotear las catapultas de Eirian y nos descubrieron...

—Y ahora estás lastimada —la interrumpió Rowan muy serio—. ¡¿Cómo pudiste arriesgarte de esa forma tan estúpida?!

—¡¿Estúpida?! —Andreia abrió muy grande los ojos—. ¡¿Qué se suponía que debía hacer, Rowan?! ¿Quedarme muy cómoda aquí mientras los demás arriesgan su vida por mí?

—¡Eres nuestra reina! ¡Ulfrgarorg depende de ti!

Andreia cruzó los brazos y frunció el ceño. Rowan le lanzó una mirada ceñuda a Lena. Ella era la guardia personal de su hermana, debió protegerla mejor. En cuanto sus ojos se cruzaron, la comandante bajó los suyos. Sin duda, se sabía culpable.

—¡Pues en mi ausencia tú eras el rey! ¡Regresé y no estabas! ¡Te fuiste, con tus hombres a pelear contra Eirian! ¡¿Y si te hubiera pasado algo a ti?! ¡Es la misma situación!

—¡Es diferente, Andreia!

—¡¿Por qué? ¡¿Por qué eres hombre?!

—¡No! ¡Por el puto Desierto de Hielo, no es por eso! ¡Yo tengo experiencia en batalla, tú no!

—¡Y no la tendré si nunca voy!

—¡¿Para qué quieres tenerla?! ¡No sabes lo que dices! —Rowan iba a continuar la discusión, pero Daviano intervino y los calló a ambos.

—¡Basta ya! ¡Si fue un error o no, ya pasó! Lo importante ahora es saber si estás bien, Andreia.

Ella exhaló con un fuerte suspiró y la expresión de su rostro se suavizó.

—¡Estoy bien, ya se los dije!

—¿Dónde estuviste todos estos días? —preguntó Rowan—. ¿Acaso Eirian...?

—No me atrapó si es a lo que te refieres, no era su prisionera

—¿Entonces?

—¡Conocí la tribu de nuestra madre, Rowan! —exclamó ella con una sonrisa emocionada.

—¡¿Qué?! —Daviano y Rowan preguntaron a la vez.

—¡Sí! Fue todo bastante extraño. Verán, cuando estábamos saboteando las catapultas, fuimos descubiertos. Lena y yo logramos salir del campamento, sin embargo, varios soldados nos persiguieron. —Andreia lo miró de soslayo, quizá esperaba que él volviera a reprenderla, pero no lo hizo. Más era la sorpresa de Rowan por la revelación de haberse encontrado con la tribu de su madre que el enojo—. A Lena la hirieron al igual que a mí. Perdí el conocimiento y mi yegua huyó al galope llevándome muy lejos en la montaña. Cuando desperté no sabía donde me encontraba ni cuánto tiempo había transcurrido.

»A partir de entonces comenzó lo extraño. Una ventisca se desató de repente, pensé que me congelaría, pero un lobo negro enorme apareció en medio de la nieve. En lugar de atacarme, me guio hasta lo que creí que era una cueva subterránea. Estaba salvada, ahí podría guarecerme de la tormenta.

—¿Un lobo negro? —la interrumpió Rowan—. Muéstramelo.

Andreia y él se miraron a los ojos y mientras lo hacían, Rowan visualizó el recuerdo de ella. Aquel animal era el mismo de sus sueños. Cuando dejó de ver en la mente de su hermana, se dio cuenta de que Lena y Daviano los contemplaban extrañados. Al parecer, ninguno de los dos sabía de la conexión que Andreia y él compartían.

—¿Qué pasó después? —preguntó sin hacer caso a las expresiones interrogativas de Lena y Daviano.

En los sueños en los que se había visto a sí mismo como un lobo, siempre lo embargaba el miedo de que algo muy malo estaba por suceder. Quizá lo que Andreía tenía para contar era la respuesta a esos sueños.

—La cueva era un pasadizo que conectaba con una especie de sala mortuoria —continuó Andreia—. Había un ataúd de piedra en el centro. El lobo me llevó hasta allí, quería que lo abriera.

—¿El lobo quería que tú abrieras el ataúd? —Daviano enarcó las cejas y la miró escéptico—. ¿Estás segura de que no continuabas desmayada y soñaste a ese lobo?

—Ya no estaba desmayada —contestó ella con un mohín—. El lobo me despertó y me guio hasta ahí.

—Debiste soñarlo —insistió Daviano—. Los lobos no son animales domésticos que compartan con humanos así como así.

Andreia negó un par de veces.

—Es muy extraño, lo sé, pero estoy segura de que estaba despierta.

—Te creo —dijo Rowan muy serio—. ¿Qué más sucedió?

Andreia le sonrió agradecida antes de proseguir.

—Quité la tapa de piedra del ataúd. Aunque creí que no podría, porque se veía muy pesada y yo tenía problemas para mover el brazo gracias a la flecha hundida en mi hombro, no fue

así. Más bien se sintió como levantar una delgada tabla de madera muy ligera.

—Dentro reposaban los restos de un hombre. —Rowan veía en su mente, como si fuera su propio recuerdo, la oscura sala de piedra con el sarcófago en el centro de ella, iluminado por un resplandor extraño—. Él tenía una espada.

Andreia asintió, giró hacia Lena y le hizo una seña. La comandante fue a la habitación contigua y volvió con una espada herrumbrosa en la mano que le entregó a su ama. Ella la dejó sobre la mesa y tanto Rowan como Daviano se acercaron a examinarla.

La espada era poco más que un trozo de acero viejo. La empuñadura también estaba cubierta de tierra y óxido, no había nada interesante en ella.

—¿El lobo quería que abrieras el ataúd para que sacaras esto? —preguntó Daviano incrédulo, señalando la espada.

—Eso creo, porque en cuanto la tomé el lobo me llevó a la salida de la cueva. Aunque fuera solo óxido, la necesitaba. Había perdido a Susurros antes y estaba desarmada. Además, tenía que buscar a Lena.

La comandante respingó en cuanto escuchó su nombre.

—No era necesario, Majestad —dijo muy bajito.

—¡Claro que lo era! Os quedasteis peleando con todos esos soldados para protegerme. No podía dejaros.

—No —replicó Lena cabizbaja—. Yo os fallé. Su Alteza tiene razón, fallé en protegerla.

—Rowan no tiene razón. Yo decidí ir y también buscarte después.

—¿Luego qué pasó? —preguntó Daviano, impaciente.

Andreia apartó los ojos de Lena y prosiguió con el relato.

—Salí de allí con la espada en la mano. Afuera, la tormenta había cesado y estaba por amanecer. Solo pude dar unos cuantos pasos, porque sentí un intenso dolor de cabeza y volví a desmayarme.

Cuando desperté creí que seguía en la cueva del sarcófago, pues me rodeaban paredes de piedra, pero al observar mejor me di cuenta de que no era la misma cueva. Esta era mucho más pequeña. Había un hogar encendido que calentaba el lugar, utensilios de cocina y en un rincón, un baúl de madera.

»Me senté y me percaté de que descansaba sobre pieles de animales, era un lecho. Apenas transcurrió menos de lo que tarda en consumirse una brizna de paja en el fuego, cuando de entre las sombras al fondo de la estancia salió una mujer joven y risueña.

»—Por fin despiertas —dijo.

»Estaba totalmente desconcertada, no tenía idea de cuánto hacía que me encontraba allí, ni cómo había llegado, mucho menos quién era ella.

»—¿Dónde estoy? ¿Tú quién eres? —le pregunté.

»La joven se acercó más y la luz del hogar la iluminó. Tenía un rostro muy lozano, con algunas pecas sobre la nariz y las mejillas, parecía que acababa de dejar la niñez. Pero lo que más me sorprendió fue su cabello oscuro y el tono de su piel. Era como nosotros, Rowan.

»—Me llamo Xena —dijo—, y esta es mi casa.

»Volví a mirar alrededor. Lo que ella llamaba casa no era más que una pequeña cueva en las entrañas de una de las montañas de Ulfrvert.

»—¿Cómo llegué hasta aquí?

»—¡Pues Foeri te trajo!

»De nuevo, no sabía de lo que hablaba, pero en ese momento recordé la espada.

»—Tenía una espada, ¿dónde está? Dádmela que debo irme.

»Me levanté dispuesta a marcharme, sin embargo, seguía débil. En cuanto me puse de pie la vista se me oscureció, un intenso dolor me atravesó el hombro y tuve que volver a sentarme. La chica se acercó muy rápido hasta mí y me tocó la frente.

»—Sigues con fiebre. No deberías hacer esfuerzo aún. Voy a cambiarte el vendaje.

»Ella caminó hasta uno de los rincones donde había una rústica mesa de madera con varios cuencos de barro y velas encendidas, allí se puso a preparar una especie de mezcla con los ingredientes sobre la mesa

»Miré mi hombro herido cubierto por una pasta azulada que olía mal. Intenté moverlo y el intenso dolor me hizo jadear.

»—No lo toques —ordenó ella volteándose con un cuenco en la mano con más de esa pasta azul maloliente adentro—. La herida está infectada. La flecha tenía veneno. Ya estás mejor, al menos la fiebre no es tan alta y despertaste.

»—Estoy mareada.

»—Es porque todavía te encuentras débil. Te cambiaré el vendaje.

»—No. No puedo quedarme aquí —dije—. Tengo que buscar a mi compañera, está en peligro.

»—¡Uy! —dijo Xena, apoyándome la mano en el hombro sano para que volviera a sentarme—. Llevas aquí varios días, así que no creo que puedas hacer mucho por ella.

»—¡¿Cómo que varios días?! —me horroricé.

»—Pues sí. Tres días. Te he estado cuidando todo este tiempo.

»—¡No, no puedo seguir aquí! ¡Tengo responsabilidades!» Volví a levantarme y en ese instante apareció desde el fondo de la cueva el enorme lobo negro. Xena se giró hacia él.

»— ¡Foeri, regresaste! —La chica, muy feliz, le acaricio la cabeza—. ¡La amiga que trajiste está mejor!

»—¿Es tu mascota? —le pregunté mirando los ojos amarillos del animal, fijos en mí.

»—¡No, no! ¿Cómo se te ocurre? Foeri no es mascota. Es un solitario que va y viene. Es lo que significa su nombre, ¿sabes? «El que va y viene». Es lísico. ¿Conoces el lísico? —Yo negué—. Era la lengua que hablaban en Olhoinnalia antes de que llegaran los humanos desde Northsevia. Los viejos de la tribu saben lísico, ellos fueron quienes nombraron a Foeri.

»—¿Los viejos? ¿Hay más personas aquí?

»La chica rio mientras el enorme lobo se echaba sobre una de las pieles en el suelo.

»—¡Por supuesto! Llamaré a uno de los ancianos para decirle que has despertado, han estado muy pendientes de ti, ¿sabes?

»Y sin más se perdió entre las sombras del rincón por donde había llegado Foeri y ella antes que él. El enorme animal se veía manso, durmiendo en las pieles del suelo. Aproveché la ausencia de Xena y me levanté dispuesta a marcharme, pero en cuanto lo hice, el animal alzó la enorme cabeza en mi dirección.

»—Voy a irme, quieras o no —le dije.

»El lobo me siguió con la mirada mientras yo caminaba por la pequeña cueva buscando la espada. No se encontraba a la vista. Pensé que tal vez estaría dentro del baúl, pero lo único allí eran prendas de ropa y mantas. Con espada o sin ella no podía quedarme. Al fondo de la cueva se abría un pasadizo por el cual se había marchado Xena, era la única salida.

»La estrecha galería de piedra tenía a cada tramo una antorcha encendida que la iluminaba. El techo era muy alto y a pesar de que me hallaba en el interior de la montaña, el aire se sentía ligero. Al cabo de recorrer varias varas de distancia, me encontré con que la galería se ramificaba en cinco caminos. No tuve oportunidad de elegir cuál seguir porque por uno de ellos apareció Xena acompañada de un anciano.

»El hombre era pequeño, con cabello gris y piel tostada. Sus ojos oscuros tenían una expresión inteligente, como si la vejez que aparentaba fuera solo una cáscara que envolvía vitalidad e inteligencia.

»—¿Qué haces aquí? —me preguntó la muchacha y luego se dirigió a alguien detrás de mí—: Foeri, no debiste permitir que saliera de la casa.

»Volteé y me encontré con el lobo negro a mis espaldas, me seguía y ni siquiera lo había notado. Era como si estuviera dentro de un extraño sueño. Recordé que nana Eliza siempre decía que Ulfrvert estaba llena de magia y habitada por seres ancestrales de la época de los primeros pobladores. Me pregunté si no estaría en presencia de ellos.

»El lobo jadeó y trotó junto a mí hasta llegar con Xena, mientas el anciano me escudriñaba con sus ojos que parecían mirar a través de la piel.

»—¿Cómo os llamáis? —preguntó.

»—Soy Andreia Belford, reina de Ulfrgarorg. Os agradezco todo lo que habéis hecho por mí, pero necesito regresar a mi nación. Indicadme la salida, por favor.

»El anciano estrechó los ojos y se acercó más a mí. En la mano tenía la espada que había estado buscando.

»—Reina de Ulfrgarorg, os aconsejo permanecer aquí hasta que sanéis del todo. Xena me dijo que todavía estáis febril

»—La espada que tenéis en la mano, ¿podéis devolvérmela, por favor?

»—No os pertenece.

»—No, pero la encontré o mejor dicho, vuestro lobo me guio a ella y la necesito.

»El anciano me miró muy serio.

»—¿Cómo la sacasteis del sarcófago?

»—Simplemente abrí la tapa. ¡Esperad! —dije al darme cuenta de algo—. ¿Cómo sabíais que estaba en un sarcófago?

»El anciano suspiró tal si un cansancio repentino lo embargara.

»—Porque por muchos años hemos venerado esa tumba. Dime, ¿para qué necesitas la espada?

»—¿Cómo que habéis venerado esa tumba por cientos de años? ¿De quién era la tumba?

»El anciano sonrió con una mirada inteligente.

»—Tenéis muchas preguntas, reina de Ulfrgarorg, al igual que yo. ¿Os parece si regresamos a la casa de Xena y conversamos?

»No respondí de inmediato. Por un lado, tenía la urgencia de buscar a Lena y por el otro me moría de curiosidad por averiguar quiénes eran ellos y a quién pertenecía la tumba y la espada.

»—Pero que sea breve —me decidí finalmente—. No puedo perder mucho tiempo.

»—Luego os daré una montura y un guía para que regreséis a vuestro hogar.

»Yo asentí y los seguí de vuelta a la casa de Xena.

»No había más sitio donde sentarse que en el lecho en el que dormí antes. Xena sacó cojines del baúl, los cuales dispuso en el suelo. El viejo se sentó en uno de ellos y yo lo hice frente a él. La anfitriona también iba a acomodarse con nosotros, pero el anciano la detuvo.

»—Querida Xena, nuestra invitada sigue débil. Tal vez tengas algo de caldo de carne que ella pueda beber y recuperar fuerzas.

»Xena hizo una expresión entre sorprendida y avergonzada que me hizo sonreír. La chica murmuró un «desde luego» y se entretuvo en la pequeña hornilla del fogón.

»—Soy Molag Kena —dijo el anciano mientras me miraba con una sonrisa—. Me gustaría haceros algunas preguntas, a cambio responderé cualquier duda que tengáis —asentí—. Habéis dicho antes que Foeri os llevó hasta la tumba, también mencionasteis que necesitabais la espada ¿Estabais buscándola?

»—No. Ni siquiera sabía que existía una tumba como esa en Ulfrvert. Yo huía de los doromireses con quienes estamos en guerra. Me perdí en el bosque y perdí mi espada. De pronto comenzó una tormenta, entonces apareció el lobo. Él me guio hasta la cueva. Cuando vi la espada la tomé, pensé que podía serme útil si volvía a toparme con mis enemigos.

»—¿Cómo pudisteis romper el hechizo?

»—¿Cuál hechizo? —pregunté. La situación cada vez se me hacía más rara y ya no sabía qué pensar.

»—El hechizo que ha mantenido sellado el sarcófago por más de trescientos años.

»—Pues... No sé. —Señalé al lobo echado en las pieles— Él estaba muy interesado en que yo abriera ese ataúd, no me dejaba ir, así que levanté la tapa. Adentro reposaban los restos casi vueltos polvos de alguien y la espada. Saqué la espada y por fin el lobo me dejó ir. Luego me desmayé. Y aquí estoy.

»—Así que Foeri te llevó hasta allí. —El viejo giró hacia el lobo—. Entonces ha llegado el momento.

»—¿El momento de qué? —pregunté—. No estoy entendiendo nada.

»—Veréis, nuestra tribu ha custodiado esa tumba desde hace cientos de años, desde que aquel que yace en ella murió y las hadas la sellaron para proteger lo que contenía. —El anciano señaló la espada en mi mano—. No existe nadie en este mundo capaz de romper ese hechizo. Ni siquiera los sorceres de Augsvert. Por eso es tan sorprendente que tú, una total desconocida, hayáis logrado sacarla. ¿O es que acaso poseéis magia?

Una doncella entró al salón Azul con una bandeja de plata en las manos, en ella había varias copas de cristal y una jarra con licor de cerezas. El aroma de la bebida le llegó a Rowan en el mismo instante en el que la mujer cruzó el umbral. Andreia calló mientras la doncella servía. Cada uno tomó una copa y saboreó el licor. A Rowan no le agradaba el sabor tan dulce de la fruta fermentada, pero a falta de hidromiel no le quedó más opción. Una vez la muchacha se hubo marchado, su hermana continuó con el relato.

—En ese momento tragué, empezaba a asustarme. Observé al lobo negro y pensé en todos los sueños premonitorios que he tenido a lo largo de mi vida, en los sueños con lobos, en nuestra conexión —Andreia miró a Rowan—. ¿Podía ser que todas esas cosas extrañas tuvieran una explicación y fuera esa tumba y la espada?

Lo mismo se peguntaba Rowan desde que vislumbró al lobo negro en los recuerdos de su hermana. Sentía que estaba a punto de conocer una gran revelación.

»—No tengo magia. ¿Por qué es tan importante esa tumba? —le pregunté a Molag—. ¿Qué significa esta espada?

»—¿Conocéis la leyenda de Do.mirh, reina Andreia?

»—Todos en el Norte la conocen desde antes de aprender a hablar. Muchos años atrás, en Olhoinnalia había lobos cambiaformas que asolaban esta región. Un día Do.mirh decidió enfrentarlos, pero en una de las batallas tuvo que huir a Northsevia. Dicen que halló una cueva donde pudo refugiarse del terrible frío de esa tierra helada. En esa cueva se le apareció Nu-Irsh y le entregó la Espada de Hielo con la que venció a los cambiaformas.

»—Exactamente así es la leyenda —dijo Molag—, pero falta una parte. Después de que Do.mirh murió, las hadas tomaron su cuerpo y lo trajeron a Ulfvert, con su gente. Lo sepultaron en el interior de la montaña donde había nacido, y con él a su mítica espada.

»No creía lo que me decía ese anciano. Miré incrédula la herrumbrosa espada. No podía ser que esa fuera la Espada de Hielo.

»—Así es —dijo el maldito viejo con una sonrisa. Era como si disfrutara la revelación que estaba haciendo o tal vez lo que lo llenaba de satisfacción era mi perplejidad—. Tenéis en vuestras manos la espada con la que el héroe derrotó a los cambiaformas. Como os decía, a la leyenda le falta un pedazo. Las hadas pronosticaron que los cambiaformas regresarían y cuando eso sucediera la espada también lo haría en manos del lobo negro, lista para derrotar una vez más a los cambiaformas. Así que sellaron la tumba con un poderoso hechizo que la protegiera hasta su regreso.

»Solté la espada como si estuviera al rojo vivo, asustada. Definitivamente, no podía ser yo ese «lobo negro». No entendía por qué el maldito Foeri me había llevado con ella, Además ¿cambiaformas?

»—Esto es una locura —le dije poniéndome de pie, lista para marcharme—. No hay cambiaformas. No sé qué clase de hierbas consumen aquí, pero estáis alucinando y diciendo.

»Molag ladeó la cabeza y me detalló un instante antes de hablar.

»—En el norte son rubios y pelirrojos, pero vos sois castaña, como Xena, como todos los Vermishei, nuestra tribu. ¿Nunca os habéis preguntado porque sois diferente al resto?

»—Vermishei era la tribu de mi madre —dije casi sin aliento—. Mi cabello es como el de ella.

»—Entonces, mi querida reina, vos pertenecéis a la misma raza que yo, que Xena y que Do. mirh. La profecía os ha señalado para que seáis vos quien empuñe la espada contra los cambiaformas y Foeri, su guardián, también. Sois el lobo negro de la leyenda.

Andreia apuró otro trago de la copa y miró a Rowan a los ojos. Él percibió la duda que ella sentía, no estaba convencida de ser ese lobo pronosticado.

—Que hiciste —le preguntó a su hermana.

—Pues esas personas creen que soy una especie de reencarnación de Do.mirh. Me costó mucho convencerlos de dejarme ir.

—Pero estás aquí —dijo Daviano—, aceptaron, entonces.

—Sí, aceptaron con una condición, tenía que traer a Xena conmigo. Molag cree que es inminente el regreso de esos monstruos, mientras tanto tenemos que prepararnos. Así que Xena será una especie de puente con los Vermishei.

»Molag me facilitó un veörmir y salí de la montaña con ella. En el camino me encontré con Lena, lideraba un grupo de soldados que me buscaban. Regresé y aquí estoy. Francamente, no sé qué pensar de toda esa historia de cambiaformas y espadas legendarias. Estamos en guerra con Doromir, no podemos distraernos con leyendas fantasiosas.

Rowan volvió a examinar la espada.

—Lo más sensato es llevarla con el maestro forjador del palacio y que él la restaure —dijo dándole vuelta—, hasta tanto no podremos saber que tan cierta es esta historia. Y mientras nos concentraremos en Doromir.

—Estoy de acuerdo. Quiero que hablemos con nana Eliza. Ella pertenece a los Vermishei, debe saber si esa historia de la tumba y la espada es cierta.

Rowan asintió. En el momento en el que se levantó para salir del salón, un enorme lobo negro entró de un salto por el ventanal que daba al jardín interior.

—Oh, olvidé decirte, Foeri también vino con Xena y conmigo.

El animal se les acercó con un trote pausado y fijó los ojos amarillos en Rowan. De inmediato, sintió igual que en los sueños, él mismo era ese gran lobo.

Si, fumé verde, jajaja!!! A veces me lanzó mis fumes. ¿Qué les pareció el capitulo? No pregunto por teorias, porque ya me dejaron muchas que me dan para escribir al menos 4 novelas mas jajajaj Milenka_Morgan23 dejó muchisimas que me encantaron, pero si quieren dejar mas no me pongo brava. 

Estoy feliz porque han llegado nuevos lectores espectacularres que comentan mucho, los amo. Así que voy a estar dedicándoles capitulos.  Besitos y nos leemos el viernes.

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