Capitulo XXXII: Recuerdos de amistad

—Nunca imaginé que esa mujer fuera tan astuta —dijo Daviano en voz baja mientras salían del salón comedor luego de la cena.

Las antorchas en las paredes de piedra oscura iluminaban la galería, los sirvientes que se cruzaban en sus caminos hacían las debidas reverencias. Rowan no lo miró al contestar.

—Debimos suponer que estaría resentida por la ruptura del compromiso y que haría algo así.

En realidad, Rowan sí consideró que la reina pudiera estar enfadada, pero confió en que al seducir a Manfred, este intervendría ante ella por él y le concedería el apoyo militar. El príncipe empujó la puerta de sus aposentos, Daviano entró detrás de él.

—Es lamentable que tengas que casarte con Odeth, claramente la chica está loca.

—Tanto mejor, no sufrirá cuando quede viuda.

Rowan tomó la jarra de plata sobre la mesa, esta vez sí había hidromiel en ella. Sirvió dos vasos y ofreció uno al dreki por mera cortesía, pues sabía que no aceptaría.

—Es un chiste, ¿verdad? —Daviano sonrió, para sorpresa de Rowan recibió el vaso y apuró un trago—, ¿cómo podría quedar viuda si va a casarse con El Terror del Norte?

—¿Hasta cuando seguirás burlándote de mí? —le reclamó risueño, quitándose la chaqueta negra y plateada, la cual dejó en el respaldar de la silla.

—Si no me burlo, esta vez lo digo en serio. Creo que eres un gran guerrero.

Rowan lo miró con las cejas alzadas. En la cara de Daviano no se reflejaba burla alguna, por el contrario, bebía tranquilamente el hidromiel de su vaso.

—Gracias... creo. De cualquier forma, un simple apodo no asegura que sobreviva.

Daviano alzó una ceja y lo miró.

—¡¿Un simple apodo?! Es más que eso. Además, acabas de asegurarnos dos mil hombres de refuerzo, ¿por qué dudas de que seremos los vencedores? Que lo hagas me pone un poco nervioso.

Daviano se sentó en una de las sillas forradas de terciopelo azul y Rowan ocupó la que se encontraba a su lado. En la mesa, además de hidromiel, había quesos y uvas, el príncipe se llevó una de estas a la boca antes de contestar.

—No me malentiendas, por favor —dijo—. Haré todo lo posible y hasta lo imposible por asegurar la libertad de Ulfrgarorg, pero...

—¿Pero qué? ¿Crees que al final Eirian te matará? —Daviano rio. Era evidente su buen humor, quizás porque habían conseguido el apoyo de la reina o solo se debía a que bebía de más—. ¡No puede hacerlo si lo vencemos!

Luego de engañarlo y traicionarlo de la forma en la que lo hizo, Rowan tenía la seguridad de que Eirian lo odiaba. Una vez pisara el campo de batalla, el emperador solo tendría una cosa en mente: asesinarlo y no descansaría hasta lograrlo. Así que evitaría enfrentarlo hasta que la victoria de Ulfrgarorg sobre Doromir estuviera asegurada, ya después dejaría que Eirian hiciera con él lo que quisiera.

—Tienes razón —contestó Rowan.

—¡Claro que la tengo! —Daviano no dejaba de sonreír—. ¡Eres El Aliento del Lobo, El Terror del Norte!

El dreki rio en voz alta. Era tan extraño verlo así. Ya no tenía duda de que estaba ebrio, de otro modo no sería tan amigable con él. Rowan apuró su bebida.

Daviano se mantuvo en silencio un rato, observaba su vaso concentrado. Luego volvió a hablar en voz baja:

—No te acuerdas, ¿verdad?

—¿De qué? —Rowan lo miró un poco desconcertado.

—De cuando jugábamos siendo niños en el castillo de Dos Lunas. Tú y Andreia siempre peleaban para decidir a qué jugaríamos, nunca se ponían de acuerdo. Por eso terminábamos jugando a lo que yo decidía. —Daviano rio con melancolía, manteniendo la vista clavada en el vaso—. Recuerdo que cada uno de ustedes trataba de convencerme de que eligiera su juego.

Rowan lo miró totalmente perplejo, había creído que Daviano no se acordaba de ese pasado infantil.

—Siempre elegías a Andreia —contestó cuando se repuso de la sorprendente confesión.

—Eso era porque en secreto, Andreia me daba obsequios. —Daviano volvió a reír y por fin apartó la mirada del vaso y la fijó en él—. Te extrañé mucho cuando Cardigan te llevó con él. Durante lunaciones enteras estuve molesto con tu padre y con el mío, no entendía por qué te habían dejado marchar, o por qué no iban a buscarte. —Mientras más hablaba, Rowan más se sorprendía—. Andreia y yo incluso elaboramos un plan para escaparnos de Dos Lunas e ir a Doromir por ti.

Los ojos de Daviano brillaron melancólicos. Rowan carraspeó al darse cuenta de que él esperaba que contestara algo.

—Andreia nunca me dijo nada de eso.

—Eso es porque tiene memoria de pez. —Daviano volvió a reír—. Apenas recuerda lo que hizo el día anterior. Pero yo sí me acuerdo de todo, de ti, de cómo éramos.

Daviano le contagió su melancolía. Los recuerdos felices, pero lejanos de ese pasado infantil lo asaltaron.

—¿Entonces por qué me trataste con frialdad cuando volvimos a vernos en Dos Lunas antes de la muerte de mi padre? Creí que eras tú quien lo había olvidado.

Daviano sonrió y acarició el borde del vaso de plata con el índice.

—Esperé mucho a qué regresaras. Lunaciones después de que Cardigan te llevara, Andreia y yo entendimos las razones que había detrás de la inacción del reino: eras un rehén. —Daviano tensó brevemente la mandíbula y su tono de voz se endureció—. Pero luego Cardigan murió. Esperábamos que volvieras, en cambio, lo que llegó a Ulfrgarorg fue el rumor de tu amorío con Eirian. Cuando Doromir marchó contra Osgarg contigo al frente del ejército... —Daviano calló, apretó el vaso antes de beber un gran trago.

—Se decepcionaron de mí —completó Rowan.

—Tu padre no dijo una sola palabra en tu contra nunca, pero en el palacio todos te odiábamos.

—¿Me odiaban? Creo que me siguen odiando. Desconfían de mí, como tú.

—¿Cómo no hacerlo? —Daviano despegó los ojos del vaso y rio con amargura al mirarlo—. Tal vez es como dijo la reina Fabia y todo esto de liberar a Ulfrgarorg no es más que una pelea de amantes entre tú y Eirian.

Rowan se levantó, sonrió con tristeza y negó un par de veces antes de hablar.

—Estoy bastante harto de estas recriminaciones. ¡Estoy aquí, acepté casarme por el bien de mi reino! ¡Los asesinos de Eirian casi me matan días atrás! ¡¿Qué se supone que debo hacer para redimirme?! ¡¿Es que nunca me perdonarán?!

Daviano también se levantó y caminó hasta situarse frente a él; mirándolo a los ojos, le preguntó:

—Te he observado durante este viaje, He notado la melancolía que guardas, la añoranza en tus ojos cada vez que miras el atardecer. ¿Sabías que tus hombres comentan en voz baja que no eres el mismo, que estás triste? ¡Se compadecen de ti! —Las palabras de Daviano le atinaban como pequeñas, pero filosas cuchillas. El dreki se acercó más, hasta que su rostro estuvo muy cerca del suyo—. Sé sincero, ¿ya no lo amas? Si tienes la oportunidad, ¿lo matarías?

Rowan parpadeó, el licor comenzaba a hacer efecto, le dolía la cabeza. Dio un paso atrás para alejarse, pero Daviano no lo permitió.

—¡Dime! —exigió sujetándolo de la muñeca.

—¡No, ya no lo amo! ¡¿Satisfecho?!

Los ojos de Daviano centellaron un instante antes de agarrarlo por el frente de la camisa y besarlo. Por un momento la mente de Rowan quedó en blanco, hasta que reaccionó y lo apartó con un empujón.

—¡¿Qué te pasa?! ¡¿Era esto, entonces?! ¡¿Toda esa rabia contra mí no era mas que celos?! —Rowan se alejó varios pasos, alterado— ¡¿Qué les ocurre a los malditos hombres que siempre piensan que pueden tratarme como se les da la jodida gana?!

—Todavía lo amas —dijo Daviano mirándolo con tristeza.

—¡No es tu puto problema si lo amo o no! ¡¿Y sabes qué?! ¡Me tienes harto! Traté de ser paciente contigo, pero me cansé. No me importa si me crees o no. Voy a hacer lo que tengo que hacer en esta guerra. ¡Ahora lárgate!

Daviano salió sin decir una sola palabra más.

¿Cómo se atrevió a besarlo nada más que para determinar si mentía o no? ¿Quién se creía? Rowan se sentó en el borde de la cama, enojado, se sujetó la cabeza con las manos. Por un breve instante creyó que había recuperado a su amigo.

«Maldito Daviano».

Por la mañana, Rowan y Daviano se reunieron con Manfred para acordar la estrategia que seguirían en la próxima batalla contra Doromir.

Durante la reunión, Daviano actuó como si la conversación de la noche anterior no hubiera ocurrido, se limitó a comentar la estrategia que ideaban, apoyando en todo momento a Rowan. El príncipe, no obstante, sí la tenía muy presente y mantuvo la distancia en el trato con el dreki.

Acordaron que el matrimonio con Odeth se llevaría a cabo en cuanto terminara la confrontación con Doromir y la princesa se trasladaría a Ulfrgarorg, dónde viviría con su marido.

Rowan y el resto partieron poco después del mediodía, luego de recibir las bendiciones del sacerdote principal de Enframia, quien, antes de iniciar el viaje, consagró además la unión de Rowan y Odeth a Nu- Irsh.

Una sexta después ya habían salido de Forbert, la capital de Enframia,

—¿Y a ese qué le pasa? —preguntó Declan quién montaba en el veörmirs junto a él, refiriéndose a Daviano.

Rowan lo miró por encima del hombro. Desde que salieron, Daviano lucía mucho más taciturno de lo usual, ni siquiera había hecho algún comentario rebosante de sarcasmo como era su costumbre.

—Pensar en que tiene que montar su carpa otra vez, lo deprimió —dijo Finn y todos se echaron a reír.

Rowan recordó lo que dijo Daviano la noche anterior, que sus hombres pensaban que había cambiado y que sentían lástima de él.

—Chicos —los llamó cuando dejaron de reír—. ¿Vosotros pensáis que he cambiado desde que dejé Doromir?

Los hombres se miraron entre ellos, Cedric fue el primero en hablar.

—Su Alteza solía ser más alegre, pero despreocupaos, lo entendemos.

Los veörmirs se movían con un trote suave mientras el sol invernal los calentaba tímidamente. Las últimas hojas en los árboles se mecían al son de la tenue brisa fría. Para Rowan resultaba algo vergonzoso que sus sentimientos fueran tan evidentes.

—Nunca os pregunté —dijo—, ¿por qué escogisteis seguirme y no regresar a Doromir?

—Ni una sola vez desde que peleo a vuestro lado os he visto titubear en el campo de batalla —dijo Finn—. Además, Su Alteza siempre demostrasteis lealtad para con nosotros, nos habéis tratado con respeto. Ahora que nos necesitáis, lo lógico para mí es prestaros mi ayuda.

—Escuché que vos debíais ser el rey de Ulfrgarorg —dijo Cedric cuando Finn terminó de hablar—. El emperador nombró a vuestra hermana en vuestro lugar. Disculpad mi atrevimiento, Alteza, pero para mí eso es traición. El emperador os traicionó antes, no merece nuestra lealtad.

—Yo estaba esperando que lo abandonarais —dijo Declan alegremente—. Sí, Su Alteza no nos hubiera llamado, igualmente os hubiera ofrecido mi espada. Cómo dijo, Cedric, el emperador os traicionó antes. Además, mató al coronel Idrish, todos lo sabemos.

A Rowan se le apretó la garganta al recordar a Idrish. También él era culpable de su muerte. Quizá no merecía la lealtad de esos hombres, aun así se sintió conmovido.

El resto del viaje transcurrió sin contratiempos, evitaron cabalgar por el camino principal y entrar en las ciudades, pues temían otro atentado. Daviano no cruzó con él más que las palabras necesarias. Si le creía o no, o si confiaba en él, a Rowan dejó de importarle, al igual que recuperar su amistad.

Los sueños con lobos no dejaban de atormentarlo por las noches. Dos días antes de llegar a Ulfrgarorg, volvió a soñar que él era el lobo y delante tenía a una figura encapuchada en la nieve de espaldas, de la cual solo podía escuchar susurros ininteligibles. A pesar del miedo que sentía, se acercó para tratar de verle el rostro. La figura volteó sobre su hombro y Rowan vio que era Andreia. Trató de decirle algo, pero en ese momento, el suelo se abrío y ella cayó al vacío. Rowan se despertó con una intensa sensación de peligro, al punto que envió un cuervo a Dos Lunas preguntando si todo estaba en orden.

La respuesta le llegó esa misma noche: Todo estaba bien, excepto que Eirian había llegado al paso de Ulfrvert, una vez que lo cruzara estaría en Ulfrgarorg.

***Hola, preciosuras.

Si Daviano quería algo con Rowan, lo echó a la basura despues de ese beso 😅 Pobre Daviano. Y por otro lado, la guerra cada vez está mas cerca. 😣

Nos leemos el siguiente viernes con un capitulo que estará repleto de acción, besitos.

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